Una vez a solas, Marcos le dicta a la enfermera, el texto que deberá enviarle a su amado Blas. —¿Anotaste todo? —Sí, está listo, señor. Al llegar a casa esta noche, se lo enviaré al correo a su novio. —Gracias, Estefanía. Me has devuelto las ganas de vivir —dice y un brillo especial, se enciende en sus ojos. —Es el efecto del amor, quien se la ha devuelto. —Estefanía sonríe y Marcos suspira. —Estefanía quiero volver a caminar, ¿me ayudas? —Por supuesto, Sr Marcos. Nada me haría tan feliz como verlo levantarse de esa cama. Mientras la adrenalina de aquel momento se intensifica, Marcos junto a su nueva aliada, organiza las actividades y estrategias que les permitirán poner en marcha su plan secreto sin que sus padres puedan intervenir. —Una vez que pueda caminar, me ayudarás a escapar con él, serás la madrina de nuestra boda, te lo prometo. —¿En verdad seré su madrina? —pregunta, un tanto incrédula. —Palabra de un Moretti —Levanta su mano derecha. Mientras tanto, e
Mauro se dispone a subir a su coche, cuando ve que su flamante esposa se estaciona justo al lado de su auto. —¿A dónde vas querido? —¿Qué haces aquí? Deberías estar en casa cuidando de cualquier cosa que necesite nuestro hijo. —¿Acaso no puedo venir a invitar a mi esposo a almorzar? Mauro mira su reloj, efectivamente era hora de mediodía. No se percató que el tiempo se le pasó mientras estuvo revisando documentos. —Justo iba a almorzar. —Perfecto ¿Vamos en tu coche o en el mío? —En el tuyo —Se encoge de hombros. —Sube, yo conduzco —sonríe. Mauro exhala un suspiro, aquella visita inesperada de su esposa, le parece algo rara. ¿Qué realmente hacía en la empresa? ¿Acaso lo estaba vigilando? Claudia se había vuelto algo paranoica ante la idea de que Antonella pudiera ir a la empresa y contarle quien era en realidad. Había guardado ese secreto por treinta años, por lo que no podía permitir que aquella hija bastarda echara a perderlo todo. Mucho menos que pretendiera qui
Marta continúa ansiosa, esperando un mensaje en su Intergram de aquel desconocido; es su segunda noche sin saber de él. Albert sale del baño, con su albornoz blanco puesto y frotando con la toalla de mano su cabello húmedo. —¿Qué haces? —pregunta al verla entretenida en la PC. —Sólo veo mis redes. —contesta sin levantar la vista. —Es un poco tarde, ¿no crees? —¿De cuando acá te preocupa lo que hago? —El tono de su voz hostil, deja a Albert sorprendido. —Me iré a la habitación de huéspedes, así no te molesto. —Como quieras Albert —exhala un suspiro. Frustrada ante aquella situación, decide dar el paso de enviarle un mensaje. “Buenas noches. Me preguntaba si mi reclutador ya encontró a alguien para su nueva campaña” Aguarda ansiosa la respuesta, mientras cruza sus dedos y murmura:—Que responda, por Dios, que responda. Blas, quien no logra dormirse, después de recibir el correo de Marcos, da vueltas de un lado a otro en la cama. —Marc, mi Marc —dice, mientras re
Marcos despierta con un excelente ánimo y deseo de ver entrar por la puerta a su enfermera. La puerta se abre lentamente y éste se emociona.—Entra de una vez, Estefanía. Mauro asoma ligeramente la cabeza en la habitación. —Soy yo hijo. —dice mientras entra y cierra la puerta.— Me alegra verte y escucharte de buen ánimo. —¿Qué quieres papá? —pregunta en tono hostil.—Vine a ver como te sientes y a traerte esto —dice mostrando la caja en su mano— Sé que debes necesitarlo. —¿Un celular? —pregunta desconcertado— ¿En verdad crees que podrás comprarme como cuando tenía once años, Mauro Moretti? —espeta.—Marcos es sólo para que puedas comunicarte conmigo, con tu madre, por si necesitas algo, hijo. Es sólo eso. —Siempre haces lo mismo, siempre quieres comprar a la gente con buenos regalos. —grita visiblemente alterado. —Cálmate, hijo. No fue mi intención que te sintieras así. —Ese es el detalle, siempre actúas pensando en lo que crees tú y no en lo que piensan o sienten los
Antonella cierra la puerta de la oficina, baja las escaleras, va a la oficina de su jefe quien parecía estar aguardando por ella. —Hasta mañana Angelo, que tenga un buen descanso. —Se despide desde la puerta. —Aguarda un momento, Antonella. —dice con voz firme. —Sí, dígame. —Entra a la oficina y se detiene frente al escritorio. —¿Puedes sentarte un momento? La pelirrubia asiente, el tono serio de su jefe indica que debe decirle algo muy importante. —¿Ocurre algo? —pregunta anticipándose a cualquier situación. —Necesito comentarte algo que ocurrió ayer tarde. —suspira pesadamente— No quiero que pienses que quiero meterme en tus asuntos personales, ni mucho menos que te enojes conmigo por lo que voy a preguntarte. Antonella comienza a sentirse ansiosa, mueve su pierna de forma impaciente, mientras piensa en que es eso tan importante que quiere preguntarle sobre su vida privada. —¿Qué pasó entre tú y Mauro Moretti? —suelta sin más. —No entiendo a qué se debe esa pregu
Antonella, abotona rápidamente su blusa, y regresa para ver de quien se trata. Abre la puerta y la sonrisa ladeada de su jefe, la obliga a sonreír. —Dejé mi móvil olvidado sobre la mesa. —Iré por él —Antonella se pierde por el largo pasillo, mientras Angelo aguarda de pie, frente a la puerta. La pelirrubia regresa con el celular en la mano.—Sí, estaba justo en la mesa. —Disculpa por molestarte, veo que ya estabas por dormir —dice mirando el botón de la blusa mal cerrado. Antonella mira su pecho, evidentemente había intercalado los botones, se cubre con la palma de la mano. —Sí, me sorprendió escuchar el coche afuera y luego los golpes en la puerta. —Bueno, te dejo para que descanses. Hasta mañana, Antonella. —Hasta mañana, Angelo. En tanto, en la mansión Miller, Albert observa el raro comportamiento de Marta. —Te noté muy callada durante la cena. ¿Sucede algo? —pregunta, mientras bebe la copa de vino. —No. —contesta ella. —Ni siquiera tomaste tu vino —dice re
La mañana siguiente Blas llega un poco tarde a su trabajo, la noche anterior había sido un absoluto caos para él. Aquella actuación irresponsable de su parte, podría tener consecuencias muy graves. ¿Qué podía hacer para enmendar su error y evitar un daño colateral mayor? Aquella criatura no era culpable de la maldad de su madre, mucho menos de su estupidez. Sí, fue una estupidez de su parte buscar a Marta y mentirle de esa manera, sin imaginar que ella se tomaría en serio algo que comenzó como una travesura para él. Al llegar a la empresa se encuentra de frente con el hermano gemelo de su jefe, quién rápidamente le hace un llamado de atención. —Está llegando fuera de su horario. —advierte al ver en el reloj de pared que son poco más de las ocho. —Lo siento, Sr Miller. Tuve un inconveniente de última hora. —Pues debería ser un poco más responsable con su trabajo. —increpa.—Sí, disculpe nuevamente. —Se excusa por segunda vez, tratando de mantener la calma.—Eso ocurre po
Angelo acelera su coche, a un kilómetro llega a una clínica privada. Detiene el auto y baja. Luego con la ayuda de un enfermero, baja a Antonella de su auto, la sientan en una silla de ruedas y la trasladan al área de emergencia. Antonella abre los ojos, mas continúa atontada. El médico la levanta para subirla en la camilla y comienza a atenderla.—Espere afuera —Le ordena.Angelo se dirige a la administración, donde tuvo que dejar sus documentos para que la pelirrubia pudiera ser ingresada. Ya un poco más tranquilo, se ocupa de hacer el pago correspondiente al ingreso y hospitalización de su empleada, en el ostentoso lugar. Minutos después, aguarda en la sala de espera hasta que el médico lo hace pasar a su consultorio y le informa sobre algunos exámenes de rutina que debieron realizarle. —Fue necesario, hacer algunos exámenes para verificar que todo esté bien. —¿Dígame doctor, cómo está? —pregunta, ansioso.—Muy bien —responde sonreído y le entrega el sobre con el eco abd