***
Era las dos y media de la tarde. Mariana rodaba por toda la cama aburrida por no querer salir del cuarto, en el intento por no toparse con quien no quería encontrarse.
Su enemigo, había tocado la puerta pidiendo que cumpliera con lo acordado. Respondiéndole ella, que lo cumpliría cuando los cerdos volaran o lucieran elegantes a la hora de bañarse, a lo que el mayor no protesto y solo se marchó para volver después de una hora y recibir la misma respuesta.
–Cuando los cerdos vuelen… –en un susurro que desapareció junto con el viento. La niña se levantó de la cama a toda prisa, abriendo la puerta para comprobar la nula presencia del tutor.
Con una sonrisa en los labios, se deslizo por los pasillos, llegando al lugar que contenía lo que utilizaría como un arma pequeña.
–¡Bingo! –canto, tomando lo que necesitaba para continuar con el plan.
Mientras tanto, Marco volvía a tocar la puerta de la habitación. Reclamándole sobre el acuerdo que tenían y que ella no cumplía. Exigiendo varias veces, que llevara a cabo lo pactado.
–Señorita Mariana. Tenemos un acuerdo. Por favor salga.
No recibió respuesta alguna, por parte de la joven. Lo que le hizo pensar que podría estar dormida o se escabullía por la mansión sin que la vieran.
>>¡Perfecto! Ahora no sé dónde se encuentra<< frunciendo el ceño, decidió comenzar a buscarla, antes de que rompiera una ventana y se diera a la fuga.
Los pasillos eran extensos y el silencio incómodo. Tenía cuidado ante cualquier sorpresa inesperada que le tuviera su alumna. Aun si ella no poseía ninguna arma, la cocina fácilmente podría proporcionársela.
La mirada se deslizaba una y otra vez, siempre atento al entorno. Buscaba a la rebelde encomendada, esperando aun tener las cosas bajo control. Hasta que una risita en el gran salón, le aseguro que ella se encontraba ahí.
Las puertas estaban cerradas, algo muy extraño pues siempre estaban abiertas, lo que lo puso a pensar acerca de lo que tramaba, posiblemente contra él. Le costaba trabajo no esperar lo peor, sin embargo se próximo a la puerta listo para abrirla, notando como se extinguía la risita al sentir la presencia de él.
–Ya verás profesor. Juguemos un poco –gobernando una sonrisa en el rostro, se sentó sobre un sillón, en primera fila, formando un cuadro con sus dedos. Observando con todos los sentidos, como lentamente la puerta se abría y el show comenzaba.
El mayor, que no vio venir la travesura, sintió rápidamente el frio recorrerle el cuerpo. El agua estaba regada por todo el suelo, y por supuesto, la mirada solo se centró en la responsable de lo ocurrido.
–Mocosa… –fue lo único que expreso, por no querer ser vulgar, a lo que ella se echó a reír como un infante de cinco años.
–¡Oye! Te dije que tomaría clases cuando los cerdos vuelen, o se vistieran elegantes a la hora de bañarse –lo señalo riendo, sin dejar de mirar como algunos cubitos y trozos de hielo, caían de la no tan larga cabellera del tutor.
–Te lo tomaste en serio –hablo entre dientes enojado.
Si algo le dolía hasta enfadarlo en ese preciso momento, era estar empapado de pies a cabeza con agua fría, aumentando la ira, el hecho de estar mojando el calzado Sinatra negro de cuero Gaziano & Girling, que pago por la travesura de su alumna, al igual que el atuendo que vestía.
–¡Uh La, la!, qué pena que esa buena ropa se haya estropeado, ¡Ah! Y también con el agua –rio a carcajadas, gruñendo Marco por el comentario.
–Niñata. Con esto solo demuestras que eres una malcriada con necesidad de que la corrijan –se quitó el blazer azul marino Valentino, dejando al descubierto la camisa azul pálida Chanel, que se le pegaba al cuerpo y dejaba graficar un abdomen bien esculpido.
>>Santo grial<< la mirada de Mariana, había coincidido en el momento preciso para ser espectadora de una escena totalmente prohibida para menores de edad. Sus ojos no paraban de verlo. Inconscientemente, tuvo que ahogo un grito ante el asombro de un hombre de novelas, quien sin poder evitarlo, la dejaba perpleja>>¡Santos ángeles! ¡¿Seguro que es un profesor?!<<
La joven no podía apartar la mirada de él, quien solo maldecía múltiples veces en la mente, sacudiéndose la camisa empapada que empeoraba la reacción del espectador, opbiamente con nerviosismo, comenzó a morderse la mejilla internamente.
Marco, trataba de mantener la calma ante los hechos, sin embargo se sentía furioso por lo ocurrido. A él le encantaba vestir con elegancia, y no le importaba gastar lo que fuera con tal de verse bien. Era cuidadoso con la ropa y demás cosas que lo caracterizaban en su mundo laboral. Había cometido un error ese día, y se arrepentía por confiarse de que algo así no ocurriría. Desde ahora, tendría que volver a utilizar cosas simples y sin tanto valor, si es que deseaba conservar la ropa que le importaba.
–Felicidades señorita Mariana –tenso la mandíbula enojado–. Sus clases se cancelan por hoy.
–¡Oh! –reacciono–. Eso es bueno verdad –sonrió angelicalmente, volviendo hacer gruñir a su tutor, quien tratando de no decir cosas fuera del lugar, abandono el salón furioso he incomodo por la humedad.
La ropa mojada era fastidiosa, empeorando con cada paso apresurado que ejercía dirigiéndose hacia a la habitación. Cuando llego a esta, se sirvió rápidamente un vaso con agua de la botella que tenía en la repisa de noche, agarro un frasco de pastillas que guardaba en uno de los cajones, y con enojo, se introdujo a la boca dos capsulas del medicamento que acompaño con el líquido antes servido.
–Maldita seas mocosa –desabotonándose y despojándose de la camisa y el pantalón gris oscuro de Burberry, los arrojo al suelo junto al blazer. Disgustado ante la victoria de su alumna.
Pasándose las manos por la cabellera negra, camino de un lado a otro por la habitación, solo en bóxer, provocando que los espejos se empañaran, y el mismo aire suspirara ante la figura bien esculpida del molesto hombre, que minutos después, se introdujo en la ducha lanzando maldiciones al mismo tiempo en que frotaba su rostro con el agua.
–Esa mocosa me las pagara –golpeo la pared, dejando que el líquido frio calmara el temperamento que aún no cesaba.
***
–Así luces mejor… –daba carcajadas la menor–. Agradéceme por bañarte.
Marco, la miro con enojo, sabiendo que al menos había lanzado lejos el libro que trasladaba. Le parecía una lástima si este se estropeaba.
El día anterior, Marco solo le sirvió la cena a su estudiante y desapareció sin importarle lo que le pasara. Prefirió comer algo en el cuarto, relajándose con un libro tomado de la biblioteca de la mansión.
–Se convertirá en una costumbre el mojarme.
–Dejaras de pedirme que tome tus clases –alzo una ceja junto a una sonrisa de astucia.
Las miradas de los dos chocaron, electrificando el lugar, que si hubiera tenido a una tercera persona, esta tendría los pelos de punta a causa del ambiente.
–Está bien. Si quiere jugar a esto, entonces será mejor que te prive de tener lo único que puedo quitarte.
–¿Que más quieres quitarme? –se cruzó de brazos–. Me quitaste mi entretenimiento. No creo que allá otra cosa más que arrebatarme.
–Si eso cree. Es lamentable que la cena del día de hoy no sea servida –y tomando el libro antes lanzado, se retiró del lugar, dejándola con las palabras en la boca, comenzando a rechistar sin encontrar la palabra adecuada para molestarlo.
La cena no fue servida y Mariana furiosa, golpeo varias veces la puerta del cuarto de su tutor, optando este por ponerse tapa oídos con tan de no escuchar las protestas de ella.
Cada uno sabía que la convivencia obligatoria, no sería del agrado de ninguno. Se tenían la guerra declarada y no pensaban retroceder. Ellos dos tenían sus armas y sus contraataques, así que se fastidiaría el uno al otro con tal de obtener la victoria final.
***
Tras una semana de constantes ataques, la mansión se llenaba de gritos después de un corto tiempo.
Pasos apresurados no paraban de formar ruidos hondos en el silencioso lugar. Quien corría sin parar y miraba cortamente hacia atrás, reía como una loca concentrándose en no detenerse para nada.
–¡Señorita Mariana! Regrese aquí –gritaba el mayor, mientras ella ya no escuchaba la voz de quien se encontraba furioso por los libros mojados, la ropa arruinada y el encierro en la biblioteca.
–Trágate esa Marcotilla.
Ocultándose en una de las múltiples habitaciones, tranquilizo el agiteo dirigiéndose hasta la habitación del tutor, en donde decidió hacer algunas travesuras.
La puerta no mantenía ningún seguro, por lo que al entrar, no puedo evitar dirigir instantáneamente la mirada hacia la cama al igual del amplio escritorio, que contenía un montón de hojas sueltas y libros en distintos idiomas.
–Que aburrido es este tipo –tomo un libro y lo dejo en el mismo lugar, asqueada por el contenido educativo.
Antes no se había atrevido a entrar en “la guarida de la perdición” o como lo categorizaba por ser el área privada del tutor, debido a que siempre estaba con seguro. Su enemigo sabia de lo que era capaz de hacer. Descuidar la seguridad del área personal, le costaría la paciencia adquirida por los años.
Deslizando la mirada por el lugar, encontró unas cuantas maletas con libros, accesorios masculinos, ropa de marca y fotos con notas de reportes acerca de algunas personas.
Fijándose en una foto en particular, observo a la bella joven de ojos azules y cabello danzante dorado, sonreír junto a un Marco sin expresión alguna. >>Quizás sea su hermana<< se detuvo a pensarlo bien, apareciendo de repente, una pequeña voz en su conciencia que le decía: >>…y si es su novia<<
Mariana no podía imaginarse a su enemigo saliendo con una chica joven y linda. Era verdad que se veían bien como pareja, afirmando el atractivo de los dos. Sin embargo, con lo poco que conocía a su tutor, se le hacía difícil pensar que podía ser menos antipático y molestoso con alguien.
Dejo la foto en su lugar al igual que el resto de objetos, finalizando por acostarse en la cama de Marco, quien hasta para dormir tenía un agradable olor que transmitía tranquilidad y serenidad.
>>¿Qué clase de shampoo usa? Huele bien<< alcanzándose una almohada, inhalo el aroma concentrado sintiéndose relajada por unos instantes. Se imaginó a su tutor todas las noches alcanzando el sueño, dejando el agradable aroma junto al >>…Aramis<< Lanzo la almohada, al notando las palabras de su mente.
–¿Pero que estoy pensando? –recordó el beso de aquella noche, abriendo como fuerza los ojos que se percataron de un frasco en un cajón entre abierto– ¿Y eso?
Aproximándose hasta la mesita de noche, no dudo en inspeccionarlo, topándose con un frasco de pastillas que agarro rápidamente >>¡ves que eres un anciano! Necesitas medicamentos para conciliar el sueño << Sin saber realmente lo que era, Mariana oculto el frasco detrás del gran armario, concluyendo la visita en la habitación del tutor, con una sonrisa diabólica y sin un rumbo fijo.
Sabías que si te mojas con demasiada frecuencia puedes provocar una gripa o algo peor? Por eso hay que tomar el medicamento correcto a la hora correcta. Gracias por leer. No te olvides de darle "Me gusta”y comentar. Eso me haría feliz el día.
Marco, quien había logrado escapar de la biblioteca con ayuda de dos clips de papel que encontró. Caminaba desesperadamente en dirección a su habitación, la cual sorpresivamente encontró cerrada. >>¡Fue ella!>Agradezco a mi inspección, que este sitio tiene un
*** –Por eso María Antonieta fue llevada a la guillotina en octubre de ese mismo año. Recibiendo el mismo destino que el rey Luis XVI… >>¡Ya párenlo!<< prestando algo de atención a la información. Mariana deseaba que su acompañante parara de darle datos sobre las historia del mundo. Hace unos veinte minutos, la garganta dejo de ser su cómplice, y debido a que no poseía agua a su disposición. Esta se vio obligada a dejar de producir cuerdas vocales. Cerrando la boca, resignada a escuchar lo que decía. –Es así como tras la muerte de Maximiliano… –la garganta de marco comenzó a picar, y el pecho se inflo de repente, dejando escapar un tosido que lo alerto de inmediato. El silencio perduro por unos minutos, escuchándose el sonido del libro cerrarse, y los pasos rápidos que se producían al bajar las escaleras. –La clase termino. Vuelvo dentro de unos minutos. –Espera no me dejes aquí… Marco hizo caso omiso a las palabras de su alumna, dirigiéndose a la habitación donde para su sorpr
Luego de un golpe a Marco y la liberación de Mariana. Ambos se encontraban en la biblioteca, mirándose, esperando el movimiento del otro. –Me disculpo por mi falta de atención ante lo que usted usaba. Y mi intromisión rápida a la habitación, sin tomar en cuenta que podría estar con menos… ropa. Mariana inflo las mejillas llena de vergüenza e ira. –Maldito –lo miro con odio–. Eres un idiota. Minutos atrás, la joven había logrado darle una bofetada al hombre que la había esposado. Consiente del erro, él decidió no volverlas a usar, dándole espacio para que desayunara y saliera de la habitación, guardándose ambos en la biblioteca, obstando por sentarse en diferentes sillones, uno en frente del otro. –Señorita Mariana. –Ahora que Marquillo. –No puede llamarme de una mejor manera o será que no recuerda mi nombre. Aunque lo dudo ya que antes lo dijo bien. –¡Yo te llamo como quiera! –se cruzó de brazos, alterándose por la verdad. –De acuerdo –se posiciono en frente de ella–. Como es
*** Efectivamente, toda la noche llovió, y al siguiente día continuo. Como de costumbre, Marco ya se encontraba despierto preparando un poco de café al igual que el desayuno para él y su alumna. Había optado por no levantarla y darle tiempo. Necesitaba un poco de espacio al igual que él, aunque presentía que el clima no lo ayudaría pues comenzaba a sentirse cansado así como el cambio de la temperatura corporal. >>Ya pasara>Otro día de pesadilla<< se miró al espejo, retirándose de inmediatamente para asearse y vestirse, continuando con la rápida salida de la recamara y su parada matutina que resultaba ser la cocina. –Buenos días –miro de reojo al hombre, sentándose, frente a él, en una silla del comedor de la servidumbre. –Buenos días… –Puedes servirme mi de
–Si quiere, créame –se obligó a soltarla y desprender la mirada–. Como su tutor, velare por usted como mi alumna. Siempre y cuando acceda a mis enseñanzas. De lo contrario, estará usted sola. Levantándose, camino hacia la salida, deteniéndose antes de girar la perilla. –Si no coopera, será una lástima el destino que le depara –fue todo lo que dijo, antes de retirarse del cuarto, dejándola sola con pensamientos dudosos y decisivos. >>Eso será suficiente para comenzar>Mientras tanto, es mejor no padecer en frente de ella<< tocio levemente, rogándole al cielo piedad ante lo que se aproximaba. *** Al medio día, las nubes hicieron de las suyas. Nublaron el cielo y humedecieron el suelo, dando un aspecto triste y apagado al ambiente en la mansión. Las flores se alegraban por estar cubierta por el líquido, mas sin embargo Mariana no opinaba lo mismo desd
–¿Qué tratas de hacer? te encuentras en un esto deplorable –el mayor la miro extraño –. No me agradas y eso está claro. Sin embargo no puedo dejarte morir. No sin antes torturarte para que salgas de la mansión. Ya afuera, el resto es tu problema. –Señorita Mariana, mi obligación es… –Es cuidar de mí, pero si desfalleces no lo cumplirás y yo tendré un cuerpo putrefacto en este sitio –lo miro de pies a cabeza–. Además ¿Quién en su sano juicio duerme con esa ropa? –él se miró y recordó como se había dormido con la ropa habitual. Nada cómoda para descansar. –Señorita Mariana… –Deja de decirme así y descansa –lo interrumpió–. No te preocupes por mí. Si quieres que algún día tome una clase tuya, debes de estar vivo. Ahora cámbiate, ponte algo cómodo y descansa –salió de la habitación sin dejarle decir algo. Recostándose sobre la puerta, sorprendida ante las palabras dichas por ella misma. Sentía que el pulso se le aceleraba sin parar >>¡Madre que estas en el cielo! ¿Desde cuándo me imp
–Si te lo digo estarás contento. Bien –hablo sarcásticamente, sentándose nuevamente en la silla giratoria del escritorio–. Cuando era pequeña, nadie cuidaba de mi así que vi esto como un paso a ser mejor conmigo y… –Mientes. Tu mirada me lo dice. –expulso aire pesado, al ser descubierta por él. –Okey. Lo que hice fue porque no quería que murieras. –Es solo un resfriado. –Nona Milena dice que los resfriados pueden agravarse si no los controlas y yo… no quiero ser la causante de matar a otro educador –Marco arqueo una ceja–. Cuando cumplí los catorce años, el señor Armando se convirtió en mi profesor. Me negué a recibir sus clases, fastidiándolo de múltiples maneras como lo había hecho con el resto –el brillo en los ojos se oscureció–. Creo que me pase de bromas a la final. –Bromas como las que me hiciste. –No. Con él se me paso la mano –dirigió la mirada a un lugar vacío de la habitación–. Utilice armas, pirotecnia armas blancas y demás para espantarlo, sin embargo el no desistió.
El nuevo día irrumpió por las ventanas y saludo a todo ser viviente que se encontrara en su camino. Adorno la mansión con la presencia de la luz embelleciéndola con su esplendor, mientras dominaba los rincones de esta por donde se habría paso hasta la habitación que escondía dos cuerpos arrullados por el sueño. Los rayos del sol que descendían por la habitación, acariciaban lentamente el pacifico rostro del hombre mayor, quien aún sostenía entre sus brazos a su acompañante sin intenciones de soltarla. Luego de unas horas, quien poseía entre sus brazos a la joven, recobro el conocimiento, teniendo como primera escena al abrir los ojos, la cabellera castaña oscura de la aparte lateral de la cabeza de esta, que emitía un agradable olor a fresa fresca empalagosa, que lo inducia a aspirar el aroma en repetidas ocasiones por parte de la misteriosa acompañante. >>Dulce y empalagoso. Distinta al resto<< sonrió sosteniendo el peso en un brazo, acercándose a la corilla de la cabellera para be