Capítulo 32. 1

Emma lo miró y, apenas se distrajo, las llamas se acercaron a ellos con demasiada rapidez. Se aferró a él con más fuerza y volvió a concentrarse.

—Si me marcho —pronunció con esfuerzo—. No podré mantener el fuego alejado de ti y no sé cómo pararlo, no voy a irme, saldremos de aquí juntos o no saldremos.

Ella estaba decidida, pero su decisión no fue suficiente, ya podía alejar las llamas, pero el humo se filtró y ambos comenzaron a toser. Aquello provocó que el agarre que Emma tenía sobre su cuerpo se aflojara y sintiera su peso inerte sobre él.

—¡Emma! —gritó.

—No pue-puedo —balbuceó y, antes de que pudiera reaccionar, volvieron a estar rodeados por el fuego.

No iba a permitir que ella muriera, no ese día y de aquella forma tan dolorosa. Un rugido agónico resonó en el aire, colocó sus palmas en el suelo y lleno de furia por verla desmadejada e inconsciente, lanzó la enorme viga que lo aprisionaba lejos de ellos.

Con una rapidez inhumana y sin pensar en el dolor de las quemaduras y her
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