El ruido había cesado y la joven ya se encontraba lista para salir de la habitación. Esperaba no tener que encontrarse con su tutor, anhelando que todo lo anterior allá sido solo una pesadilla. O de lo contrario comenzaría nuevamente una batalla sin fin.
>>Okey. Aquí vamos<< dándose ánimos para no desfallecer en la actual realidad, abrió la puerta saliendo sigilosamente, rezándole a cualquier ángel que escuchara la plegaria en cuanto no ver a su tutor.
–Señorita Mariana, lleva una hora tarde –y sintiéndose abandonada, Mariana puso los ojos en blanco, renegando de la vida.
–No podías largarte y dejarme en paz –noto que no llevaba puestos los lentes, lo que la relajo y a su vez, la decepciono.
–No –le entrego un libro–. Y hoy tenemos clases de modales e historia.
–Pues no iré a tus clases –tiro el libro al suelo con brusquedad–. Te quiero fuera de mi vida tutor de pacotilla, me has escuchado ¡Fuera! –a pasos firmes y rápidos, la joven dejo atrás al tutor, caminando en dirección a cualquier lugar.
–Eres un desastre –susurro, recogiendo el libro que su malcriada alumna había despreciado.
Marco, sabiendo a donde iría a parar, se dirigió a la cocina, donde efectivamente, la encontró casi metida de cabeza en la nevera, rebuscando algo de comer.
–¿Por qué no hay nada? –se quejó al no encontrar nada de su agrado e interés.
–Quizás podría prepararle algo.
Haciéndose presente, él se colocó a un lado de ella, provocando que esta se enderezara rápidamente, golpeándose con una rejilla del soporte interno de la nevera.
–¿De dónde rayos sales? –se sobajeo la cabeza.
–Eso no importa. Para tu información, no encontraras nada que no tenga que ser preparado. Lo que quiere decir, que tu alimentación dependerá de mí… por ahora –hizo una mueca de disgusto al mismo tiempo en que ella no se lo podía creer.
–Espera… ¿Qué? Esto tiene que ser una broma –se aproximó a él, señalándolo con el dedo mientras le hincaba el pecho–. No solo controlas mi casa, mis sirvientes, mis horas de dormir y hasta mi padre, si no que ahora también controlaras mis comidas. Dime ¿Qué más te falta controlar de mí? ¿Las veces en que respiro o las que voy al baño? –hinco fuerte a lo último de sus palabras, caminando directo a la salida de la cocina.
–Entonces eso quiere decir que no tienes hambre. Porque yo podría prepararle algo –como si fuesen las palabras correctas, en un momento correcto. El estómago de Mariana le rogaba a su portadora acceder a la petición del enemigo, pensándoselo bien antes de decir algo.
–¿Hablas en serio? –volteo a verlo, recibiendo una inclinación de cabeza– ¿Sin trucos?
–Tal vez solo uno.
–¡Aja! Sabía que dirías eso. Así que no ¡Hay te vez! –retomo el camino, siendo detenidas nuevamente por el rugir de las tripas. Inhalando resignada ante lo que diría– ¿Qué clase de truco?
–Una clase –fue todo lo que dijo.
–¿Una clase? ¿Quieres que tome una clase? ¡Nop, me niego! –giro cruzada de brazos–. A mí me suplican hasta humillarse para que tome una clase. Yo las rechazo y prosigo. Ese es el siglo de mi estudio, así que no me chantajees con comida.
–Eso no siempre debió de ser así, alguien quizás te hizo ver lo bueno de estudiar –ella desvió la mirada del mayor, tornándose oscura y melancólica en cuestión de segundos.
–No lo creo y si fuese así, que importa… –él noto el rápido cambio, obstando por quedarse en silencio, solo con la mirada sobre ella–. Eres realmente molestoso –pensó, dolida por lo que diría–. Hecho.
–¿Eso quiere decir?
–¿Estas sordo o qué? dije que está bien, solo dame algo que comer. Esperare en el comedor, así que más vale que no demores –se apresuró a desaparecer de la cocina, antes de que se arrepintiera y muriera de hambre.
>>¡Ay Mariana!, definitivamente no eres una alumna cualquiera. Ese cambio de actitud repentino me demuestra que cosas pequeñas pueden hacerte cambiar de opinión. Eres la sucesora y líder de un gran imperio, dentro del mundo de los negocios blanco y negro, y para eso debes de ser educada como tal. Solo pido tiempo<<
Cumpliendo con el trato, dejo el libro que portaba sobre la mesa de la servidumbre, remangándose las mangas para comenzar a prepararle el desayuno a su bipolar y malcriada estudiante, con quien pronto comenzaría las clases.
Por otro parte, Mariana vagaba la mirada por el frio y solitario comedor, donde una vez sonrió y rio sin protestar por la comida o hacer enfurecer a su padre. Había una silla en particular que le causaba nostalgia, tristeza, odio y rencor. Emociones fuertes que se habían vuelto a despertar a causa de unas simples palabras.
–Aprender… claro que me gustaba, solo si esa persona lo hacía de esa manera –susurro empuñando las manos, sintiendo que la sangre le hervía y las mejillas se calentaban de tan solo recordar el pasado y las emociones–. ¡Traicionada! eso es lo que fui –golpeo la mesa levemente, tratando de apaciguar la ira que revivía dentro de ella–. Ya no tiene caso –observo con desprecio, el particular espacio y la silla, optando por quedarse cerca del gran ventanal para observar el ambiente fuera de su prisión.
Unos cuantos minutos pasaron y el comedor se llenó de un aroma exquisito para el paladar de cualquiera. Al notarlo Mariana, solo inhalo el aroma y se sentó en el lugar de costumbre.
–Veo que lo esperaba con ansias –ingreso Marco al lugar, con un carrito de servicio donde había posicionado una tetera, dos tazas, un plato cubierto por un cloche food, un vaso junto a una botella de jugo y los cubiertos muy bien ordenados.
–Tengo hambre. Como quieres que espere –apoyando el peso de su cabeza en el brazo derecho como soporte, observo a al tutor posicionar la comida en frente de ella.
El mayor prefirió no discutir con la menor, por lo que solo se limitó a destapar el plato humeante de comida, que lo acompaño con jugo de naranja que le sirvió.
–¿Y eso que es? –miro extraño el plato, al ver una comida distinta a lo habitual.
–Como pensé que estarías harta de comer siempre lo mismo, decidí prepararte algo típico de un país que visite hace mucho –se sirvió un poco de té, sentándose en la silla a lado de la joven.
–Ya. Pero dudo que esto sepa bien –miro con extrañeza la comida– ¿Qué es todo esto?
–Si estudiaras los continentes y los países que portan, sabrías con facilidad sus tradiciones y comida –tomo un sorbo de té, mirando la cara de rareza que proyectaba la joven sin experiencia–. La parte a tu derecha, yo le llamo picadillo de plátano. La otra, tortilla de plátano. La gente de Ecuador suele comerlo muy frecuentemente, y sabe bien.
–¿Así? Pues a mí me parece extraño. Siempre desayuno Waffles, cereales, avena o lo que prepare el chef. Dudo comerme eso.
–Ya me imaginaba que te pondrías a la negativa con algo nuevo –volvió a tomar un sorbo de té–. Anda. Toma el tenedor y el cuchillo, luego corta una parte de la tortilla y degústalo. No sabe mal –tomo otro sorbo.
–No me digas que hacer –torciendo la boca, Mariana hizo lo que Marco le indico, llevándose a la boca el pedazo de tortilla con un poco de miedo ante el sabor. Cuando el alimento toco las papilas gustativas, noto que este sabía bien, y por segunda vez, no quiso admitir que su enemigo cocinaba delicioso.
Mariana, que miraba de reojo a su tutor, noto algo que le pareció extraño. Llegando a un análisis simple, rara y absurdo >>¿Es mi idea o está vistiendo ropa de marca?<< La menor lo miro por última vez, y llego a la conclusión de que alguien normal también podía pagarse ropa de diseñador. Solo que sus anteriores tutores no trabajaban usando ese tipo de ropa, por lo que le pareció extraño algo así.
>>Chanel, Burberry, valentino y colonia… << inhalo un poco el aroma que se hacía presente en el aire, apareciendo en su rostro de forma inconsciente, una mueca en forma de sonrisa, cuando descubrió el aroma >>…Aramis, como en el libro<< interrumpió los pensamientos, concentrándose en solo alimentarse mientras pudiera.
Marco, quien horas antes ya había desayunado, tomaba tranquilamente té, percatándose del agrado de los alimentos por parte de su alumna, al igual del apuro por degustar la comida, terminado por ensuciarse la boca, sin que se diera cuanta.
–Señorita Mariana… –llamo la atención de la joven, tomando una servilleta para limpiarle los bordes de los labios–. Coma despacio o se atorara. Además se está ensuciando la boca –ella al sentir los dedos del tutor, separándose de la piel por una servilleta, se sintió un levemente perpleja ante el repentino acto que la hizo sentir avergonzada.
Existió un momentos en que el dedo pulgar descubierto, le rozo los labios, dejándola inmóvil ante lo que hacía. El tacto que más allá de resultarle incomodo, se volvió lentamente tranquilizante, produciendo la mirada fija de la joven sobre él.
>>¿Pe… pero que está haciendo?<< se dio cuenta en qué lugar estaba sentado su enemigo, recordando una vieja silueta desagradable para ella, que ahora su acompañante difuminaba y transformaba en una vista agradable >>se parece a él, solo que es…<<
–Mucho mejor. Puede volver a comer –dejo la servilleta a un lado del plato de la menor, volviendo a beber té con tranquilidad.
Por otra parte, Mariana estaba desconectada del mundo observando al tutor bebiendo té. La forma en que lo miraba le recordaba el pasado. Pequeños fragmentos de recuerdos, sobre esa persona que alguna vez quiso, asomaron por unos instantes en la mente. Dejando en su boca un sabor amargo revuelto con una pisca de ira.
–¿Estas bien? –Marco irrumpió la mente de la joven con su voz, haciéndola regresar al presente donde estaría a salvo.
–Yo… –musito la joven reaccionando–… claro que lo estoy. No vuelvas a hacer algo así –lo miro agresivamente.
–Solo le hice un favor señorita Mariana.
–¡Así! Pues dímelo y no lo hagas.
–Está bien –Marco, quien había notado la mente perdida de Mariana a través de sus ojos. Creyó que el cambio de actitud se debía a lo que había hecho, pero desecho el pensamiento al notar la agresividad.
–Idiota –musito Mariana, continuando con el desayuno, mientras Marco se aclaraba la garganta intentando no prestar atención a lo antes susurrado.
–Ahora por favor termine su desayuno. Hay algunas cosas que aclarar, que aún no le he dicho –término de beber el té, sirviéndose un poco más.
–¿Cosas? ¿¡Dime que cosas!?
–Bueno. Como vera, estamos solo los dos, lo que significa que alguien tendrá que encargarse de la limpieza del lugar.
–¿No estarás insinuando que lo haga yo?
–Realmente sí.
–¡Espera! –se levantó de la mesa de un solo golpe– ¿quién te has creído que soy? ¡Tú criada! Si piensas que me convertiré en eso, pues estas muy equivocas Mar… mar… –titubeo un poco tratando de recordar el nombre del tutor.
–Marco –termino la palabra–. No puedo creer que aún no se aprenda mi nombre o mi apellido. Debería saberlo. Llevo aquí más de cinco días.
–¡¿Y qué?! –furiosa por la obviedad–. No me importa cómo te llames Marc, Marco, Marcotilla, Marquillo. No me interesa. Te aclaro que yo no sirvo para servir, si no, para que me sirvan. Así que búscate a otra sirvienta para tus labores– y con una mirada que imponía miedo. La joven le dio la espalda, retirándose del comedor.
>>Marco… paciencia<< Suspiro hondo terminándose el líquido de la taza, para recoger los platos y llevarlos a la cocina. >>Definitivamente estoy solo en mi petición<< remango nuevamente las mangas y limpio los platos.
Sabías que si le das “me gusta” a la historia podre saber si te gusto y también que si comentas me arias muy feliz… bueno ya lo sabes ¡Oh! Como un dato extra, recuerda que la edad de Marco nunca es la misma. Bye!!!
*** Era las dos y media de la tarde. Mariana rodaba por toda la cama aburrida por no querer salir del cuarto, en el intento por no toparse con quien no quería encontrarse. Su enemigo, había tocado la puerta pidiendo que cumpliera con lo acordado. Respondiéndole ella, que lo cumpliría cuando los cerdos volaran o lucieran elegantes a la hora de bañarse, a lo que el mayor no protesto y solo se marchó para volver después de una hora y recibir la misma respuesta. –Cuando los cerdos vuelen… –en un susurro que desapareció junto con el viento. La niña se levantó de la cama a toda prisa, abriendo la puerta para comprobar la nula presencia del tutor. Con una sonrisa en los labios, se deslizo por los pasillos, llegando al lugar que contenía lo que utilizaría como un arma pequeña. –¡Bingo! –canto, tomando lo que necesitaba para continuar con el plan. Mientras tanto, Marco volvía a tocar la puerta de la habitación. Reclamándole sobre el acuerdo que tenían y que ella no cumplía. Exigiendo vari
Marco, quien había logrado escapar de la biblioteca con ayuda de dos clips de papel que encontró. Caminaba desesperadamente en dirección a su habitación, la cual sorpresivamente encontró cerrada. >>¡Fue ella!>Agradezco a mi inspección, que este sitio tiene un
*** –Por eso María Antonieta fue llevada a la guillotina en octubre de ese mismo año. Recibiendo el mismo destino que el rey Luis XVI… >>¡Ya párenlo!<< prestando algo de atención a la información. Mariana deseaba que su acompañante parara de darle datos sobre las historia del mundo. Hace unos veinte minutos, la garganta dejo de ser su cómplice, y debido a que no poseía agua a su disposición. Esta se vio obligada a dejar de producir cuerdas vocales. Cerrando la boca, resignada a escuchar lo que decía. –Es así como tras la muerte de Maximiliano… –la garganta de marco comenzó a picar, y el pecho se inflo de repente, dejando escapar un tosido que lo alerto de inmediato. El silencio perduro por unos minutos, escuchándose el sonido del libro cerrarse, y los pasos rápidos que se producían al bajar las escaleras. –La clase termino. Vuelvo dentro de unos minutos. –Espera no me dejes aquí… Marco hizo caso omiso a las palabras de su alumna, dirigiéndose a la habitación donde para su sorpr
Luego de un golpe a Marco y la liberación de Mariana. Ambos se encontraban en la biblioteca, mirándose, esperando el movimiento del otro. –Me disculpo por mi falta de atención ante lo que usted usaba. Y mi intromisión rápida a la habitación, sin tomar en cuenta que podría estar con menos… ropa. Mariana inflo las mejillas llena de vergüenza e ira. –Maldito –lo miro con odio–. Eres un idiota. Minutos atrás, la joven había logrado darle una bofetada al hombre que la había esposado. Consiente del erro, él decidió no volverlas a usar, dándole espacio para que desayunara y saliera de la habitación, guardándose ambos en la biblioteca, obstando por sentarse en diferentes sillones, uno en frente del otro. –Señorita Mariana. –Ahora que Marquillo. –No puede llamarme de una mejor manera o será que no recuerda mi nombre. Aunque lo dudo ya que antes lo dijo bien. –¡Yo te llamo como quiera! –se cruzó de brazos, alterándose por la verdad. –De acuerdo –se posiciono en frente de ella–. Como es
*** Efectivamente, toda la noche llovió, y al siguiente día continuo. Como de costumbre, Marco ya se encontraba despierto preparando un poco de café al igual que el desayuno para él y su alumna. Había optado por no levantarla y darle tiempo. Necesitaba un poco de espacio al igual que él, aunque presentía que el clima no lo ayudaría pues comenzaba a sentirse cansado así como el cambio de la temperatura corporal. >>Ya pasara>Otro día de pesadilla<< se miró al espejo, retirándose de inmediatamente para asearse y vestirse, continuando con la rápida salida de la recamara y su parada matutina que resultaba ser la cocina. –Buenos días –miro de reojo al hombre, sentándose, frente a él, en una silla del comedor de la servidumbre. –Buenos días… –Puedes servirme mi de
–Si quiere, créame –se obligó a soltarla y desprender la mirada–. Como su tutor, velare por usted como mi alumna. Siempre y cuando acceda a mis enseñanzas. De lo contrario, estará usted sola. Levantándose, camino hacia la salida, deteniéndose antes de girar la perilla. –Si no coopera, será una lástima el destino que le depara –fue todo lo que dijo, antes de retirarse del cuarto, dejándola sola con pensamientos dudosos y decisivos. >>Eso será suficiente para comenzar>Mientras tanto, es mejor no padecer en frente de ella<< tocio levemente, rogándole al cielo piedad ante lo que se aproximaba. *** Al medio día, las nubes hicieron de las suyas. Nublaron el cielo y humedecieron el suelo, dando un aspecto triste y apagado al ambiente en la mansión. Las flores se alegraban por estar cubierta por el líquido, mas sin embargo Mariana no opinaba lo mismo desd
–¿Qué tratas de hacer? te encuentras en un esto deplorable –el mayor la miro extraño –. No me agradas y eso está claro. Sin embargo no puedo dejarte morir. No sin antes torturarte para que salgas de la mansión. Ya afuera, el resto es tu problema. –Señorita Mariana, mi obligación es… –Es cuidar de mí, pero si desfalleces no lo cumplirás y yo tendré un cuerpo putrefacto en este sitio –lo miro de pies a cabeza–. Además ¿Quién en su sano juicio duerme con esa ropa? –él se miró y recordó como se había dormido con la ropa habitual. Nada cómoda para descansar. –Señorita Mariana… –Deja de decirme así y descansa –lo interrumpió–. No te preocupes por mí. Si quieres que algún día tome una clase tuya, debes de estar vivo. Ahora cámbiate, ponte algo cómodo y descansa –salió de la habitación sin dejarle decir algo. Recostándose sobre la puerta, sorprendida ante las palabras dichas por ella misma. Sentía que el pulso se le aceleraba sin parar >>¡Madre que estas en el cielo! ¿Desde cuándo me imp
–Si te lo digo estarás contento. Bien –hablo sarcásticamente, sentándose nuevamente en la silla giratoria del escritorio–. Cuando era pequeña, nadie cuidaba de mi así que vi esto como un paso a ser mejor conmigo y… –Mientes. Tu mirada me lo dice. –expulso aire pesado, al ser descubierta por él. –Okey. Lo que hice fue porque no quería que murieras. –Es solo un resfriado. –Nona Milena dice que los resfriados pueden agravarse si no los controlas y yo… no quiero ser la causante de matar a otro educador –Marco arqueo una ceja–. Cuando cumplí los catorce años, el señor Armando se convirtió en mi profesor. Me negué a recibir sus clases, fastidiándolo de múltiples maneras como lo había hecho con el resto –el brillo en los ojos se oscureció–. Creo que me pase de bromas a la final. –Bromas como las que me hiciste. –No. Con él se me paso la mano –dirigió la mirada a un lugar vacío de la habitación–. Utilice armas, pirotecnia armas blancas y demás para espantarlo, sin embargo el no desistió.