Mauro se dispone a subir a su coche, cuando ve que su flamante esposa se estaciona justo al lado de su auto. —¿A dĂłnde vas querido? —¿QuĂ© haces aquĂ? DeberĂas estar en casa cuidando de cualquier cosa que necesite nuestro hijo. —¿Acaso no puedo venir a invitar a mi esposo a almorzar? Mauro mira su reloj, efectivamente era hora de mediodĂa. No se percatĂł que el tiempo se le pasĂł mientras estuvo revisando documentos. —Justo iba a almorzar. —Perfecto ÂżVamos en tu coche o en el mĂo? —En el tuyo —Se encoge de hombros. —Sube, yo conduzco —sonrĂe. Mauro exhala un suspiro, aquella visita inesperada de su esposa, le parece algo rara. ÂżQuĂ© realmente hacĂa en la empresa? ÂżAcaso lo estaba vigilando? Claudia se habĂa vuelto algo paranoica ante la idea de que Antonella pudiera ir a la empresa y contarle quien era en realidad. HabĂa guardado ese secreto por treinta años, por lo que no podĂa permitir que aquella hija bastarda echara a perderlo todo. Mucho menos que pretendiera qui
Marta continúa ansiosa, esperando un mensaje en su Intergram de aquel desconocido; es su segunda noche sin saber de él. Albert sale del baño, con su albornoz blanco puesto y frotando con la toalla de mano su cabello húmedo. —¿Qué haces? —pregunta al verla entretenida en la PC. —Sólo veo mis redes. —contesta sin levantar la vista. —Es un poco tarde, ¿no crees? —¿De cuando acá te preocupa lo que hago? —El tono de su voz hostil, deja a Albert sorprendido. —Me iré a la habitación de huéspedes, asà no te molesto. —Como quieras Albert —exhala un suspiro. Frustrada ante aquella situación, decide dar el paso de enviarle un mensaje. “Buenas noches. Me preguntaba si mi reclutador ya encontró a alguien para su nueva campaña” Aguarda ansiosa la respuesta, mientras cruza sus dedos y murmura:—Que responda, por Dios, que responda. Blas, quien no logra dormirse, después de recibir el correo de Marcos, da vueltas de un lado a otro en la cama. —Marc, mi Marc —dice, mientras re
Marcos despierta con un excelente ánimo y deseo de ver entrar por la puerta a su enfermera. La puerta se abre lentamente y Ă©ste se emociona.—Entra de una vez, EstefanĂa. Mauro asoma ligeramente la cabeza en la habitaciĂłn. —Soy yo hijo. —dice mientras entra y cierra la puerta.— Me alegra verte y escucharte de buen ánimo. —¿QuĂ© quieres papá? —pregunta en tono hostil.—Vine a ver como te sientes y a traerte esto —dice mostrando la caja en su mano— SĂ© que debes necesitarlo. —¿Un celular? —pregunta desconcertado— ÂżEn verdad crees que podrás comprarme como cuando tenĂa once años, Mauro Moretti? —espeta.—Marcos es sĂłlo para que puedas comunicarte conmigo, con tu madre, por si necesitas algo, hijo. Es sĂłlo eso. —Siempre haces lo mismo, siempre quieres comprar a la gente con buenos regalos. —grita visiblemente alterado. —Cálmate, hijo. No fue mi intenciĂłn que te sintieras asĂ. —Ese es el detalle, siempre actĂşas pensando en lo que crees tĂş y no en lo que piensan o sienten los
Antonella cierra la puerta de la oficina, baja las escaleras, va a la oficina de su jefe quien parecĂa estar aguardando por ella. —Hasta mañana Angelo, que tenga un buen descanso. —Se despide desde la puerta. —Aguarda un momento, Antonella. —dice con voz firme. —SĂ, dĂgame. —Entra a la oficina y se detiene frente al escritorio. —¿Puedes sentarte un momento? La pelirrubia asiente, el tono serio de su jefe indica que debe decirle algo muy importante. —¿Ocurre algo? —pregunta anticipándose a cualquier situaciĂłn. —Necesito comentarte algo que ocurriĂł ayer tarde. —suspira pesadamente— No quiero que pienses que quiero meterme en tus asuntos personales, ni mucho menos que te enojes conmigo por lo que voy a preguntarte. Antonella comienza a sentirse ansiosa, mueve su pierna de forma impaciente, mientras piensa en que es eso tan importante que quiere preguntarle sobre su vida privada. —¿QuĂ© pasĂł entre tĂş y Mauro Moretti? —suelta sin más. —No entiendo a quĂ© se debe esa pregu
Antonella, abotona rápidamente su blusa, y regresa para ver de quien se trata. Abre la puerta y la sonrisa ladeada de su jefe, la obliga a sonreĂr. —DejĂ© mi mĂłvil olvidado sobre la mesa. —IrĂ© por Ă©l —Antonella se pierde por el largo pasillo, mientras Angelo aguarda de pie, frente a la puerta. La pelirrubia regresa con el celular en la mano.—SĂ, estaba justo en la mesa. —Disculpa por molestarte, veo que ya estabas por dormir —dice mirando el botĂłn de la blusa mal cerrado. Antonella mira su pecho, evidentemente habĂa intercalado los botones, se cubre con la palma de la mano. —SĂ, me sorprendiĂł escuchar el coche afuera y luego los golpes en la puerta. —Bueno, te dejo para que descanses. Hasta mañana, Antonella. —Hasta mañana, Angelo. En tanto, en la mansiĂłn Miller, Albert observa el raro comportamiento de Marta. —Te notĂ© muy callada durante la cena. ÂżSucede algo? —pregunta, mientras bebe la copa de vino. —No. —contesta ella. —Ni siquiera tomaste tu vino —dice re
La mañana siguiente Blas llega un poco tarde a su trabajo, la noche anterior habĂa sido un absoluto caos para Ă©l. Aquella actuaciĂłn irresponsable de su parte, podrĂa tener consecuencias muy graves. ÂżQuĂ© podĂa hacer para enmendar su error y evitar un daño colateral mayor? Aquella criatura no era culpable de la maldad de su madre, mucho menos de su estupidez. SĂ, fue una estupidez de su parte buscar a Marta y mentirle de esa manera, sin imaginar que ella se tomarĂa en serio algo que comenzĂł como una travesura para Ă©l. Al llegar a la empresa se encuentra de frente con el hermano gemelo de su jefe, quiĂ©n rápidamente le hace un llamado de atenciĂłn. —Está llegando fuera de su horario. —advierte al ver en el reloj de pared que son poco más de las ocho. —Lo siento, Sr Miller. Tuve un inconveniente de Ăşltima hora. —Pues deberĂa ser un poco más responsable con su trabajo. —increpa.—SĂ, disculpe nuevamente. —Se excusa por segunda vez, tratando de mantener la calma.—Eso ocurre po
Angelo acelera su coche, a un kilĂłmetro llega a una clĂnica privada. Detiene el auto y baja. Luego con la ayuda de un enfermero, baja a Antonella de su auto, la sientan en una silla de ruedas y la trasladan al área de emergencia. Antonella abre los ojos, mas continĂşa atontada. El mĂ©dico la levanta para subirla en la camilla y comienza a atenderla.—Espere afuera —Le ordena.Angelo se dirige a la administraciĂłn, donde tuvo que dejar sus documentos para que la pelirrubia pudiera ser ingresada. Ya un poco más tranquilo, se ocupa de hacer el pago correspondiente al ingreso y hospitalizaciĂłn de su empleada, en el ostentoso lugar. Minutos despuĂ©s, aguarda en la sala de espera hasta que el mĂ©dico lo hace pasar a su consultorio y le informa sobre algunos exámenes de rutina que debieron realizarle. —Fue necesario, hacer algunos exámenes para verificar que todo estĂ© bien. —¿DĂgame doctor, cĂłmo está? —pregunta, ansioso.—Muy bien —responde sonreĂdo y le entrega el sobre con el eco abd
A pesar de su enojo y su frustraciĂłn, Albert trata de calmar a Marta. Aunque ella no lo mereciera, estaban de por medio sus dos hijos y su bienestar emocional, eso era lo Ăşnico que Ă©l debĂa cuidar. —No digas esas cosas, los niños te necesitan. —Es lo Ăşnico que te importa, Albert. Nuestros hijos, yo no existo para ti ni para nadie. —No es asĂ, lo sabes. —Claro que lo es. Nada para mĂ tiene sentido, ni siquiera podrĂ© cumplir mi sueño de ser una famosa modelo. —¿QuĂ© pasĂł? Me habĂas dicho que volverĂas a trabajar con eso. ÂżTuvo que ver lo que te dije? —pregunta Ă©l, creyendo que era su culpa. —No, no tiene nada que ver. Todo lo que hice no ha valido la pena. Era un perfil falso. DesapareciĂł de la misma forma que lo hizo hace unos dĂas. Estuve a punto de provocarme un aborto —suelta aquella verdad sin darse cuenta, llevada por la decepciĂłn y la rabia.—¿QuĂ©? —Aquellas palabras dejan a Albert paralizado. —¿Estás embarazada? Marta apenas asiente, acababa de delatarse. ÂżQuĂ© debĂ