Robert llegó en menos de cinco minutos, por lo que JD terminó con esposas en manos y pies, recostado del auto de Brian.—Creo que tendré que aprender a confiar en tus instintos —le dijo Robert, y este solo le sonrió sin dejar de abrazar a su chico.—La diferencia es que tú buscabas a unos matones, yo buscaba a un tesoro: mis hijos —le dijo con la voz llena de emoción.—Pues no fallaste —le dijo sonriendo— Y me alegro. Ya llamé al equipo para que se dirija hacia acá, pero creo que tendremos que intentar recuperar a tu hija nosotros solos, al fin y al cabo, pueden tardar más de una hora y está a punto de caer la tarde, nos queda poco menos de una hora para que oscurezca.Brian dejó de acunar a su hijo contra él para mirarlo a la cara.—Ahora cuéntanos a qué nos enfrentamos exactamente, hijo —le preguntó suavemente pero con firmeza al mismo tiempo.Junior ya estaba recuperado, aunque tenía las marcas de los dedos del matón en el rostro.—Son solo dos hombres, papá —respondió con presteza
Charlotte estaba sentada en el mueble de la sala tomando una taza de té, pero la angustia no se alejaba de su pecho.«¿Y si les pasó algo a mis niños? —pensaba con angustia— ¿O si le pasó algo a Brian?»Quería gritar y caminar de un lado al otro, pero la firmeza de su ama de llaves la mantenía sentada para que reposara. Ya la habían atendido en el hospital y le habían cogido unos puntos de sutura en la cabeza, los médicos determinaron que no había mayor daño y la enviaron a casa.Su teléfono se había partido cuando cayó al suelo y no podía llamar a Brian y eso la tenía al borde de los nervios, aunque era una mujer muy controlada y segura de sí misma, pero eran sus hijos… y el amor de su vida.Por ello, cuando escuchó las ruedas de un auto en la entrada de la casa, se paró con rapidez saliendo a la puerta para ver quien era. Cuando vio a sus hijos, caminando cada uno al lado de su padre, tomados de las manos, no pudo evitar el llanto y la risa al mismo tiempo, sus rodillas se doblaron
Brian Lancaster miraba a la hermosa mujer vestida de novia que estaba parada en la entrada de la iglesia colgada del brazo de su padre, Rufus Reynolds. Sus ojos reflejaban el amor que sentía por ella, nunca se cansaría de admirar su belleza, sus finas facciones y su dulce sonrisa.La había amado toda su vida, desde pequeños, cuando él corría por los campos y ella buscaba flores para su “jardín” infantil. Desde entonces siempre se las habían arreglado para estar juntos la mayor parte del tiempo, ella era el amor de su vida y él, el primer y único amor de la vida de ella.Y hoy era el día de su matrimonio… pero con otro hombre.¿Cómo pudo ser esto posible?Brian tenía una mirada de infinita tristeza en su rostro, mientras miraba desde la pequeña colina al lado de la iglesia, desde donde partía el camino hacia la capital, otro mundo, en el cual tendría que aprender a vivir sin ella.El corazón le latía con fuerza al mismo tiempo que las lágrimas corrían libremente por sus mejillas, mient
—¿Que nos larguemos? Pero… ¿A dónde? —Le preguntó llena de inquietud.—A cualquier lugar, mi amor —le dijo mientras la tomaba por los brazos, como queriendo convencerla y protegerla al mismo tiempo— Podemos marchar a Roseborough, allí podríamos casarnos, ¡y una vez que lo hayamos hecho ya nada no nadie podrá impedir que estemos juntos!Por un momento Charlotte no entendía por completo lo que Brian le estaba diciendo, pero luego la luz se fue abriendo paso en la mente de la atribulada jovencita y la angustia fue sustituida por una amplia sonrisa y la esperanza de la felicidad.—¿Y podríamos vivir juntos por siempre? —preguntó ahora llena de entusiasmo— Oh, Brian. ¡Eso sería un sueño cumplido para mí!Ambos se abrazaron con fuerza, y luego se miraron a los ojos y unieron sus bocas en un beso confortador, como queriendo espantar el feroz fantasma de la separación que se había cernido sobre ellos.El beso se fue tornando cada vez más intenso, más lleno de pasión y deseo. Las caricias no t
Brian fue el primero en apartarse, temiendo perder el control al besar esos labios tan tibios y dulces de su amada.—Estaré bien, amor —le dijo mientras se levantaba y se acomodaba un poco la ropa de nuevo.Ella lo miró sonriente, en especial al notar que estaba evitando perder de nuevo el control. Se lo agradeció en lo más profundo de su corazón, porque se había dado cuenta, al besarlo de nuevo, que no iba a poder contenerlo, ni contenerse, si volvían a empezar.—Ya pronto, mi amor —le dijo con los ojos brillantes, y con una firme determinación en su mente, continuó— Vámonos de aquí, nos casaremos y ya nada importará, podemos estar juntos como deseamos.Un ramalazo de deseo espoleó el ánimo del joven muchacho, se sintió lleno de una nueva fuerza y al ayudarla a levantarse del piso la abrazó con fuerza. Se quedó mirando a la chica que lo veía con el mismo amor que él sentía por ella.—Tenemos que irnos pronto, mi amor —le dijo el joven enamorado.—¿Cuándo? —fue la pregunta inmediata.
Esos cuatro días fueron un infierno de nervios, tanto para Charlotte, como para Brian. A ambos les hubiera gustado estar juntos a cada momento de esos días, pero no podían hacerlo, cualquier error echaría por tierra sus deseos de escapar.Por fortuna para Charlotte, la familia Taylor no volvió a visitarlos en esa semana, pero la boda se fijó para el mes siguiente. Si no fuera porque ya había decidido huir con el amor de su vida, hubiera sido un infierno la expectativa.Para Brian, concentrarse en conseguir todo el dinero que podía era su norte, su padre se había extrañado que tomara trabajos alternos, muchos de los cuales su hijo aborrecía, pero los hacía con entusiasmo al ser solo una vía para obtener más dinero para su viaje hasta la capital.El día anterior al que habían fijado para marcharse, Brian había estado pendiente para encontrarse aunque fuera un momento con Charlotte, solo para ver que estaba bien y que los planes que habían concebido seguían adelante.No tuvo que esperar
Brian y Charlotte descansaban debajo de un árbol de espino a la orilla de la carretera, como estaban del lado donde esta tomaba hacia la zona oriental del país, justo el lado que menos usaban los habitantes de donde venían, pues hacia el otro lado quedaba la capital. Eso hacía que la probabilidad de que los encontraran se redujera.Pasaron varios autos, y cada vez que pasaba uno, Charlotte se tapaba la cara o se daba la vuelta para evitar que alguien la reconociera. Pero Brian se reía de sus preocupaciones, se sentía confiado en que todas las cosas le iban a salir bien. Viniendo de una familia protestante devota estaba acostumbrado a los discursos sobre la fe en Dios.Y allí estaba él, confiando siempre en ese ser divino y todopoderoso que ayudaba a las personas que lo necesitaban.Al poco rato, después de comer unos sándwiches que Charlotte había preparado la noche anterior, se pusieron de pie para ver si alguien podía llevarlos al menos hasta el siguiente pueblo. Tuvieron suerte, un
No contenta con lo que había hecho, buscó el cierre de su falda y lo abrió, permitiendo que la misma cayera al suelo, dejándola con un pequeño bikini negro que estaba usando, a juego con el brassier.Brian estaba con la boca abierta, pero no le salía ningún sonido, su rostro estaba congestionado por el intenso rubor que le generaba la situación. Había tenido oportunidad de ver a chicas semidesnudas antes, pero ninguna se parecía, ni por asomo a Charlotte.Pero no tuvo tiempo de nada más, porque ella, entre risas nerviosas, salió corriendo y se metió al baño.Una vez allí adentro se puso las manos sobre la cara completamente arrebolada.«¡Dios, qué osada me he vuelto! —se dijo.Terminó de desnudarse por completo y se valoró ante el espejo del baño. Sus pechos firmes y turgentes se veían hermosos, con sus pezones y aureolas de un rosado casi blanco.Se metió en la ducha, donde se bañó y enjabonó con cuidado. Cuando pasó la mano por su entrada íntima se sorprendió de la cantidad de líqui