Qué tal está la adorable Anne esta mañana?.¿se ha divertido durante el fin de semana?.Pareces una chica que sabe divertirse.Anne levantó la vista y miró a Jeff Roberts sin reacción aparente.-Buenos días, señor Roberts- dijo secamente.Se aproximó y se sentó en su mesa. A ella se le revolvió el estómago. Estaba lo suficientemente cerca como para que su repugnante colonia lo invadiera todo. Pero Anne continuó escribiendo sin mirarlo, con la esperanza de que llegara a cansarse y se marchara.Había tres modos de enfrentarse a un acosador.La primera, ignorar y evitar al triste individuo, tratándolo, además con frialdad suficiente como para que entendiera que su impertinencia no era bienvenida.La segunda, acusarlo de acoso y llevar dicha acusación tan lejos como fuera necesario.La tercera, darle al desagradable tipo un puñetazo en la mandíbula.Anne lo había intentado con la primera opción desde hacía ocho semanas, cuando, poco después de incorporarse a Stanton Internacional, Jeff R
Anne no tuvo tiempo de pensar. Se levantó en un abrir y cerrar de ojos y lo abofeteó.El retrocedió, alarmante sorprendido por aquella reacción, y maldijo con una retahíla de obscenidades. Anne pudo apreciar que su intención era atacarla de nuevo, así que se preparó para defenderse.-¿Qué demonios está sucediendo aquí?La voz que procedía de la puerta obligó a Jeff a volverse. Anne miraba fijamente al hombre alto y moreno que estaba en el vano. Supo de inmediato de quién se trataba y no solo por su acento francés. Había oído hablar mucho del único dueño de Stanton Internacional y lo habría podido describir sin problemas, aunque jamás había visto su rostro.Peter Stanton, treinta y dos años, soltero pero con una larga lista de amantes que lo hacían centro de todas las miradas del periodismo de sociedad.Era un hombre que se había hecho a sí mismo, alguien que había salido de los barrios bajos de París y que había llegado a convertirse en el dueño de una cadena de tiendas de muebles o
De pronto, Peter sintió deseos de besar aquella boca que trataba de controlar el temblor del labio inferior. La intensidad del sentimiento lo desconcertó.-Lo siento mucho, Anne.Ella se se encogió de hombros y él se dio cuenta de que aquel gesto encajaba perfectamente con la ilegible expresión de su rostro.-Son cosas que pasa- dijo ella. Mucha gente sufre más.Su rostro se iluminó en el momento en que vio aparecer al camarero con los cócteles.Estaba claro que no le gustaba hablar de sí misma y, probablemente, tampoco le gustaba él.Peter sintió que el pulso se le aceleraba y no sabía si la sensación que lo acuciaba era deseo, emoción, curiosidad, o una mezcla de todo.Tomó control de la situación, levantó la copa y propuso un brindis.-Por una cena excelente y una buena botella de vino.Anne se rio.-Es un brindis un tanto frívolo.-Puede- dijo él. Pero la frivolidad está llena de placeres nada despreciables.-Eso también es verdad- reconoció ella. En tal caso, brindemos por la cen
El resto del día resultó un anticlímax. Anne fue a comer con Margaret, como solía hacer, pero la otra mujer se negó a hablar de lo sucedido aquella mañana.Anne tenía la sensación de que el señor Roberts le había dado instrucciones explícitas de no hacer comentario alguno, o tal vez habría sido el gran jefe en persona.Se pasó la tarde escribiendo a máquina un largo y aburrido informe, sin poder dejar de atender a cuanto sucedía fuera de su pequeño despacho.Oyó salir al señor Roberts en un momento dado pero, por suerte, no pasó a verla ni le oyó hacer comentario alguno.Hubo el movimiento habitual en el despacho de Margaret, pero nada extraordinario.Anne terminó el informe, imprimió tres copias y grapó cada grupo, poniéndolas en tres carpetas.Luego se estiró en la silla y se pasó la mano por el pelo, cerrando los ojos y suspirando.Había intentado no pensar en la reunión que habría de tener tonel señor Stanton. La verdad era que prefería no verlo, ni entonces, ni nunca más.¿Cansad
Peter Stanton se levantó.-Le aseguro que desprecio profundamente a los hombres que tratan a las mujeres de este modo, así que puede tener la certeza de que investigaré el caso con total objetividad. La posición de Jeff Roberts no afectará al veredicto.¿A quién quería engañar?. No dudaba de su integridad, y podía creerse que cumpliría sus promesas, pero, en realidad, ese no era el problema real. Lo importante en aquel caso era que el padre de Jeff dirigía aquella filial y nadie se iba a enemistar con él. La protección del gran Peter Stanton no serviría de nada una vez que se hubiera ido.Anne no era consciente de hasta qué punto su rostro la delataba.-No me cree, ¿verdad?-No- respondió ella con toda sinceridad. No tenía sentido mentir. Creo que hará usted todo lo que esté en su mano para averiguar la vedad, pero dudo de que lo consiga. Verá, a todo el mundo le cae muy bien el señor Michael Roberts, y, pro más que les desagrade su hijo, saben lo importante que es para el señor Rober
Anne salió del despacho y cerró la puerta; luego atravesó el despacho de Margaret y entró en el suyo.Se sentó ante el ordenador y sintió que el corazón le latía con fuerza. Respiró profundamente para tratar de calmarse.Miró de un lado a otro el reducido espacio.Seguía pesando que aquel no dejaba de ser un cubículo diminuto por mucho que al señor Peter Stanton no le hubiera gustado el comentario.Margaret apareció un momento después por la puerta.-¿Qué ha pasado?-le preguntó en un susurró y añadió. He encargado que suban café.Anne le contó lo sucedió, siempre pendientes de la puerta del despacho del señor Roberts, temerosas de que las sorprendieran hablando.En cuanto terminó su relato, Margaret le puso una mano en el hombro para reconfortarla.-Es un tipo repugnante, Anne, y lleva mucho tiempo necesitando que alguien le dé su merecido. Yo nunca he tenido ningún problema con él, claro está- Margaret llevaba tres décadas felizmente casada y tenía dos hijos mayores. Pero sí sé de al
Metida en ese pequeño cubículo, no tengo vía de escape ni posibilidad de que nadie lo vea.El señor Roberts busca siempre el momento en que nadie pueda observar sus acciones. Si me va a preguntar si alguien más podría testificar en su contra, le diré que probablemente no, pues todo el mundo quiere conservar su trabajo aquí.-Esa es una afirmación algo cínica, ¿no cree?-Más bien realista- respondió ella.No iba a dejar que la intimidara con su arrogancia y estaba dispuesta a sacar a la luz toda la verdad. Estaba segura de que el señor director sería capaz de conseguir que al menos una docena de féminas juraran que su hijo estaba cerca de la santidad, pero eso no la detendría.Todo aquello implicaba que sus días en Stanton Internacional estaban contados, y lo sentía, pues tenía un puesto muy bueno. Pero las cosas estaban así y no pensaba amedrentarse.-¿Significa eso que no tiene fe en los procedimientos internos de la compañía para solventar este tipo de incidentes?Anne alzó la vis
Ella agarró la copa y se bebió el resto.-Los ingleses no tienen ningún problema, que yo sepa- respondió ella.-Pero tú no tienes novio, ni pareja.-Muchas mujeres no lo tienen.Peter notó por su mirada que había tocado una fibra sensible y siguió con el tema.-No todas poseen esos ojos maravillosos y ese pelo precioso. ¿Cuándo tuviste tu última aventura amorosa, Anne?Ella se removió en su asiento con patente inquietud. Peter esperó con calma su respuesta, pero en ese momento apareció el camarero con los menús.Peter le pidió dos cócteles más y Anne quiso protestar, pero no lo hizo.El abrió el menú y le aconsejó sobre lo que debían pedir.-El pollo con judías y pimientos es un buen comienzo y complementa con el salmón al mango perfectamente. Confía en mí.¿Confiar en él?. Harto difícil-Eso suena bien.-De acuerdo- dijo él, dándole la orden al camarero que ya regresaba con los cócteles.Una vez solos, continuó. Y bien, ¿qué me dices de tu último novio?. ¿Fue el amor de tu vida o sol