Cielle se sentó en uno de los muebles de la sala, Selene lo imitó instando a que continuara contándole los motivos de su molestia, pero sobre todo tratando de convencerlo de decirle a Idan la verdad. —Debes decirle todo —aseguró la amiga —. Si él sabe la verdad entonces acabará ese rencor que existe entre ustedes. —No puedo —sentenció negando fervientemente —. Durante todos estos años el odio que creció en su interior por mí, ha sido su motor impulsor. Él me culpa por la forma en la que ha tenido que vivir y eso le brinda consuelo. Si descubre la verdad entonces dejará de ser la víctima de la historia. —Por supuesto, pues villano será su padre. —¿Crees que no he pensado esa posibilidad? Desde que lo volví a ver lucho contra la idea de decirle. No quiero que enfrente a su padre, porque tengo miedo de las represalias que pueda tomar ese hombre en mi contra. Además Idan ya está hasta el cuello de ese mundo, no es como que pueda solamente dejarlo y dudo que quiera hacerlo. —Dios mío,
Cielle mordió su labio inferior conteniendo las emociones que nublaban su juicio, pidiéndole hacer un reclamo a Idan. Pidiéndole contar la verdad del porqué se marchó, pero se contuvo, y para hacerlo sus dientes se ciñeron con tal fuerza a su labio, que terminaron por cortarlo ligeramente y hacer una gota de sangre resbalar por su belfo. —Si quieres decir algo solo dilo —pronunció Idan levantándose de su silla para mirar de cerca el labio herido del abogado —. Sea lo que sea está atormentándote lo suficiente como que que llegues a estos extremos —señaló su pequeña herida. —Estoy bien, no tengo nada que decir y no me duele. —¿Seguro de que no te duele? —preguntó incrédulo y Cielle asintió en respuesta —. Vamos a comprobarlo —se acercó y lamió por sobre la herida, saboreando el metálico de aquella sangre, para luego succionar ligeramente. El abogado cerró con fuerza los ojos, soltando un pequeño quejido de dolor en respuesta. —Sí duele —confesó finalmente para que Idan se alejara.
—¿Te das cuenta de lo que eso significa verdad? —pronunció Idan con seriedad. —Sí, al parecer mis padres y por ende yo, éramos miembros de Fenith. —¿Y por qué te buscarían? —Quizás mis padres eran desertores de la organización, estaban dándoles caza y huían cuando tuvimos el accidente. Es solo una suposición. —Solo eras un niño, no habría razón para que aún vengan tras de ti. Además cuando interrogué a Fabio él dijo que te perseguían porque tú eras la clave. —¿La clave de qué? —arrugó la frente. —Si lo supiera te diría. —Maldición —resopló —, no se detendrán, volverán. —No pasa nada, mientras me seas de utilidad yo te ayudaré. Se abstuvo de decir nada más, pero aquellas palabras no le daban mucha esperanza. Tampoco quería ser la damisela en peligro de nadie, ni que su vida dependiera de la protección de Idan, menos cuando sabía que el criminal también era un enemigo. Cielle caminó hacia la puerta para marcharse, pero antes de poder salir la voz de Idan lo detuvo.
La manera en la que Joan miraba a Cielle era bastante chantajista. El abogado sin embargo esbozaba una sonrisa de desinterés increíble, era una suerte que Joan no fuera tan bueno como Idan leyendo expresiones faciales, porque sino se habría dado cuenta en su cara la rabia que enmascaraba tras esa sonrisa. Habría visto lo tenso que estaban sus músculos faciales, y como su ojo izquierdo temblaba descontroladamente. —¿Está todo bien? —preguntó Joan tomando asiento sobre el sofá, cruzando elegantemente una pierna por sobre la otra —. Espero no haber arruinado tus planes. —Para nada, nadie es capaz de arruinar mis planes jamás —comentó despreocupado pero con un deje venenoso en su voz. —Muy bien —miró la percha que estaba a su lado —. ¿Esto es un smoking? Si no te molesta lo usaré yo, es que no cargo conmigo nada que ponerme y como tú ya no irás. —Por supuesto tómalo, no es como que lo necesitara. Ahora si me disculpas tengo que salir. Cielle salió del departamento con una expresi
Cielle miró ligeramente sorprendido a su acompañante. El abogado ya sospechaba que Micah lo había llevado con algún objetivo, pues conocía el desagrado que sentía el pelirrubio hacia él, así que jamás hubiera aceptado ayudarlo sin recibir algo a cambio. Bajaron los dos las escaleras, llegando hasta el salón de la fiesta. El lugar estaba decorado en su totalidad con blanco y azul rey. Todos los invitados estaban organizados por mesas y en medio había una pequeña pista de baile. Una banda de música clásica tocaba una melodía que le brindaba al ambiente serenidad. Cielle buscó con la mirada a Idan, hasta que lo encontró en una de las mesas delanteras de la izquierda. Estaba tan enfrascado en su conversación con Joan que no había notado todavía la presencia del abogado. La manera armónica en la que sonreían hizo su estómago retorcerse. Micah siguió con la vista hacia donde miraba Cielle tan enfrascado. —¿Lo conoces? —cuestionó el de cabellos rubios. —¿A quién? —A Joan. —No mu
Cielle se removió molesto, sin embargo Idan permanecía en la misma posición, apresándolo con su cuerpo. —Quítate de una vez Evigheden —ordenó molesto. —Eso quisiera pero el efecto de la droga todavía no pasa, apenas puedo mantenerme en pie y ahora mismo si me quito caeré al suelo. —Maldición —gruñó —. No me digas que tendré que llevarte. —Eso hubieses pensado antes de incendiar mi edificio. —Estás siendo sarcástico y te arrojaré al suelo. —Oh no, no lo harás. Vas a llevarme a casa y ayudarme con la policía. —¿Qué te asegura que lo haré? —El hecho de que te encantará saber lo que descubrí respecto a tus padres y tu lindo tatuaje —aseguró malicioso. —¿Qué has descubierto? —preguntó desesperado. —Te diré, pero cuando vayamos en el auto rumbo a casa. Cielle bufó inconforme, pero aún así deseaba conocer lo que Idan descubrió, eso le importaba mucho más que su orgullo en aquellos momentos. Agarró el brazo del criminal y lo pasó por sobre su hombro para ayudarlo a camin
Idan deslizó su dedo por el contorno del labio inferior del abogado, fue delicado y sutil. —Voy a besarte —confesó mientras se acercaba pero sin querer hacerlo sin el consentimiento de Cielle. —Hay veces en que solo debes hacerlo, sin esperar una aprobación —sentenció el abogado para ser él quien se lanzara con ímpetu sobre los labios del criminal. El ascensor se había abierto y nuevamente vuelto a cerrar, ambos habían perdido la noción de ello, pues estaban desechos en un beso impetuoso y salvaje, tan sublime como aquel sentimiento que los uniría por toda la vida. La mezcla del amor y el odio no siempre sería obsesión, al menos no en ellos dos. La mezcla de su amor y su odio solo dio como resultado un amor herido, que pedía a gritos ser sanado. Aquel beso parecía no tener fin. Quizás era porque ninguno quería finalizarlo. Solo se separaban por cortos instantes para mirarse a los ojos y regalarse cómplices sonrisas, para luego volver a fundir sus labios de una manera ardient
Cielle estaba en su habitación tendido sobre la cama con la mirada fija en el techo. Una de sus manos estaba sobre su frente y la otra descansaba en su abdomen. Respiró profundamente soltando un suspiro desgarrado, más de lo que esperó. Le preocupaba la manera en que sus emociones se habían vuelto inestables en los últimos días. Desde su reencuentro con Idan era como si ese muro invisible a su alrededor, se hubiese derribado. Ese control que tenía sobre sí mismo desapareció. Ya no era inmune a las influencias de otra persona, al menos no a las de él. Era bastante tarde, luego de tomar un baño, Cielle había preparado un aperitivo con las pocas cosas que encontró en la nevera, cenó y dejó a Idan la cena en su habitación. Idan no le dirigió palabra más que para agradecerle. Después de eso regresó el abogado a su habitación. Transcurrían las horas, daba vueltas y vueltas sobre la cama sin lograr conciliar el sueño. Después de interminables intentos por dormir y varias maldiciones po