“El telón del escenario se abre, dando paso a la protagonista de la historia” –Hola. Que tal lector desconocido. Soy Mariana y seré quien te hable en este cuadrito de texto al finalizar los capítulos. Todo con el fin de entretenerte y tratar de darte spoilers que la autora esconde. Aparte de ser obligada a decirte de le des “Me gusta” al capítulo y de compartirlo si es posible. Eso ayudara a que no me saquen de esta sección. Bueno por el momento te dejare. Nos vemos en la próxima. “El telón se cierra tras las últimas palabras de la joven dando fin a la escena”
Pesadillas eran las que rodeaban la suite Siqueiros en el piso 40. Algunas vueltas en la cama de la joven no podían ser ignoradas en el ambiente, aun cuando era ella la que no paraba de darlas. Pocos minutos después, como si la desesperación la obligara a levantarse, la imagen de caer en un bucle de sueños infinitos la forzaron a repetir aquella escena una y otra vez. Cuando creía escapar de una, ingresaba a otra. No sabía cómo detenerlo a pesar de estar consciente de saber que era un sueño. Las pesadillas no terminaban y no podía detenerlas. –¡AH! –un grito resonó en la habitación, acompañado de un jadeo incontrolable. La mirada desorientada vacilo por el lugar, recordando donde y con quien estaba. Un entorno desconocido que la mente comenzó a clasificar como amenazante. Extrañada, bajó de la cama en dirección a la otra habitación en donde decidió buscar refugio de las pesadillas. El terror que sentía por lo experimentado, había hecho que sudara frio, por lo que descalza se quedó
*** Terminando de leer un libro sobre el autocontrol y paz interna, Marco decidió prepararse un té de manzanilla, dirigiéndose a la habitación de Mariana con algo extra agregado al líquido tibio, seguro para ser bebido de un solo sorbo por quien sin duda alguna, terminaría por arrebatárselo. Como antes lo había hecho, hablo con ella, esta le arrebato el té de las manos, lo bebió sin vacilar y se burló de él, marchándose del lugar para luego de unos minutos, notar como cayo en brazos del sueño profundo, dándole paso a que escapara de nuevo, cambio de aspecto y abandonando el hotel sin problema alguno. Nuevamente, la vigilancia de Esteban fue burlada, aun cuando se encontrara atento a todo, menos al huésped que se cubría el rostro y salía por las noches. *** –De nuevo, el sueño me ha abandonado. La paz es algo que no me pertenece en este trabajo –bostezando ante el aburrimiento, Esteban no hacía más que vigilar el hotel desde el automóvil. Dentro del edifico, poseía una habitación
*** Quejas y quejas, salían de la chica que estaba sobre la cama. Un estruendoso ruido la había levantado del sueño que aún no había superado todavía. Desorientada, abandono la comodidad de las cobijas, merodeo por el comedor como un fantasma, acercándose en ocasiones por el ventanal para observar las luces de la cuidad, como si a través de estas pudiera borrar el vacío de las emociones sin explicación que poseía. Mirándose las manos, recordó la primera vez que tomo un arma y disparó contra alguien. Deseaba nunca volver hacerlo y evitarlo en el futuro. La subconsciencia la había arrastrado a lo profundo del pasado, al mismo tiempo en que bloqueaba los recuerdos de esos duros años. En un desorden mental, dudosa de la tranquilidad que poseía, terminando parada frente a la puerta del dormitorio del mayor a quien llamo varias veces sin respuesta alguna. Impacientándose al no saber si era prudente ingresar. >>¿Tan pesado tiene el sueño que no me oye?<< abrió la puerta, chocando con la
*** –*4 horas antes*– Llegada la hora de dormir, la joven que ladeaba la mirada hacia las acciones del hombre, noto como este se servía café que seguramente sería el cebo para llevar a cabo la huida. Le había tomado tiempo comprender el hecho de quedarse dormida cada vez que fastidiaba a Marco, notando como hacía uso de la psicología inversa y la rebeldía para drogarla y hacerla dormir hasta el otro día. La hipótesis, analizada por Esteban y ella, había tomado fuerza tras recordar las veces que se quedaba dormida en contra de su voluntad, apenas bebía algo que él preparaba y dejaba arrebatar sin problema. La alerta de inmediato indico que no debía beber nada. >>Es ahora o nunca<< apenas noto que dejaba la tasa sobre la mesa, Mariana se apresuró en tomarlo y correr a toda prisa con destino al baño de su habitación donde rego por el retrete el líquido, instalándose a un lado de la cama donde fingió terminar de bebe el café. La temperatura de la bebida era lo suficientemente calient
Riendo de manera desenfrenada, divertido por la reacción, ajusto el peinado adorando lo que había hecho. –No se altere. Juego. Además arruinara mi trabajo –camino con dirección al closet, sacando una caja pequeña de zapatos–. Aquí hay unos tacones plataforma negro gamuzados cerrados. Son ideales ya que no tuve tiempo de hacerle el manicure y pedicura. –Debería decirle a mi padre que no te deje viajar en tus vacaciones. Regresas con algo nuevo que te enseñan tus hermanas. –Créame que aunque no quiera me obligan –intercambiaron palabras, empezando a reír, sin contención alguna. –¡Ay Esteban! Siempre serás mi mejor amigo –con la diversión en los labios, tomo los tacones de la caja y se los puso, levantándose de la cama para logar caminar con ellos, siendo un milagro dar pasos sin tropezar o arrastrar la suela–. Bien. De algo sirvió jugar a la secretaria con tacones cuando era niña. –Si… aún lo recuerdo –memorias pasadas de juegos y travesuras pasaron velos por la mente del hombre que
Un escalofrió le recorrió la espina dorsal, mirándola con mayor atención que lo permitido.>>¿Puede ser una de ellos?>¿Lograron localizarme? ¡Maldita sea! Esto no es bueno<
El dolor de la herida comenzó a empeorar. El agarre del mayor sobre la herida, parecía no ayudar a evitar la sangre. Aun cuando Esteban y Pedro intentaron brindar primeros auxilios, la sugerencia de abandonar el lugar fue tomada de inmediato. –Esteban –alcanzó rápidamente las llaves que estaban en su bolsillo–. Llévanos de vuelta al hotel. En mi habitación tengo lo necesario para tratar la herida –entrego las llaves. –Señor Marco, tenemos que llevarlo a un hospital –ayudo a que se levantara, apoyándolo al hombro. –¡No! –grito deprisa, asustando a Mariana y a Pedro, dándole espacio para transitar–. No es necesario. Sin hospitales por favor. Has lo que te he dicho. Sin opción a discutirlo, Esteban asentó con la cabeza, caminando ambos hasta la salida, acompañados de la joven quien hablaba, o mejor dicho gritaba al dueño del sitio, sobre la inseguridad y la posible denuncia que pondría para clausurarlo. Pedro no pudo evitar sentirse asustado ante una mala reputación que podía tener el
*** –Esteban. Ya me voy –portando ropa deportiva, camino hasta la cocina para despedirse –. Si me buscas estaré en el gimnasio del hotel. –Así que tomara en serio eso de ponerse en forma –término de lavar los platos, secándose las manos con una toalla de cocina. –No sabes cuánto luche para no parecer una bolsa de papas con ese vestido –suspiro, caminando a la salida, deteniéndola Esteban. –Antes de que se valla. El señor Preminger llego y salió enseguida mientras usted se cambiaba de ropa. Vestía ropa casual, así que no creo… –Gracias –endureció el rostro–. Pero creo que ya no me importa a donde valla… Dejándolo con las palabras en la boca, Mariana sintió disgusto sin alguna razón, abandonando el lugar con destino a calmar lo que sentía y bajar de peso. –¿Desde cuándo empezó a tener simpatía por él? –con la interrogante en mente, abandono la cocina >>La señorita puede ser complicada y bipolar, pero cuando alguien le llama la atención y congenian, es tan difícil no verla cambiar