~Gracias por leer~ Nos vemos en el segundo libro "Edúcame si te Atreves"
Una carta sobre la mesa, es recogida por un hombre que la lee cuidadosamente. –Valla… un reto, enseñar a una señorita... –comienza a caminar alrededor de la mesa–. La carta señala, que mi presencia es urgente y no se me permite negarme –rosa la carta cerca de los labios en compañía de una sonrisa de lado–. Esto tal vez sea suicida, ya que viene con un sello perteneciente a una de las familias más ricas de este país, de quienes se especula, están vinculadas con la mafia –lanza la carta sobre la mesa, meditando sobre lo que aria. Marco Preminger, como se llamaba el hombre, apuesto y elegante, de treinta años, según su actual currículo. Camino por el domicilio decidiendo empezar armar sus maletas, para averiguar de cerca lo que sería su nuevo trabajo, haciendo lo que mejor sabía hacer. Al ya estar frente a la gran mansión, solo medito un poco acerca de lo que aria. Pensando en si tomar este reto, o decidirse entre los otros que estaban en la espera de su respuesta. –Ufff... ¿y ahora
Mientras tanto, Mariana caminaba por la mansión, maldiciendo internamente por tener otro idiota detrás de ella, jurándose nuevamente, sacarlo corriendo de la mansión, lo más pronto posible. Al llegar la hora de la merienda, Mariana comió lo que se le sirvió, sin rechistar de los alimentos. Su mente estaba tan ocupada, pensando un plan para deshacerse de su tutor, que ni siquiera la presencia de este mismo, pudo impedir que maquinara un plan, que lo sacaría de su vida. –Gracias por los alimentos –sin expresión alguna, Mariana se levantó de la mesa y camino sin rumbo fijo, fuera del comedor. Su mente era ingeniosa y perversa, siempre conseguía lo que quería, aun si esto le costara ser buena niña, por un día. Era viernes. El único día en que su padre le prestaba algo de atención a su entorno en la mansión, y a ella durante la cena. Así que lo usaría sabiamente para su plan. Y así fue como el tiempo prosiguió, y la hora de la cena llego. Marco, por primera vez, vio al señor Arón, ce
La gigantesca mansión, perteneciente al señor Arón Méndez, era su reliquia más querida entre todo lo que poseía. Alguna vez perteneció a su padre, y al padre de su padre. Era una reliquia familiar, que pronto pasaría a la siguiente generación. La mansión alejada de la ciudad en medio de la naturaleza, hacía de este sitio un lugar relajante. Los pájaros siempre cantaban en presencia del sol, cuando este salía y embellecía el hermoso jardín que siempre solía ver el señor Méndez para calmar el estrés que lo devoraba día tras días. Por otra parte, se desanimaba mucho cuando no lograba verlo, y más cuando no veía los hermosos girasoles que alguna vez su amada había sembrado, y que ahora daban nuevos retoños. Lo que más odiaba era salir de viaje y no ver lo que amaba… incluida la problemática hija que tenía. El sol saludaba a la mansión por las ventanas al igual que a la joven chica, quien lo repudiaba por tener que levantarla. Siempre había amado dormir hasta tarde, y eso era lo único que
Frotándose la frente con la mano derecha, él ya daba por perdido el día. El trabajo, definitivamente no comenzaría hoy. –¿Qué le hiciste a mi televisor? –dejo de frotarse la cien comenzando a escuchar nuevamente las demandas de la adolescente. –No tienes autorizado usarlo. La televisión normal y privada, están suspendidas para toda la casa. En pocas palabras, no posees entretenimiento por televisión o internet. Ni siquiera los teléfonos de la mansión, están en funcionamiento. –¡ESTAS LOCOS! –golpeo fuertemente la puerta, deseando tener a su enemigo entre sus manos para estrangularlo–. ¡Tú! hijo de perra, me has quitado todo lo que quería. Ya verás cuando salga –giro la perilla para salir, notando como esta tenia bloqueo– ¿Me encerraste en mi propio cuarto? –incremento la ira, comenzando a golpear múltiples veces el trozo de madera–. Deja que te ponga las manos en cima, conocerás la furia de una mujer cuando la provocan. –Usted misma dijo que no saldría de su recamara. Por lo que so
El ruido había cesado y la joven ya se encontraba lista para salir de la habitación. Esperaba no tener que encontrarse con su tutor, anhelando que todo lo anterior allá sido solo una pesadilla. O de lo contrario comenzaría nuevamente una batalla sin fin. >>Okey. Aquí vamos<< dándose ánimos para no desfallecer en la actual realidad, abrió la puerta saliendo sigilosamente, rezándole a cualquier ángel que escuchara la plegaria en cuanto no ver a su tutor. –Señorita Mariana, lleva una hora tarde –y sintiéndose abandonada, Mariana puso los ojos en blanco, renegando de la vida. –No podías largarte y dejarme en paz –noto que no llevaba puestos los lentes, lo que la relajo y a su vez, la decepciono. –No –le entrego un libro–. Y hoy tenemos clases de modales e historia. –Pues no iré a tus clases –tiro el libro al suelo con brusquedad–. Te quiero fuera de mi vida tutor de pacotilla, me has escuchado ¡Fuera! –a pasos firmes y rápidos, la joven dejo atrás al tutor, caminando en dirección a cu
*** Era las dos y media de la tarde. Mariana rodaba por toda la cama aburrida por no querer salir del cuarto, en el intento por no toparse con quien no quería encontrarse. Su enemigo, había tocado la puerta pidiendo que cumpliera con lo acordado. Respondiéndole ella, que lo cumpliría cuando los cerdos volaran o lucieran elegantes a la hora de bañarse, a lo que el mayor no protesto y solo se marchó para volver después de una hora y recibir la misma respuesta. –Cuando los cerdos vuelen… –en un susurro que desapareció junto con el viento. La niña se levantó de la cama a toda prisa, abriendo la puerta para comprobar la nula presencia del tutor. Con una sonrisa en los labios, se deslizo por los pasillos, llegando al lugar que contenía lo que utilizaría como un arma pequeña. –¡Bingo! –canto, tomando lo que necesitaba para continuar con el plan. Mientras tanto, Marco volvía a tocar la puerta de la habitación. Reclamándole sobre el acuerdo que tenían y que ella no cumplía. Exigiendo vari
Marco, quien había logrado escapar de la biblioteca con ayuda de dos clips de papel que encontró. Caminaba desesperadamente en dirección a su habitación, la cual sorpresivamente encontró cerrada. >>¡Fue ella!>Agradezco a mi inspección, que este sitio tiene un
*** –Por eso María Antonieta fue llevada a la guillotina en octubre de ese mismo año. Recibiendo el mismo destino que el rey Luis XVI… >>¡Ya párenlo!<< prestando algo de atención a la información. Mariana deseaba que su acompañante parara de darle datos sobre las historia del mundo. Hace unos veinte minutos, la garganta dejo de ser su cómplice, y debido a que no poseía agua a su disposición. Esta se vio obligada a dejar de producir cuerdas vocales. Cerrando la boca, resignada a escuchar lo que decía. –Es así como tras la muerte de Maximiliano… –la garganta de marco comenzó a picar, y el pecho se inflo de repente, dejando escapar un tosido que lo alerto de inmediato. El silencio perduro por unos minutos, escuchándose el sonido del libro cerrarse, y los pasos rápidos que se producían al bajar las escaleras. –La clase termino. Vuelvo dentro de unos minutos. –Espera no me dejes aquí… Marco hizo caso omiso a las palabras de su alumna, dirigiéndose a la habitación donde para su sorpr