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Sensaciones de libertad

Brian y Charlotte descansaban debajo de un árbol de espino a la orilla de la carretera, como estaban del lado donde esta tomaba hacia la zona oriental del país, justo el lado que menos usaban los habitantes de donde venían, pues hacia el otro lado quedaba la capital. Eso hacía que la probabilidad de que los encontraran se redujera.

Pasaron varios autos, y cada vez que pasaba uno, Charlotte se tapaba la cara o se daba la vuelta para evitar que alguien la reconociera. Pero Brian se reía de sus preocupaciones, se sentía confiado en que todas las cosas le iban a salir bien. Viniendo de una familia protestante devota estaba acostumbrado a los discursos sobre la fe en Dios.

Y allí estaba él, confiando siempre en ese ser divino y todopoderoso que ayudaba a las personas que lo necesitaban.

Al poco rato, después de comer unos sándwiches que Charlotte había preparado la noche anterior, se pusieron de pie para ver si alguien podía llevarlos al menos hasta el siguiente pueblo. Tuvieron suerte, una camioneta de carga llevaba alimento para ganado se detuvo y los llevó bastante más allá del primer poblado que consiguieron.

Así fueron consiguiendo personas que los llevaran en sus autos. Casi ninguno les preguntó muchas cosas y ellos siempre decían que eran una pareja de campesinos recién casados que habían salido a visitar un familiar. Esa excusa era muy buena para que nadie preguntara mucho.

Cuando se estaba acercando el mediodía llegaron a Roseborough, allí buscaron una habitación de hotel, como era un poblado pequeño el posadero no le preguntó mucho a la joven pareja. Se veían muy responsables y pagaban en efectivo y por adelantado.

Habían planificado casarse al día siguiente para luego tomar un bus para ir a la capital. Con los ahorros y el dinero extra que había conseguido Brian, tendrían para un par de meses o más, así que podrían arrendar una pieza con cocina mientras conseguían trabajo para vivir en un lugar mejor.

Subieron a la habitación, cansados pero contentos y sonrientes. Hasta ahora todo les iba saliendo a pedir de boca.

Charlotte entró en la habitación y poniendo su mochila en el piso se lanzó en la cómoda cama matrimonial para descansar.

Brian estaba parado al lado de la puerta después de cerrarla, con calma y respirando profundamente se recostó en la pared y miró a la hermosa mujer que estaba sobre la cama, vibrante, hermosa… su gran amor.

Ella lo miró y le dedicó una hermosa sonrisa que hizo que el corazón del joven galán se acelerara de nuevo. Sin embargo, con parsimonia se despegó de la empapelada pared del hotel y se fue acercando a la cama poco a poco, devolviéndole la sonrisa.

Al llegar a la cama se sentó al lado de la chica y se recostó sobre un codo, quedando a escasos centímetros de su cabeza. Se miraron a los ojos con embeleso, como sólo dos enamorados se pueden mirar.

—Lo logramos, Brian

—Lo logramos, Lottie.

—Nadie nos va a separar —dijo ella con una natural alegría reflejada en su rostro juvenil.

—Eres tan hermosa —le susurró él, mientras que acariciaba su cabello con los dedos.

De allí al contacto físico era solo cuestión de segundos y fueron pocos los que tomó Brian para cerrar la distancia entre sus ávidas bocas, se besaron con toda su alma.

Los miedos y prejuicios quedaban atrás. La angustia los había acompañado durante muchos días, incluso hasta que entraron al hotel, parecía como si alguien los fuera a encontrar de un momento a otro, pero ahora estaban allí, juntos, sin nada ni nadie que los separara.

Los besos continuaron y cada vez aumentaba más la intensidad y la pasión. A los besos siguieron las caricias, que en su inocencia parecían apuradas y torpes, pero que estaban llenas de sinceridad y amor.

Cuando Brian, en un arrebato de pasión comenzó a desabrochar los botones de la blusa femenina, ella reaccionó colocando sus manos sobre las de él para detenerlo. Él se apartó un poco para mirarla a los ojos, quizás un poco preocupado, pero ella lo calmó al instante con una sonrisa.

—Mejor tomemos un baño, mi amor —le dijo con la voz agitada al mismo tiempo que le acariciaba con ternura la cara— No me siento cómoda con tanto calor, ¿me entiendes?

Él comprendió de inmediato, y con una dulce sonrisa le contestó.

—Tienes razón como siempre, mi cielo —le dijo mientras se levantaba de la cama y comenzaba a quitarse la camisa— Yo iré de primero, ¿Sí?

Ella no le contestó con palabras, sino con un rápido asentir de la cabeza. Era la primera vez que lo veía sin camisa por completo, ella le había abierto la camisa en más de una ocasión, en especial en las últimas semanas, pero nunca lo había visto así, parado delante de ella, con su musculoso torso desnudo.

El rubor le coloreó las mejillas, pero no apartó la mirada, la promesa de matrimonio le daba alas para pensar en que esa sería su normalidad de allí en adelante, y ella, como la mujer inteligente que era, decidió acostumbrarse a ello de una buena vez, sin temor ni timidez, aunque esto último era bastante difícil.

Brian se quitó los zapatos sin dejar de mirarla, luego se sacó las medias. Pero luego se detuvo y tomó una toalla para colocarla por encima de sus hombros mientras caminaba hacia la puerta del baño.

—No creas que me vas a ver desnudo así no más —le dijo sonriendo con picardía, aunque él mismo también se sentía cohibido de mostrarse ante ella desnudo por completo.

—Esperaré —le dijo riendo cuando le lanzó la almohada.

Brian entró y se bañó con esmero. Cuando terminó se secó a conciencia y luego puso la amplia toalla alrededor de su cintura, dejando el pantalón y su ropa interior en un perchero del baño, luego tomó aire para darse ánimos y salió.

Ella lo miró y sus mejillas se colorearon mucho más esta vez, pero Brian corrió hacia la cama y de inmediato puso la sábana por encima de sus piernas y se recostó, lo mejor que pudo, del tope de la cama.

—Es tu turno de bañarte —le dijo él sonriendo con algo de timidez y malicia entremezcladas.

Ella se levantó de la cama y se puso la otra toalla sobre los hombros, pero luego, una sombra de travesura le llenó el rostro. Se abrió la blusa por completo y se soltó el brassier, quitándoselo sin quitarse la blusa. Cuando lo tuvo en las manos se lo lanzó a Brian, que no supo qué hacer con él.

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