—¿Que nos larguemos? Pero… ¿A dónde? —Le preguntó llena de inquietud.
—A cualquier lugar, mi amor —le dijo mientras la tomaba por los brazos, como queriendo convencerla y protegerla al mismo tiempo— Podemos marchar a Roseborough, allí podríamos casarnos, ¡y una vez que lo hayamos hecho ya nada no nadie podrá impedir que estemos juntos!
Por un momento Charlotte no entendía por completo lo que Brian le estaba diciendo, pero luego la luz se fue abriendo paso en la mente de la atribulada jovencita y la angustia fue sustituida por una amplia sonrisa y la esperanza de la felicidad.
—¿Y podríamos vivir juntos por siempre? —preguntó ahora llena de entusiasmo— Oh, Brian. ¡Eso sería un sueño cumplido para mí!
Ambos se abrazaron con fuerza, y luego se miraron a los ojos y unieron sus bocas en un beso confortador, como queriendo espantar el feroz fantasma de la separación que se había cernido sobre ellos.
El beso se fue tornando cada vez más intenso, más lleno de pasión y deseo. Las caricias no tardaron en acompañar a los besos candentes que compartían en ese solitario lugar. Brian acariciaba el cuerpo de la chica por cualquier lugar que sus ávidas manos alcanzaran.
Ellos habían tenido intimidad pero nunca habían llegado a la penetración total, parecía más bien que jugaban a ser marido y mujer, pero esos escarceos se iban volviendo cada vez más apasionados e intensos. Ella siempre procuraba mantener la calma y limitar las caricias y avances de su novio, aunque a veces le costaba a ella misma contenerse.
Brian estaba acariciando sus pechos por encima de la delgada tela de algodón de su blusa al mismo tiempo que besaba con pasión el cuello femenino. Los labios ardientes del joven dejaban un rastro húmedo sobre la delicada piel de la chica, provocándole un intenso calor que se iba regando por todo su cuerpo para luego concentrarse entre sus firmes muslos.
Charlotte se sentía desfallecer de deseo, pero sabía que no deberían pasar de allí. Ella no ignoraba que podía quedar embarazada y eso complicaría mucho las cosas porque sus padres no se lo iban a permitir.
Pero en el suave césped del bosque Charlotte sentía que estaba perdiendo la batalla contra su propio deseo y el de Brian. Este cada vez se volvía más osado, ya había sacado la blusa de la falda y sus manos se posaban sobre el ligero brassier de la chica, sentía sus pequeños pezones bajo sus dedos haciendo que su deseo aumentara proporcionalmente.
Ya la dureza de su virilidad anunciaba que estaba al tope de sus deseos, sus dedos habían vencido la resistencia de la suave tela y se habían apoderado de cada pecho femenino, haciendo que la humedad de Charlotte en su zona íntima aumentara vertiginosamente.
La chica abría la boca como si le faltara el aire para respirar, pero con los pequeños rayos de lucidez que aún tenía procuraba sostener las manos de Brian para evitar la extrema excitación.
—Brian, por favor —comenzó a suplicarle al ver que no podía apartar las manos del joven de sus redondos y hermosos pechos, y encima ahora trataba de llegar con la boca, que había dejado de torturar con caricias el delicado cuello femenino— No debemos hacerlo aún.
Pero el joven estaba casi obnubilado por el placer y el deseo. Logró apoderarse de uno de los pezones y la rosada aureola del pecho femenino con la boca ardiente. Charlotte sintió la tibia humedad que envolvía sus sensibles e inexpertos pezones, y un asomo de orgasmo se insinuó en su intimidad al apretar las piernas por instinto.
Brian trataba de alcanzar su intimidad con la mano que le había quedado libre, pero la chica aún se resistía, a pesar de que lo que deseaba era abandonarse al intenso placer que su novio, a pesar de su torpeza, le estaba causando.
Pero el deseo varonil parecía indetenible, sus dedos fuertes forzaron las piernas de la chica a separarse un poco, ayudado por supuesto, con el propio deseo de ser poseída que ella tenía.
Cuando su mano alcanzó el centro del placer femenino ella no pudo evitar sentir como si miles de luces de colores se hubieran encendido enfrente de sus ojos, unas fuertes contracciones que le hicieron apretar la mano masculina contra su intimidad y un orgasmo arrollador la hizo gemir con fuerza mientras broncos espasmos de placer la hacían arquearse y gemir al mismo tiempo.
Era su primer orgasmo completo.
Brian había aprovechado que sus defensas se habían derrumbado por unos momentos y le había separado las piernas dejando expuesta la leve tanga que ella usaba, él la apartó con delicadeza y pudo ver al fin la suave y rosada intimidad de su amada.
Sin siquiera pensarlo bajó sus pantalones como pudo y se colocó entre los muslos femeninos de inmediato, luego su mano tomó su enhiesta virilidad y la dirigió hacia la entrada íntima de la chica, que apenas estaba dejando de temblar de placer.
Charlotte apenas estaba recobrando la conciencia de nuevo cuando sintió algo duro y firme que pugnaba por abrir la inexplorada cavidad. El susto, al comprender lo que estaba a punto de pasar terminó de despertar sus sentidos y con un poderoso empujón logró quitar a Brian de tan comprometedora posición al mismo tiempo que procuraba arreglar sus desordenadas ropas.
Brian sorprendido en su equilibrio cayó de lado sobre el suave suelo, el golpe le hizo también recobrar el sentido, y más al ver la expresión de pánico de ella, que se protegía cruzando sus brazos sobre sus pecho.
Apenado arregló sus ropas lo mejor que pudo, aunque la dureza de su miembro viril no se hubiera bajado en lo más mínimo todavía.
—Lo siento, Lottie —susurró avergonzado de lo que había estado a punto de hacer.
Los breves encuentros que habían tenido hasta hace poco no eran nada comparados con lo que había sucedido ahora.
—Está bien, Brian —le dijo ella con la respiración entrecortada aún— ha sido culpa de ambos.
—No —denegó él de inmediato, como el caballero que era— Yo tengo la culpa, me dejé llevar por el deseo, lo siento, mi amor.
Ella le sonrió con timidez, pero tampoco con mojigatería. El rubor del deseo aún coloreaba sus mejillas, pero se acercó a su amado y le dio un tierno beso en la boca.
Brian fue el primero en apartarse, temiendo perder el control al besar esos labios tan tibios y dulces de su amada.—Estaré bien, amor —le dijo mientras se levantaba y se acomodaba un poco la ropa de nuevo.Ella lo miró sonriente, en especial al notar que estaba evitando perder de nuevo el control. Se lo agradeció en lo más profundo de su corazón, porque se había dado cuenta, al besarlo de nuevo, que no iba a poder contenerlo, ni contenerse, si volvían a empezar.—Ya pronto, mi amor —le dijo con los ojos brillantes, y con una firme determinación en su mente, continuó— Vámonos de aquí, nos casaremos y ya nada importará, podemos estar juntos como deseamos.Un ramalazo de deseo espoleó el ánimo del joven muchacho, se sintió lleno de una nueva fuerza y al ayudarla a levantarse del piso la abrazó con fuerza. Se quedó mirando a la chica que lo veía con el mismo amor que él sentía por ella.—Tenemos que irnos pronto, mi amor —le dijo el joven enamorado.—¿Cuándo? —fue la pregunta inmediata.
Esos cuatro días fueron un infierno de nervios, tanto para Charlotte, como para Brian. A ambos les hubiera gustado estar juntos a cada momento de esos días, pero no podían hacerlo, cualquier error echaría por tierra sus deseos de escapar.Por fortuna para Charlotte, la familia Taylor no volvió a visitarlos en esa semana, pero la boda se fijó para el mes siguiente. Si no fuera porque ya había decidido huir con el amor de su vida, hubiera sido un infierno la expectativa.Para Brian, concentrarse en conseguir todo el dinero que podía era su norte, su padre se había extrañado que tomara trabajos alternos, muchos de los cuales su hijo aborrecía, pero los hacía con entusiasmo al ser solo una vía para obtener más dinero para su viaje hasta la capital.El día anterior al que habían fijado para marcharse, Brian había estado pendiente para encontrarse aunque fuera un momento con Charlotte, solo para ver que estaba bien y que los planes que habían concebido seguían adelante.No tuvo que esperar
Brian y Charlotte descansaban debajo de un árbol de espino a la orilla de la carretera, como estaban del lado donde esta tomaba hacia la zona oriental del país, justo el lado que menos usaban los habitantes de donde venían, pues hacia el otro lado quedaba la capital. Eso hacía que la probabilidad de que los encontraran se redujera.Pasaron varios autos, y cada vez que pasaba uno, Charlotte se tapaba la cara o se daba la vuelta para evitar que alguien la reconociera. Pero Brian se reía de sus preocupaciones, se sentía confiado en que todas las cosas le iban a salir bien. Viniendo de una familia protestante devota estaba acostumbrado a los discursos sobre la fe en Dios.Y allí estaba él, confiando siempre en ese ser divino y todopoderoso que ayudaba a las personas que lo necesitaban.Al poco rato, después de comer unos sándwiches que Charlotte había preparado la noche anterior, se pusieron de pie para ver si alguien podía llevarlos al menos hasta el siguiente pueblo. Tuvieron suerte, un
No contenta con lo que había hecho, buscó el cierre de su falda y lo abrió, permitiendo que la misma cayera al suelo, dejándola con un pequeño bikini negro que estaba usando, a juego con el brassier.Brian estaba con la boca abierta, pero no le salía ningún sonido, su rostro estaba congestionado por el intenso rubor que le generaba la situación. Había tenido oportunidad de ver a chicas semidesnudas antes, pero ninguna se parecía, ni por asomo a Charlotte.Pero no tuvo tiempo de nada más, porque ella, entre risas nerviosas, salió corriendo y se metió al baño.Una vez allí adentro se puso las manos sobre la cara completamente arrebolada.«¡Dios, qué osada me he vuelto! —se dijo.Terminó de desnudarse por completo y se valoró ante el espejo del baño. Sus pechos firmes y turgentes se veían hermosos, con sus pezones y aureolas de un rosado casi blanco.Se metió en la ducha, donde se bañó y enjabonó con cuidado. Cuando pasó la mano por su entrada íntima se sorprendió de la cantidad de líqui
Un rayo de sol se colaba entre las cortinas de la habitación donde yacían Brian y Charlotte.Ella fue la primera en abrir los ojos, pero apenas ella se movió un poco, él también se despertó.—Te amo, Lottie —fueron sus primeras palabras y ella le correspondió abrazándolo apretadamente.Brian la besó con ternura, pero luego, beso tras beso los invadió de nuevo la pasión que los consumía…Una hora después Brian estaba listo para salir, había quedado en ir a la casa parroquial para hablar con el ministro que iba a efectuar el casamiento. En la carta que había escrito para el ministro decía que ambos eran huérfanos de padre y madre, así que el ministro había aceptado casarlos sin ningún impedimento.Sólo necesitaba avisar que habían llegado y fijar la hora del casamiento. No le tomó mucho tiempo la diligencia, el buen sacerdote estaba ocupado en algunos arreglos en la casa donde vivía, así que lo atendió sin perder mucho tiempo. Brian lo ayudó un poco con unos maderos que estaba colocando
Al día siguiente, los padres de Brian llegaron a la comisaría, donde tuvieron que esperar a que fuera casi mediodía para que, tras mucho rogar, les permitieran ver a su hijo.—¡Brian! —la voz de Clara Lancaster sonaba angustiada— ¿Cómo estás hijo…? —Comenzó a decir pero la voz se le estranguló en la garganta cuando lo vio acercarse a las rejas con la camisa toda manchada de sangre y los hematomas en la cara y los brazos.—Tranquila, mamá —le dijo al pasar los brazos por los sólidos barrotes para dar un amago de abrazo a su progenitora— Estoy mejor de lo que parece.—¿Qué sucedió, Brian? —preguntó su padre, el viejo Richard Lancaster tenía la cara pálida y en la frente se le acentuaban las arrugas— ¿Por qué huiste con la hija de los Reynolds? Ella es muy buena chica, pero sus padres…El viejo Lancaster dejó la frase sin terminar. Pero Brian entendió perfectamente lo que su padre quería decir. Luego les explicó lo que habían hecho y la razón para hacerlo, su madre lloraba quedamente y a
—Te marcharás en el plazo acordado, muchacho —le dijo con ira el comisario— No me busques las cosquillas porque no te irá bien. —amenazó.Brian miró hacia donde estaba el viejo Rufus Reynolds.—Señor Reynolds —le dijo en voz alta para que lo escuchara bien— Usted sabe que yo no secuestré a Lottie, y también sabe que la amo y que ella me ama a mí.—No menciones ese diminutivo ni el nombre de mi hija con tu sucia boca, pedazo de escoria —la rabia se le notaba aún sin hablar— Por tu culpa tuve que darle unas bofetadas a mi hija, pero eso me lo vas a pagar, al igual que el atrevimiento de llevártela, como si hubieras podido ofrecerle algo de valor, no eres más que un pobre e inmundo ladronzuelo.—Quizás sea pobre, “conde” Reynolds —al escuchar el título sarcástico el viejo Rufus se puso lívido de la rabia— Pero saldré adelante, y usted y sus esbirros me la van a pagar algún día.—¿Me estás amenazando, porquerizo? —rugió el comisario, usando el término despectivo de los que criaban cerdos,
Dos días tuvo que estar Brian en cama, aunque la tarde de ese mismo día había querido levantarse de la cama, pero se había mareado y su padre hizo que se recostara de nuevo, bajo amenaza de amarrarlo para que no intentara tratar de levantarse de la cama otra vez.La señora Clara le daba comida, en especial consomés y caldos para que se recuperara rápido. Al segundo día se levantó de la cama y le dijo a su madre que se sentía mucho mejor aunque se sentía bastante adolorido aún.—Quiero salir un rato —dijo Brian mientras trataba de ponerse una camisa.—Creo que es mejor que no salgas, hijo —le replicó su madre.—¿Por qué, madre?—Ya no somos bien vistos aquí, Brian. Los Reynolds se encargaron de que queramos como una familia de malas personas, y a ti te acusan de secuestrador.Brian cerró los ojos y apretó los labios con fuerza. Sabía que esa había sido una estrategia de Rufus Reynolds para que no se quedara en el pueblo. Pero quería saber más sobre Lottie y así se lo dijo a su madre.—