A pesar de los ruegos y sĂşplicas de Antonella, la realidad es otra. Toma el dispositivo luego de cinco minutos de espera. Las dos rayitas son la respuesta más obvia. Apenas cubre su rostro con ambas manos negándose a aceptar aquella verdad.ÂżEmbarazada? Embarazada de un hombre que está con otra mujer, y que a su vez volverá a tener un hijo con su esposa. DebĂa estar soñandoAntonella abre la llave del lavabo, moja su rostro con ambas manos para despertarse, en caso de que realmente sea un mal sueño. Mas, nada de lo que hace para evadir su realidad, le sirve; excepto para confirmar sus miedos. ÂżQuĂ© debĂa hacer? Se pregunta, intentando hallar en medio del caos un poco de calma. Las manos le tiemblan y su corazĂłn late con rapidez, se recuesta del lavabo y deja que las lágrimas contenidas hallen su cauce. ÂżQuĂ© especie de castigo era aquel? ÂżEn quĂ© habĂa errado para merecerlo? Primero su madre muere, luego descubre que su padre es un hombre que no desea saber nada de ella y ah
Esa misma mañana, en la mansiĂłn Moretti, Marcos aguarda en su habitaciĂłn por la visita del mĂ©dico familiar, quien se hará cargo de su caso. Por alguna razĂłn, Marcos estaba teniendo cierta dificultad para recordar algunas cosas anteriores al accidente, excepto la escena del impacto entre ambos coches y el sonido de las sirenas que se repite en su cabeza una y otra vez. —¿Dr Valverde, quĂ© está pasando con mi hijo? —pregunta con visible interĂ©s. —Es muy normal y hasta lĂłgico que luego de un episodio neurolĂłgico como el que ha vivido, Marcos, algunas áreas de su cerebro se hayan visto afectadas. En especial la del hemisferio derecho, donde se desarrollan los procesos de la memoria. Mas, suelen ser efectos temporales. Estuve revisando el expediente que me suministro el neurĂłlogo y no hay daños severos en tu cerebro. —afirma— Puedo asegurarles que, poco a poco, Marcos volverá a ser como antes. Incluso podrĂa volver a caminar. El mĂ©dico termina de realizarle un chequeo general, midie
Una vez a solas, Marcos le dicta a la enfermera, el texto que deberá enviarle a su amado Blas. —¿Anotaste todo? —SĂ, está listo, señor. Al llegar a casa esta noche, se lo enviarĂ© al correo a su novio. —Gracias, EstefanĂa. Me has devuelto las ganas de vivir —dice y un brillo especial, se enciende en sus ojos. —Es el efecto del amor, quien se la ha devuelto. —EstefanĂa sonrĂe y Marcos suspira. —EstefanĂa quiero volver a caminar, Âżme ayudas? —Por supuesto, Sr Marcos. Nada me harĂa tan feliz como verlo levantarse de esa cama. Mientras la adrenalina de aquel momento se intensifica, Marcos junto a su nueva aliada, organiza las actividades y estrategias que les permitirán poner en marcha su plan secreto sin que sus padres puedan intervenir. —Una vez que pueda caminar, me ayudarás a escapar con Ă©l, serás la madrina de nuestra boda, te lo prometo. —¿En verdad serĂ© su madrina? —pregunta, un tanto incrĂ©dula. —Palabra de un Moretti —Levanta su mano derecha. Mientras tanto, e
Mauro se dispone a subir a su coche, cuando ve que su flamante esposa se estaciona justo al lado de su auto. —¿A dĂłnde vas querido? —¿QuĂ© haces aquĂ? DeberĂas estar en casa cuidando de cualquier cosa que necesite nuestro hijo. —¿Acaso no puedo venir a invitar a mi esposo a almorzar? Mauro mira su reloj, efectivamente era hora de mediodĂa. No se percatĂł que el tiempo se le pasĂł mientras estuvo revisando documentos. —Justo iba a almorzar. —Perfecto ÂżVamos en tu coche o en el mĂo? —En el tuyo —Se encoge de hombros. —Sube, yo conduzco —sonrĂe. Mauro exhala un suspiro, aquella visita inesperada de su esposa, le parece algo rara. ÂżQuĂ© realmente hacĂa en la empresa? ÂżAcaso lo estaba vigilando? Claudia se habĂa vuelto algo paranoica ante la idea de que Antonella pudiera ir a la empresa y contarle quien era en realidad. HabĂa guardado ese secreto por treinta años, por lo que no podĂa permitir que aquella hija bastarda echara a perderlo todo. Mucho menos que pretendiera qui
Marta continúa ansiosa, esperando un mensaje en su Intergram de aquel desconocido; es su segunda noche sin saber de él. Albert sale del baño, con su albornoz blanco puesto y frotando con la toalla de mano su cabello húmedo. —¿Qué haces? —pregunta al verla entretenida en la PC. —Sólo veo mis redes. —contesta sin levantar la vista. —Es un poco tarde, ¿no crees? —¿De cuando acá te preocupa lo que hago? —El tono de su voz hostil, deja a Albert sorprendido. —Me iré a la habitación de huéspedes, asà no te molesto. —Como quieras Albert —exhala un suspiro. Frustrada ante aquella situación, decide dar el paso de enviarle un mensaje. “Buenas noches. Me preguntaba si mi reclutador ya encontró a alguien para su nueva campaña” Aguarda ansiosa la respuesta, mientras cruza sus dedos y murmura:—Que responda, por Dios, que responda. Blas, quien no logra dormirse, después de recibir el correo de Marcos, da vueltas de un lado a otro en la cama. —Marc, mi Marc —dice, mientras re
Marcos despierta con un excelente ánimo y deseo de ver entrar por la puerta a su enfermera. La puerta se abre lentamente y Ă©ste se emociona.—Entra de una vez, EstefanĂa. Mauro asoma ligeramente la cabeza en la habitaciĂłn. —Soy yo hijo. —dice mientras entra y cierra la puerta.— Me alegra verte y escucharte de buen ánimo. —¿QuĂ© quieres papá? —pregunta en tono hostil.—Vine a ver como te sientes y a traerte esto —dice mostrando la caja en su mano— SĂ© que debes necesitarlo. —¿Un celular? —pregunta desconcertado— ÂżEn verdad crees que podrás comprarme como cuando tenĂa once años, Mauro Moretti? —espeta.—Marcos es sĂłlo para que puedas comunicarte conmigo, con tu madre, por si necesitas algo, hijo. Es sĂłlo eso. —Siempre haces lo mismo, siempre quieres comprar a la gente con buenos regalos. —grita visiblemente alterado. —Cálmate, hijo. No fue mi intenciĂłn que te sintieras asĂ. —Ese es el detalle, siempre actĂşas pensando en lo que crees tĂş y no en lo que piensan o sienten los
Antonella cierra la puerta de la oficina, baja las escaleras, va a la oficina de su jefe quien parecĂa estar aguardando por ella. —Hasta mañana Angelo, que tenga un buen descanso. —Se despide desde la puerta. —Aguarda un momento, Antonella. —dice con voz firme. —SĂ, dĂgame. —Entra a la oficina y se detiene frente al escritorio. —¿Puedes sentarte un momento? La pelirrubia asiente, el tono serio de su jefe indica que debe decirle algo muy importante. —¿Ocurre algo? —pregunta anticipándose a cualquier situaciĂłn. —Necesito comentarte algo que ocurriĂł ayer tarde. —suspira pesadamente— No quiero que pienses que quiero meterme en tus asuntos personales, ni mucho menos que te enojes conmigo por lo que voy a preguntarte. Antonella comienza a sentirse ansiosa, mueve su pierna de forma impaciente, mientras piensa en que es eso tan importante que quiere preguntarle sobre su vida privada. —¿QuĂ© pasĂł entre tĂş y Mauro Moretti? —suelta sin más. —No entiendo a quĂ© se debe esa pregu
Antonella, abotona rápidamente su blusa, y regresa para ver de quien se trata. Abre la puerta y la sonrisa ladeada de su jefe, la obliga a sonreĂr. —DejĂ© mi mĂłvil olvidado sobre la mesa. —IrĂ© por Ă©l —Antonella se pierde por el largo pasillo, mientras Angelo aguarda de pie, frente a la puerta. La pelirrubia regresa con el celular en la mano.—SĂ, estaba justo en la mesa. —Disculpa por molestarte, veo que ya estabas por dormir —dice mirando el botĂłn de la blusa mal cerrado. Antonella mira su pecho, evidentemente habĂa intercalado los botones, se cubre con la palma de la mano. —SĂ, me sorprendiĂł escuchar el coche afuera y luego los golpes en la puerta. —Bueno, te dejo para que descanses. Hasta mañana, Antonella. —Hasta mañana, Angelo. En tanto, en la mansiĂłn Miller, Albert observa el raro comportamiento de Marta. —Te notĂ© muy callada durante la cena. ÂżSucede algo? —pregunta, mientras bebe la copa de vino. —No. —contesta ella. —Ni siquiera tomaste tu vino —dice re