Brian Lancaster miraba a la hermosa mujer vestida de novia que estaba parada en la entrada de la iglesia colgada del brazo de su padre, Rufus Reynolds. Sus ojos reflejaban el amor que sentía por ella, nunca se cansaría de admirar su belleza, sus finas facciones y su dulce sonrisa.
La había amado toda su vida, desde pequeños, cuando él corría por los campos y ella buscaba flores para su “jardín” infantil. Desde entonces siempre se las habían arreglado para estar juntos la mayor parte del tiempo, ella era el amor de su vida y él, el primer y único amor de la vida de ella.
Y hoy era el día de su matrimonio… pero con otro hombre.
¿Cómo pudo ser esto posible?
Brian tenía una mirada de infinita tristeza en su rostro, mientras miraba desde la pequeña colina al lado de la iglesia, desde donde partía el camino hacia la capital, otro mundo, en el cual tendría que aprender a vivir sin ella.
El corazón le latía con fuerza al mismo tiempo que las lágrimas corrían libremente por sus mejillas, mientras veía la mujer de sus sueños a punto de entrar para casarse con un hombre al que no amaba, pero con el cual la habían prometido desde su niñez.
Brian miraba casi sin mirar… Recordó ese terrible día cuando recibió la noticia…
…………………….
Estaba parado al lado del pequeño lago que adornaba el valle donde se asentaba la pequeña ciudad de Barlborough.
Ella llegaba corriendo como siempre, a sus diez y ocho años tenía toda la vitalidad del mundo. Casi siempre lo sorprendía por lo rápida que era, lo abrazaba por la espalda mientras su risa cantarina resonaba en el pequeño claro del bosque donde siempre se reunían.
Pero esta vez la sonrisa era forzada, y la palidez de su rostro presagiaba malas noticias.
Él la vió antes de que lo alcanzara, y en su juvenil rostro, donde aún no se marcaba ninguna arruga, se marcó una expresión de preocupación.
—¿Qué sucede, mi amor? ¿Está todo bien? —preguntó aún cuando ella no llegaba a su lado.
—¡Oh, Brian! —fue todo lo que dijo antes de abrazarlo y ponerse a llorar como si hubiera muerto su madre.
Lo primero que le vino a la mente fue precisamente eso, porque ¿Qué otra cosa podía ensombrecer de esa manera la casi constante felicidad que le embargaba en casi toda ocasión?
—¿Le pasó algo a tus padres, Lottie? —la angustia le apretaba la garganta
Ella negó con la cabeza enterrada en su pecho, al mismo tiempo que su abrazo se intensificaba.
—¿Entonces qué sucede, amor? —le dijo con ternura, pero no la apremió más. Simplemente dejó que ella descargara su angustia en las lágrimas que rodaban por sus suaves mejillas.
Ella estuvo llorando por algunos minutos y luego, con el cuerpo tembloroso, se separó para mirarlo a los ojos.
Sus labios temblaban y se abrían y cerraban mientras la angustia se reflejaba en los hermosos ojos azul zafiro. Estuvo batallando por unos momentos con la angustia hasta que al fin pudo articular las palabras.
—¡Ellos me quieren casar, Brian! —la angustia hizo que la voz sonara rasgada, rota.
Brian no pudo entender lo que ella decía, por supuesto que siempre habían hablado de casarse, de comprar una casita modesta y tener muchos hijos mientras él trabajaba y reunía dinero para tener su propio negocio, como siempre había manifestado.
Hasta que la luz se hizo en su mente y su rostro palideció en un solo instante.
—¿De qué estás hablando, amor? —dijo con la garganta atenazada por el miedo— ¿De cuál matrimonio dices?
Ella lo miró con la cara más blanca de lo normal, las lágrimas aumentaron de nuevo, pero tragó fuerte y con determinación logró dominar su dolor y ansiedad.
—Hoy estaba hablando con mamá en el saloncito de la casa —comenzó a decir— Y de pronto mi padre entró y sin decir nada se sentó al lado de mamá y me tomó por una mano.
“—Hija, ya eres toda una mujer —me dijo y luego continuó— Ya está bien de que andes por allí con el hijo de Clara Lancaster. El mes que viene te casarás con Reginald Taylor, sus padres y yo establecimos ese compromiso desde que eran unos niños.”
—Luego mi padre salió y yo miré desesperada a mamá, pero ella no dijo nada, Brian.
Brian Lancaster se había puesto más pálido si eso era posible, siempre había sentido el menosprecio de las familias pudientes de la ciudad, su padre había muerto en las minas de las cuales los Taylor eran accionistas mayoritarios junto con su padre, Y Reginald siempre lo había tratado de humillar en público por su pobreza.
—Yo le dije que no me iba a casar con el estirado de Reginald y que te amaba a ti —dijo con la angustia reflejada en su juvenil voz— Pero mamá me dio una bofetada y me mandó a callar.
“—¡No quiero escuchar más estupideces, Charlotte! ¡Te vas a casar con ese muchacho y no quiero oír hablar nada más del pobretón Lancaster! —me gritó”
Brian se había quedado sin palabras. Aunque sabía que ella era una chica hija de una de las familias más ricas del valle, siempre había pensado que eso no sería un impedimento para que ellos se casaran.
Pero ahora se había dado cuenta de la realidad. Jamás aceptarían que su hija rica se casara con un don nadie como él.
Los padres de Charlotte, cuando se cruzaban con él y su mamá, en particular en la iglesia, o en el mercado, los saludaban con fría cortesía. Aunque la madre de Lottie siempre lo miraba como si fuera una especie de cucaracha humana. Sus duras facciones se tensaban cuando los saludaba y su naríz se arrugaba como si hubiera un mal olor por donde caminaban.
Una angustia aplastante le llenó el pecho y lo hizo sentirse miserable por primera vez en su vida, pero su natural orgullo vino en su rescate.
«Yo soy tan valioso como cualquiera —se dijo— Y voy a ser tan rico como ellos algún día»
—No voy a permitir que nos separen, mi amor —le dijo con convicción mientras la miraba a los ojos sosteniendo sus manos delicadas entre la fuertes de él.
—Larguémonos de aquí —le dijo con voz acerada.
—¿Que nos larguemos? Pero… ¿A dónde? —Le preguntó llena de inquietud.—A cualquier lugar, mi amor —le dijo mientras la tomaba por los brazos, como queriendo convencerla y protegerla al mismo tiempo— Podemos marchar a Roseborough, allí podríamos casarnos, ¡y una vez que lo hayamos hecho ya nada no nadie podrá impedir que estemos juntos!Por un momento Charlotte no entendía por completo lo que Brian le estaba diciendo, pero luego la luz se fue abriendo paso en la mente de la atribulada jovencita y la angustia fue sustituida por una amplia sonrisa y la esperanza de la felicidad.—¿Y podríamos vivir juntos por siempre? —preguntó ahora llena de entusiasmo— Oh, Brian. ¡Eso sería un sueño cumplido para mí!Ambos se abrazaron con fuerza, y luego se miraron a los ojos y unieron sus bocas en un beso confortador, como queriendo espantar el feroz fantasma de la separación que se había cernido sobre ellos.El beso se fue tornando cada vez más intenso, más lleno de pasión y deseo. Las caricias no t
Brian fue el primero en apartarse, temiendo perder el control al besar esos labios tan tibios y dulces de su amada.—Estaré bien, amor —le dijo mientras se levantaba y se acomodaba un poco la ropa de nuevo.Ella lo miró sonriente, en especial al notar que estaba evitando perder de nuevo el control. Se lo agradeció en lo más profundo de su corazón, porque se había dado cuenta, al besarlo de nuevo, que no iba a poder contenerlo, ni contenerse, si volvían a empezar.—Ya pronto, mi amor —le dijo con los ojos brillantes, y con una firme determinación en su mente, continuó— Vámonos de aquí, nos casaremos y ya nada importará, podemos estar juntos como deseamos.Un ramalazo de deseo espoleó el ánimo del joven muchacho, se sintió lleno de una nueva fuerza y al ayudarla a levantarse del piso la abrazó con fuerza. Se quedó mirando a la chica que lo veía con el mismo amor que él sentía por ella.—Tenemos que irnos pronto, mi amor —le dijo el joven enamorado.—¿Cuándo? —fue la pregunta inmediata.
Esos cuatro días fueron un infierno de nervios, tanto para Charlotte, como para Brian. A ambos les hubiera gustado estar juntos a cada momento de esos días, pero no podían hacerlo, cualquier error echaría por tierra sus deseos de escapar.Por fortuna para Charlotte, la familia Taylor no volvió a visitarlos en esa semana, pero la boda se fijó para el mes siguiente. Si no fuera porque ya había decidido huir con el amor de su vida, hubiera sido un infierno la expectativa.Para Brian, concentrarse en conseguir todo el dinero que podía era su norte, su padre se había extrañado que tomara trabajos alternos, muchos de los cuales su hijo aborrecía, pero los hacía con entusiasmo al ser solo una vía para obtener más dinero para su viaje hasta la capital.El día anterior al que habían fijado para marcharse, Brian había estado pendiente para encontrarse aunque fuera un momento con Charlotte, solo para ver que estaba bien y que los planes que habían concebido seguían adelante.No tuvo que esperar
Brian y Charlotte descansaban debajo de un árbol de espino a la orilla de la carretera, como estaban del lado donde esta tomaba hacia la zona oriental del país, justo el lado que menos usaban los habitantes de donde venían, pues hacia el otro lado quedaba la capital. Eso hacía que la probabilidad de que los encontraran se redujera.Pasaron varios autos, y cada vez que pasaba uno, Charlotte se tapaba la cara o se daba la vuelta para evitar que alguien la reconociera. Pero Brian se reía de sus preocupaciones, se sentía confiado en que todas las cosas le iban a salir bien. Viniendo de una familia protestante devota estaba acostumbrado a los discursos sobre la fe en Dios.Y allí estaba él, confiando siempre en ese ser divino y todopoderoso que ayudaba a las personas que lo necesitaban.Al poco rato, después de comer unos sándwiches que Charlotte había preparado la noche anterior, se pusieron de pie para ver si alguien podía llevarlos al menos hasta el siguiente pueblo. Tuvieron suerte, un
No contenta con lo que había hecho, buscó el cierre de su falda y lo abrió, permitiendo que la misma cayera al suelo, dejándola con un pequeño bikini negro que estaba usando, a juego con el brassier.Brian estaba con la boca abierta, pero no le salía ningún sonido, su rostro estaba congestionado por el intenso rubor que le generaba la situación. Había tenido oportunidad de ver a chicas semidesnudas antes, pero ninguna se parecía, ni por asomo a Charlotte.Pero no tuvo tiempo de nada más, porque ella, entre risas nerviosas, salió corriendo y se metió al baño.Una vez allí adentro se puso las manos sobre la cara completamente arrebolada.«¡Dios, qué osada me he vuelto! —se dijo.Terminó de desnudarse por completo y se valoró ante el espejo del baño. Sus pechos firmes y turgentes se veían hermosos, con sus pezones y aureolas de un rosado casi blanco.Se metió en la ducha, donde se bañó y enjabonó con cuidado. Cuando pasó la mano por su entrada íntima se sorprendió de la cantidad de líqui
Un rayo de sol se colaba entre las cortinas de la habitación donde yacían Brian y Charlotte.Ella fue la primera en abrir los ojos, pero apenas ella se movió un poco, él también se despertó.—Te amo, Lottie —fueron sus primeras palabras y ella le correspondió abrazándolo apretadamente.Brian la besó con ternura, pero luego, beso tras beso los invadió de nuevo la pasión que los consumía…Una hora después Brian estaba listo para salir, había quedado en ir a la casa parroquial para hablar con el ministro que iba a efectuar el casamiento. En la carta que había escrito para el ministro decía que ambos eran huérfanos de padre y madre, así que el ministro había aceptado casarlos sin ningún impedimento.Sólo necesitaba avisar que habían llegado y fijar la hora del casamiento. No le tomó mucho tiempo la diligencia, el buen sacerdote estaba ocupado en algunos arreglos en la casa donde vivía, así que lo atendió sin perder mucho tiempo. Brian lo ayudó un poco con unos maderos que estaba colocando
Al día siguiente, los padres de Brian llegaron a la comisaría, donde tuvieron que esperar a que fuera casi mediodía para que, tras mucho rogar, les permitieran ver a su hijo.—¡Brian! —la voz de Clara Lancaster sonaba angustiada— ¿Cómo estás hijo…? —Comenzó a decir pero la voz se le estranguló en la garganta cuando lo vio acercarse a las rejas con la camisa toda manchada de sangre y los hematomas en la cara y los brazos.—Tranquila, mamá —le dijo al pasar los brazos por los sólidos barrotes para dar un amago de abrazo a su progenitora— Estoy mejor de lo que parece.—¿Qué sucedió, Brian? —preguntó su padre, el viejo Richard Lancaster tenía la cara pálida y en la frente se le acentuaban las arrugas— ¿Por qué huiste con la hija de los Reynolds? Ella es muy buena chica, pero sus padres…El viejo Lancaster dejó la frase sin terminar. Pero Brian entendió perfectamente lo que su padre quería decir. Luego les explicó lo que habían hecho y la razón para hacerlo, su madre lloraba quedamente y a
—Te marcharás en el plazo acordado, muchacho —le dijo con ira el comisario— No me busques las cosquillas porque no te irá bien. —amenazó.Brian miró hacia donde estaba el viejo Rufus Reynolds.—Señor Reynolds —le dijo en voz alta para que lo escuchara bien— Usted sabe que yo no secuestré a Lottie, y también sabe que la amo y que ella me ama a mí.—No menciones ese diminutivo ni el nombre de mi hija con tu sucia boca, pedazo de escoria —la rabia se le notaba aún sin hablar— Por tu culpa tuve que darle unas bofetadas a mi hija, pero eso me lo vas a pagar, al igual que el atrevimiento de llevártela, como si hubieras podido ofrecerle algo de valor, no eres más que un pobre e inmundo ladronzuelo.—Quizás sea pobre, “conde” Reynolds —al escuchar el título sarcástico el viejo Rufus se puso lívido de la rabia— Pero saldré adelante, y usted y sus esbirros me la van a pagar algún día.—¿Me estás amenazando, porquerizo? —rugió el comisario, usando el término despectivo de los que criaban cerdos,