Anne salió del despacho y cerró la puerta; luego atravesó el despacho de Margaret y entró en el suyo.
Se sentó ante el ordenador y sintió que el corazón le latía con fuerza. Respiró profundamente para tratar de calmarse.
Miró de un lado a otro el reducido espacio.
Seguía pesando que aquel no dejaba de ser un cubículo diminuto por mucho que al señor Peter Stanton no le hubiera gustado el comentario.
Margaret apareció un momento después por la puerta.
-¿Qué ha pasado?-le preguntó en un susurró y añadió. He encargado que suban café.
Anne le contó lo sucedió, siempre pendientes de la puerta del despacho del señor Roberts, temerosas de que las sorprendieran hablando.
En cuanto terminó su relato, Margaret le puso una mano en el hombro para reconfortarla.
-Es un tipo repugnante, Anne, y lleva mucho tiempo necesitando que alguien le dé su merecido. Yo nunca he tenido ningún problema con él, claro está- Margaret llevaba tres décadas felizmente casada y tenía dos hijos mayores. Pero sí sé de al menos una chica que decidió marcharse de aquí para que no siguiera molestándola. He tratado de hablar con su padre sobre todo eso en varias ocasiones, pero él hace caso omiso a mis insinuaciones. El señor y la señora Roberts perdieron dos hijos en un accidente antes de que naciera Jeff y siempre lo han considerado perfecto.
-Espero que, encima de lo que me ha sucedido, no me convierta en el hazmerreír de la compañía.
-No te preocupes, Anne.
En ese instante, entró en el despacho anexo una camarera con los cafés y Margaret salió a atenderla.
Una vez sola, Anne recapacitó con calma sobre la situación y llegó a la calara conclusión de que debía empezar a buscarse otro trabajo aquella misma noche.
Con aquella decisión tomada, se puso a teclear su declaración.
Se concentró en lo que quería escribir durante una hora y lo revisó todo con detenimiento antes de mandarlo a imprimir. Luego lo volvió a leer. No había exagerado nada, no le hacía falta. La verdad de los hechos era suficientemente dura de por sí.
-Es muy malo lo que hay ahí escrito, ¡verdad?
Anne alzó la vista y vio al imponente Peter Stanton de pie delante de ella. Se había quitado la chaqueta de cuero y se había quedado con una sencilla camiseta que marcaba todos sus músculos.
Aunque trató de controlar su reacción, Anne se quedó momentáneamente sin respiración.
Luego, se estiró y trató de recobrar la compostura.
-Júzguelo por usted mismo- le dijo con una dureza impropia de una empleada hablando al jefe supremo.
El se aproximó hasta ella y tomó el informe de sus manos. Se sentó en el borde de la mesa y se puso a leerlo allí mismo.
De pronto, a Anne le pareció que el ya pequeño espacio se hacía insufriblemente diminuto, pues la sola presencia de aquel hombre lo llenaba todo. No podía evitar oler su colonia sutil y cara, no podía dejar de apreciar, no sin claro deleite, el aspecto sensual que le daban los pantalones de cuero negro.
Era, sin duda, un hombre realmente atractivo.
Anne lo oyó maldecir al llegar a la última parte de la declaración y se sorprendió.
Peter alzó la vista y la miró.
-¿Cómo es que no ha dado parte de todo esto antes?. No me parece usted del tipo de mujer que tenga problemas para expresar lo que piensa.
-Esperaba poder solucionar la situación ocasionando los mínimos problemas.
-Pues no lo ha conseguido.
-No es culpa mía, ¿verdad?- respondió ella con cierta rabia. Aquel hombre impertinente parecía estar acusándola. Quería conservar mi trabajo. Supongo que eso no es un crimen.
-Claro que no, señorita Smith- afirmó él. Se que lleva en Stanton solo unas semanas.
-Ocho- añadió ella rápidamente. Me va a decir que el señor Roberts lleva aquí mucho más tiempo que yo, pero si no ha habido quejas no ha sido porque no haya dado motivos, se lo aseguro.
-No iba a decir nada de eso- alzó el informe. ¿Me puedo quedar con esto?
Anne asintió.
-Sí, ya está terminado.
Igual que lo estaba ella. Sabía que no le quedaba mucho tiempo en aquel puesto.
Podía ser que ganara aquella pequeña batalla, pero Michael Roberts acabaría encontrando un motivo para despedirla. Además, en aquellas circunstancias, el trabajo se haría más que desagradable.
Metida en ese pequeño cubículo, no tengo vía de escape ni posibilidad de que nadie lo vea.El señor Roberts busca siempre el momento en que nadie pueda observar sus acciones. Si me va a preguntar si alguien más podría testificar en su contra, le diré que probablemente no, pues todo el mundo quiere conservar su trabajo aquí.-Esa es una afirmación algo cínica, ¿no cree?-Más bien realista- respondió ella.No iba a dejar que la intimidara con su arrogancia y estaba dispuesta a sacar a la luz toda la verdad. Estaba segura de que el señor director sería capaz de conseguir que al menos una docena de féminas juraran que su hijo estaba cerca de la santidad, pero eso no la detendría.Todo aquello implicaba que sus días en Stanton Internacional estaban contados, y lo sentía, pues tenía un puesto muy bueno. Pero las cosas estaban así y no pensaba amedrentarse.-¿Significa eso que no tiene fe en los procedimientos internos de la compañía para solventar este tipo de incidentes?Anne alzó la vis
Ella agarró la copa y se bebió el resto.-Los ingleses no tienen ningún problema, que yo sepa- respondió ella.-Pero tú no tienes novio, ni pareja.-Muchas mujeres no lo tienen.Peter notó por su mirada que había tocado una fibra sensible y siguió con el tema.-No todas poseen esos ojos maravillosos y ese pelo precioso. ¿Cuándo tuviste tu última aventura amorosa, Anne?Ella se removió en su asiento con patente inquietud. Peter esperó con calma su respuesta, pero en ese momento apareció el camarero con los menús.Peter le pidió dos cócteles más y Anne quiso protestar, pero no lo hizo.El abrió el menú y le aconsejó sobre lo que debían pedir.-El pollo con judías y pimientos es un buen comienzo y complementa con el salmón al mango perfectamente. Confía en mí.¿Confiar en él?. Harto difícil-Eso suena bien.-De acuerdo- dijo él, dándole la orden al camarero que ya regresaba con los cócteles.Una vez solos, continuó. Y bien, ¿qué me dices de tu último novio?. ¿Fue el amor de tu vida o sol
Después de un rato de agradable charla por parte de él, quien parecía haber logrado un estado de relajación inalcanzable para Anne, llegaron ante su casa. Por desgracia, los gatos de su vecina, la señora Gibson, habían decidido tirar el cubo de la basura y esparcir su contenido por la acera. Aunque consideraba a la señora Gibson como una anciana adorable y no tenía problemas en que sus tres felinos hicieran cosas así, aquel día en particular habría preferido que se hubieran abstenido. Anne salió a toda prisa y se pudo delante de la ventanilla para esconder el desastre. -No hace falta que mande el taxi de vuelta, señor Stanton. Puedo llamar a otro. -No quiero oír hablar más de ese tema- dijo él y Anne notó que no la miraba a ella, sino a algo que había detrás. Hay una anciana señora con un cubreteteras en la cabeza saludándola, señorita Smith. Era de esperar. Anne miró hacia atrás y agitó la mano devolviéndole el saludo. -Es la señora Gibson. Es una amiga mía- dijo en tono desafi
Peter la vio nada más entrar. Llevaba un rato observando la puerta. Se levantó de inmediato cuando, acompañada del camarero, llegó hasta él. -Gracias, Claude. Quizás podrías prepararle uno de tus deliciosos cócteles de champán a la señorita Smith. -Espero no haberle hecho esperar demasiado, señor Stanton. -No, no se preocupe- respondió él en un tono agradable y se acomodó relajadamente en su asiento. Anne envidiaba aquella capacidad para tomarse la situación con calma. Ella estaba tan tensa como la cuerda de un piano. -Creo que podríamos ser un poco menos formales y tutearnos. Mi nombre es Peter, como ya sabes. El tuyo es Anne, como el árbol típico de Navidad, ¿verdad?. Un nombre poco común incluso para alguien que ha nacido en diciembre. Aquello lo confirmó que había estado mirando su ficha y, aunque se lo había imaginado, se sintió mal. Peter Stanton querría todos los detalles de su vida antes de hablar de su oferta de trabajo. -¿Fue elección de tu madre o de tu padre? -De n
Trabajarías mano a mano con mis diseñadores y el resto del equipo creando productos de alta calidad para venderlos en distintas partes del mundo. Stanton Internacional es una empresa eficiente y competitiva, pero necesita más flexibilidad y capacidad de innovación. ¿Entiendes a lo que me refiero?Ella asintió.-Te ofrecería un contrato de tres meses para ver si encajas en mi equipo. La mayor parte de mis trabajadores son gente muy cualificada a los que aprecio, y necesito que haya armonía en los grupos. La remuneración va de acuerdo con el puesto.- Peter nombró una cantidad equivalente a cuatro veces su sueldo en aquel momento. Eso implica que es un trabajo demucha entrega. Nadie esperará de ti que seas perfecta, pero sí que te comprometas cien por cien con la compañía.Anne no daba crédito a lo que estaba oyendo. Aquella era la oportunidad de su vida. Podría haber trabajado durante años sin haber recibido una oferta como aquella.-¿Qué me dices?. ¿Estás interesada?- preguntó él. ¿Q
Nada más entrar en el despacho de Margaret, la mujer la asaltó con preguntas.¿Qué tal anoche?. ¿Fue todo bien?Déjame que me quita la chaqueta- le dijo Anne riéndose ligeramente por la urgencia en la voz de la mujer. Era extraño verla así.El señor Stanton ha dejado unos papeles aquí. Me ha dicho que estaban relacionados con lo que estuvisteis hablando anoche.Anne atravesó la habitación y se aproximó a ella.Me ha ofrecido un trabajo con su equipo en Francia- le dijo Anne mientras dejaba la chaqueta en el respaldo de una silla. Le dije que pensaría sobre ello. Tiene una vacante para un técnico textil. La verdad es que siempre soñé con un puesto así, pero…¿Hay un pero?. Anne, ¿te has vuelto loca?-dijo la mujer horrorizada. Acepta ese trabajo sin dudarlo antes de que cambie de opinión. Mucha gente vendería su alma por una oportunidad como esa.Anne la miró confusa.Pero tú misma fuiste la que me advirtió que tuviera cuidado.Eso fue antes de saber que lo que quería era ofrecerte r
La había acusado de querer el puesto que tan generosamente le había ofrecido, pero de no querer estar junto a él, y tenía razón. Tenía miedo de aquel hombre.Era demasiado varonil, demasiado vigoroso y fuerte.Le provocaba pánico y no entendía por qué.Cerró los ojos y le vino a la memoria una imagen de cuando tenía ocho años.Acababa de abandonar la casa de Kate y Angus West, unos adorables padres adoptivos con los que había vivido desde muy pequeña. A Angus le habían diagnosticado cáncer de huesos y, a raíz de eso, Kate había sufrido un ataque.Anne había sido trasladada a la casa de David y Cassey Kirby, un lugar lujoso, con seis habitaciones y cuatro cuartos de baño, con piscina y un enorme jardín.Ella tenía su propia habitación y un armario lleno de ropa preciosa, podía montar a caballo….¿A qué niño no le gustaría aquello?Pero había algo que la intranquilizaba en el rico, guapo y carismático David.Al principio no entendía de qué se trataba, pero sí sabía que no le gustaban s
El corto vuelo en avión fue agradable y cómodo.Claro que no podía ser menos, viajando con un billete de primera que Chantal le había enviado.En Londres, la había ido a recoger un taxi, cortesía de la empresa, como el jovial conductor le había indicado al llegar al aeropuerto. Sin duda, Peter Stanton pesaba en todo.Según le había indicado Chantal, una vez en París, un coche la llevaría al apartamento que había alquilado para ella.Después de dejar sus maletas y refrescarse un poco, debía encaminarse a las oficinas de Stanton Internacional, donde Peter le presentaría al resto del equipo.Al fin, estaba allí, después de dos emanas de dudas y emociones contradictorias.Miró las tres maletas que llevaba y decidió que, definitivamente, había hecho bien en marcharse de Inglaterra. El señor Roberts de había negado radicalmente a creer las acusaciones que pesaban sobre su hijo y Jeff se había buscado un caro abogado.No obstante, Margaret le había contado que Peter había informado a Michae