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–¿Qué tratas de hacer? te encuentras en un esto deplorable –el mayor la miro extraño –. No me agradas y eso está claro. Sin embargo no puedo dejarte morir. No sin antes torturarte para que salgas de la mansión. Ya afuera, el resto es tu problema. –Señorita Mariana, mi obligación es… –Es cuidar de mí, pero si desfalleces no lo cumplirás y yo tendré un cuerpo putrefacto en este sitio –lo miro de pies a cabeza–. Además ¿Quién en su sano juicio duerme con esa ropa? –él se miró y recordó como se había dormido con la ropa habitual. Nada cómoda para descansar. –Señorita Mariana… –Deja de decirme así y descansa –lo interrumpió–. No te preocupes por mí. Si quieres que algún día tome una clase tuya, debes de estar vivo. Ahora cámbiate, ponte algo cómodo y descansa –salió de la habitación sin dejarle decir algo. Recostándose sobre la puerta, sorprendida ante las palabras dichas por ella misma. Sentía que el pulso se le aceleraba sin parar >>¡Madre que estas en el cielo! ¿Desde cuándo me imp
–Si te lo digo estarás contento. Bien –hablo sarcásticamente, sentándose nuevamente en la silla giratoria del escritorio–. Cuando era pequeña, nadie cuidaba de mi así que vi esto como un paso a ser mejor conmigo y… –Mientes. Tu mirada me lo dice. –expulso aire pesado, al ser descubierta por él. –Okey. Lo que hice fue porque no quería que murieras. –Es solo un resfriado. –Nona Milena dice que los resfriados pueden agravarse si no los controlas y yo… no quiero ser la causante de matar a otro educador –Marco arqueo una ceja–. Cuando cumplí los catorce años, el señor Armando se convirtió en mi profesor. Me negué a recibir sus clases, fastidiándolo de múltiples maneras como lo había hecho con el resto –el brillo en los ojos se oscureció–. Creo que me pase de bromas a la final. –Bromas como las que me hiciste. –No. Con él se me paso la mano –dirigió la mirada a un lugar vacío de la habitación–. Utilice armas, pirotecnia armas blancas y demás para espantarlo, sin embargo el no desistió.
El nuevo día irrumpió por las ventanas y saludo a todo ser viviente que se encontrara en su camino. Adorno la mansión con la presencia de la luz embelleciéndola con su esplendor, mientras dominaba los rincones de esta por donde se habría paso hasta la habitación que escondía dos cuerpos arrullados por el sueño. Los rayos del sol que descendían por la habitación, acariciaban lentamente el pacifico rostro del hombre mayor, quien aún sostenía entre sus brazos a su acompañante sin intenciones de soltarla. Luego de unas horas, quien poseía entre sus brazos a la joven, recobro el conocimiento, teniendo como primera escena al abrir los ojos, la cabellera castaña oscura de la aparte lateral de la cabeza de esta, que emitía un agradable olor a fresa fresca empalagosa, que lo inducia a aspirar el aroma en repetidas ocasiones por parte de la misteriosa acompañante. >>Dulce y empalagoso. Distinta al resto<< sonrió sosteniendo el peso en un brazo, acercándose a la corilla de la cabellera para be
>>Si no fueras mi tutor y no estuviera en estas circunstancias, sería como las lectoras en línea, te secuestraria para mí. Sin embargo la atracción no me deja idiota y no digo que la tenga contigo. Simplemente tienes lo tuyo pero aún sigo despreciándote<< –Señorita Méndez –Mariana alzo una ceja al notar la formalidad no antes dada –¿Por qué no desea aprender? –¿Es enserio? ¡Vuelve la burra al trigo! –reviro los ojos cansada de responder lo mismo–. Porque eso mi padre quiere –resoplo–. No le doy gusto a nadie, ese es mi lema. Además no me gusta aprender. –Sabe mucho como para decir que no le gusta aprender. –Bueno solo lo que me interesa –él la analizo y ella lo observo. –Bien dígame. Sabe el uso adecuado de “b, v, c, s, z” –¿Quién no sabe eso…? –El funcionamiento reproductor de la célula, la tabla periódica, sistema circulatorio, sistema endocrino, ley de Ohm, la electricidad y magnetismo… –Eso a quien le importa… –Estados de materia, componentes. Ley de Avogadro –continúo hab
La verdad es que Marco solo veía a una niña manifestando sus sentimientos mediante el arte expresivo del cuerpo. No le parecía que lo hiciera mal, pero estaba seguro que le faltaba perfección en los pasos. Cuando el tarareo termino, Mariana se sentó en el frio suelo, estirando las piernas para descansar por unos minutos antes de dirigirse a la cocina por un poco de agua. –Eso no estuvo mal –volteo a mirarlo, sorprendiéndose por el inesperado encuentro. –¿Qué haces aquí? –endureció la mirada, observándolo caminar hasta el refrigerador. –Así que te sientes mal –saco una botella de jugo dirigiéndose a la platera para tomar dos vasos y servirse–. Tu modo de expresarlo no es tan mala, solo no deberías asustar a quienes te ven –extendió un vaso con jugo en frente de ella– ¿Quieres? Lo miro extraña, dejando Marco sobre la barra el vaso con el jugo, antes de recostase sobre esta y dirigirse a Mariana. –¿Por qué te sientes mal? –bebió una parte del líquido que le correspondía, esperando r
*** El tic tac del reloj, impacientaban a la nerviosa y desesperada Mariana, que mordía el lapicero tratando de identificar los errores gramaticales de un dictado. >>¿Cuál es cuál? ¿Este con este? ¿Es haiga o haya? ¡Joder, es tan simple que no lo se!<< preocupada y en desesperación, mordía el lapicero sin saber qué hacer. Después de media hora, la resignación ladeo por la mirada al mismo tiempo en que entrego la hoja y se dispuso a esperar los resultados inmediatos de la prueba. Marco, concentrado y con el esfero rojo moviéndose sobre la hoja, no paraba de tachar y encerrar en círculos los errores eminentes. Faltaba poco para que la hoja dejara de ser blanca y se transformara en una gran mancha carmín. –No sabe diferenciar las faltas ortográficas. Tampoco donde deberían ir los puntos y coma. Y… –dejo el bolígrafo al igual que la hoja–. Tiene mucho que aprender. Me sorprende que no sepa ni lo básico de lo básico. Sin embargo –inhalo hondo–, para eso estoy yo, para enseñarle. Marian
Al llegar e irrumpir en la habitación ajena, se acercó a una silla alcanzando la estantería de libros donde encontró una caja metálica con muchas llaves que conocía. Tomo la caja y aspergió las llaves sobre la cama, notando cuales eran para los autos, acceso al garaje de helicópteros, el de aviones, distintas habitaciones, entre otros. Todo lo que necesitaba estaba frente a ella.–Bien. En marcha –tomo las llaves que le interesaban, junto a la de la puerta principal, corriendo de prisa al dormitorio donde tomo una mochila ya preparada, y se la colgó tras la espalda –al fin libre.Decidida a salir, recordando que dejaba un colgante preciado sobre el escritorio, en donde también estaba el contrato firmado por Marco y ella en compañía del esfero antes arrebatado.Mariana se colocó el colgante, tomando el contrato que ojeo deteniendo la vista en la firma de Marco que le resulto bonita >>lo siento, pero no puedo cumplir esto<
De prisa retrocedió y se regañó a sí mismo, mientras ella se daba la vuelta buscando inconscientemente una posición cómoda para proseguir con el descanso, quedándose quieta mientras un tintineo se hacía presente en el sitio. Sin ignorar el sonido, noto que algo brillante asomaba por la punta del edredón, descubriendo que era su esfero junto a un pequeño frasco que acompañaba una llave. >>Aquí los tenías<< saco conclusiones, evitando mirarla para no sucumbir al deseo antes desatado. Guardo el esfero, el frasco y la llave en el bolsillo del pantalón, retirándose del lugar, antes de perder la cordura y volverse un salvaje sin ética y moral. Por los pasillos, susurro las reglas que lo habían forjado, recordando los duros años que vivió cuando se independizo. La universidad le fue un calvario mezclado del pasado en una época difícil. –Pondrás límites. No te propasaras. Ganaras su confianza y si se lo merecen será mutua. Y hagas lo que hagas, los sentimientos jamás se deben mezclar –susur