Después de abandonar la oficina de Idan, Cielle se dirigió más temprano de lo usual a su departamento. Aprovechando aquellas horas que le restaban de la tarde, decidió comenzar a estudiar por primera vez el caso. Normalmente debería haber revisado aquel informe antes de tomar la decisión de aceptarlo, pero otra vez había dado riendas sueltas a su ego y hasta cierto punto creyó merecer las consecuencias.
Después de esparcir los documentos sobre la mesa, se colocó los lentes y centró su atención en los expedientes. En definitiva sería ese por mucho, el trabajo más complicada con el que habría de lidiar en los próximos años, y eso era para él una satisfacción. Sabía que si lograba vencer en ese caso de apariencia imposible, ganaría aquello que tanto anhelaba: renombre. Y aunque egoístamente disfrutaba del reto que significaría, no podía evitar quedarse pasmado ante el record criminal que estaría cargando Idan si perdían el juicio. ¿Cómo había cambiado tanto? ¿Dónde estaba el chico que escribía poemas en las páginas de sus cuadernos? El que sonreía como un ángel y le llenaba la casa de margaritas a su madre, ese niño de mirada avellana... ¿Había muerto? Estaba tan enfrascado en sus pensamientos, en el remordimiento y el sentimiento de culpa que permanecía albergado en su corazón, que ni siquiera fue consciente de la persona que ingresaba a su departamento, hasta que esta palmeó la mesa para hacerlo tener un sobresalto. —Estás distraído, D' La Fontaine —reclamó la joven, sentándose en la silla frente a él —. Podría fácilmente haber sido un agresor. —Teniendo en cuenta mi humor actual, creo que el agresor debería tener miedo de mí —comentó burlón, relajando su endurecida expresión —. ¿Has venido a algo en particular? —Sí. Hoy en la tarde Nadine comentó en la oficina que te toca defender a tu ex —movió las cejas de arriba abajo insinuante —. Así que vine a que me cuentes todo. —No puedo creer que Nadine sea tan floja de lengua —entornó los ojos para resoplar. Sabía que los comentarios corrían rápidamente en el bufete, pero jamás imaginó que tanto. No habían pasado muchas horas desde que salió del encuentro con Idan, así de camino a casa decidió llamar a su jefa Nadine y explicarle la situación. Al parecer no había ella perdido ni un segundo de su tiempo para volver todo un entretejido chisme. —Cuéntame —lo incitó su amiga para agarrar su mano y sacudirla de manera insistente. Selene era la más allegada amiga de Cielle, la había conocido en su periodo de estudiante. Ambos asistían a la facultad de Derecho y comenzaron a pasar mucho tiempo juntos. Aunque eran polos totalmente opuestos, habían logrado hacer una maravillosa mezcla, y siete años después incluso trabajan en el mismo bufete. Selene era de ese tipo de abogadas que se saltaba de lleno tomar algún caso complicado, no porque careciera de intelecto, pues eso le sobraba, sino porque a ella le gustaba estar lejos de cualquier estrés. No aspiraba alcanzar ningún reconocimiento con su trabajo, siendo tan desinteresada y despreocupada que a veces Cielle se preguntaba si realmente tenía alguna ambición en la vida. —Sí, es mi ex —respondió el joven abogado después de segundos en silencio. —Nunca me hablaste de él. —Pasó hace mucho tiempo, es algo que trato de no recordar. —¿Tan malo fue? —Por el contrario, fue demasiado bueno, pero no acabó bien. —Así que después de mucho tiempo se reencuentran nada más y nada menos que como abogado y cliente. La vida es tan irónica a veces. —Me preocupa en especial su caso. —Ya oí que es muy complicado, pero aún no sé por qué. —Entre otras cosas porque tiene un hermoso récord de cinco denuncias graves —explicó Cielle para extenderle uno de los informes. —¡Demonios! —chilló sorprendida ojeando el documento —. ¿Es en serio? Está acusado de asesinato, lavado de dinero, tráfico de drogas, posesión ilegal de armas y secuestro. No es una broma el chico. —Me molesta ver en lo que se ha convertido. —Pero ese no es tu problema, si realmente es parte de tu pasado, su presente no debería preocuparte. —No es así de sencillo —suspiró —. En esa historia yo soy el villano. Fui un grandísimo idiota con Idan, era él de ese tipo de personas que desarrollaban fácilmente dependencia emocional, yo lo sabía y aún así lo dejé enamorarse de una manera intensa, lo dejé volverse adicto. —¿Adicto a qué? —A mí, a mi compañía. Cuando debí ayudarlo a ser libre solo lo apresé más —deslizó el dedo por el borde de la taza de café entre sus manos, su mirada se encontraba tan perdida en el contenido de la misma que pareciera que allí, dentro de aquel oscuro café, pudiera ver reflejado el pasado —. Todo eso para al final, irme de su lado sin siquiera despedirme. —Metiste la pata Cielle, te olvidaste de la responsabilidad afectiva. No pretendo consolarte porque realmente te equivocaste. —Lo sé. —Pero el tiempo pasó y existe algo llamado madurar. Él y tú tienen que entender que todos cometemos errores. —¡Sí, Selene! —exclamó exasperado para ponerse de pie en un acto de desesperación —. Sé que tienes razón pero él también la tiene al odiarme. Mi culpa fue romperlo en pedazos y tengo miedo de ver como él mismo los juntó, para crear esto que es ahora. —¿Entonces qué harás? —Aún estoy debatiéndolo. —Abandona este caso, deja que otro se haga cargo. —Nadie más del bufete quiso tomarlo. —Él puede encontrar otro abogado, esa no es justificación. Lo que creo es que tú estás tratando de enmendar tus errores del pasado haciendo esto. —Se lo debo. —Esa no es la manera correcta. Estás haciendo esto solo para consolar tu alma que se siente culpable. Algo así está lejos de ser un acto de bondad, es solo egoísmo. Lo haces por ti no por él, otra vez saldrá herido. Silencio, eso hubo después de las palabras de Selene. Como siempre la castaña tenía los argumentos perfectos, digno de una gran abogada como ella. Cielle sabía que estaba siendo egoísta, siempre lo había sido cuando se trataba de Idan, tanto en el pasado como ahora. Era su ambición la que lo llevaba a cometer tales errores una y otra vez. El persistente sonido del teléfono de Cielle inundó el ambiente. Tomándolo en sus manos comprobó que se trataba de un número desconocido para él. Suponiendo que se trataría de Idan decidió contestar, sin embargo lo recibió una voz irreconocible. —Señor D' La Fontaine. —Hola —respondió con tono cauteloso. —Por buenas fuentes sé que será el encargado de la defensa del señor Evigheden. —Así es. —Por su bien y de todo el que lo rodea, será mejor que se asegure de que Idan Evigheden se pudra en la cárcel. —Que grandísima estupidez —respondió en casi una carcajada irónica —. Si alguien como yo se dejase amedrentar por amenazas como esa, definitivamente no habría elegido ser abogado. No pierda su tiempo conmigo, porque cuando alguien decide ponerme trabas, más me motivo a lograr mis objetivos. Sin permitir al contrario ni respirar una vez más, colgó el teléfono para dejarlo caer bruscamente sobre la superficie de la mesa de cristal. —¿Pero qué ha sido eso? —preguntó Selene. —Acaban de amenazarme para que haga a Idan ir a la cárcel. —Deja ese maldito caso. —No, ya lo decidí, continuaré. —Escucha mis palabras, Idan Evigheden será tu perdición. Dos golpes en la puerta interrumpieron la conversación. Cielle arrugó la frente confundido, no esperaba visitas y el portero nunca dejaba pasar a nadie sin antes avisarle, Selene era la única excepción. Haber recibido una amenaza de muerte tan solo pocos segundos antes, hizo que la situación pasara a ser aterradora. No fue el único que lo creyó, pues al mirar los ojos de su amiga y verlos desorbitados por el temor, supo que ella estaba pensando en exactamente lo mismo que él. Mientras caminaba lentamente hacia la puerta, veía los gestos de la castaña casi implorando que no se atreviera a abrir. —No abras, es un sicario —susurró ella. —¿Por qué un sicario se tomaría la molestia de llamar a la puerta? Armándose de valor se asomó a la mirilla. Soltó una exhalación de alivio para abrir la puerta y dedicarle una mala mirada al visitante. —¿Qué quieres Evigheden? —preguntó entornando los ojos. —Que cálido recibimiento —ironizó para hacerlo a un lado e ingresar al departamento. —No te dije que podías entrar. —Me has dejado entrar incluso entre tus lindas piernas, así que imagino tu casa no es una excepción. Selene carraspeó para hacer notar su presencia. Sabiendo que la conversación entre esos dos posiblemente iría más a lo personal que a lo laboral, decidió escurrirse entre ambos para salir del departamento, cerrando la puerta tras de sí. —¿Qué quieres? —volvió a preguntar Cielle. —Venía a informarte que mañana tendremos nuestra primera reunión como abogado y cliente. Será en mi casa, a las cinco de la tarde. —¿Cuál es la necesidad de venir personalmente? Podías haber mandado un email, tienes mi correo profesional. —Pasaba por aquí —comentó mirando los alrededores —. Lindo apartamento. —Ya vete de una vez. —Será mejor que me escuches, me ha llegado información, el juicio será en tres meses. —¿Por qué lo han aplazado? —Se retrasaron las investigaciones contra mí. Parece que el demandante y principal testigo ha muerto en custodia policial. —¿Murió? —Lo asesinaron —comentó despreocupadamente mientras caminaba por los alrededores mirando el departamento —. Según supe le cortaron la lengua, la policía la encontró clavada sobre la mesa. —¿Según supe? —torció una mueca de incredulidad —. Tuviste algo que ver cierto. —¿Cómo puedes creer algo así de mí? —dramatizó. —Porque te beneficia a ti. —Tienes un buen punto —se encogió de hombros —. Sí, tuve que ver. —Estás enfermo, Idan —lo contempló pasmado para pasarse las manos por el rostro. —Solo un poquitín —le guiñó un ojo juguetón —. Esto apenas comienza así que prepárate, mi niño de ojos bellos, porque todavía quedan cabezas por rodar si quieres ganar este caso.—¡Es un maldito desquiciado! —gritó colérico Cielle, casi al borde de un colapso nervioso. Era tanto aquel incontrolable enojo que incluso sentía sus extremidades entumecidas. —D' La Fontaine, relájate. —Nadine lo sostuvo de los hombros y lo sacudió ligeramente, para hacerlo enfocarse — Llevas media hora en mi oficina gritando como un demente, pero no entiendo nada de lo que dices. —Ese tipo, Evigheden, es un bastardo. —¿Qué sucedió? —preguntó preocupada por el comportamiento histérico del contrario. Nadine era la jefa de Cielle desde hacía dos años. Cuando el joven se graduó y no conseguía empleo en ningún bufete ella le abrió las puertas. Aunque eran un negocio relativamente novato, con el pasar de los años y en parte gracias a él, habían ganado mucha popularidad, auge y por ende clientela de alta categoría. Confiaba mucho en el talento de Cielle, después de tanto tiempo sabía bien el tipo de profesional que era, así como el tipo de persona también. Nunca antes lo había visto en
Cielle se quedó petrificado, sostenía aún el teléfono contra su oído pero tenía la mirada fija en Idan. Mientras contemplaba su rostro se repitió internamente la palabra terrorista unas mil veces, sin embargo aún así no lograba asociarla a él. ¿Cómo podría ser un sucio terrorista? El Idan que él conoció siempre sonreía, soñaba como un niño y vivía la vida sin hacer daño a nadie. —Te llamaré luego —dijo a su amiga y luego colgó. —¿Qué pasa? —preguntó el contrario —. Parece que viste un fantasma. —Sé que soy posiblemente un suicida por hacer esta pregunta, pero ahora mismo no me interesa, yo solo quiero saber algo -suspiró mirando directamente a sus ojos avellana oscuro —. ¿Eres un terrorista?—Vaya —ladeó el rostro —, esa información se supone que no debe ser de tu conocimiento, ni el de nadie —respondió torciendo la boca. —Entonces es verdad —jadeó retrocediendo un paso —. ¿Qué te pasó?—Tú. —Deja de culparme. Nadie es capaz de cambiar tanto por otra persona. —Te sorprendería.
Cielle obvió aquellas palabras, pues aunque no hacía mucho caso a ese hecho, él siempre supo que Idan sería su enemigo. Desde que lo vio por primera vez en días anteriores, desde que contempló el rencor con el que le hablaba y miraba. A pesar de eso nunca trató de hacerse ver a sí mismo como el inocente, Idan podía ser el criminal pero no era el único villano de aquella historia, él también tenía parte de culpa, no solo por corromper a un ángel y volverlo el mismísimo Diablo, sino por ocultar la verdadera razón de su pasada y desesperada decisión. —Sigamos con el cuestionario —se limitó a decir el abogado. Idan asintió, caminó hasta una pequeña mesita de madera donde tenía varias botellas caras de whisky y procedió a servirse un trago. —Entonces háblame de la relación que había entre tú y el principal testigo —volvió a preguntar mientras se colocaba los lentes. —¿Quieres un trago? —extendió un vaso en su dirección pero el contrario negó. —Evigheden, por favor la respuesta.—Oh ci
Una desagradable sensación ascendía desde su estómago, podía incluso saborear en su boca el amargo de su bilis subir casi hasta su garganta. Cielle ni siquiera sabía que se podía sentir tanto miedo, pero allí estaba, cubriendo su boca para no emitir ningún ruido y tratando de calmar su respiración, aunque era casi imposible. Mientras su corazón siguiera latiendo tan desbocado seguiría sintiendo aquella fatiga. Aunque había estado ya anteriormente al borde la muerte, en esta ocasión era mucho peor, quizás porque en aquel entonces no tuvo mucho tiempo de procesar antes de ser apuñalado, pero ahora la tensión lo asfixiaba, se sentía como un animal en el matadero esperando su turno para ser sacrificado. ¿Cuánto se suponía que debía esperar por la ayuda de Evigheden? Su departamento no era tan grande como para mantener entretenidos mucho tiempo a los maleantes, sin duda lo encontrarían antes. La opción correcta desde un principio era llamar a la policía, así que se propuso hacerlo pero s
A Cielle le habían molestado aquellas palabras, la seguridad de Idan al decirlas lo había hecho replantearse hasta sus propios pensamientos. Él sabía que sí eran esos sus temores, mas no le agradaba que nadie los supiera, eso lo hacía sentir vulnerable y él amaba sentirse poderoso, después de todo era considerado un genio. ¿Entonces por qué alguien como Idan podía llegar y simplemente descontrolar sus ideas? Se sintió asqueado de sí mismo por replantearse de alguna manera el absurdo hecho de volver a quererlo, pero a pesar de todo no podía evitar aquella posibilidad, porque la persona frente a sus ojos había sido muy importante para él, incluso si cambió tanto. —No te imaginas las ganas que tengo de golpearte desde que vi la persona en la que te convertiste, quiero sacarte los crímenes a golpes. Es una lástima que sea imposible —confesó el abogado apretando los puños y frunciendo el ceño. —Culpa al destino de nuestro reencuentro, se suponía que no nos veríamos nunca más —respondió c
—Maldito seas Idan, ¿por qué elijes llevarme a un nido de criminales?—La persona que está conspirando en mi contra posiblemente esté allí, dado a lo mucho que sabe sobre mis movimientos asumo que se trata de algún falso aliado. Eres inteligente, puedes serme de ayuda. —No puedo creer las cosas en las que me involucras —se pasó ambas manos por el cabello, exasperado —. Además sabes a la perfección que odio los aviones. —Lo sé, pero estas grandecito como para tolerar un vuelo. El trayecto terminó y llegaron a una pista donde los esperaba un lujoso jet privado, además de dos de los trabajadores de Idan que los acompañarían. Apenas abordar y sin ni siquiera haber despegado sintió todo su cuerpo tensarse y su corazón desbocarse, el temor que le tenía a las alturas no le jugaba una buena pasada cuando se trataba de volar. Durante el despegue se mantuvo rígido en su asiento, con las manos sobre su regazo cerradas en fuertes puños. Lo peor era saber que aquel vuelo duraría un promedio de
Idan se había marchado en dirección al baño, dejándolo allí tendido en el suelo. Cielle aún frotaba su dolorido cuello casi incrédulo de que realmente se hubiese atrevido a hacerle daño. ¿Cómo había llegado tan lejos? Estaba demente si creía que se quedaría así, si Idan deseaba iniciar una guerra entonces no dudaría en darle batalla. Suspiró por décima vez antes de dirigirse hacia la habitación y se dejó caer acostado boca arriba sobre la cama. Cerró los ojos por unos minutos descansando su vista que aún estaba borrosa. Que desagradable sensación aquella, la de estar siendo asfixiado con tal brutalidad, sin embargo no era ese suceso el que hacía que un sabor amargo subiera a su boca, sino la rabia y la ira que se veía obligado a contener. Si algo había aprendido Cielle de sus pocos años como abogado, era a mantener la calma en todo momento, a actuar y pensar con frialdad, a calcular cada situación y decisión antes de ser tomada, y aunque nunca fue impulsivo aprendió una mejor manera
Cielle salió del baño al vestirse, terminaba de acomodar su peinado. Había tardado varios minutos en lograr que su cabello rebelde cediera, para hacerlo lucir más alaciado y peinarlo hacia atrás, pero al final las ondas naturales seguían sobresaliendo, este cayó por los costados de su rostro, y aunque lucía bien de aquella manera no pudo evitar gruñir frustrado. Se encontró a Idan de pie en el balcón, que al notar su presencia volteó a verlo. —Lo sabía, ese color va contigo —aseguró observando lo maravilloso que lucía aquel traje gris con pajarita oscura en él. Cielle tenía un porte muy sofisticado por eso la ropa formal hacía sobresalir esos atributos. —¿Ya nos vamos? —preguntó el abogado acomodando ligeramente sus mangas. —Sí, un auto no espera en la salida.El trayecto en auto fue silencioso. Cielle evitaba a toda costa hacer contacto visual con Idan, el cual parecía ir disfrutando de toda aquella situación. Miraba fijamente al contrario porque sabía que aquello lo ponía incóm