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5.-“Juego y Rivalidad…”

El ruido había cesado y la joven ya se encontraba lista para salir de la habitación. Esperaba no tener que encontrarse con su tutor, anhelando que todo lo anterior allá sido solo una pesadilla. O de lo contrario comenzaría nuevamente una batalla sin fin.

>>Okey. Aquí vamos<< dándose ánimos para no desfallecer en la actual realidad, abrió la puerta saliendo sigilosamente, rezándole a cualquier ángel que escuchara la plegaria en cuanto no ver a su tutor.

–Señorita Mariana, lleva una hora tarde –y sintiéndose abandonada, Mariana puso los ojos en blanco, renegando de la vida.

–No podías largarte y dejarme en paz –noto que no llevaba puestos los lentes, lo que la relajo y a su vez, la decepciono.

–No –le entrego un libro–. Y hoy tenemos clases de modales e historia.

–Pues no iré a tus clases –tiro el libro al suelo con brusquedad–. Te quiero fuera de mi vida tutor de pacotilla, me has escuchado ¡Fuera! –a pasos firmes y rápidos, la joven dejo atrás al tutor, caminando en dirección a cualquier lugar.

–Eres un desastre –susurro, recogiendo el libro que su malcriada alumna había despreciado.

Marco, sabiendo a donde iría a parar, se dirigió a la cocina, donde efectivamente, la encontró casi metida de cabeza en la nevera, rebuscando algo de comer.

–¿Por qué no hay nada? –se quejó al no encontrar nada de su agrado e interés.

–Quizás podría prepararle algo.

Haciéndose presente, él se colocó a un lado de ella, provocando que esta se enderezara rápidamente, golpeándose con una rejilla del soporte interno de la nevera.

–¿De dónde rayos sales? –se sobajeo la cabeza.

–Eso no importa. Para tu información, no encontraras nada que no tenga que ser preparado. Lo que quiere decir, que tu alimentación dependerá de mí… por ahora –hizo una mueca de disgusto al mismo tiempo en que ella no se lo podía creer.

–Espera… ¿Qué? Esto tiene que ser una broma –se aproximó a él, señalándolo con el dedo mientras le hincaba el pecho–. No solo controlas mi casa, mis sirvientes, mis horas de dormir y hasta mi padre, si no que ahora también controlaras mis comidas. Dime ¿Qué más te falta controlar de mí? ¿Las veces en que respiro o las que voy al baño? –hinco fuerte a lo último de sus palabras, caminando directo a la salida de la cocina.

–Entonces eso quiere decir que no tienes hambre. Porque yo podría prepararle algo –como si fuesen las palabras correctas, en un momento correcto. El estómago de Mariana le rogaba a su portadora acceder a la petición del enemigo, pensándoselo bien antes de decir algo.

–¿Hablas en serio? –volteo a verlo, recibiendo una inclinación de cabeza– ¿Sin trucos?

–Tal vez solo uno.

–¡Aja! Sabía que dirías eso. Así que no ¡Hay te vez! –retomo el camino, siendo detenidas nuevamente por el rugir de las tripas. Inhalando resignada ante lo que diría– ¿Qué clase de truco?

–Una clase –fue todo lo que dijo.

–¿Una clase? ¿Quieres que tome una clase? ¡Nop, me niego! –giro cruzada de brazos–. A mí me suplican hasta humillarse para que tome una clase. Yo las rechazo y prosigo. Ese es el siglo de mi estudio, así que no me chantajees con comida.

–Eso no siempre debió de ser así, alguien quizás te hizo ver lo bueno de estudiar –ella desvió la mirada del mayor, tornándose oscura y melancólica en cuestión de segundos.

–No lo creo y si fuese así, que importa… –él noto el rápido cambio, obstando por quedarse en silencio, solo con la mirada sobre ella–. Eres realmente molestoso –pensó, dolida por lo que diría–. Hecho.

–¿Eso quiere decir?

–¿Estas sordo o qué? dije que está bien, solo dame algo que comer. Esperare en el comedor, así que más vale que no demores  –se apresuró a desaparecer de la cocina, antes de que se arrepintiera y muriera de hambre.

>>¡Ay Mariana!, definitivamente no eres una alumna cualquiera. Ese cambio de actitud repentino me demuestra que cosas pequeñas pueden hacerte cambiar de opinión. Eres la sucesora y líder de un gran imperio, dentro del mundo de los negocios blanco y negro, y para eso debes de ser educada como tal. Solo pido tiempo<<

Cumpliendo con el trato, dejo el libro que portaba sobre la mesa de la servidumbre, remangándose las mangas para comenzar a prepararle el desayuno a su bipolar y malcriada estudiante, con quien pronto comenzaría las clases.

Por otro parte, Mariana vagaba la mirada por el frio y solitario comedor, donde una vez sonrió y rio sin protestar por la comida o hacer enfurecer a su padre. Había una silla en particular que le causaba nostalgia, tristeza, odio y rencor. Emociones fuertes que se habían vuelto a despertar a causa de unas simples palabras.

–Aprender… claro que me gustaba, solo si esa persona lo hacía de esa manera –susurro empuñando las manos, sintiendo que la sangre le hervía y las mejillas se calentaban de tan solo recordar el pasado y las emociones–. ¡Traicionada! eso es lo que fui –golpeo la mesa levemente, tratando de apaciguar la ira que revivía dentro de ella–. Ya no tiene caso –observo con desprecio, el particular espacio y la silla, optando por quedarse cerca del gran ventanal para observar el ambiente fuera de su prisión.

Unos cuantos minutos pasaron y el comedor se llenó de un aroma exquisito para el paladar de cualquiera. Al notarlo Mariana, solo inhalo el aroma y se sentó en el lugar de costumbre.

–Veo que lo esperaba con ansias –ingreso Marco al lugar, con un carrito de servicio donde había posicionado una tetera, dos tazas, un plato cubierto por un cloche food, un vaso junto a una botella de jugo y los cubiertos muy bien ordenados.

–Tengo hambre. Como quieres que espere –apoyando el peso de su cabeza en el brazo derecho como soporte, observo a al tutor posicionar la comida en frente de ella.

El mayor  prefirió no discutir con la menor, por lo que solo se limitó a destapar el plato humeante de comida, que lo acompaño con jugo de naranja que le sirvió.

–¿Y eso que es? –miro extraño el plato, al ver una comida distinta a lo habitual.

–Como pensé que estarías harta de comer siempre lo mismo, decidí prepararte algo típico de un país que visite hace mucho –se sirvió un poco de té, sentándose en la silla a lado de la joven.

–Ya. Pero dudo que esto sepa bien –miro con extrañeza la comida– ¿Qué es todo esto?

–Si estudiaras los continentes y los países que portan, sabrías con facilidad sus tradiciones y comida –tomo un sorbo de té, mirando la cara de rareza que proyectaba la joven sin experiencia–. La parte a tu derecha, yo le llamo picadillo de plátano. La otra, tortilla de plátano. La gente de Ecuador suele comerlo muy frecuentemente, y sabe bien.

–¿Así? Pues a mí me parece extraño. Siempre desayuno Waffles, cereales, avena o lo que prepare el chef. Dudo comerme eso.

–Ya me imaginaba que te pondrías a la negativa con algo nuevo –volvió a tomar un sorbo de té–. Anda. Toma el tenedor y el cuchillo, luego corta una parte de la tortilla y degústalo. No sabe mal –tomo otro sorbo.

–No me digas que hacer –torciendo la boca, Mariana hizo lo que Marco le indico, llevándose a la boca el pedazo de tortilla con un poco de miedo ante el sabor. Cuando el alimento toco las papilas gustativas, noto que este sabía bien, y por segunda vez, no quiso admitir que su enemigo cocinaba delicioso.

Mariana, que miraba de reojo a su tutor, noto algo que le pareció extraño. Llegando a un análisis simple, rara y absurdo >>¿Es mi idea o está vistiendo ropa de marca?<< La menor lo miro por última vez, y llego a la conclusión de que alguien normal también podía pagarse ropa de diseñador. Solo que sus anteriores tutores no trabajaban usando ese tipo de ropa, por lo que le pareció extraño algo así.

>>Chanel, Burberry, valentino y colonia… << inhalo un poco el aroma que se hacía presente en el aire, apareciendo en su rostro de forma inconsciente, una mueca en forma de sonrisa, cuando descubrió el aroma >>…Aramis, como en el libro<< interrumpió los pensamientos, concentrándose en solo alimentarse mientras pudiera.

Marco, quien horas antes ya había desayunado, tomaba tranquilamente té, percatándose del agrado de los alimentos por parte de su alumna, al igual del apuro por degustar la comida, terminado por ensuciarse la boca, sin que se diera cuanta.

–Señorita Mariana… –llamo la atención de la joven, tomando una servilleta para limpiarle los bordes de los labios–. Coma despacio o se atorara. Además se está ensuciando la boca –ella al sentir los dedos del tutor, separándose de la piel por una servilleta, se sintió un levemente perpleja ante el repentino acto que la hizo sentir avergonzada.

Existió un momentos en que el dedo pulgar descubierto, le rozo los labios, dejándola inmóvil ante lo que hacía. El tacto que más allá de resultarle incomodo, se volvió lentamente tranquilizante, produciendo la mirada fija de la joven sobre él.

>>¿Pe… pero  que está haciendo?<< se dio cuenta en qué lugar estaba sentado su enemigo, recordando una vieja silueta desagradable para ella, que ahora su acompañante difuminaba y transformaba en una vista agradable >>se parece a él, solo que es…<<

–Mucho mejor. Puede volver a comer –dejo la servilleta a un lado del plato de la menor, volviendo a beber té con tranquilidad.

Por otra parte, Mariana estaba desconectada del mundo observando al tutor bebiendo té. La forma en que lo miraba le recordaba el pasado. Pequeños fragmentos de recuerdos, sobre esa persona que alguna vez quiso, asomaron por unos instantes en la mente. Dejando en su boca un sabor amargo revuelto con una pisca de ira.

–¿Estas bien? –Marco irrumpió la mente de la joven con su voz, haciéndola regresar al presente donde estaría a salvo.

–Yo… –musito la joven reaccionando–… claro que lo estoy. No vuelvas a hacer algo así –lo miro agresivamente.

–Solo le hice un favor señorita Mariana.

–¡Así! Pues dímelo y no lo hagas.

–Está bien –Marco, quien había notado la mente perdida de Mariana a través de sus ojos. Creyó que el cambio de actitud se debía a lo que había hecho, pero desecho el pensamiento al notar la agresividad.

–Idiota –musito Mariana, continuando con el desayuno, mientras Marco se aclaraba la garganta intentando no prestar atención a lo antes susurrado.

–Ahora por favor termine su desayuno. Hay algunas cosas que aclarar, que aún no le he dicho –término de beber el té, sirviéndose un poco más.

–¿Cosas? ¿¡Dime que cosas!?

–Bueno. Como vera, estamos solo los dos, lo que significa que alguien tendrá que encargarse de la limpieza del lugar.

–¿No estarás insinuando que lo haga yo?

–Realmente sí.

–¡Espera! –se levantó de la mesa de un solo golpe– ¿quién te has creído que soy? ¡Tú criada! Si piensas que me convertiré en eso, pues estas muy equivocas Mar… mar… –titubeo un poco tratando de recordar el nombre del tutor.

–Marco –termino la palabra–. No puedo creer que aún no se aprenda mi nombre o mi apellido. Debería saberlo. Llevo aquí más de cinco días.

–¡¿Y qué?! –furiosa por la obviedad–. No me importa cómo te llames Marc, Marco, Marcotilla, Marquillo. No me interesa. Te aclaro que yo no sirvo para servir, si no, para que me sirvan. Así que búscate a otra sirvienta para tus labores– y con una mirada que imponía miedo. La joven le dio la espalda, retirándose del comedor.

>>Marco… paciencia<< Suspiro hondo terminándose el líquido de la taza, para recoger los platos y llevarlos a la cocina. >>Definitivamente estoy solo en mi petición<< remango nuevamente las mangas y limpio los platos.

Pame/iana

Sabías que si le das “me gusta” a la historia podre saber si te gusto y también que si comentas me arias muy feliz… bueno ya lo sabes ¡Oh! Como un dato extra, recuerda que la edad de Marco nunca es la misma. Bye!!!

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