*** Agradeciendo mentalmente al chef por la exquisita cena. Comprendió porque era la persona como mejor sueldo pagado dentro de la mansión, entendiendo la interpretación de cada platillo y tema que acompañaba la comida. >>Manos hábiles de preparar manjares dignos de elogios<< intento recordar la última vez que elogio a alguien por la comida. El caminar por los pasillos de la mansión dejaban un leve eco que se extinguían con forme Marco pasaba y priorizaba el destino que resultaba la habitación donde residía. Anteriormente había deambulado por el lugar con la intención de obtener una mejor digestión ante tal momento de enfrentamiento con el señor Méndez, obteniendo al mismo instante paz en cuanto los pensamientos. Todo estaba tranquilo, hasta que el sonido del teléfono interrumpió el escenario relajado que había ganado. –Buenas noches –hablo con cortesía al saber quién iniciaba la llamada. –Marco. Mi hombre favorito. –Y tú único amigo Doc. –continuo los pasos. –Tienes razón pero
“Querido diario… Múltiples cosas han pasado en mi vida. Se podría decir que desde el despido de la señora Verdinel no me había divertido tanto. Como antes, mis pensamientos son acerca de él. Sobre Marco No veo justo el hecho de que sea mi tutor. Y no comprendo cuando empecé a verlo con otros ojos. ¡Claro que con los míos! Pero…de otra manera. Tan solo si pudiera ser como los amantes de las historias que leo. Si tan solo no poseyera la desdicha de amarlo y el deseo de poseerlo como mi más anhelado ser amado. Aun no sé si tengo pensamientos propios o solo son sobre él. La calma al mirarlo me hace pensar que sin importar las edades tengo esperanzas de alcanzarlo. En fin. Escribí algo parecido a un poema así que lo archivare por aquí. Guárdalo. Lo hice pensando en el…” La desdicha de los amantes es la misma pasión que los envuelve.El deseo de poseer a mi amado invade mi mente sin calma alguna de mi ser.A pesar de las edades, eso es algo que los ingenuos pueden juzgar, pero que los e
…Como si fuera un títere, vuelvo a ser manipulado por los hilos del destino que me enredan con los lazos del amor. Había borrado tal atroz sentimiento cuando perdí a Jennifer que me encerré en la terquedad y la agonía de existir. Quizás ella aun me cuidad desde el paraíso, mientras como una hipócrita rechazo el hermoso sentimiento que deposito en mi ser. Problemas. Los tengo cuando la veo a ella. Esta prohibida. Por supuesto que lo está. Sin embargo es tentativo probarla, como una droga que te hace sentir bien cuando está mal tomarla. Maldito nombre que es fácil de pronunciar… –Mariana… –suspiro. La mirada que postro sobre ella ya no es pulcra ni respetuosa, es ardiente y posesiva. Me siento capaz de matar con solo tener al culpable de sus lágrimas frente a mí. La privaría de la libertad si solo pudiera apoderarme de ella. Oh! La agonía. Oh! La ingenuidad. Ella es tan libre que al ponerle grilletes podrías ver el alma frágil que se consume con desesperación. Si la provoco, su peor
La tarde parecía albergar la paz de la naturaleza. La dicha de la luz atravesando los cristales hasta que el eco del impacto de las pisadas anunció la desesperación de la joven chica con pecas, en compañía del joven de traje que hacia el rol de guardaespaldas y escolta –Mi señorita ¡Tenemos un problema! Golpeo con fuerza la puerta, permitiéndosele el accedo de manera inmediata. El informe presentado a la joven era breve y directo. Alguien quería sacar a la luz la relación que tenía con el tutor. *** ...Y tras correr por toda la mansión, pudieron quitarle a Imelda y Gabriel la última de las cartas. Logrando borrar la evidencia con fuego y suspiraron profundo, cuando el mal rato paso. –Aun no comprendo que le vio la señorita a ese tipo –hablo entre dientes Alex. –Bueno, así es el amor –los observo la mujer con pecas y lentes, embozando una sonrisa genuina –si no fuera así, no lo odiarías por lo que le hizo a Esteban –rio traviesa– fue mi espectáculo para el deleite de todos. Con
Una carta sobre la mesa, es recogida por un hombre que la lee cuidadosamente. –Valla… un reto, enseñar a una señorita... –comienza a caminar alrededor de la mesa–. La carta señala, que mi presencia es urgente y no se me permite negarme –rosa la carta cerca de los labios en compañía de una sonrisa de lado–. Esto tal vez sea suicida, ya que viene con un sello perteneciente a una de las familias más ricas de este país, de quienes se especula, están vinculadas con la mafia –lanza la carta sobre la mesa, meditando sobre lo que aria. Marco Preminger, como se llamaba el hombre, apuesto y elegante, de treinta años, según su actual currículo. Camino por el domicilio decidiendo empezar armar sus maletas, para averiguar de cerca lo que sería su nuevo trabajo, haciendo lo que mejor sabía hacer. Al ya estar frente a la gran mansión, solo medito un poco acerca de lo que aria. Pensando en si tomar este reto, o decidirse entre los otros que estaban en la espera de su respuesta. –Ufff... ¿y ahora
Mientras tanto, Mariana caminaba por la mansión, maldiciendo internamente por tener otro idiota detrás de ella, jurándose nuevamente, sacarlo corriendo de la mansión, lo más pronto posible. Al llegar la hora de la merienda, Mariana comió lo que se le sirvió, sin rechistar de los alimentos. Su mente estaba tan ocupada, pensando un plan para deshacerse de su tutor, que ni siquiera la presencia de este mismo, pudo impedir que maquinara un plan, que lo sacaría de su vida. –Gracias por los alimentos –sin expresión alguna, Mariana se levantó de la mesa y camino sin rumbo fijo, fuera del comedor. Su mente era ingeniosa y perversa, siempre conseguía lo que quería, aun si esto le costara ser buena niña, por un día. Era viernes. El único día en que su padre le prestaba algo de atención a su entorno en la mansión, y a ella durante la cena. Así que lo usaría sabiamente para su plan. Y así fue como el tiempo prosiguió, y la hora de la cena llego. Marco, por primera vez, vio al señor Arón, ce
La gigantesca mansión, perteneciente al señor Arón Méndez, era su reliquia más querida entre todo lo que poseía. Alguna vez perteneció a su padre, y al padre de su padre. Era una reliquia familiar, que pronto pasaría a la siguiente generación. La mansión alejada de la ciudad en medio de la naturaleza, hacía de este sitio un lugar relajante. Los pájaros siempre cantaban en presencia del sol, cuando este salía y embellecía el hermoso jardín que siempre solía ver el señor Méndez para calmar el estrés que lo devoraba día tras días. Por otra parte, se desanimaba mucho cuando no lograba verlo, y más cuando no veía los hermosos girasoles que alguna vez su amada había sembrado, y que ahora daban nuevos retoños. Lo que más odiaba era salir de viaje y no ver lo que amaba… incluida la problemática hija que tenía. El sol saludaba a la mansión por las ventanas al igual que a la joven chica, quien lo repudiaba por tener que levantarla. Siempre había amado dormir hasta tarde, y eso era lo único que
Frotándose la frente con la mano derecha, él ya daba por perdido el día. El trabajo, definitivamente no comenzaría hoy. –¿Qué le hiciste a mi televisor? –dejo de frotarse la cien comenzando a escuchar nuevamente las demandas de la adolescente. –No tienes autorizado usarlo. La televisión normal y privada, están suspendidas para toda la casa. En pocas palabras, no posees entretenimiento por televisión o internet. Ni siquiera los teléfonos de la mansión, están en funcionamiento. –¡ESTAS LOCOS! –golpeo fuertemente la puerta, deseando tener a su enemigo entre sus manos para estrangularlo–. ¡Tú! hijo de perra, me has quitado todo lo que quería. Ya verás cuando salga –giro la perilla para salir, notando como esta tenia bloqueo– ¿Me encerraste en mi propio cuarto? –incremento la ira, comenzando a golpear múltiples veces el trozo de madera–. Deja que te ponga las manos en cima, conocerás la furia de una mujer cuando la provocan. –Usted misma dijo que no saldría de su recamara. Por lo que so