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Y DE PRONTO UN IMPULSO

Anne no tuvo tiempo de pensar. Se levantó en un abrir y cerrar de ojos y lo abofeteó.

El retrocedió, alarmante sorprendido por aquella reacción, y maldijo con una retahíla de obscenidades. Anne pudo apreciar que su intención era atacarla de nuevo, así que se preparó para defenderse.

-¿Qué demonios está sucediendo aquí?

La voz que procedía de la puerta obligó a Jeff a volverse. Anne miraba fijamente al hombre alto y moreno que estaba en el vano. Supo de inmediato de quién se trataba y no solo por su acento francés.

 Había oído hablar mucho del único dueño de Stanton  Internacional y lo habría podido describir sin problemas, aunque jamás había visto su rostro.

Peter Stanton, treinta y dos años, soltero pero con una larga lista de amantes que lo hacían centro de todas las miradas del periodismo de sociedad.

Era un hombre que se había hecho a sí mismo, alguien que había salido de los barrios bajos de París y que había llegado a convertirse en el dueño de una cadena de tiendas de muebles originales y de gran éxito.

París había sido el punto de partida, pero la empresa ya se había extendido por toda Francia, Estados Unidos y Reino Unido.

Según se decía, tenía varios coches caros, tal y como era de esperar de un joven francés millonario. Pero su transporte favorito cuando visitaba Inglaterra era una Harley-Davidson.

Pues bien, allí tenía al gran hombre, justo delante de ella, y Anne se había quedado hipnotizada.

Pero pronto la voz de Jeff Roberts la sacó de su ensimismamiento.

-Señor, lamento que tenga usted que ser testigo de este incidente. Estaba reprendiendo a la señorita Smith por la baja calidad de su trabajo.

Me temo que he perdido los nervios cuando ella me ha abofeteado.

-¡Mentiroso!- gritó ella, sorprendida de su duplicidad. ¿Cómo se atreve.

-Ya está bien- la voz de Peter Stanton interrumpió su protesta. Discutiremos esto en el despacho del señor Roberts.

-¡Un momento!- dijo Anne sin reparos. Ya no tenía nada que perder y sabía lo que iba a ocurrir si intervenía el director.

-¿Acaso no he hablado suficientemente claro?- dijo con un acento francés más fuerte.

Me han informado de que el señor Roberts tiene una reunión y no regresará hasta dentro de una hora, así que nadie nos interrumpirá allí.

¿Acaso había adivinado el motivo de su objeción?.

Anne lo miró directamente a los ojos.

Sus pupilas eran de un suave color ámbar y su mirada era hipnotizante.

Eran sin duda unos ojos hermosos, pero fríos, como los de un gran depredador felino.

Se reprendió a sí misma por aquellas inoportunas apreciaciones y siguió a los dos hombres hasta el opulento despacho del señor Roberts.

Al pasar por delante de Margaret, la secretaria de dirección, pudo apreciar en su mirada que había oído parte de lo acontecido en la habitación contigua.

NO podría hacer mucho por ella, porque Anne pronto se encontró a solas con los dos hombres.

-La verdad, señor Stanton, es que no tiene sentido que le preste ni un minuto de atención a un asunto tan nimio- dijo Jeff Roberts en un desagradable tono servil. Seguro que tiene usted cosas mucho más importantes que hacer.

Muy al contrario- respondió Peter Stanton con total frialdad, indicándoles que se sentaran con un simple gesto de la mano.

El gran hombre se apoyó en el borde el gran escritorio de madera y los miró fijamente.

-Bien- dijo Peter. Parece que tenemos un problema.

-Nada que no esté en mi mano  solucionar, señor Stanton  - intervino rápidamente Jeff.

Anne intervino rápidamente.

-¡En sus manos, desde luego, no!- se dirigió a Peter. Le he tenido que pedir al señor Roberts que no se propase conmigo en más de una ocasión y hoy lo ha hecho hasta más allá del límite. Este hombre es un pervertido y me niego a permitir que me acose ni un minuto más.

Peter levantó las cejas.

-Continúe, señorita Smith, diga cuanto tenga que decir.

-Gracias, señor Stanton. Eso es exactamente lo que voy a hacer. No hay nada malo con mi trabajo y no me estaba reprendiendo por ningún fallo. Me estaba tocando contra mi voluntad y, por eso, le he dado una bofetada.

-Ya veo.

-No son más que calumnias- intervino Jeff.

La única verdad que hay aquí es que la señorita Smith no está cualificada para realizar el trabajo para el que ha sido contratada y yo siento pena por ella.

 Llevo semanas dándole oportunidades, pero está claro que ha malinterpretado mi interés y lo ha confundido.

Cuándo le dejé claro que no me gustaba que flirteara conmigo, se puso furiosa y me abofeteó.

La mirada de Peter se volvió hacia el seboso y repugnante individuo que acababa de hablar, antes de volver a posarse en la deliciosa mujer que tenía delante.

Su pelo era negro y brillante, sus ojos azules y tenía esos pómulos salientes por los que muchas modelos habrían podido matar.

El rubor de sus mejillas indicaba que estaba furiosa, muy furiosa.

-Asumo que refuta su argumentación, señorita Smith.

-sin duda alguna- dijo ella.

-Bien, me gustaría ver algo que pruebe sus argumentos. Señor Roberts, ¿podría mostrarme algún trabajo donde se haga patente la ineptitud de la señorita Smith?

-Bueno…lo cierto es que de sus trabajos solo conservamos los que ya han sido corregidos. Lo que no vale, se tira.

-¿Y usted, señorita Smith?.¿Tiene pruebas de las excesivas confianzas que se toma con usted el señor Roberts?

-No son solo confianzas- dijo ella. Es acoso. Y lo comete porque siendo el hijo del director sabe que no le va a suceder nada.

Todas las chicas lo evitan. Y no, no tengo ningún testigo directo, si eso es lo que me está pidiendo.

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