Heridas del pasado

Marcos despierta con un excelente ánimo y deseo de ver entrar por la puerta a su enfermera. La puerta se abre lentamente y éste se emociona.

—Entra de una vez, Estefanía.

Mauro asoma ligeramente la cabeza en la habitación.

—Soy yo hijo. —dice mientras entra y cierra la puerta.— Me alegra verte y escucharte de buen ánimo.

—¿Qué quieres papá? —pregunta en tono hostil.

—Vine a ver como te sientes y a traerte esto —dice mostrando la caja en su mano— Sé que debes necesitarlo.

—¿Un celular? —pregunta desconcertado— ¿En verdad crees que podrás comprarme como cuando tenía once años, Mauro Moretti? —espeta.

—Marcos es sólo para que puedas comunicarte conmigo, con tu madre, por si necesitas algo, hijo. Es sólo eso.

—Siempre haces lo mismo, siempre quieres comprar a la gente con buenos regalos. —grita visiblemente alterado.

—Cálmate, hijo. No fue mi intención que te sintieras así.

—Ese es el detalle, siempre actúas pensando en lo que crees tú y no en lo que piensan o sienten los
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