—Maldito seas Idan, ¿por qué elijes llevarme a un nido de criminales?—La persona que está conspirando en mi contra posiblemente esté allí, dado a lo mucho que sabe sobre mis movimientos asumo que se trata de algún falso aliado. Eres inteligente, puedes serme de ayuda. —No puedo creer las cosas en las que me involucras —se pasó ambas manos por el cabello, exasperado —. Además sabes a la perfección que odio los aviones. —Lo sé, pero estas grandecito como para tolerar un vuelo. El trayecto terminó y llegaron a una pista donde los esperaba un lujoso jet privado, además de dos de los trabajadores de Idan que los acompañarían. Apenas abordar y sin ni siquiera haber despegado sintió todo su cuerpo tensarse y su corazón desbocarse, el temor que le tenía a las alturas no le jugaba una buena pasada cuando se trataba de volar. Durante el despegue se mantuvo rígido en su asiento, con las manos sobre su regazo cerradas en fuertes puños. Lo peor era saber que aquel vuelo duraría un promedio de
Idan se había marchado en dirección al baño, dejándolo allí tendido en el suelo. Cielle aún frotaba su dolorido cuello casi incrédulo de que realmente se hubiese atrevido a hacerle daño. ¿Cómo había llegado tan lejos? Estaba demente si creía que se quedaría así, si Idan deseaba iniciar una guerra entonces no dudaría en darle batalla. Suspiró por décima vez antes de dirigirse hacia la habitación y se dejó caer acostado boca arriba sobre la cama. Cerró los ojos por unos minutos descansando su vista que aún estaba borrosa. Que desagradable sensación aquella, la de estar siendo asfixiado con tal brutalidad, sin embargo no era ese suceso el que hacía que un sabor amargo subiera a su boca, sino la rabia y la ira que se veía obligado a contener. Si algo había aprendido Cielle de sus pocos años como abogado, era a mantener la calma en todo momento, a actuar y pensar con frialdad, a calcular cada situación y decisión antes de ser tomada, y aunque nunca fue impulsivo aprendió una mejor manera
Cielle salió del baño al vestirse, terminaba de acomodar su peinado. Había tardado varios minutos en lograr que su cabello rebelde cediera, para hacerlo lucir más alaciado y peinarlo hacia atrás, pero al final las ondas naturales seguían sobresaliendo, este cayó por los costados de su rostro, y aunque lucía bien de aquella manera no pudo evitar gruñir frustrado. Se encontró a Idan de pie en el balcón, que al notar su presencia volteó a verlo. —Lo sabía, ese color va contigo —aseguró observando lo maravilloso que lucía aquel traje gris con pajarita oscura en él. Cielle tenía un porte muy sofisticado por eso la ropa formal hacía sobresalir esos atributos. —¿Ya nos vamos? —preguntó el abogado acomodando ligeramente sus mangas. —Sí, un auto no espera en la salida.El trayecto en auto fue silencioso. Cielle evitaba a toda costa hacer contacto visual con Idan, el cual parecía ir disfrutando de toda aquella situación. Miraba fijamente al contrario porque sabía que aquello lo ponía incóm
—¡D' La Fontaine! —exclamó con fuerza Idan haciendo al abogado y su acompañante voltear a él sorprendidos. Cielle le dedicó una mirada de enojo, se apresuró en llegar a él para de cerca hacerle un reclamo. —No me grites al llamarme, yo no soy tu mascota Evigheden —advirtió señalándolo con el dedo. —¿Dónde estabas? —preguntó entre dientes el criminal, con la mirada fija en el joven que permanecía a unos pies de distancia tras de Cielle. —¿Y eso a ti qué te importa? —se cruzó de brazos.—Estaba conmigo —contestó Fabio, acercándose con una sonrisa de labios amplia mirándolo fijamente. —¿Acabas de sonreír con los ojos abiertos? —Idan lo miró fulminante —. Si vas a mentir hazlo mejor frente a mí —advirtió acercándose a él amenazante, pero siendo detenido por el ojiazul que agarró su brazo. —Evigheden basta, ¿qué estás diciendo? —cuestionó el que aún lo sostenía, evitando el puñetazo que quería clavar en la mandíbula de Fabio. —Está mintiendo —aseguró el criminal —. Eres tan idiota q
Idan se dejó caer en el suelo, sosteniendo a Cielle que permanecía inconsciente. El rostro del abogado comenzaba sonrojarse más de lo normal y su ritmo cardíaco ascendía peligrosamente. Una persona como él no sabía que se podía tener tanto miedo, pero así era. Estaba paralizado, viendo como lentamente comenzaba a morir en sus brazos y no sabía qué hacer. —¿Qué le diste? —preguntó a Fabio, que se había arrastrado para sentarse con la espalda recostada a la pared de la glorieta. —Creo que lo olvidé —pronunció de forma chantajista. —¡Dime, maldita sea! —gritó de tal manera el criminal, que los guardias que custodiaban la zona lograron escucharlo. —¿Cosa sta succedendo qui? (¿Qué está sucediendo aquí?) —cuestionó el guardia al ver las condiciones de Fabio. —¡Cerca mio padre! (¡Busca a mi padre!) —exigió Idan. El guardia asintió y dio media vuelta para echar a correr en dirección a la mansión. —Aguanta un poco por favor —susurró mientras acariciaba el cabello de Cielle, notando lo
Después de obtener la información que deseaba, Idan se marchó dejando a Fabio en manos de los deseos de su padre. Lo que le sucedería después no era de su conocimiento y tampoco de su importancia. Él mismo se había colocado la soga al cuello, en el preciso momento en que pensó que sería una buena idea infiltrarse en una reunión de la mafia, y cometer semejante locura esperando no tener repercusiones. Debía estar demente, o peor, totalmente desesperado. Era extraño creer que venía directamente por Cielle. ¿Cómo supo que estaría allí? ¿Sería que lo seguía desde mucho antes? La idea de creer que sí era preocupante. Uno de los guardias se acercó a él y le entregó un teléfono con una fotografía, explicándole que se trataba de un tatuaje que portaba Fabio en la espalda, se le hizo inusual en ciertos aspectos. Además de eso sería la manera de identificar si alguien de los allí presentes lo había ayudado a ingresar. Llegó al salón donde unos minutos antes se estaba llevando a cabo la fi
Después del incidente con Cielle, Idan consultó a un especialista recomendado. El hombre explicó al joven que debido a un traumatismo craneal resultado del accidente en su niñez, Cielle había podido perder la memoria de sus seis años de vida anteriores. También que los recuerdos podían regresar a largo o corto plazo, o simplemente no hacerlo jamás. Cuando el criminal le explicó el suceso de la mañana, el médico comentó que a veces la propia mente bloquea los recuerdos si estos fueron demasiado traumáticos, pero que sin embargo eso no quería decir que los recuerdos no estuviesen, significaba que estaban ocultos y algunas situaciones podían hacerlos salir a la luz. El joven D' La Fontaine era un caso bastate especial mas no el único que había padecido de algo así. Aunque al saber el nombre de Fenith tuvo un recuerdo recurrente, la conmoción lo hizo perder la conciencia, y despertarse sin recordar lo que había dicho cuando recuperó parte de su memoria. Ahora lo único que sabía el joven
Cielle se sentó en uno de los muebles de la sala, Selene lo imitó instando a que continuara contándole los motivos de su molestia, pero sobre todo tratando de convencerlo de decirle a Idan la verdad. —Debes decirle todo —aseguró la amiga —. Si él sabe la verdad entonces acabará ese rencor que existe entre ustedes. —No puedo —sentenció negando fervientemente —. Durante todos estos años el odio que creció en su interior por mí, ha sido su motor impulsor. Él me culpa por la forma en la que ha tenido que vivir y eso le brinda consuelo. Si descubre la verdad entonces dejará de ser la víctima de la historia. —Por supuesto, pues villano será su padre. —¿Crees que no he pensado esa posibilidad? Desde que lo volví a ver lucho contra la idea de decirle. No quiero que enfrente a su padre, porque tengo miedo de las represalias que pueda tomar ese hombre en mi contra. Además Idan ya está hasta el cuello de ese mundo, no es como que pueda solamente dejarlo y dudo que quiera hacerlo. —Dios mío,