Capítulo 35

Emma dio un paso atrás y se cubrió el rostro con las manos. Después de hacerlo, casi emitió una plegaria al cielo por no haberse arrancado sin querer su propia cabeza con su magia descontrolada.

Necesitaba a su entrometida tatarabuela más que nunca, pero Endora, cuando de verdad la necesitaban, parecía no estar disponible.

—Lo siento… Yo no… —Su intento de disculpa fue interrumpida cuando aquella mujer, que a simple vista parecía indefensa, empezó a sacar de sus manos unas enormes garras y su rostro comenzó a desfigurarse con unos grandes colmillos—. ¡Santo Dios!, ¡¿pero es que aquí no hay nadie que no sea una alfombra de pelos?!

Emma no sintió miedo a pesar de la situación, después de los destrozos que había hecho desde que se despertó, tenía muy claro que, bajo presión, su magia se disparaba y la anciana, por muy loba que fuera, poco podría hacer en su contra, pero la verdad era que no quería dañarla.

Esa no era la condición de Emma, ella no tenía maldad.

Sintió una terrible nece
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