Frotándose la frente con la mano derecha, él ya daba por perdido el día. El trabajo, definitivamente no comenzaría hoy.
–¿Qué le hiciste a mi televisor? –dejo de frotarse la cien comenzando a escuchar nuevamente las demandas de la adolescente.
–No tienes autorizado usarlo. La televisión normal y privada, están suspendidas para toda la casa. En pocas palabras, no posees entretenimiento por televisión o internet. Ni siquiera los teléfonos de la mansión, están en funcionamiento.
–¡ESTAS LOCOS! –golpeo fuertemente la puerta, deseando tener a su enemigo entre sus manos para estrangularlo–. ¡Tú! hijo de perra, me has quitado todo lo que quería. Ya verás cuando salga –giro la perilla para salir, notando como esta tenia bloqueo– ¿Me encerraste en mi propio cuarto? –incremento la ira, comenzando a golpear múltiples veces el trozo de madera–. Deja que te ponga las manos en cima, conocerás la furia de una mujer cuando la provocan.
–Usted misma dijo que no saldría de su recamara. Por lo que solo le hice un favor. Y corrigiéndola, una mujer actúa con elegancia, gracia, madurez y múltiples cualidades que la hacer una verdadera mujer. Usted es solo una niña.
–Hijo de las mil rameras. Déjame salir para golpearte. De este día no pasas.
Marco suspiro profundo sacando las llaves del pantalón, mirando la puerta que se movía ante los golpes de una alumna furiosa, quien no paraba de golpearla mientras lanzaba múltiples insultos. Definitivamente, el mayor decidió no quitar el seguro a la puerta por unas horas, o hasta que el ruido cesara, o ella se tranquilizara. Por lo que decidió volver a guardar las llaves en el pantalón, al igual que sus lentes en el bolsillo de la camisa.
–De acuerdo señorita. La veré más tarde –apegándose los libros al cuerpo, comenzando a caminar sin rumbo fijo.
–¡Oye! No he terminado contigo. Déjame salir. ¡Hey! ¿Aun estas hay? M****a ambulante, sácame de aquí –grito a todo pulmón la joven, continuando con el acto de seguir golpeando la puerta.
>>Es malo desear la desgracia a otros. Pero dije que me las pagarías niña<< y con una gran sonrisa de lado, el tutor de la joven dejo atrás el ruido que producía esta, encaminándose rumbo a algún lugar, estando seguro de que después de unas horas, la joven se tranquilizaría, quisiera o no, ya que él aseguraba que no podría seguir protestando con el estómago vacío.
***
Mariana ya había perdido la cuenta de las horas. Estaba más concentrada leyendo en el celular la novela que se había guardado antes de quedarse sin internet.
–No le puedes hacer eso. Ella lo ama. Que tú lo hayas dejado por amantes que no sirven de nada es tu problema… –protesto, rodando sobre la cama, mientras leía concentrada la novela que le encantaba.
Tras cansarse de gritar y golpear la puerta, había optado por distraer la mente, mientras se encontraba encerrada en el cuarto. Estaba segura que su enemigo no la privaría de su libertad para siempre, así que solo aguardaba a que este quitara el seguro de la puerta y la dejara libre para asesinarlo.
Unos minutos pasaron, y la joven comenzó a sentir hambre lentamente. No había desayunado, ni mucho menos almorzado. Empezaba a dudar sobre si tendría cena, y ¿quién se la prepararía? En la mansión solo estaba con quien proclamo su enemigo, a quien ni se lo imaginaba cocinando para ella, y aseguraba que de ser así, él le pondría somnífero a la comida.
–Piensa mal y acertaras –suspiro boca arriba de la cama–. Moriré de hambre a este ritmo –dejando el celular a un lado, se dirigió a la puerta para confirmar el encierro, topándose con la sorpresa de que ya se encontraba abierta.
Deprisa, no demoro nada en salir de la habitación y escabullirse por los pasillos de la mansión, confirmando, para su mala suerte, que todas las ventanas estaban cerradas y con vidrio reforzado como él lo había indicado. Las puertas de la salida se encontraban bajo llave y no existía ningún orificio que la condujera a alguna salida de la inmensa mansión.
–Solo queda la cocina –suspirando profundo, se dirigió hacia al sitio con esperanzas de encontrar una salida, topándose con un aroma que la sedujo a degustar lo que allí se preparaba.
Al llegar a la entrada de la cocina, el sonido del sartén friendo algún ingrediente, abrió el apetito de Mariana, quien sin saber lo que se preparaba, ya estaba degustándolo con el aroma que le resultaba majestuosamente exquisito, hasta que noto que su tutor era quien combinaba todo para provocarlo.
>>¿Es en serio? Solo me faltaba con que cocinara para parecerse a los chicos de las historias ¿Qué más necesita? ¿Que use un smoking y toque el violín? ¿Creador, con que más me castigaras?<< refunfuño mentalmente a cualquier divinidad que pudiera oirla.
Peleando con sus pensamientos, observo como el tutor terminaba de preparar el platillo y lo dejaba sobre un pequeño mesón, buscando algo para complementarlo.
Sin saber si era bueno asesinarlo ahora o hacerse presente y exigir que la alimente, noto que en el mesón solo había un plato, deduciendo que la comida era solo para él, ignorando el hecho de tener a una estudiante hambrienta y encerrada en la habitación. O al menos lo estaba hace unos minutos.
–Que egoísta –susurro para ella, decidida a estropearle la cena.
Cuando Marco abandono la cocina por algún motivo, la adolecente se escabullo para robar el plato con comida, unos utensilios y una botella con jugo que tomo rápidamente de la nevera, antes de huir de prisa en dirección a su cuarto.
>>A mí no me ganas, tutorcillo de pacotilla<< y con una gran sonrisa en sus labios, se adentró en la habitación, tomo su celular, se recostó sobre la cama y comenzó a devorar la comida en el plato, acompañándolo con el jugo de naranja que le encantaba.
La comida rápidamente desaparecía, al igual que el jugo. Y aunque le costaba reconocer que el hombre tenía muy buena mano para la cocina, la joven fingió estar degustando un platillo de su chef, quien siempre la consentía a pesar de ser alguien exigente.
Mariana, continuando con la lectura a su vez en que reclamaba por los acontecimientos de esta, pensaba sobre la expresión que tendría su enemigo, cuando descubriera que la comida había desaparecido misteriosamente.
–Ya quisiera verle la cara –se rio divertida, tranquilizándose después para tomar un sorbo de jugo.
–Puedes vérmela ahora –Mariana se atraganto con el líquido, al escuchar una voz fastidiosa en su guarida para albergar la comida robada.
–¿Qué diablos haces en mi habitación? –Levantándose de prisa de la cama, lo miro furiosa, como una animal que se siente amenazado– ¿De dónde has salido?
–He nacido de tu baño –burlón, rio bajo haciendo que la chica arqueara una ceja, disgustada por sus palabras–. En realidad, mientras alguien me observaba, y devoraba con la mirada la comida que preparaba, decidí que la tomara pensando que me la hurtaba, al mismo tiempo en que me oculte en su guarida de rabietas, para decomisar todos los celulares que poseía en el cajón que, para mi suerte, ya se encontraba abierto.
–¿Qué hiciste qué? –incremento el odio.
–Lo que escucho. No me haga repetirle las cosas dos veces, o pensare que tiene problemas auditivos –se acercó, arrebatándole el celular de las manos sin previo aviso, siendo esta tomada por sorpresa.
–¡Oye! –demando Mariana, mirando como el enemigo se alejaba rápidamente de ella–. Eso es mío revuélvemelo.
–Lo siento, mi estudiante. Pero mientras yo sea tu tutor, te alejaras de la tecnología o todo lo que pueda distraerte –desviando la mirada de la joven, noto la lectura del celular, leyendo solo tres líneas para saber de qué se trataba–. Señorita Mariana ¿No cree que sea muy joven para leer cosas de mayores de edad?
La vergüenza la invadió de repente. Sintiéndose descubierta por el enemigo que le había arrebatado todo. La sensación de desnudes del mundo literario que le agradaba, deseaba que nadie más lo conociera, pues creía que dejaría en exposición comportamientos y pensamientos propios que otros podrían manipular.
–No te metas en lo mío. Devuélveme mi celular –se aproximó hasta él, decidida a quitarle el objetor de las manos.
–No. Esto se quedara conmigo desde ahora –alzando el celular por encima de la cabeza, imposibilito el objeto a la joven, quien ya estaba de puntitas tratando de alcanzar lo que era de su propiedad.
–Que me lo entregues –empuñando la mano derecha, la dirigió hacia el estómago del mayor con intenciones de golpearlo, siendo este el que la esquivara tan rápido como se diera cuenta.
Por un momento los dos se miraron. La adolecente llevaba la ira en los ojos, mientras que en la mirada del mayor la determinación de no retroceder.
El tutor sabía lo que aria su alumna y estaba preparado para ello, más la rebelde chica, sabía que tendría que luchar para ahuyentar al enemigo y recuperó el objeto más querido, su celular.
–Por última vez. Devuélveme mi celular –tensando la mandíbula, apretó fuerte los dientes, musitando con fuerza. El rostro de Mariana, aseguraba que aunque le devolviera lo que quería, no se detendría. Y Marco sabiendo esto, negó con la cabeza desafiando a la ya furiosa estudiante, con la que tendría que enfrentarse y sobrevivir.
Un gruñido por parte de la menor se escuchó en la habitación, dando inicio a múltiples ataques, que sin piedad, comenzó a darle al hombre, quien ágilmente los esquivaba enfureciéndola a un más.
Los objetos comenzaron a caerse y la habitación se llenó de caos. El mayor podía responder a los ataques de patadas y puñetes de ella, pero mejor opto por solo esquivarla y maltratarse un poco con uno que otro objeto que le lanzara.
–Señorita Mariana. Cálmese. No tiene por qué ponerse así por un simple objeto –ella se detuvo por un instante más furiosa que nunca.
–¿Un objeto? Un celular es más que un simple objeto.
–Que ridículo –susurro arrogante, volviendo a ser atacado por su alumna, que ya lo traía arto.
Marco no sabía cuánto más duraría el berrinche de ella, por lo que decidió tomarla del brazo y doblársela contra la espalda, llevándola hasta la cama, donde la sostuvo contra esta, mientras ella se zamarreaba insultándolo múltiples veces.
El solo suspiro ante la agresividad, decidiendo solarla al mismo tiempo en que emprendía la huida de la habitación y sujetaba fuerte la operilla al otro lado de la puerta, notando como su alumna intentaba abrirla decidida a proseguir con lo anterior.
Cuando la puerta no mostro rasgo alguno de quererse abrir, Marco soltó la perrilla y se alejó de la habitación, pensando que sería bueno comenzar con todo a partir del siguiente día.
***
El sol nuevamente iluminaba la mansión, al igual que levantaba a una joven de cabellera castaña y cuarto desastroso, quien más bien no solo era levantada por el sol, si no por los fuertes sonido de la puerta siendo golpeada por alguien.
–No otra vez –escondió la cabeza debajo de la almohada, haciendo caso omiso a los ruidos que producía el hombre.
Marco quien tocaba y tocaba la puerta sin éxito alguno en su objetivo. Nuevamente se encontraba en la situación del día anterior. Su alumna dormía más de la cuenta y el tiempo se agotaba porque ella lo desperdiciaba.
>>Esto no está saliendo de acuerdo al plan<< pensó frustrado ante el nulo avance que llevaba >>¿Qué es lo que tengo que hacer para que deje de oponerse? ¿Cómo la motivo para que aprenda sin que intente degollarme en el proceso?<< dejo de golpear la puerta suspirando hondo, deseando poder entender la agresividad en sus intentos por no aprender. >>Su padre no mentía cuando dijo que podía ser agresiva. También comento sobre la bipolaridad. Me pregunto cuando sabré si estoy tratando con la buena o la mala. Esta niña me tendrá demasiado ocupado<< y como antes lo había hecho, se recostó a lado de la puerta, en la espera de que la bella durmiente, berrinchuda y malcriada, se levantara.
Sabías que si le das “me gusta” a la historia podre saber si te gusto y también que si comentas me arias muy feliz… bueno ya lo sabes ¡Oh! Como un dato extra, recuerda que la edad de Marco nunca es la misma. Bye!!!
El ruido había cesado y la joven ya se encontraba lista para salir de la habitación. Esperaba no tener que encontrarse con su tutor, anhelando que todo lo anterior allá sido solo una pesadilla. O de lo contrario comenzaría nuevamente una batalla sin fin. >>Okey. Aquí vamos<< dándose ánimos para no desfallecer en la actual realidad, abrió la puerta saliendo sigilosamente, rezándole a cualquier ángel que escuchara la plegaria en cuanto no ver a su tutor. –Señorita Mariana, lleva una hora tarde –y sintiéndose abandonada, Mariana puso los ojos en blanco, renegando de la vida. –No podías largarte y dejarme en paz –noto que no llevaba puestos los lentes, lo que la relajo y a su vez, la decepciono. –No –le entrego un libro–. Y hoy tenemos clases de modales e historia. –Pues no iré a tus clases –tiro el libro al suelo con brusquedad–. Te quiero fuera de mi vida tutor de pacotilla, me has escuchado ¡Fuera! –a pasos firmes y rápidos, la joven dejo atrás al tutor, caminando en dirección a cu
*** Era las dos y media de la tarde. Mariana rodaba por toda la cama aburrida por no querer salir del cuarto, en el intento por no toparse con quien no quería encontrarse. Su enemigo, había tocado la puerta pidiendo que cumpliera con lo acordado. Respondiéndole ella, que lo cumpliría cuando los cerdos volaran o lucieran elegantes a la hora de bañarse, a lo que el mayor no protesto y solo se marchó para volver después de una hora y recibir la misma respuesta. –Cuando los cerdos vuelen… –en un susurro que desapareció junto con el viento. La niña se levantó de la cama a toda prisa, abriendo la puerta para comprobar la nula presencia del tutor. Con una sonrisa en los labios, se deslizo por los pasillos, llegando al lugar que contenía lo que utilizaría como un arma pequeña. –¡Bingo! –canto, tomando lo que necesitaba para continuar con el plan. Mientras tanto, Marco volvía a tocar la puerta de la habitación. Reclamándole sobre el acuerdo que tenían y que ella no cumplía. Exigiendo vari
Marco, quien había logrado escapar de la biblioteca con ayuda de dos clips de papel que encontró. Caminaba desesperadamente en dirección a su habitación, la cual sorpresivamente encontró cerrada. >>¡Fue ella!>Agradezco a mi inspección, que este sitio tiene un
*** –Por eso María Antonieta fue llevada a la guillotina en octubre de ese mismo año. Recibiendo el mismo destino que el rey Luis XVI… >>¡Ya párenlo!<< prestando algo de atención a la información. Mariana deseaba que su acompañante parara de darle datos sobre las historia del mundo. Hace unos veinte minutos, la garganta dejo de ser su cómplice, y debido a que no poseía agua a su disposición. Esta se vio obligada a dejar de producir cuerdas vocales. Cerrando la boca, resignada a escuchar lo que decía. –Es así como tras la muerte de Maximiliano… –la garganta de marco comenzó a picar, y el pecho se inflo de repente, dejando escapar un tosido que lo alerto de inmediato. El silencio perduro por unos minutos, escuchándose el sonido del libro cerrarse, y los pasos rápidos que se producían al bajar las escaleras. –La clase termino. Vuelvo dentro de unos minutos. –Espera no me dejes aquí… Marco hizo caso omiso a las palabras de su alumna, dirigiéndose a la habitación donde para su sorpr
Luego de un golpe a Marco y la liberación de Mariana. Ambos se encontraban en la biblioteca, mirándose, esperando el movimiento del otro. –Me disculpo por mi falta de atención ante lo que usted usaba. Y mi intromisión rápida a la habitación, sin tomar en cuenta que podría estar con menos… ropa. Mariana inflo las mejillas llena de vergüenza e ira. –Maldito –lo miro con odio–. Eres un idiota. Minutos atrás, la joven había logrado darle una bofetada al hombre que la había esposado. Consiente del erro, él decidió no volverlas a usar, dándole espacio para que desayunara y saliera de la habitación, guardándose ambos en la biblioteca, obstando por sentarse en diferentes sillones, uno en frente del otro. –Señorita Mariana. –Ahora que Marquillo. –No puede llamarme de una mejor manera o será que no recuerda mi nombre. Aunque lo dudo ya que antes lo dijo bien. –¡Yo te llamo como quiera! –se cruzó de brazos, alterándose por la verdad. –De acuerdo –se posiciono en frente de ella–. Como es
*** Efectivamente, toda la noche llovió, y al siguiente día continuo. Como de costumbre, Marco ya se encontraba despierto preparando un poco de café al igual que el desayuno para él y su alumna. Había optado por no levantarla y darle tiempo. Necesitaba un poco de espacio al igual que él, aunque presentía que el clima no lo ayudaría pues comenzaba a sentirse cansado así como el cambio de la temperatura corporal. >>Ya pasara>Otro día de pesadilla<< se miró al espejo, retirándose de inmediatamente para asearse y vestirse, continuando con la rápida salida de la recamara y su parada matutina que resultaba ser la cocina. –Buenos días –miro de reojo al hombre, sentándose, frente a él, en una silla del comedor de la servidumbre. –Buenos días… –Puedes servirme mi de
–Si quiere, créame –se obligó a soltarla y desprender la mirada–. Como su tutor, velare por usted como mi alumna. Siempre y cuando acceda a mis enseñanzas. De lo contrario, estará usted sola. Levantándose, camino hacia la salida, deteniéndose antes de girar la perilla. –Si no coopera, será una lástima el destino que le depara –fue todo lo que dijo, antes de retirarse del cuarto, dejándola sola con pensamientos dudosos y decisivos. >>Eso será suficiente para comenzar>Mientras tanto, es mejor no padecer en frente de ella<< tocio levemente, rogándole al cielo piedad ante lo que se aproximaba. *** Al medio día, las nubes hicieron de las suyas. Nublaron el cielo y humedecieron el suelo, dando un aspecto triste y apagado al ambiente en la mansión. Las flores se alegraban por estar cubierta por el líquido, mas sin embargo Mariana no opinaba lo mismo desd
–¿Qué tratas de hacer? te encuentras en un esto deplorable –el mayor la miro extraño –. No me agradas y eso está claro. Sin embargo no puedo dejarte morir. No sin antes torturarte para que salgas de la mansión. Ya afuera, el resto es tu problema. –Señorita Mariana, mi obligación es… –Es cuidar de mí, pero si desfalleces no lo cumplirás y yo tendré un cuerpo putrefacto en este sitio –lo miro de pies a cabeza–. Además ¿Quién en su sano juicio duerme con esa ropa? –él se miró y recordó como se había dormido con la ropa habitual. Nada cómoda para descansar. –Señorita Mariana… –Deja de decirme así y descansa –lo interrumpió–. No te preocupes por mí. Si quieres que algún día tome una clase tuya, debes de estar vivo. Ahora cámbiate, ponte algo cómodo y descansa –salió de la habitación sin dejarle decir algo. Recostándose sobre la puerta, sorprendida ante las palabras dichas por ella misma. Sentía que el pulso se le aceleraba sin parar >>¡Madre que estas en el cielo! ¿Desde cuándo me imp