El médico les permitió darle una visita rápida a Cielle, pues tendría que someterse a un gran número de exámenes luego de despertar. Micah y Osiris entraron en la habitación, no sin antes avisarle a Selene que finalmente había despertado. —¿Cómo te sientes? —preguntó Micah con una sonrisa de labios. —Sovsem zaputalsya. (Completamente confundido) —respondió haciendo una mueca de dolor. —Está hablando ruso. —Micah abrió los ojos sorprendido. —Oh no, se restableció de fábrica —comentó Osiris negando —. Quizás si volvemos a golpearlo en la cabeza recuerde como hablar nuestro idioma. —Dime que estás bromeando —pidió Micah, pero al ver a Osiris buscado en la habitación algún objeto contundente lo reprendió —. ¡No puedo creer que lo digas en serio! —¿Por qué no? —se encogió de hombros. —Debemos decirle al doctor. —Cállense de una vez —pidió Cielle y ambos voltearon rápido a verlo —. No olvidé como hablar, pero mi cabeza me está matando y ustedes estorban. —¿Nos recuerdas?
Los días transcurrieron fugaces, después de innumerables terapias Cielle había recuperado la movilidad de las piernas y sus citas con el psiquiatra había dado frutos, la cuestión era... ¿Qué tipo de frutos? Durante aquel período de semanas no permitió que nadie más lo visitara, siendo así que Idan se veía en la obligación de mantenerse alejado, cosa que aceptó sin muchas quejas. Él quería darle tiempo suficiente a Cielle para sanar todo el dolor que debía estar experimentando en aquellos momentos, sin embargo, no podía negar que se preocupaba bastante luego de las primeras palabras que escuchó salir de los labios de Cielle después de que este despertara. Quizás estaba paranoico pero cuando vio aquella mirada y la manera en la que se expresó, sintió que lidiaba con una persona totalmente diferente y eso le causó un terrible temor. Dado a que Idan pagaba los gastos del hospital, le fue avisado con antelación el día en que sería dado de alta el abogado, así que no dudó en ir a buscarl
Idan estaba estupefacto, y para cuando Cielle llegó frente a él aún no había podido asimilar aquella situación sin que pareciera totalmente descabellada. —¿Por qué? —preguntó en un casi quejido, su voz abandonó sus labios tan rota que daba lástima. —El porqué es algo que no entenderías —respondió el abogado encogiéndose de hombros. —Tenías tantas opciones y los elegiste a ellos. Ellos que por años han sido tu perdición —dijo incrédulo Idan. —¿Qué opción debía elegir entonces? ¿A ti, el hijo del asesino de mis padres? Yo sé que tienes conocimiento de lo que hizo, aún así tu reacción no fue la que esperé, mientras sigas aliado a su mundo serás mi enemigo. —Han pasado muchas cosas que desconoces, Cielle. —¿Cielle? —arrugó la frente y negó con el dedo —. Cielle D' La Fontaine no existe, de hecho nunca fue real. Mi nombre es Maxim Stepanov, recordar fue bueno para mí. Los disparos se detuvieron, al parecer la invasión de Fenith al lugar había tenido éxito total, ellos ganaron.
Con el paso de los días, Idan perdió cada esperanza que albergaba de salvar a Cielle. Incluso había desistido de su idea de averiguar dónde se hallaba el escondite de Fenith, pues sentía que arriesgaría su vida en vano al trata de rescatar a alguien que sin duda no quería ser rescatado. Gracias a Micah se mantenía al tanto de todos los movimientos que estaba haciendo Fenith y con cada nueva noticia se sorprendía más, la organización se había tornado increíblemente agresiva, atacando sin piedad alguna todas las bases y a los líderes del crimen organizado que regían en New York. Sin lugar a dudas sabía que aquello era obra del abogado, su odio hacia la mafia era notorio y estaba tomando venganza incluso contra aquellos que no tuvieron una participación en la muerte de sus padres, quizás era su manera de hallar consuelo, de encontrar la paz. Porque después de días Idan al fin logró entender lo que le había sucedido realmente a Cielle; al recuperar el pasado el abogado había perdido la p
¿Renunciar a él? Idan ni siquiera tuvo que pensar demasiado aquella petición, la respuesta era no, en todas las maneras posibles. Él jamás renunciaría a Cielle, ni siquiera cuando pasaron siete años sin verse, ni siquiera cuando albergó tanto resentimiento, ni aun así dejó de amarlo. —Nunca —se limitó a responder negando con la cabeza —. No me pidas algo como eso porque sabes que es imposible. —No puedes impedirlo. —Puedo y lo haré si es necesario. Es irónico, hubo un momento en que tuve dudas —confesó en un suspiro —. Hasta esta mañana creí que debía dejarte con ellos, darme por vencido pues era el camino que elegías, pero ahora que sé que no es verdad no dejaré que tomes esa decisión. —Esto no es solo por tí, amenazan la vida de mis padres —bajó la mirada mordiendo su labio frustrado. —Déjame ayudarte. —No hay nada que puedas hacer, tampoco aceptaría la ayuda de tu gente —dijo está última palabra con asco. Él jamás perdonaría a Leonardo y su séquito por lo que sucedió
Dos semanas habían trascurrido en total armonía, una casi irreal. Cielle no podía creer que Fenith no lo hubiese molestado ni intentado recuperarlo a la fuerza. Además gracias a la tranquilidad de la que disfrutaba, había logrado controlar los cambios de temperamento y descontrol emocional causados por la agresiva recuperación de sus recuerdos. Osiris se presentó ante ellos y pidió disculpas al abogado e Idan, por la decisión errónea que tomó al principio. Cielle no tardó en perdonarlo pues sabía que en el fondo era una buena persona y sobre todo porque vio verdadero arrepentimiento en su mirada. Micah por otra parte se mostró más renuente a concederle el perdón tan fácilmente, obligándolo a ganárselo a base de actos que demostraran su sentir. Durante ese tiempo muchas cosas cambiaron para Cielle, siendo así que incluso logró hacer las pases con Joan. Aunque al principio se negaba a siquiera dirigirle la palabra al modelo, Idan lo había convencido luego de explicarle el porqué del
New York, Estados Unidos 2 años después .... La primavera había llegado y bañado la gran ciudad con su dulce aroma. Corría una brisa cálida que traía consigo el aire de la naturaleza en Central Park. Cielle llevaba un libro entre sus manos, caminaba con lentitud por la acera dando cortos pasos, regresaba de una librería luego de encontrar aquel libro que llamó mucho su atención. Se trataba de El Proceso, de Franz Kafka. Se quedó ensimismado al ver dos niños pasar por su lado, eran pequeños, de aproximadamente seis o siete años de edad, tenían sus manos tomadas y caminaban junto a unos adultos. En los labios del abogado se dibujó una sonrisa amplia, los niños siempre le habían parecido la cosa más hermosa del mundo. Dos pasos más y se detuvo, su teléfono comenzó a sonar repetidas veces. Miró la pantalla comprobando que se trataba de Micah. —Hola —contestó continuando su andar. —¡D' La Fontaine eres el mejor! —chilló —. Me enteré de que ganaste el caso de la señora Rebecca,
Dicen que para que el mundo sea mundo deben existir todo tipo de personas, la diversidad es la que hace la existencia exótica. Sin embargo, la mayoría de los seres humanos son tan impredecibles, que nunca llegan a conocerse ni a sí mismos. Siendo así que el camino hacia el hallazgo de la propia identidad, está pavimentado en temores e inseguridades. Cielle se sentía en total control de su vida, de su personalidad y sus emociones. A tan solo dos años de haberse graduado, sobresalía como uno de los abogados jóvenes en ascenso dentro de todo New York. Aunque carecía de renombre, poco a poco su talento en los tribunales se hacía pasar de boca en boca, logrando ser tachado como un genio de habilidades innatas. Mas, el control que mantenía sobre su vida, parecía haber desaparecido en cuestión de instantes. Aquello no fue para nada de su agrado, menos aún al hallarse en una situación que le resultó tan dolorosa como inesperada.Un día antes le había sido informado en el bufete donde trabaj