Esos cuatro días fueron un infierno de nervios, tanto para Charlotte, como para Brian. A ambos les hubiera gustado estar juntos a cada momento de esos días, pero no podían hacerlo, cualquier error echaría por tierra sus deseos de escapar.
Por fortuna para Charlotte, la familia Taylor no volvió a visitarlos en esa semana, pero la boda se fijó para el mes siguiente. Si no fuera porque ya había decidido huir con el amor de su vida, hubiera sido un infierno la expectativa.
Para Brian, concentrarse en conseguir todo el dinero que podía era su norte, su padre se había extrañado que tomara trabajos alternos, muchos de los cuales su hijo aborrecía, pero los hacía con entusiasmo al ser solo una vía para obtener más dinero para su viaje hasta la capital.
El día anterior al que habían fijado para marcharse, Brian había estado pendiente para encontrarse aunque fuera un momento con Charlotte, solo para ver que estaba bien y que los planes que habían concebido seguían adelante.
No tuvo que esperar mucho tiempo, Charlotte había ido al mercado del centro con la jefe de cocina de su mansión, como a veces acostumbraba, no para ayudar en las compras sino para ella comprar cualquier capricho que se le ocurriera.
Ella también estaba ansiosa por hablar con él, porque en más de una ocasión había tenido miedo de que Brian se echase para atrás, o que le hubiera ocurrido algo que les impidiera marcharse, aunque sus miedos eran infundados.
Cuando se vieron en la distancia, el corazón de ambos se aceleró a límites impresionantes. A Charlotte le parecía que había corrido muchísimo y la emoción le hizo humedecer los ojos al ver a su amado, que se veía tan gallardo y apuesto; Y era que Brian Lancaster descendía de un linaje noble venido a menos al correr de los siglos, entre sus lejanos ancestros había habido nobles y hasta parientes de la realeza, pero ahora eran solo personas trabajadoras.
Sus genes eran buenos, y no habían mermado su gallardía. Era alto, su casi metro noventa lo hacía pasar por encima del promedio de los hombres del pueblo, sus ojos gris acerado con destellos azules eran el sueño de las jóvenes del pueblo. Eso, unido a su sólida musculatura y su rostro de finas facciones, lo hacían el candidato por el cual casi cada chica del pueblo se decidiría.
Y Charlotte no era menos llamativa, sus líneas sinuosas, largas piernas con una fina cintura y amplias caderas hacían, a pesar de su juventud, en una de las chicas más codiciadas por los muchachos de la localidad. Ella era simplemente hermosa, sus dulces facciones y sus ojos azul zafiro aunados a un hermoso cuerpo la hacían la chica deseada por todos.
Cuando pudieron estar cerca el uno del otro, hablaron sin verse directamente a la cara, parecía, para quien los veía, que hablaban casualmente del clima u otro tema convencional.
—Ya tengo todo listo —dijo él al tomar unas naranjas en la mano— Y mi mochila de viaje está llena con todo lo que necesito.
—Yo también tengo todo listo —le replicó ella en voz baja— Me iré en la bicicleta hasta donde acordamos y allí la dejaré. Mis padres creen que iré con las chicas del club de la secundaria a pasar el fin de semana, así nos dará chance de escapar con más tranquilidad.
—Te amo —dijo él en voz baja.
—También te amo —contestó ella en voz aún más baja.
Se separaron al ver que se acercaba la ama de cocina de la mansión Reynolds con un montón de paquetes, la mitad de las cuales las llevaba una de las chicas de la cocina.
—¿Ya escogió lo que quería, niña Charlotte? —dijo al llegar al lado de ella.
—Sí, Ada —le dijo alegremente mostrándole una bolsa llena de frutas— Ya tengo todo.
Salieron por el pasillo hacia el auto donde los esperaba el chofer de los Reynolds en el auto.
Brian, quien se había puesto de espaldas para que la señora, quien lo conocía muy bien, no lo viera. Sonrió viendo a la chica que amaba caminar con su dulce contoneo de caderas.
Esa noche, Brian repasó minuciosamente el mapa para seguir la ruta más rápida para alejarse del pueblo y llegar a la carretera grande, como la llamaban, de camino hacia el pueblo donde se casarían.
A la mañana siguiente se paró temprano como había hecho toda esa semana para ir al trabajo más temprano, eso le había permitido hacer otros trabajos en la tarde y ganar dinero adicional. Dejó las vacas pastando, y abrió los cercados para las gallinas. Luego sacó del corral, donde la había dejado la noche anterior, la mochila con todas sus pertenencias.
Se la echó en la fuerte espalda y después de una mirada llena de nostalgia anticipada hacia la casa donde había vivido toda su vida se dio media vuelta y emprendió el camino hacia las afueras del pueblo.
Su madre, que lo había visto por la ventana se volvió hacia su esposo que tomaba su taza de café tempranero.
—Me parece que el muchacho está madurando, Richard —le dijo, pero este sólo contestó con un gruñido ininteligible.
Brian caminó a buen paso hasta alcanzar la salida del pueblo, cerca de allí se veía la iglesia con su plaza delante y el cementerio por detrás.
Se debió hacia el campo a la izquierda y se quedó en la sombra de un manzano.
No habían pasado ni diez minutos cuando se escuchó la llanta de una bicicleta por el camino de grava, y en unos momentos más vio la hermosa figura de su prometida bajando hacia donde él se encontraba.
La ayudó a bajar del vehículo y luego le dio un profundo beso mientras la estrechaba contra su cuerpo. Cuando se separaron ambos jadeaban un poco.
—Tenía unas ganas locas de besarte, Lottie —le dijo con los ojos brillantes.
—Yo también lo deseaba, Brian.
—Bien, vámonos antes de que venga alguien por allí —le dijo tomándola de la mano y dirigiéndose a un sendero que recorría varios kilómetros al lado del arroyo grande como llamaban al pequeño riachuelo.
Al poco rato eran solo unos distantes puntos que se iban alejando cada vez más. Les llevaría cerca de una hora alcanzar la carretera interprovincial, donde pensaban hacer autostop o tomar un bus que los llevara al poblado donde se casarían. Ya Brian había escrito al párroco y éste tendría todo listo para cuando llegaran.
Brian y Charlotte descansaban debajo de un árbol de espino a la orilla de la carretera, como estaban del lado donde esta tomaba hacia la zona oriental del país, justo el lado que menos usaban los habitantes de donde venían, pues hacia el otro lado quedaba la capital. Eso hacía que la probabilidad de que los encontraran se redujera.Pasaron varios autos, y cada vez que pasaba uno, Charlotte se tapaba la cara o se daba la vuelta para evitar que alguien la reconociera. Pero Brian se reía de sus preocupaciones, se sentía confiado en que todas las cosas le iban a salir bien. Viniendo de una familia protestante devota estaba acostumbrado a los discursos sobre la fe en Dios.Y allí estaba él, confiando siempre en ese ser divino y todopoderoso que ayudaba a las personas que lo necesitaban.Al poco rato, después de comer unos sándwiches que Charlotte había preparado la noche anterior, se pusieron de pie para ver si alguien podía llevarlos al menos hasta el siguiente pueblo. Tuvieron suerte, un
No contenta con lo que había hecho, buscó el cierre de su falda y lo abrió, permitiendo que la misma cayera al suelo, dejándola con un pequeño bikini negro que estaba usando, a juego con el brassier.Brian estaba con la boca abierta, pero no le salía ningún sonido, su rostro estaba congestionado por el intenso rubor que le generaba la situación. Había tenido oportunidad de ver a chicas semidesnudas antes, pero ninguna se parecía, ni por asomo a Charlotte.Pero no tuvo tiempo de nada más, porque ella, entre risas nerviosas, salió corriendo y se metió al baño.Una vez allí adentro se puso las manos sobre la cara completamente arrebolada.«¡Dios, qué osada me he vuelto! —se dijo.Terminó de desnudarse por completo y se valoró ante el espejo del baño. Sus pechos firmes y turgentes se veían hermosos, con sus pezones y aureolas de un rosado casi blanco.Se metió en la ducha, donde se bañó y enjabonó con cuidado. Cuando pasó la mano por su entrada íntima se sorprendió de la cantidad de líqui
Un rayo de sol se colaba entre las cortinas de la habitación donde yacían Brian y Charlotte.Ella fue la primera en abrir los ojos, pero apenas ella se movió un poco, él también se despertó.—Te amo, Lottie —fueron sus primeras palabras y ella le correspondió abrazándolo apretadamente.Brian la besó con ternura, pero luego, beso tras beso los invadió de nuevo la pasión que los consumía…Una hora después Brian estaba listo para salir, había quedado en ir a la casa parroquial para hablar con el ministro que iba a efectuar el casamiento. En la carta que había escrito para el ministro decía que ambos eran huérfanos de padre y madre, así que el ministro había aceptado casarlos sin ningún impedimento.Sólo necesitaba avisar que habían llegado y fijar la hora del casamiento. No le tomó mucho tiempo la diligencia, el buen sacerdote estaba ocupado en algunos arreglos en la casa donde vivía, así que lo atendió sin perder mucho tiempo. Brian lo ayudó un poco con unos maderos que estaba colocando
Al día siguiente, los padres de Brian llegaron a la comisaría, donde tuvieron que esperar a que fuera casi mediodía para que, tras mucho rogar, les permitieran ver a su hijo.—¡Brian! —la voz de Clara Lancaster sonaba angustiada— ¿Cómo estás hijo…? —Comenzó a decir pero la voz se le estranguló en la garganta cuando lo vio acercarse a las rejas con la camisa toda manchada de sangre y los hematomas en la cara y los brazos.—Tranquila, mamá —le dijo al pasar los brazos por los sólidos barrotes para dar un amago de abrazo a su progenitora— Estoy mejor de lo que parece.—¿Qué sucedió, Brian? —preguntó su padre, el viejo Richard Lancaster tenía la cara pálida y en la frente se le acentuaban las arrugas— ¿Por qué huiste con la hija de los Reynolds? Ella es muy buena chica, pero sus padres…El viejo Lancaster dejó la frase sin terminar. Pero Brian entendió perfectamente lo que su padre quería decir. Luego les explicó lo que habían hecho y la razón para hacerlo, su madre lloraba quedamente y a
—Te marcharás en el plazo acordado, muchacho —le dijo con ira el comisario— No me busques las cosquillas porque no te irá bien. —amenazó.Brian miró hacia donde estaba el viejo Rufus Reynolds.—Señor Reynolds —le dijo en voz alta para que lo escuchara bien— Usted sabe que yo no secuestré a Lottie, y también sabe que la amo y que ella me ama a mí.—No menciones ese diminutivo ni el nombre de mi hija con tu sucia boca, pedazo de escoria —la rabia se le notaba aún sin hablar— Por tu culpa tuve que darle unas bofetadas a mi hija, pero eso me lo vas a pagar, al igual que el atrevimiento de llevártela, como si hubieras podido ofrecerle algo de valor, no eres más que un pobre e inmundo ladronzuelo.—Quizás sea pobre, “conde” Reynolds —al escuchar el título sarcástico el viejo Rufus se puso lívido de la rabia— Pero saldré adelante, y usted y sus esbirros me la van a pagar algún día.—¿Me estás amenazando, porquerizo? —rugió el comisario, usando el término despectivo de los que criaban cerdos,
Dos días tuvo que estar Brian en cama, aunque la tarde de ese mismo día había querido levantarse de la cama, pero se había mareado y su padre hizo que se recostara de nuevo, bajo amenaza de amarrarlo para que no intentara tratar de levantarse de la cama otra vez.La señora Clara le daba comida, en especial consomés y caldos para que se recuperara rápido. Al segundo día se levantó de la cama y le dijo a su madre que se sentía mucho mejor aunque se sentía bastante adolorido aún.—Quiero salir un rato —dijo Brian mientras trataba de ponerse una camisa.—Creo que es mejor que no salgas, hijo —le replicó su madre.—¿Por qué, madre?—Ya no somos bien vistos aquí, Brian. Los Reynolds se encargaron de que queramos como una familia de malas personas, y a ti te acusan de secuestrador.Brian cerró los ojos y apretó los labios con fuerza. Sabía que esa había sido una estrategia de Rufus Reynolds para que no se quedara en el pueblo. Pero quería saber más sobre Lottie y así se lo dijo a su madre.—
Brian caminó por el centro del poblado como si en lugar de su mochila llevara centenares de kilogramos a la espalda… tanto pesaba el dolor.Muchas personas lo miraban con conmiseración, como queriendo decir: “Pobre muchacho” Otros lo miraban con cierta aprensión, no en vano el comisario Brown y sus esbirros habían hecho correr el rumor de que Brian había secuestrados Charlotte con engaños y se la había llevado para seducirla a la fuerza en otro poblado.Los que lo conocían más de cerca, desechaban esos comentarios porque sabían lo apegados que eran los jóvenes, el uno con el otro. Pero la mayoría tenían dudas si en verdad eso no había sucedido así, y algunos más citaban el célebre refrán “Cuando el río suena… es porque piedras trae”Pero a Brian le tenían sin cuidado los comentarios, su dolor era al mismo tiempo una motivación y una coraza. Los más conocidos le decían palabras de despedida o le hacían señas para ello.Entre la gente “bien”, los que se consideraban con más fortuna o di
La ceremonia estuvo elegante, las flores y la decoración de la iglesia no podía estar mejor. Las familias de los contrayentes se habían esmerado para que cada detalle fuera perfecto, y casi lo era.Pero los asistentes pudieron notar dos cosas: primero, que la novia había llorado mucho, pero su rostro era, ahora, poco menos que inexpresivo. Y segundo, la novia se echó, ostensiblemente, hacia atrás cuando el novio levantó el velo y se inclinó para besarla, incluso algunos notaron que apartó la boca y el beso masculino alcanzó una de sus mejillas.Pero el novio tenía una sonrisa deslumbrante y la novia… la novia se cubrió de nuevo con el velo, algo que cada quien interpretó como quiso. Pero todo lo demás parecía todo normal.Los novios regresaron en el coche de la familia del novio, el que ahora mostraba un rostro aburrido, como cuando alguien es invitado obligado a un evento. Y todos los demás tampoco decían nada, el ambiente era tenso en el vehículo.Sin embargo, cuando llegaron al clu