Marcos despierta con un excelente ánimo y deseo de ver entrar por la puerta a su enfermera. La puerta se abre lentamente y éste se emociona.—Entra de una vez, Estefanía. Mauro asoma ligeramente la cabeza en la habitación. —Soy yo hijo. —dice mientras entra y cierra la puerta.— Me alegra verte y escucharte de buen ánimo. —¿Qué quieres papá? —pregunta en tono hostil.—Vine a ver como te sientes y a traerte esto —dice mostrando la caja en su mano— Sé que debes necesitarlo. —¿Un celular? —pregunta desconcertado— ¿En verdad crees que podrás comprarme como cuando tenía once años, Mauro Moretti? —espeta.—Marcos es sólo para que puedas comunicarte conmigo, con tu madre, por si necesitas algo, hijo. Es sólo eso. —Siempre haces lo mismo, siempre quieres comprar a la gente con buenos regalos. —grita visiblemente alterado. —Cálmate, hijo. No fue mi intención que te sintieras así. —Ese es el detalle, siempre actúas pensando en lo que crees tú y no en lo que piensan o sienten los
Antonella cierra la puerta de la oficina, baja las escaleras, va a la oficina de su jefe quien parecía estar aguardando por ella. —Hasta mañana Angelo, que tenga un buen descanso. —Se despide desde la puerta. —Aguarda un momento, Antonella. —dice con voz firme. —Sí, dígame. —Entra a la oficina y se detiene frente al escritorio. —¿Puedes sentarte un momento? La pelirrubia asiente, el tono serio de su jefe indica que debe decirle algo muy importante. —¿Ocurre algo? —pregunta anticipándose a cualquier situación. —Necesito comentarte algo que ocurrió ayer tarde. —suspira pesadamente— No quiero que pienses que quiero meterme en tus asuntos personales, ni mucho menos que te enojes conmigo por lo que voy a preguntarte. Antonella comienza a sentirse ansiosa, mueve su pierna de forma impaciente, mientras piensa en que es eso tan importante que quiere preguntarle sobre su vida privada. —¿Qué pasó entre tú y Mauro Moretti? —suelta sin más. —No entiendo a qué se debe esa pregu
Antonella, abotona rápidamente su blusa, y regresa para ver de quien se trata. Abre la puerta y la sonrisa ladeada de su jefe, la obliga a sonreír. —Dejé mi móvil olvidado sobre la mesa. —Iré por él —Antonella se pierde por el largo pasillo, mientras Angelo aguarda de pie, frente a la puerta. La pelirrubia regresa con el celular en la mano.—Sí, estaba justo en la mesa. —Disculpa por molestarte, veo que ya estabas por dormir —dice mirando el botón de la blusa mal cerrado. Antonella mira su pecho, evidentemente había intercalado los botones, se cubre con la palma de la mano. —Sí, me sorprendió escuchar el coche afuera y luego los golpes en la puerta. —Bueno, te dejo para que descanses. Hasta mañana, Antonella. —Hasta mañana, Angelo. En tanto, en la mansión Miller, Albert observa el raro comportamiento de Marta. —Te noté muy callada durante la cena. ¿Sucede algo? —pregunta, mientras bebe la copa de vino. —No. —contesta ella. —Ni siquiera tomaste tu vino —dice re
La mañana siguiente Blas llega un poco tarde a su trabajo, la noche anterior había sido un absoluto caos para él. Aquella actuación irresponsable de su parte, podría tener consecuencias muy graves. ¿Qué podía hacer para enmendar su error y evitar un daño colateral mayor? Aquella criatura no era culpable de la maldad de su madre, mucho menos de su estupidez. Sí, fue una estupidez de su parte buscar a Marta y mentirle de esa manera, sin imaginar que ella se tomaría en serio algo que comenzó como una travesura para él. Al llegar a la empresa se encuentra de frente con el hermano gemelo de su jefe, quién rápidamente le hace un llamado de atención. —Está llegando fuera de su horario. —advierte al ver en el reloj de pared que son poco más de las ocho. —Lo siento, Sr Miller. Tuve un inconveniente de última hora. —Pues debería ser un poco más responsable con su trabajo. —increpa.—Sí, disculpe nuevamente. —Se excusa por segunda vez, tratando de mantener la calma.—Eso ocurre po
Angelo acelera su coche, a un kilómetro llega a una clínica privada. Detiene el auto y baja. Luego con la ayuda de un enfermero, baja a Antonella de su auto, la sientan en una silla de ruedas y la trasladan al área de emergencia. Antonella abre los ojos, mas continúa atontada. El médico la levanta para subirla en la camilla y comienza a atenderla.—Espere afuera —Le ordena.Angelo se dirige a la administración, donde tuvo que dejar sus documentos para que la pelirrubia pudiera ser ingresada. Ya un poco más tranquilo, se ocupa de hacer el pago correspondiente al ingreso y hospitalización de su empleada, en el ostentoso lugar. Minutos después, aguarda en la sala de espera hasta que el médico lo hace pasar a su consultorio y le informa sobre algunos exámenes de rutina que debieron realizarle. —Fue necesario, hacer algunos exámenes para verificar que todo esté bien. —¿Dígame doctor, cómo está? —pregunta, ansioso.—Muy bien —responde sonreído y le entrega el sobre con el eco abd
A pesar de su enojo y su frustración, Albert trata de calmar a Marta. Aunque ella no lo mereciera, estaban de por medio sus dos hijos y su bienestar emocional, eso era lo único que él debía cuidar. —No digas esas cosas, los niños te necesitan. —Es lo único que te importa, Albert. Nuestros hijos, yo no existo para ti ni para nadie. —No es así, lo sabes. —Claro que lo es. Nada para mí tiene sentido, ni siquiera podré cumplir mi sueño de ser una famosa modelo. —¿Qué pasó? Me habías dicho que volverías a trabajar con eso. ¿Tuvo que ver lo que te dije? —pregunta él, creyendo que era su culpa. —No, no tiene nada que ver. Todo lo que hice no ha valido la pena. Era un perfil falso. Desapareció de la misma forma que lo hizo hace unos días. Estuve a punto de provocarme un aborto —suelta aquella verdad sin darse cuenta, llevada por la decepción y la rabia.—¿Qué? —Aquellas palabras dejan a Albert paralizado. —¿Estás embarazada? Marta apenas asiente, acababa de delatarse. ¿Qué debí
—Dime, ¿Aceptarías ser mi esposa? Aquella pregunta retumba en la mente de Antonella y como un déjà vu, revive el momento en que le pidió ser su novia años atrás y terminó dejándola abandonada, la noche de su compromiso. —Lo siento, Fabiano. No puedo aceptar lo que me propones, eso no sería lo justo para ti, ni para ninguno de nosotros. —responde con un tono amable. —Antonella, mi amor, necesitas a alguien a tu lado. Yo puedo ser esa persona, me conoces y aunque cometí un error, quiero hacerme cargo de ti y del bebé que esperas. —¿Qué? ¿Cómo sabes eso? —pregunta confundida. ¿Acaso Angelo se había encargado de decírselo sin su consentimiento? —Vi la prueba de embarazo que compraste en la farmacia. —¿Cómo te atreves a revisar algo tan privado, Fabiano? —increpa, levantándose de la silla.— Vete, vete ahora mismo de mi casa. —Pero, Antonella, lo hice sólo porque estaba preocupado por ti. —No, eso no justifica que revises mis cosas. Lárgate de mi casa —Lo sujeta del brazo.
Luego de aquel momento de tensión, Antonella y Angelo, se sientan para conversar. Este le cuenta sobre una extraña sensación que llegó a él de forma repentina.—Luego de dejarte aquí, me fui a la empresa para avisarle al jefe de seguridad que se encargará de cerrar bien, una vez que todos los empleados se fueran. Me comentó que un hombre había estado preguntando por ti, por lo que asumí era Fabiano. No sé porque desde ese momento me sentí algo ansioso —afirma. En realidad eran celos, lo que sentía. Mas, no se sentía seguro en ese momento de confesarle a la pelirrubia lo que estaba pasando con él.— Entonces, fui a comprar algo para almorzar juntos y ver como te sentías. Cuando venía rumbo a tu casa, percibí un olor a pasta con salsa de mariscos que me hizo recordar a tu mamá, y sentí un escalofrío en todo el cuerpo.—¿Quieres decir que por eso, viniste? —Sí, pensé que algo estaba ocurriendo contigo. Es realmente raro e increíble. Los ojos de Antonella se llenan de lágrimas, su ma