Pasión y deseo

No contenta con lo que había hecho, buscó el cierre de su falda y lo abrió, permitiendo que la misma cayera al suelo, dejándola con un pequeño bikini negro que estaba usando, a juego con el brassier.

Brian estaba con la boca abierta, pero no le salía ningún sonido, su rostro estaba congestionado por el intenso rubor que le generaba la situación. Había tenido oportunidad de ver a chicas semidesnudas antes, pero ninguna se parecía, ni por asomo a Charlotte.

Pero no tuvo tiempo de nada más, porque ella, entre risas nerviosas, salió corriendo y se metió al baño.

Una vez allí adentro se puso las manos sobre la cara completamente arrebolada.

«¡Dios, qué osada me he vuelto! —se dijo.

Terminó de desnudarse por completo y se valoró ante el espejo del baño. Sus pechos firmes y turgentes se veían hermosos, con sus pezones y aureolas de un rosado casi blanco.

Se metió en la ducha, donde se bañó y enjabonó con cuidado. Cuando pasó la mano por su entrada íntima se sorprendió de la cantidad de líquido que estaba saliendo de allí. Por un momento sintió algo de miedo, sabía lo que se avecinaba, lo que sucedería entre ambos, y de pronto se estaba preocupando por ello.

«No seas tonta, Charlotte Reynolds —se recriminó— ¡Pronto seremos marido y mujer!»

Con este pensamiento en la mente se relajó bastante, y con la firme determinación reflejada en su cara hizo lo mismo que su novio, se puso solamente la toalla, atada a la altura de sus pechos, dejando los hombros y gran parte de las piernas al descubierto.

Sonrió pensando en la cara que pondría Brian al mirarla así. Luego abrió la puerta y salió del baño.

Cuando Brian la vio sus ojos se pusieron redondos por completo y su boca se entreabrió por la sorpresa. La amplia sonrisa de ella demostró que era exactamente lo que esperaba que sucediera, no se sintió decepcionada en absoluto.

Los ojos llenos de amor y pasión de Brian la siguieron mientras llegaba del baño a la cama, la rodeaba y luego se metía debajo de las sábanas a su lado.

Luego de cubrirse con ella se quitó la toalla y la lanzó al piso. Brian, al verla, hizo lo propio, y con un fluido movimiento se quitó la toalla y la lanzó al suelo también.

Ella sonrió y luego se volteó hacia él y él hacia ella. Unos segundos después estaban enfrascados en una batalla de besos de nuevo, pero esta vez, sin el estorbo de la ropa, la pasión no tardó en llegar a lo más alto del pináculo del deseo.

Brian acariciaba libremente los pechos femeninos y ella gemía con cada caricia, pero no estaba pasiva, mientras él se deleitaba con su cuerpo, ella hacía lo propio con el de él. Sus manos recorrían el firme torso delineando cada músculo y rincón del mismo.

Luego las delicadas manos femeninas descendieron por el torso hasta alcanzar el duro vientre masculino, lo que hizo que Brian contuviera la respiración, pero solo se detuvo por unos segundos, porque de inmediatos sus manos bajaron hasta las caderas y glúteos femeninos, para luego buscar con avidez el virginal pubis.

Ella primero hizo un movimiento instintivo de retroceso, pero cuando él, finalmente, separó los delicados labios, su resistencia se detuvo al igual que su respiración, entonces los fuertes dedos masculinos se apoderaron de la impoluta intimidad.

—¡Oh, Lottie! —susurraba Brian en el colmo de su placer.

Ella no contestó, sino más bien hizo que sus manos hablaran por ella, porque casi por instinto, sus manos buscaron la dura virilidad de su novio y se apoderaron de ella, acariciando y moviendo la delicada piel de arriba a abajo, como si lo hubiera hecho antes muchas veces.

Ahora el ronco gemido fue de parte de Brian.

La sábana había dejado de cubrir los dos cuerpos, que ahora se pegaban y entrelazaban siguiendo el instinto natural con el que cada ser venía a esta tierra. Brian introdujo, delicadamente, su dedo índice en la íntima cavidad femenina, arrancando un poderoso gemido de ella.

Charlotte ya no pensaba, se dejaba llevar por los instintos hacia esa cima de placer que la atrapaba. Si algún rastro de desacuerdo se manifestaba en su mente de inmediato era rechazado.

«Voy a ser su esposa —repetía su mente— Mañana seré su esposa»

Brian besaba los hermosos pechos femeninos acariciando con la lengua los endurecidos pezones, aunque eran pequeños para el tamaño de sus pechos, y eran de un rosa sumamente claro, tan claro que parecía blanco.

El placer de esas caricias la estaba llevando hacia un orgasmo, y más aún cuando los dedos masculinos, por instinto acariciaban toda la vulva y a veces se quedaban acariciando el sensible clítoris.

Brian no estaba tampoco tan lejos del desenlace de su placer. Ambos querían más, por mero instinto por lo que el joven se colocó entre las piernas femeninas que, como si fuera un movimiento cronometrado, se abrieron al máximo, dispuestas a recibirlo.

La dura virilidad masculina no tardó mucho tiempo en ubicar la entrada a la virginal intimidad de Charlotte, y con un suave impulso se fue introduciendo dentro de ella, hasta que llegó al himen, rompiéndolo con suavidad para seguir luego abriéndose paso en medio del placer compartido.

Charlotte sintió un ligero dolor, y una leve exclamación escapó de sus labios, ella no ignoraba de qué se trataba, pero se sentía tan contenta, tan enamorada, tan mujer. Brian se detuvo unos momentos por instinto natural, pero luego sintió como ella se movía contra él de nuevo, por lo que siguió la penetración.

Sus naturalezas fogosas hicieron el resto, el suave movimiento de penetración con el que iniciaron se fue haciendo cada vez más fuerte, hasta que los corazones desbocados y las pieles mojadas de sudor los condujeron al inevitable placer salvaje.

Ambos quedaron jadeantes. Brian se sostenía sobre sus codos para no dejar todo su peso sobre ella, mientras la cubría de besos por toda la cara.

—Ya nada podrá separarnos —dijo Charlotte, abrazando estrechamente al hombre que amaba.

No sería la primera vez que compartirían el placer esa noche, la juventud y las ganas, unidas al amor, harían el resto. Hasta que ya tarde, en la madrugada, por fin se quedaron dormidos, exhaustos y con las ganas de amarse latiendo con fuerza en sus corazones.

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