Angelo acelera su coche, a un kilómetro llega a una clínica privada. Detiene el auto y baja. Luego con la ayuda de un enfermero, baja a Antonella de su auto, la sientan en una silla de ruedas y la trasladan al área de emergencia. Antonella abre los ojos, mas continúa atontada. El médico la levanta para subirla en la camilla y comienza a atenderla.—Espere afuera —Le ordena.Angelo se dirige a la administración, donde tuvo que dejar sus documentos para que la pelirrubia pudiera ser ingresada. Ya un poco más tranquilo, se ocupa de hacer el pago correspondiente al ingreso y hospitalización de su empleada, en el ostentoso lugar. Minutos después, aguarda en la sala de espera hasta que el médico lo hace pasar a su consultorio y le informa sobre algunos exámenes de rutina que debieron realizarle. —Fue necesario, hacer algunos exámenes para verificar que todo esté bien. —¿Dígame doctor, cómo está? —pregunta, ansioso.—Muy bien —responde sonreído y le entrega el sobre con el eco abd
A pesar de su enojo y su frustración, Albert trata de calmar a Marta. Aunque ella no lo mereciera, estaban de por medio sus dos hijos y su bienestar emocional, eso era lo único que él debía cuidar. —No digas esas cosas, los niños te necesitan. —Es lo único que te importa, Albert. Nuestros hijos, yo no existo para ti ni para nadie. —No es así, lo sabes. —Claro que lo es. Nada para mí tiene sentido, ni siquiera podré cumplir mi sueño de ser una famosa modelo. —¿Qué pasó? Me habías dicho que volverías a trabajar con eso. ¿Tuvo que ver lo que te dije? —pregunta él, creyendo que era su culpa. —No, no tiene nada que ver. Todo lo que hice no ha valido la pena. Era un perfil falso. Desapareció de la misma forma que lo hizo hace unos días. Estuve a punto de provocarme un aborto —suelta aquella verdad sin darse cuenta, llevada por la decepción y la rabia.—¿Qué? —Aquellas palabras dejan a Albert paralizado. —¿Estás embarazada? Marta apenas asiente, acababa de delatarse. ¿Qué debí
—Dime, ¿Aceptarías ser mi esposa? Aquella pregunta retumba en la mente de Antonella y como un déjà vu, revive el momento en que le pidió ser su novia años atrás y terminó dejándola abandonada, la noche de su compromiso. —Lo siento, Fabiano. No puedo aceptar lo que me propones, eso no sería lo justo para ti, ni para ninguno de nosotros. —responde con un tono amable. —Antonella, mi amor, necesitas a alguien a tu lado. Yo puedo ser esa persona, me conoces y aunque cometí un error, quiero hacerme cargo de ti y del bebé que esperas. —¿Qué? ¿Cómo sabes eso? —pregunta confundida. ¿Acaso Angelo se había encargado de decírselo sin su consentimiento? —Vi la prueba de embarazo que compraste en la farmacia. —¿Cómo te atreves a revisar algo tan privado, Fabiano? —increpa, levantándose de la silla.— Vete, vete ahora mismo de mi casa. —Pero, Antonella, lo hice sólo porque estaba preocupado por ti. —No, eso no justifica que revises mis cosas. Lárgate de mi casa —Lo sujeta del brazo.
Luego de aquel momento de tensión, Antonella y Angelo, se sientan para conversar. Este le cuenta sobre una extraña sensación que llegó a él de forma repentina.—Luego de dejarte aquí, me fui a la empresa para avisarle al jefe de seguridad que se encargará de cerrar bien, una vez que todos los empleados se fueran. Me comentó que un hombre había estado preguntando por ti, por lo que asumí era Fabiano. No sé porque desde ese momento me sentí algo ansioso —afirma. En realidad eran celos, lo que sentía. Mas, no se sentía seguro en ese momento de confesarle a la pelirrubia lo que estaba pasando con él.— Entonces, fui a comprar algo para almorzar juntos y ver como te sentías. Cuando venía rumbo a tu casa, percibí un olor a pasta con salsa de mariscos que me hizo recordar a tu mamá, y sentí un escalofrío en todo el cuerpo.—¿Quieres decir que por eso, viniste? —Sí, pensé que algo estaba ocurriendo contigo. Es realmente raro e increíble. Los ojos de Antonella se llenan de lágrimas, su ma
—Lo siento —Angelo se separa de ella— Creo que bebí más de lo debido. No era mi intención besarte.Antonella no responde a sus disculpas, sólo se aparta de él con lentitud. —Es mejor que regreses a la ciudad antes de que empiece a anochecer. —Claro —dice, mete la mano en su bolsillo y con la otra cierra lentamente la puerta.Angelo camina por el pasillo sonriendo de felicidad, mientras en su habitación por primera vez, Antonella piensa en que Angelo, quizás sea el hombre que pueda ayudarla a sacarse de la mente y la piel a Albert Miller. Horas más tarde, en la mansión Miller, luego de la fuerte discusión que Albert sostuvo con Marta, se reúnen en la mesa para cenar. Durante la cena, Albert y Marta, entrecruzan miradas. Él, aún le cuesta creer que ese hijo que Marta lleva en el vientre, pueda ser suyo; y ella, no alcanza a creer que Albert sea capaz realmente de hacerle una prueba de paternidad a su bebé. En medio de ellos, sólo existen las dudas. Marta sabe que al realizar
Albert baja de su coche, entra al bar. Blas aguarda sentado en el área de la barra. Al ver que su jefe entra, levanta su mano para saludarlo, el CEO se abre paso entre la gente para llegar al lugar donde su empleado ha logrado reservarle un asiento. —¿Qué tal Blas? —Lo saluda con una palmada en la espalda. —Bien, jefe. ¿Y usted? —Bien, creo —Toma asiento y pide una trago de wiskhy al bartender para acompañar al moreno, quien ya tiene unos minutos de diferencia bebiendo. —¿Le sucede algo? ¿Ocurrió algo con su familia? —pregunta con intenciones de descubrir si Marta, llegó a cometer un error y le hizo daño a la inocente criatura. Para Blas, el hecho de que Albert lo hubiese llamado para tomarse un trago, le ha puesto el corazón en vilo. Desde que llegó al bar, no ha parado de tomar, aquel es su tercer wiskhy en menos de media hora. —No, mis hijos están bien. —contesta parcamente aumentando la angustia y la ansiedad en su asistente. —¿Y su esposa? —pregunta arrastrando las
Albert conduce hasta la mansión, está realmente decepcionado y frustrado por el papel de imbécil que acababa de hacer.—¿Cómo pude creer que eras diferente, joder? ¿Por qué, Antonella, por qué me enamoré de ti? Maldita sea —golpea el volante una y otra vez. La impotencia, la rabia y el dolor convergen dentro de su pecho. Se siente golpeado en no sólo en su orgullo sino en su propia hombría. —Pero no volverás a hacerme daño, voy a sacarte de mi vida, así sea lo último que haga —dice y pisa el acelerador poniendo el coche en sobre marcha. Minutos después estaciona su auto, baja del mismo sintiendo como el aire frío de la noche acrecienta su embriaguez. Con dificultad camina hasta la entrada principal y como puede logra abrir la puerta de su casa. Entra silenciosamente, en la oscuridad de la sala, apenas iluminada por una lámpara, Marta está sentada con una copa de vino en la mano y sobre la mesa, dos botellas vacías. —¡Albert! Por fin llegas —dice tropezando las palabras. —¿Q
—Iremos de paseo al parque. ¿Os parece? —pregunta Albert a sus dos hijos mientras desayunan. —Sí, papá, yo quiero —responde Shirley.—Yo también papá, también quiero ir al parque. —¿Podemos llevarnos a Chispita? —pregunta de inmediato, la pequeña. —Sí, puedes llevarla. —contesta el complaciente padre.Al ver que Marta no ha bajado a desayunar, Albert le pregunta a su empleada, quien le informa que ésta pidió no molestarla ya que tiene mucha jaqueca. Albert más que nadie, imagina como debe sentirse ella; él mismo tuvo que tomar un energético para poder recuperarse y pasar la resaca. —Entonces, iremos sólo nosotros tres de paseo —propone Albert.—Cuatro, papá. Chispita va con nosotros —responde Shirley agitando sus manitas. —Sí, mi amor. Tienes razón, los cuatro. En tanto, en su habitación Marta aún sigue llena de rabia. Había sido humillada por Albert y sólo piensa en la manera de vengarse de él ¿y que mejor manera que hacerlo follando con Robert? Se levanta de la cama