Una desagradable sensación ascendía desde su estómago, podía incluso saborear en su boca el amargo de su bilis subir casi hasta su garganta. Cielle ni siquiera sabía que se podía sentir tanto miedo, pero allí estaba, cubriendo su boca para no emitir ningún ruido y tratando de calmar su respiración, aunque era casi imposible. Mientras su corazón siguiera latiendo tan desbocado seguiría sintiendo aquella fatiga. Aunque había estado ya anteriormente al borde la muerte, en esta ocasión era mucho peor, quizás porque en aquel entonces no tuvo mucho tiempo de procesar antes de ser apuñalado, pero ahora la tensión lo asfixiaba, se sentía como un animal en el matadero esperando su turno para ser sacrificado.
¿Cuánto se suponía que debía esperar por la ayuda de Evigheden? Su departamento no era tan grande como para mantener entretenidos mucho tiempo a los maleantes, sin duda lo encontrarían antes. La opción correcta desde un principio era llamar a la policía, así que se propuso hacerlo pero se detuvo al escuchar a alguien ingresar en la habitación. Ahogó un jadeo y se acurrucó más contra la pared del armario. Se preguntaba cómo habían hecho aquellos maleantes para entrar al edificio sin ser notados, o que el portero los dejara pasar. Sin embargo, recordó que Idan había pasado sin problema alguno, así que supuso el portero había sido nuevamente sobornado, o en ese caso posiblemente amenazado. Temblaba mientras oía los lentos pasos contra el suelo, pero de pronto se escuchó un fuerte sonido provenir de la sala, fue un grito seguido por un disparo. El hombre en la habitación salió corriendo al escucharlo y nuevamente se oyó otro disparo. Esta vez Cielle no contuvo una exclamación de horror para cubrirse los oídos. Un repentino sosiego inundó el lugar. El joven aguardó en total silencio mientras escuchaba atentamente en busca del más mínimo indicio de voz. Al no percibir nada se debatió entre si salir o no, desconocía el panorama que podía estar aguardándolo, además temía caer redondo en una trampa y delatar su ubicación él mismo. Transcurrieron minutos en paz, hasta que escuchó como si algo estuviera siendo arrastrado en el suelo, luego algunas voces entre las que pudo distinguir una familiar. Salió con suma cautela y caminó hasta la puerta de la habitación, la abrió lentamente y se asomó por la rendija, pudo distinguir una figura de pie en medio de la sala. Trató de asomarse más pero tropezó con su propio pie y terminó cayendo hacia el frente, casi a los pies de aquella persona. Escuchó una risita burlona y levantó la vista para ver a Idan frente a él. —Ahora mismo estarías muerto por tu torpeza —se burló el criminal viéndolo aún tendido en el suelo. —¡Oh Dios, eres tú! —jadeó aliviado poniéndose de pie con rapidez —. Tenía tanto miedo —confesó dejando por primera vez brotar todo el terror que había sentido y permitiendo que algunas lágrimas escaparan de sus ojos. —Todo está bien. —Idan se acercó y lo envolvió en un abrazo, rodeó su cintura con una de sus manos y con la otra acarició lentamente su cabello, sabiendo lo mucho que aquello lo reconfortaba. —No sé qué habría sido de mí si no venías —pronunció sorbiendo por la nariz y alejándose un poco para mirarlo a la cara. —Esa no era una posibilidad —sonrió deslizando el pulgar por su mejilla, limpiando el rastro lágrimas. En ese preciso instante el tiempo pareció detenerse, qué tan infantil podía sonar aquello, pero aún así de esa manera se sintieron. Observándose mutuamente tan de cerca, en una situación en la que sus problemas personales y sus rivalidades no se oponían, en ese momento solo se vieron como lo que realmente eran, dos personas que se amaron de una manera tan ferviente y sincera, que dolía incluso recordarlo. Por primera vez desde su reencuentro no eran un abogado y su cliente, no eran dos seres que se odiaban a muerte, solo eran ex amantes que tuvieron que decirse adiós en el pasado sin haber dejado de amarse. A pesar de los rencores Cielle fue capaz de reconocer algo que no había cambiado ni siquiera siete años después, y es que el ahora criminal siempre estaba cuando lo necesitaba. Idan siempre caminaba hacia él y Cielle siempre se alejaba. —Quiero besarte —dijo Idan sin nada de vergüenza, mientras deslizaba su dedo por el labio inferior del abogado. No era él de los que escondía sus intenciones, pero nunca se atrevería a besarlo o tocarlo sin su consentimiento, ni antes ni ahora. —No —respondió Cielle dando un paso atrás para alejarse —. Te estoy realmente agradecido por salvarme, pero no te aproveches de la situación. Sí, la pasé mal, sí, estaba aterrado y esperaba por tu ayuda, pero no me trates como la damisela en peligro que le dará un beso amoroso a su héroe. —No amoroso, los prefiero húmedos y apasionados —mordió su labio inferior. El abogado torció la boca para ignorarlo. Todo el ambiente que se construyó entre ambos se había derrumbado para dar paso a la usual tensión y las asperezas. Se alejó mientras limpiaba sus lágrimas con el dorso de sus manos y caminaba mirando el estado de su hogar. Estaba destruido, no había nada en pie ni siquiera las ventanas. Ver su hogar de tantos años y todos sus esfuerzos reducido a pedazos de aquella manera, le dolió profundamente. Sin duda el departamento no estaba habitable, y ya sabían que vivía allí, así que posiblemente vendrían a buscarlo otra vez y no correría con la misma suerte. Fue mirando el departamento que notó salpicaduras de sangre en el suelo, desde charcos hasta manchas que se extendían hacia la puerta, en señal de que habían sido arrastrados cuerpos heridos. —Evigheden —señaló la sangre —, ¿qué ha pasado? —¿De verdad quieres saberlo? —Debo hacerlo. —Mis hombres los mataron. —¿Y los cuerpos? —Han sido llevados hacia los autos, debemos deshacernos de ellos. —¿Cómo es que llegaron tus hombres tan rápido después de mi llamada? —Tengo algunos vigilando el perímetro y cuando me llamaste les pedí ocuparse, mi llegada tardaría más. —Es decir que me vigilas. —Es decir que te protejo, puedes estar seguro de que nadie te espía, solo hacen una revisión una vez al día de los alrededores del edificio para evitar cosas como estas. —¡Esto es un desastre! —terminó por exclamar, dejándose caer sentando en el suelo y revolviendo su cabello algo exaltado —. Los vecinos han de haber escuchado los disparos, llamarán a la policía y no sé cómo explicar la sangre en el suelo. —Eres abogado, debes tener una buena excusa. —No es tan sencillo, bastardo. —Yo puedo ayudarte, pero tendrás que darme algo a cambio. —¿Algo como qué? —achicó los ojos, desconfiado. —Aún no lo sé, pero me deberás una. —Deberte algo a ti no es recomendable —se puso de pie —. Además estoy defendiéndote, evitaré que vayas a la cárcel. —Y yo estoy pagándote, muy generosamente. —¿Cómo sé que no me pedirás algo raro? —Define: Algo raro —elevó una ceja. —Sabes de lo que hablo, Evigheden. —Oh vamos, podría pedirte una mamada pero no es algo que no hayas hecho antes —apretó los labios evitando sonreír, pues la expresión que se dibujó en el rostro del contrario le había causado mucha gracia. —Vete —señaló la puerta —, no me ayudes, cuando venga la policía diré toda la verdad. Diré que me atacaron y aún no sé por qué, pero que tú te encargaste de esos hombres. —¿En serio? —torció los labios a un lado —. ¿Cuántos hombres eran? ¿Dónde están sus cuerpos? ¿Por qué te atacaron? Todas esas preguntas te harán y no sabes ninguna respuesta, lo cual te llevaría a ser el principal sospechoso. —Te odio. —Oh por cierto, también puedo hacer que te culpen de esto y vayas a parar a la cárcel, así seremos compañeros de celda. —Maldito. —Cielle perdió todo su autocontrol y se lanzó sobre Idan. Lo agarró por el cuello de la camisa y lo atrajo cerca de su rostro. —¿Vas a golpearme? —preguntó burlón. —Eso quiero —aceptó en un gruñido. —Hazlo si puedes. —No me subestimes. —Nunca lo he hecho, sé que eres una pequeña víbora, D' La Fontaine —lo miró a los ojos. —¿Me ayudarás o no? —¿Aceptarás lo que pido o no? —preguntó de la misma manera. Cielle lo pensó mucho antes de dar cualquier respuesta. Idan era muy impredecible, por lo que deberle una no lo dejaría bien parado, quién sabía lo que podía pedirle y en qué situación. Mas, no tenía muchas opciones, lo necesitaba si quería salir de esa. —Está bien —suspiró desganado dándose por vencido y soltándolo —. Cuando necesites que te devuelva el favor lo haré. —¿Lo que sea? —Lo que sea —contestó de mala gana apretando los dientes. —Perfecto, lo tendré en cuenta —le guiñó un ojo —. Ahora vámonos. —¿A dónde? —A mi casa, te quedarás conmigo por ahora. —No viviré contigo, Evigheden. —Lo harás. —No lo haré. —Estos tipos que te atacaron hoy son solo una pequeña porción de todo lo que viene por ti. Si quieres vivir tendrás que venir conmigo. —No quiero mudarme a tu Infierno, ni formar parte de él. —No, no es eso, lo que pasa es que tienes miedo, miedo de que te guste mi Infierno, miedo de volver a querer al Diablo. Tú Cielle, temes amar como te queman mis llamas y volverte adicto a ellas, porque sabes que eso puede pasar en cualquier momento —sostuvo el mentón del abogado para colocar su rostro a centímetros —. Te aconsejo que tengas cuidado, mi niño de ojos bellos, el yo de ahora no te ha visto en siete años y trae una deliciosa mezcla de deseo y resentimiento, que quiere desquitar de maneras que no te imaginas.A Cielle le habían molestado aquellas palabras, la seguridad de Idan al decirlas lo había hecho replantearse hasta sus propios pensamientos. Él sabía que sí eran esos sus temores, mas no le agradaba que nadie los supiera, eso lo hacía sentir vulnerable y él amaba sentirse poderoso, después de todo era considerado un genio. ¿Entonces por qué alguien como Idan podía llegar y simplemente descontrolar sus ideas? Se sintió asqueado de sí mismo por replantearse de alguna manera el absurdo hecho de volver a quererlo, pero a pesar de todo no podía evitar aquella posibilidad, porque la persona frente a sus ojos había sido muy importante para él, incluso si cambió tanto. —No te imaginas las ganas que tengo de golpearte desde que vi la persona en la que te convertiste, quiero sacarte los crímenes a golpes. Es una lástima que sea imposible —confesó el abogado apretando los puños y frunciendo el ceño. —Culpa al destino de nuestro reencuentro, se suponía que no nos veríamos nunca más —respondió c
—Maldito seas Idan, ¿por qué elijes llevarme a un nido de criminales?—La persona que está conspirando en mi contra posiblemente esté allí, dado a lo mucho que sabe sobre mis movimientos asumo que se trata de algún falso aliado. Eres inteligente, puedes serme de ayuda. —No puedo creer las cosas en las que me involucras —se pasó ambas manos por el cabello, exasperado —. Además sabes a la perfección que odio los aviones. —Lo sé, pero estas grandecito como para tolerar un vuelo. El trayecto terminó y llegaron a una pista donde los esperaba un lujoso jet privado, además de dos de los trabajadores de Idan que los acompañarían. Apenas abordar y sin ni siquiera haber despegado sintió todo su cuerpo tensarse y su corazón desbocarse, el temor que le tenía a las alturas no le jugaba una buena pasada cuando se trataba de volar. Durante el despegue se mantuvo rígido en su asiento, con las manos sobre su regazo cerradas en fuertes puños. Lo peor era saber que aquel vuelo duraría un promedio de
Idan se había marchado en dirección al baño, dejándolo allí tendido en el suelo. Cielle aún frotaba su dolorido cuello casi incrédulo de que realmente se hubiese atrevido a hacerle daño. ¿Cómo había llegado tan lejos? Estaba demente si creía que se quedaría así, si Idan deseaba iniciar una guerra entonces no dudaría en darle batalla. Suspiró por décima vez antes de dirigirse hacia la habitación y se dejó caer acostado boca arriba sobre la cama. Cerró los ojos por unos minutos descansando su vista que aún estaba borrosa. Que desagradable sensación aquella, la de estar siendo asfixiado con tal brutalidad, sin embargo no era ese suceso el que hacía que un sabor amargo subiera a su boca, sino la rabia y la ira que se veía obligado a contener. Si algo había aprendido Cielle de sus pocos años como abogado, era a mantener la calma en todo momento, a actuar y pensar con frialdad, a calcular cada situación y decisión antes de ser tomada, y aunque nunca fue impulsivo aprendió una mejor manera
Cielle salió del baño al vestirse, terminaba de acomodar su peinado. Había tardado varios minutos en lograr que su cabello rebelde cediera, para hacerlo lucir más alaciado y peinarlo hacia atrás, pero al final las ondas naturales seguían sobresaliendo, este cayó por los costados de su rostro, y aunque lucía bien de aquella manera no pudo evitar gruñir frustrado. Se encontró a Idan de pie en el balcón, que al notar su presencia volteó a verlo. —Lo sabía, ese color va contigo —aseguró observando lo maravilloso que lucía aquel traje gris con pajarita oscura en él. Cielle tenía un porte muy sofisticado por eso la ropa formal hacía sobresalir esos atributos. —¿Ya nos vamos? —preguntó el abogado acomodando ligeramente sus mangas. —Sí, un auto no espera en la salida.El trayecto en auto fue silencioso. Cielle evitaba a toda costa hacer contacto visual con Idan, el cual parecía ir disfrutando de toda aquella situación. Miraba fijamente al contrario porque sabía que aquello lo ponía incóm
—¡D' La Fontaine! —exclamó con fuerza Idan haciendo al abogado y su acompañante voltear a él sorprendidos. Cielle le dedicó una mirada de enojo, se apresuró en llegar a él para de cerca hacerle un reclamo. —No me grites al llamarme, yo no soy tu mascota Evigheden —advirtió señalándolo con el dedo. —¿Dónde estabas? —preguntó entre dientes el criminal, con la mirada fija en el joven que permanecía a unos pies de distancia tras de Cielle. —¿Y eso a ti qué te importa? —se cruzó de brazos.—Estaba conmigo —contestó Fabio, acercándose con una sonrisa de labios amplia mirándolo fijamente. —¿Acabas de sonreír con los ojos abiertos? —Idan lo miró fulminante —. Si vas a mentir hazlo mejor frente a mí —advirtió acercándose a él amenazante, pero siendo detenido por el ojiazul que agarró su brazo. —Evigheden basta, ¿qué estás diciendo? —cuestionó el que aún lo sostenía, evitando el puñetazo que quería clavar en la mandíbula de Fabio. —Está mintiendo —aseguró el criminal —. Eres tan idiota q
Idan se dejó caer en el suelo, sosteniendo a Cielle que permanecía inconsciente. El rostro del abogado comenzaba sonrojarse más de lo normal y su ritmo cardíaco ascendía peligrosamente. Una persona como él no sabía que se podía tener tanto miedo, pero así era. Estaba paralizado, viendo como lentamente comenzaba a morir en sus brazos y no sabía qué hacer. —¿Qué le diste? —preguntó a Fabio, que se había arrastrado para sentarse con la espalda recostada a la pared de la glorieta. —Creo que lo olvidé —pronunció de forma chantajista. —¡Dime, maldita sea! —gritó de tal manera el criminal, que los guardias que custodiaban la zona lograron escucharlo. —¿Cosa sta succedendo qui? (¿Qué está sucediendo aquí?) —cuestionó el guardia al ver las condiciones de Fabio. —¡Cerca mio padre! (¡Busca a mi padre!) —exigió Idan. El guardia asintió y dio media vuelta para echar a correr en dirección a la mansión. —Aguanta un poco por favor —susurró mientras acariciaba el cabello de Cielle, notando lo
Después de obtener la información que deseaba, Idan se marchó dejando a Fabio en manos de los deseos de su padre. Lo que le sucedería después no era de su conocimiento y tampoco de su importancia. Él mismo se había colocado la soga al cuello, en el preciso momento en que pensó que sería una buena idea infiltrarse en una reunión de la mafia, y cometer semejante locura esperando no tener repercusiones. Debía estar demente, o peor, totalmente desesperado. Era extraño creer que venía directamente por Cielle. ¿Cómo supo que estaría allí? ¿Sería que lo seguía desde mucho antes? La idea de creer que sí era preocupante. Uno de los guardias se acercó a él y le entregó un teléfono con una fotografía, explicándole que se trataba de un tatuaje que portaba Fabio en la espalda, se le hizo inusual en ciertos aspectos. Además de eso sería la manera de identificar si alguien de los allí presentes lo había ayudado a ingresar. Llegó al salón donde unos minutos antes se estaba llevando a cabo la fi
Después del incidente con Cielle, Idan consultó a un especialista recomendado. El hombre explicó al joven que debido a un traumatismo craneal resultado del accidente en su niñez, Cielle había podido perder la memoria de sus seis años de vida anteriores. También que los recuerdos podían regresar a largo o corto plazo, o simplemente no hacerlo jamás. Cuando el criminal le explicó el suceso de la mañana, el médico comentó que a veces la propia mente bloquea los recuerdos si estos fueron demasiado traumáticos, pero que sin embargo eso no quería decir que los recuerdos no estuviesen, significaba que estaban ocultos y algunas situaciones podían hacerlos salir a la luz. El joven D' La Fontaine era un caso bastate especial mas no el único que había padecido de algo así. Aunque al saber el nombre de Fenith tuvo un recuerdo recurrente, la conmoción lo hizo perder la conciencia, y despertarse sin recordar lo que había dicho cuando recuperó parte de su memoria. Ahora lo único que sabía el joven