A pesar de que Asher y Emma tenían que regresar a su manada, se quedaron con ellos para que su melliza pudiera ayudar a la gente que Astron había dañado. La recuperación no fue fácil; llevaban demasiado tiempo esclavizados sin sus lobos, pero eso no detuvo a su testaruda hermana. Al contrario, la motivó a seguir adelante hasta que cada uno de ellos restauró su identidad.Ellos solo pudieron quedarse una semana, pero fue suficiente para que asistieran a su ceremonia de emparejamiento dónde Ethan, por fin, reclamó a su compañera como su Luna. Ser un alfa en una manada de personas que habían sufrido demasiado no fue fácil al principio, si bien estaban deseosos de un nuevo comienzo y querían dejar el infierno vivido atrás, muchas cosas debían cambiar para que eso fuera posible. Las mujeres de la manada volvieron a tener voz y voto y eran libres de escoger a sus compañeros sin que nadie las obligara, pero la mayoría tenía miedo de recuperar sus vidas. Las uniones forzadas fueron lo más c
Dos años después…Tala amaba a su compañero, pero en esos momentos lo odiaba y mucho. —¡Por la diosa, esto se veía más fácil en las otras mujeres! —gritó con desesperación cuando una nueva contracción invadió su vientre y el dolor le recorrió hasta la columna. Más de un año había tardado en embarazarse y no porque Ethan y ella no pusieran empeño. Con el pasar de los meses y que no sucediera tan rápido, la hizo llegar a pensar que algo estaba mal ella, pero la sanadora de la manada le dijo una y otra vez que todo estaba bien y que no tenía problemas de fertilidad. Un grito escapó de su garganta cuando un nuevo pinchazo endureció su vientre. Nadie le avisó de que aquello dolía tanto. —Apártate, ¡le estás haciendo daño! —ordenó Ethan y empujó a la sanadora sin miramientos para colocarse en su lugar. Cuando miró entre sus piernas, el rubor a causa de los nervios que había acompañado a su compañero las horas que llevaba en la habitación, desapareció para dar a su piel un tono cetrino
El viento le azotaba el rostro con fuerza. Mientras, Emma corría con su hermano mellizo tras ella. Se habían escapado de la vigilancia de su madre por culpa de esa voz que llevaba días acosándola y, sin darse cuenta, ambos se internaron en el bosque. En ese instante, una fuerte tormenta amenazaba con soltar toda su furia sobre la tierra hasta empaparlos.—¡Date prisa, Ethan, corre más rápido! —lo incitó Emma al notar que su hermano se había tropezado con una piedra y se había detenido.—No puedo correr —jadeó el niño de ocho años, con su rizado cabello pelirrojo revuelto y se llevó la mano al tobillo—. Me duele mucho.Emma miró por unos segundos hacia la dirección donde se encontraba la pequeña casa donde vivían. Estaban cada vez más cerca, pero, por momentos, el camino parecía deformarse y el humo de la chimenea se filtraba por el tubo del techo dándole un aspecto siniestro que le provocó un escalofrío.Su madre no les permitía adentrarse en el bosque y, hasta ese instante, siempre h
Diecisiete años después…—Un gran viaje comienza cuando das un primer paso hacia tu destino y estoy segura de que vamos en el camino correcto —murmuró Emma ante la mirada cansada de su hermano.Puede que se estuviera tomando con demasiada seriedad aquel cambio y que estuviera más filosófica que de costumbre, pero en el último año su existencia había sido un caos.A sus veinticinco años, ambos hermanos se sentían perdidos. Sus vidas transcurrieron en la soledad de su cabaña junto al bosque, alejados de la sociedad y bajo la estricta vigilancia de su fallecida madre.La última petición que les hizo fue que se mantuvieran en aquel lugar, que no salieran del bosque y que siempre estuvieran unidos. Al menos, continuaban juntos, en eso no le habían fallado.—Quien no arriesga no gana, ¿no? —Ethan repitió las mismas palabras que Emma le había estado diciendo sin parar durante el último mes—. Quizá mamá exageraba, hemos llegado hasta aquí y quitando esa mirada apreciativa que me echó aquella
La amable anciana no mintió cuando les dijo que ella los llevaría. Les permitió cargar sus pertenencias en el coche y Emma se sentó en el asiento del copiloto a pesar de las expresiones de enfado de su hermano.Ethan era demasiado sobreprotector con ella, siempre lo había sido, pero desde que su madre falleció ese comportamiento se incrementó de forma considerable.Al parecer, a su hermano la adorable anciana le causaba escalofríos y solo accedió a que los llevara porque no tenían otra opción. En algún momento, no supo precisar si habían pasado minutos u horas desde que entraron al coche, ambos se quedaron dormidos.Fue muy extraño, al menos lo era para su hermano ya que él no bajaría tanto sus defensas como para caer en un sueño profundo, pero Emma lo achacó al cansancio del viaje desde Pensilvania a Alaska. Cuando abrió los ojos, el paisaje que había a su alrededor ya no era el de la ciudad.Se encontraban en mitad de las montañas, en una carretera estrecha y con una vista de riscos
Emma sabía que no debía mirar, que era de una pésima educación que sus ojos se movieran de forma involuntaria hacia el miembro viril de ese hombre desnudo. Aunque llamarlo miembro era no darle la importancia adecuada, quizá debía llamarlo un arma de destrucción masiva, un garrote enorme, ¡un hacha! Eso era, ese hombre podría romper troncos con eso que llevaba entre las piernas.Jamás había visto algo así, aunque debía reconocer que su experiencia viendo esas partes del cuerpo masculino eran escasas, o mejor sería decir que eran nulas. Puede que hubiera crecido con su hermano Ethan, pero a ella nunca se le ocurrió pedirle que le mostrara lo que ocultaban los hombres. A Emma lo referente al sexo masculino no le había llamado la atención.Hasta ese momento, porque ese portento de masculinidad que tenía frente a ella la atraía de una forma que no podía explicar con palabras.Quizá se estaba mintiendo a sí misma. Emma podría haber crecido en una familia monoparental, no había tenido un pad
Asher los vio alejarse hacia esa casa sin poder pronunciar ni una sola palabra. Su beta lo sujetaba del brazo con fuerza, aunque si él quisiera soltarse y matar a los intrusos nadie podría detenerlo.Lo único que podría impedirlo sería la casa, porque tenía bastante claro que la protección mágica seguía en pie y no le permitiría entrar. Esa construcción no había permitido que un solo lobo se acercara y esos extraños podían acceder a ella con libertad.En ese instante, lo único que quería era mantener las emociones contradictorias bajo control. Su mente le decía una cosa y su lobo se empeñaba en llevarle la contraria.Nunca, hasta ese momento, estuvo tan en contra de lo que su lobo interno le pedía y menos le costó controlarlo. Estaba fuera de sí y su beta lo sabía, su amigo se daba cuenta del debate interno que estaba viviendo.—Quiero que se vayan hoy mismo —graznó con los dientes apretados mientras sentía que el lobo se negaba a esa petición.—Alfa, no quiero rebatir sus órdenes, pe
Emma tenía tanto miedo que no rechistó y corrió detrás de Ethan para escapar de aquella casa y del extraño pueblo, pero su capacidad física no era tan buena como la de su hermano. Aunque Ethan cargó la maleta más pesada, el peso de la suya la ralentizaba demasiado y hacía que fuera difícil subir la pequeña cuesta que daba salida a la propiedad. El frío, el miedo, la nieve y que sentía que le faltaba el aire, no le pusieron las cosas fáciles, pero su peor enemigo fue el hielo. Emma sintió como sus pies se deslizaban, intentó mantenerse en pie sosteniéndose de la maleta sin mucho éxito y tras varios tropiezos acabó tirada en el suelo nevado. —¡Vete, Ethan! —le pidió como si se ofreciera a un sacrificio—. Yo te seguiré después, pero si no lo hago continúa sin mí. Un recuerdo extraño invadió su mente, como un dejavú. Vio la imagen de su hermano muchos años antes, cuando tenían ocho años. Ambos corrían por el bosque que les había dado cobijo en Pensilvania cuando él tropezó. El rostro q