Capítulo 6
Al atardecer, la familia Palacios ya ha preparado la habitación nupcial.

Después de que Valeria fuera llevada a la casa de la familia Palacios, Xavier la dejó a cargo de varias sirvientas, ordenándoles con indiferencia:

—Llévenla a prepararse.

Valeria bajó la mirada y vio los elegantes y costosos zapatos del hombre justo frente a ella.

La profunda voz del hombre, grave como un violonchelo, resonó en sus oídos,

—Colabora conmigo y estarás bien —dijo con un tono que parecía tranquilizador, pero que estaba cargado de una presión invisible.

En este momento, Valeria sabía muy bien que no tenía forma de escapar. Si ese hombre había logrado encontrar su casa con tanta precisión, no importaba a dónde huyera, estaba segura de que él siempre lograría encontrarla.

Valeria apretó los dientes, antes de responder:

—Está bien, puedo colaborar. Al fin y al cabo, fui yo quien lo provocó primero, así que debería pagar algún precio. Pero, señor Palacios, necesito un tiempo concreto. ¿Por cuánto tiempo debo cooperar? Cuando termine, seguiremos cada uno por nuestro lado, sin interferirnos.

A Xavier no le interesaba ella en absoluto, por lo que respondió fríamente:

—Tres meses.

Él tampoco quería estar enredado con esa mujer por mucho tiempo. Tres meses eran suficientes para que su abuelo se recuperara bien de su cirugía.

Valeria reflexionó por un momento, encontrando aceptable ese período de tiempo, el cual no era ni muy corto ni muy largo, por lo que rápidamente tomó la mano del hombre.

—¡Trato hecho! Vamos a casarnos, señor.

Xavier se detuvo por un momento, mirando la mano que Valeria había tomado. Sorprendido de que, pese a que generalmente no le gustaba el contacto físico, esta vez no le desagradaba. La mano de Valeria era pequeña y suave.

Tras esto, las sirvientas se la llevaron, le lavaron la cara, la maquillaron y la vistieron con un vestido de novia tradicional.

La boda organizada la familia Palacios tenía un estilo clásico.

Rápidamente. Valeria acompañó a Xavier al salón de recepción, donde llevaron a cabo una ceremonia nupcial sencilla pero tradicional, antes de ser guiada a la habitación nupcial.

Cuando Xavier entró en la habitación, Valeria estaba sentada correctamente al borde de la cama, con la espalda recta. Se veía adorable, como una tímida esposa esperando a su marido para la noche de bodas.

—Levántate, no hace falta que finjas —dijo Xavier, con una ligera burla en sus ojos.

Sin embargo, Valeria no se movió.

Xavier notó algo extraño y caminó hacia ella, tomando su mano.

Bajo la luz cálida, una pequeña cara angelical apareció ante él, con pestañas largas y caídas, una expresión tranquila y obediente, y una gota de saliva brillando en la comisura de sus labios.

¿Se había dormido sentada?

Al tomarle la mano, la cabeza de Valeria se movió, y, aún dormida, perdió el equilibrio y se inclinó hacia un lado. Xavier, instintivamente, extendió la mano para sostenerla y evitar que cayera. Valeria frunció el ceño, pero no se despertó.

Observando a la mujer en sus brazos, Xavier se sorprendió. Era la primera vez que veía su rostro sin maquillaje y tenía que reconocer que había algo deslumbrante en ella. Sin su maquillaje caótico, en realidad era bastante bonita.

Tal vez sintiendo la cercanía de una fragancia extraña, Valeria abrió los ojos de golpe, encontrándose medio abrazada por el hombre, con sus rostros a un palmo de distancia.

Instintivamente, se apartó y, como si hubiera visto un fantasma, exclamó:

—¡Señor Palacios, ¿qué hace!? Le advierto, no puedes aprovecharse de mí. ¡Nuestro matrimonio es solo una farsa!

¡Apenas se había despertado y ya lo estaba acusando injustamente!

Xavier frunció el ceño, con descontento. Si no hubiera sido por su buena intención de sostenerla, se habría caído de cara al suelo.

—¿Quién te dijo que nuestro matrimonio es falso?

Valeria frunció el ceño con cautela.

—Señor Palacios, ¿está tratando de evadir responsabilidades? Según lo acordado, ¡esta relación terminará en tres meses!

—Te prometí que terminaríamos en tres meses, pero no prometí que no pasaría nada durante ese tiempo —respondió Xavier, con sus labios ligeramente curvados.

Dicho esto, apretó el mentón de Valeria con sus largos dedos, los cuales estaban lleno de callosidades y hacían que Valeria sintiera una intensa sensación de peligro.

—Señor Palacios, un hombre debería ser de palabra. ¿Cómo puede ser tan deshonesto?

Valeria lo miró fijamente, forcejeó y sacudió la cabeza, pero no pudo liberarse del agarre.

Xavier se inclinó aún más sobre ella y la miró fijamente.

Cuando vio que Valeria fruncía el ceño, soltó una risa fría y la soltó.

—No te hagas ilusiones —dijo con un tono despectivo—. ¡No me interesan las mujeres como tú!

Aunque Valeria sintió aliviada y molesta a partes iguales.

—¡Perfecto! ¡Me alegra saberlo! ¡Tú tampoco eres mi tipo!

Xavier estaba sin palabras. ¿En serio se veía tan mal?

Valeria le puso un dedo en el pecho, —Sr. Palacios, ¿podría apartarse? —preguntó Valeria, colocando un dedo en el pecho de Xavier—. Estoy cansada y quiero dormir.

Sin embargo, Xavier, no se movió y siguió mirándola desde arriba.

Por lo que, Valeria, si querer discutir con él, se abrió paso.

Con la cabeza en alto, entró en el baño y pronto se escuchó el sonido del agua corriendo.

Después de ducharse, Valeria salió y se dio cuenta de que no tenía ropa limpia para cambiarse. ¡Qué vergüenza! Por un momento pensó en colocarse de nuevo el vestido de novio, pero este era demasiado pesado e incómodo.

Después de meditarlo un poco, Valeria asomó la cabeza desde el baño, comprobado que Xavier todavía se encontraba allí, sentado en el sofá, mirando su teléfono.

—Señor Palacios, ¿puede devolverme la ropa que traje hoy? —preguntó con resignación.

Xavier levantó ligeramente la cabeza y la miró con indiferencia, antes de responder:

—La tiré.

Valeria apretó los dientes. ¿Cómo que la había tirado?

—Entonces, ¿podría prestarme algo de ropa limpia? —preguntó, evidentemente molesta.

Xavier levantó las cejas y la miró con atención.

—¿Es esa tu actitud cuando necesitas algo de alguien?

—¿Cuál debería ser mi actitud?

—Tendrías que pedirme que te ayude.

Valeria cerró la puerta del baño de golpe. Después de todo, aunque no fuera nada cómodo, podía simplemente volver a ponerse el vestido de novia.

Valeria acababa de recoger el traje de novia, cuando alguien golpeó la puerta.

Abrió una rendija y vio a Xavier.

—¿Qué pasa? —preguntó con malhumor.

La sangre de Xavier se agitó. El aroma del gel de ducha se filtraba por la rendija de la puerta, mientras que Valeria solo llevaba una toalla, dejando a la vista sus pálidos hombros, mientras su cabello largo y húmedo caía sobre su clavícula, la cual le resultaba especialmente atractiva.

Procurando mantenerse tranquilo, Xavier tragó saliva, levantó la mano y le pasó un conjunto de pijamas para hombre.

Valeria se quedó paralizada por un momento, antes de extender la mano para tomar la ropa, pero él, juguetonamente, la mantuvo fuera de su alcance.

—¿No me vas a dar las gracias?

—Gracias, señor Palacios —respondió Valeria, antes de morderse el labio y sonreír, mientras tomaba la ropa, y añadió—: ¡Vaya viejo!

Después de decirlo, cerró la puerta de golpe.

Xavier frunció el ceño. Si no hubiera retirado la mano a tiempo, habría quedado atrapada por la puerta. ¡Qué mujer tan ingrata!

Rápidamente, Valeria se colocó el pijama del hombre, el cual le quedaba sumamente grande, en especial los pantalones, los cuales se le caían constantemente, y la hacía parecer muy pequeña.
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