Un plan que se sale de las manos

Antonella, abotona rápidamente su blusa, y regresa para ver de quien se trata. Abre la puerta y la sonrisa ladeada de su jefe, la obliga a sonreír.

—Dejé mi móvil olvidado sobre la mesa.

—Iré por él —Antonella se pierde por el largo pasillo, mientras Angelo aguarda de pie, frente a la puerta.

La pelirrubia regresa con el celular en la mano.

—Sí, estaba justo en la mesa.

—Disculpa por molestarte, veo que ya estabas por dormir —dice mirando el botón de la blusa mal cerrado.

Antonella mira su pecho, evidentemente había intercalado los botones, se cubre con la palma de la mano.

—Sí, me sorprendió escuchar el coche afuera y luego los golpes en la puerta.

—Bueno, te dejo para que descanses. Hasta mañana, Antonella.

—Hasta mañana, Angelo.

En tanto, en la mansión Miller, Albert observa el raro comportamiento de Marta.

—Te noté muy callada durante la cena. ¿Sucede algo? —pregunta, mientras bebe la copa de vino.

—No. —contesta ella.

—Ni siquiera tomaste tu vino —dice re
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