Capítulo 34

Ethan no podía creer lo que veía. La cabaña estaba reducida a cenizas y solo algunas vigas hacían que una pequeña estructura se mantuviera en pie. El fuego había arrasado con todo y dejó solo un esqueleto de madera carbonizada. El humo todavía se elevaba en el aire, burlón, casi como si se riera de él por no haber llegado a tiempo para ayudar a su hermana.

Los pulmones se le apretaron, y no por el ambiente irrespirable que se esparcía por el aire conforme se acercaba más, lo que sentía era la angustia y el vacío de pensar que su melliza hubiera quedado atrapada en ese infierno.

—¡Emma! —gritó su nombre de nuevo e intentó acceder a lo poco que quedaba en pie de la cabaña, pero Astrid, que lo había seguido, intentó detenerlo—. ¡Suéltame, maldita sea!

—¡No voy a dejar que entres, ahí no queda nada! Ethan, te lo advertí, te dije que cuidaras a tu hermana y no le permitieras acercarse a Asher. Al final, lo que quise evitar ocurrió. Si te calmas te darás cuenta de que aquí no está ella,
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