Capítulo 7
Cuando Valeria salió vestida, Xavier ya no estaba en la habitación. Sin embargo, ni siquiera se molestó en preguntarse a dónde había ido. Después de todo, ellos solo tenían una relación de «negocios» con una duración de tres meses.

Al terminar el plazo, ambos pondrían fin a ese matrimonio sin molestarse el uno al otro.

Pensando en esto, cerró la puerta con llave y se acostó a dormir.

A la mañana siguiente, Valeria se despertó cuando una de las criadas de la familia Palacios llamó a la puerta y, desde el otro lado, dijo:

—Señora, el señor me pidió que le trajera ropa.

«¡Qué molesto!», pensó Valeria. Ni siquiera había dormido bien, pero, dado que ahora vivía allí, no le quedaba más remedio que adaptarse.

Con esto en mente, se levantó, abrió la puerta y tomó el vestido que la criada llevaba en las manos.

Después de asearse y vestirse, Valeria salió de la habitación buscando algo para comer, cuando un balde de agua fría con un olor nauseabundo le cayó encima. En ese momento, un coro de risas burlonas resonó en torno a ella.

La suciedad del agua le nubló la vista y no fue hasta que el agua dejó de gotearle de la cabeza que pudo ver la situación.

Delante de ella estaba una chica desconocida de su misma edad, con un maquillaje impecable, actitud altanera y una sonrisa arrogante en los labios, rodeada de varias criadas de la familia Palacios.

Una de las empleadas sostenía un balde vacío, por lo que Valeria no tuvo que pensar demasiado para saber quién había arrojado el agua sucia sobre ella

Valeria frunció el ceño, levantó las pestañas húmedas y miró a la chica desconocida con calma, antes de preguntar:

—¿Quién eres tú? ¿Por qué me tiraste agua?

Daniela Palacios, con los labios pintados del último tono de moda, levantó la cabeza con arrogancia y respondió:

—Soy Daniela, la hija mayor de la familia Palacios, y, por ende, la hermana de Xavier.

«¡Oh, así que resulta que es la hermana de Xavier!», pensó Valeria mientras arqueaba ligeramente una ceja.

—Entonces, ¿por qué me tiraste agua?

Daniela levantó la cabeza, mirando a Valeria con desprecio y desdén.

—El agua fue para advertirte que debes mantener tu lugar. No creas que por haberte casado con mi hermano, eres digna de ser su esposa. ¡No eres suficiente!

Valeria frunció el ceño, por un momento, antes de decir:

—Pero, a pesar de eso, soy su esposa. ¡Tu cuñada! ¿No crees que lo que hiciste hoy no está bien?

—¿Cuñada? —Daniela rio—. No vuelvas a decir eso, mi hermano ni siquiera durmió contigo anoche, sino que dormiste sola en tu noche de bodas. ¿Cómo tienes el tupé de llamarte esposa de mi hermano? Déjame decirte algo, si Xavier se casó contigo es solo para calmar a mi abuelo y que él se sometiera a un importante tratamiento. En cuanto mi abuelo se recupere, tendrás que largarte de la familia Palacios.

«Con razón tenía tanta prisa por casarse», pensó Valeria, quedándose sin palabras.

—No pienses que puedes quedarte con mi hermano —continuó advirtiéndole Daniela—. ¡Él nunca se enamorará de una mujer como tú! Aparte del título, no eres nada en la familia Palacios, ¡ni siquiera eres mejor que una criada! Cuando mi hermano no esté, yo mando aquí y tú debes seguir mis reglas, ¿entendido?

—Entendido —asintió Valeria, de manera obediente.

—Me alegra que lo entiendas —repuso Daniela, sintiéndose satisfecha de la actitud sumisa que mostraba Valeria—. A partir de este momento, compórtate. Ahora, nos vamos. Tengo una cita para hacerme las uñas, y la manicurista debe estar por llegar.

Dicho esto, Daniela se dispuso a irse con las criadas. Sin embargo, Valeria se apresuró a detenerla.

—Espera.

—¿Qué? —preguntó Daniela, molesta—. ¿Aún tienes algo que decir?

Valeria sonrió.

—No, nada en especial. Solo que, Daniela, acabo de casarme y aún no conozco las reglas que mencionaste. ¿Podrías explicármelas detalladamente para que pueda recordarlas y seguirlas a la perfección?

Daniela se quedó perpleja por un momento y luego soltó una risa burlona.

—¡Vaya! Las mujeres de origen humilde como tú sí que saben cómo comportarse. Está bien, ya que lo pides, te las detallaré brevemente. Escucha, de ahora en adelante, en esta casa te comportarás como una dama.

—Espera un momento. —Valeria mostró una actitud humilde y dispuesta a aprender—. Daniela, mi memoria no es muy buena. ¿Podrías acompañarme a mi habitación para que me lo expliques con lentitud? Me gustaría tomar nota de cada palabra.

—¡Qué fastidio! —exclamó Daniela con desagrado. Sin embargo, no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad de establecer sus reglas; por lo que, a regañadientes, siguió a Valeria hasta el dormitorio.

Quién diría que, en cuanto Daniela entró, la puerta se cerró de golpe con un estruendo, ¡seguido por el sonido de la cerradura al ser cerrada con llave!

Las criadas que no habían entrado con Daniela se quedaron afuera, sorprendidas, antes de escuchar los desgarradores gritos de la joven. Tras lo cual comenzaron a golpear la puerta con desesperación.

—¡Señorita, ¿qué le pasa?!

Una vez dentro, Valeria había agarrado el cabello de Daniela y la había arrastrado hacia al baño.

—¡Ah! ¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame! —gritó Daniela, aterrorizada.

Valeria, sujetaba el cabello de Daniela con una mano, mientras que, con la otra, inmovilizaba sus muñecas, controlando sus brazos, los cuales se agitaban frenéticamente.

—Dime, ¿qué era lo que me arrojaste encima?

Mirando a Valeria, que ahora parecía un demonio, Daniela se sintió horrorizada, como si la imagen sumisa de antes hubiera sido solo una ilusión.

—¡Era agua sucia de limpiar pescado en la cocina! —respondió Daniela, temblando.

—¡Ah, ya veo! —exclamó Valeria, sonriendo con frialdad, y, un segundo después sumergió la cabeza de Daniela en el inodoro.

—¡Auxilio! —gritó Daniela.

Después de 30 segundos, Valeria la sacó, y preguntó:

—¿Cómo te sientes, Daniela?

Con el rostro pálido, Daniela exclamó, —¡¿Cómo te atreves a ponerme las manos encima! ¡Eres demasiado atrevida! —exclamó Daniela con el rostro pálido.

—Fuiste tú quien comenzó —repuso Valeria con una expresión serena—. Yo solo me defendí. Me arrojaste agua sucia, así que te hice probar el agua del inodoro. ¿Acaso no es lo justo?

¡Esa mujer estaba loca!

—¡Soy la hija mayor de la familia Palacios! —gritó Daniela, completamente furiosa—. ¡Mi hermano me adora! ¿Cómo te atreves a hacerme esto?

—No me importa si eres la hija mayor de la familia Palacios o no —repuso Valeria sin inmutarse—. Tu hermano me trajo aquí para ser su esposa, no para ser una víctima de tus maltratos. Esta vez, te lo advierto, ¡no me molestes más!

Dicho esto, volvió a sumergir la cabeza de Daniela en el inodoro, antes de soltarla como si la asqueara.

Daniela levantó la cabeza rápidamente, respirando con dificultad y casi llorando del asco. Jamás había sido humillado de esa manera, Por lo que se inclina sobre el inodoro y vomitó durante un buen rato.

—¡Valeria, ya verás! ¡Le diré a mi hermano que se divorcie de ti!

—¿De verdad? ¡Eso sería maravilloso! Gracias, Daniela —dijo Valeria con una sonrisa.

Al ver que Valeria no mostraba ninguna preocupación, Daniela se sintió aún más frustrada y humillada, pero no tanto como cuando Valeria la levantó y la arrojó fuera de la habitación.

Una vez a solas, Valeria se quitó la ropa sucia y mal oliente y se dirigió al baño, una vez más, para darse una ducha.

Cuando terminó de ducharse, nuevamente sin nada qué ponerse, salió envuelta en una toalla y vio que la pantalla de su teléfono parpadeaba sobre la mesita de noche.

Rápidamente, se acercó a la mesita y contestó la llamada, para escuchar como Julia Cervantes, su colega, le decía con un tono agitado:

—¡Valeria, algo terrible ha pasado! ¡Debes venir a la oficina de inmediato!
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