El CEO me consiente sin medida
El CEO me consiente sin medida
Por: Ángela Silva
Capítulo 1
—Después de casarte conmigo, dejarás tu trabajo y te quedarás en casa cuidándome. Además, ¡dentro de un año me darás un hijo varón! No quiero una hija, necesito un niño como heredero de la familia —dijo el hombre con arrogancia.

Valeria Quiróz miró a su cita, quien se trataba de un hombre de mediana edad, con una calva incipiente, una barriga prominente, y de casi cuarenta años.

Su madrastra, Clara Maldonado, realmente temía que no se casara, así que la obligaba a conocer, incluso, a hombres tan despreciables y mayores como aquel.

El hombre, inicialmente disgustado por el oscuro maquillaje de Valeria, notó su figura esbelta y buen porte, pensando que desnuda se vería muy atractiva.

— ¿Cuál es tu altura sin tacones? —preguntó.

—Un metro sesenta y ocho —respondió Valeria, con indiferencia, mientras revolvía su café con aburrimiento.

—Está bien, es una buena altura para mí. Mido casi un metro ochenta, así que nuestra diferencia de altura es perfecta para una pareja —repuso el hombre, mostrándose satisfecho—. Cuando nos besemos, tendrás que ponerte de puntillas, pero no importa, puedo inclinarme un poco para ti.

Valeria alzó las cejas con desdén. Era consciente de que aquel hombre no superaba el metro setenta y dos.

—Señor, tal vez no sepa cómo debería verse un hombre que necesita que una mujer se ponga de puntillas para besarlo.

—¿Qué quieres decir con eso? —inquirió el hombre con el ceño fruncido, evidentemente molesto.

En ese momento, un hombre alto y de aspecto severo entró en la cafetería, exudando una presencia poderosa.

Valeria lo vio de inmediato y, con una chispa de diversión en sus ojos, se levantó y se acercó a él.

—Discúlpame, guapo, pero necesito que me ayudes a demostrar lo que es una verdadera diferencia de altura en una pareja.

El hombre frunció el ceño. Sin embargo, antes de que pudiera rechazarla, Valeria lo tomó de la corbata, lo jaló hacia abajo y, poniéndose de puntillas, plantó un firme beso en sus delgados labios.

—¿Ves? —preguntó Valeria en dirección a su cita—. Para que una chica se ponga de puntillas para besarte, debes ser al menos tan alto como él.

—¡Has besado a otro hombre! —exclamó el hombre mayor, lleno de ira y vergüenza, mientras se levantaba, señalando a Valeria con dedo acusador.

—¡Eres una inmoral, cómo te atreves a besar a cualquiera! ¡Ya verás, le contaré a quien organizó esta cita sobre tu conducta escandalosa, y te aseguro que nunca conseguirás otra cita!

«¡Sería un alivio!», pensó Valeria.

Después de que se difundiera aquello, Clara, su madrastra, dejaría de encontrarle pretendientes tan extravagantes.

Valeria soltó una risa fría y le dio una patada aquel sujeto, mientras se despedía del hombre alto que la había ayudado.

—Gracias por ayudarme, señor. Si nos encontramos de nuevo, no dude que será por casualidad. ¡Adiós!

Tras decir esto, Valeria se dio la vuelta para irse, pero una mano fría la detuvo firmemente por la muñeca y una voz masculina, baja y fría, resonó cerca de su oído.

—¿Me besaste y ahora pretendes irte así, como si nada?

Valeria, sintiendo una presión abrumadora, levantó la vista para encontrarse con un rostro severo y hermoso.

¡Ese hombre tenía un rostro realmente impresionante! Con un peinado impecable y maduro, su pálido y bello rostro mostraba unos rasgos bien marcados y una expresión que denotaba cierto peligro.

—¿Qué quiere? —preguntó Valeria, frunciendo ligeramente el ceño.

El hombre la miró con una expresión sombría, moviendo sus delgados labios, a punto de decir algo.

En ese momento, un subordinado vestido de negro, que se encontraba junto del hombre, recibió una llamada y, con una expresión grave, se acercó para informarle:

—Señor, hubo un cambio de planes. El vuelo de Sofía fue retrasado por mal tiempo y no podrá llegar hoy. Pero su fiesta de compromiso es esta noche. ¿Qué hacemos ahora?

Al escuchar esto, el hombre frunció el ceño.

Esta fiesta de compromiso era sumamente importante para su abuelo.

El anciano estaba molesto porque, a sus casi treinta años, seguía soltero, y lo había presionado, una y otra vez, para que se casara. Recientemente, aquella insistencia le había provocado un ataque al corazón, y necesitaba una cirugía de trasplante urgente para sobrevivir.

Sin embargo, el viejo había dejado claro que solo cooperaría con la cirugía solo si Xavier se comprometía ese día y se casaba tres días después.

Debido a esto, había confiado en Sofía para apaciguar a su abuelo, pero ahora resultaba que no llegaría a tiempo.

Pensando en esto, aún mantenía a Valeria agarrada, por lo que la muchacha, impaciente, preguntó:

—¿Oye? ¿No tiene nada más que hacer? ¿Puede soltarme, si ya ha terminado?

Xavier Palacios la miró fijamente, con un brillo enigmático en sus alargados ojos, antes de esbozar una sonrisa fría.

—Dado que esta señorita se ha presentado voluntariamente, ella reemplazará a Sofía.

El asistente, Valentín Cárdenas, se quedó perplejo, y lanzó una mirada de desaprobación en dirección a Valeria, examinándola de arriba abajo.

Sin lugar a dudas, aquella mujer, con su maquillaje oscuro, su cabello esponjado y su estilo moderno, ¡no era digna de estar con Xavier Palacios!

—Señor, ¿no cree que esta señorita es un poco exagerada?

—Será ella —repuso con determinación.

—Está bien, señor —repuso Valentín, sin atreverse a objetar nada más.

—¿Qué significa eso? —preguntó Valeria con cautela, sintiendo que algo andaba mal—. ¿Qué vas a hacer conmigo?

—Quiero que te hagas responsable de lo que has hecho —respondió el hombre con frialdad, mientras la miraba despectivamente.

«¿Responsable?», pensó Valera, con incredulidad.

—¿En serio, señor? ¿Quiere que me haga responsable de un beso? ¡Acabo de darle mi primer beso y no le estoy pidiendo que se haga responsable!

El hombre levantó una ceja con interés.

—¿Primer beso?

Valeria suspiró con un poco de pesar.

—¡Sí! He guardado mi primer beso por casi veinte años y hoy acabo de regalárselo.

¡Esa chica era realmente valiente!

—Llévensela —ordenó Xavier en voz baja, recuperando su expresión fría.

De inmediato, Valeria fue levantada por varios hombres vestidos de negro y metida a la fuerza en un lujoso coche negro.

Ciudad de México.

Hacienda La Palmera, la finca más exclusiva de la ciudad.

Aquel día, Xavier Palacios, el heredero de la familia Palacios, celebraría allí su lujosa fiesta de compromiso; y la sala estaba llena de la élite social, brindando y conversando animadamente.

—Me pregunto de qué familia será la afortunada que tendrá a Xavier como esposo.

—Seguro que es una joven perfecta, de gran belleza, con una buena familia. ¡Una mujer común no sería digna de Xavier!

—¡Miren, ahí viene Xavier! ¡Qué guapo es!

—¿Eh? ¿La chica que está con él es su prometida? Parece un poco extraña.

En verdad, no eran lo que esperaban.

Bajo la mirada de todos, Xavier llevó a una muchacha, quien iba particularmente maquillada, hacia el centro del escenario.

El maestro de ceremonias tomó el micrófono y comenzó a hablar:

—Buenas noches a todos. Bienvenidos a la ceremonia de compromiso de Xavier Palacios.

Valeria se sentía sumamente incómoda. Después de todo, había sido obligada a estar allí.

Sí, había besado a este hombre sin su permiso, y hubiera aceptado cualquier consecuencia, incluso si él decidía denunciarla. Pero nunca había imaginado que el hombre haría algo como aquello.

¡La había llevado allí a la fuerza para que se comprometiera con él!
Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo