Finalmente, llegó la hora de partir. Peter y Anne se despidieron de sus anfitriones con la promesa de volver a verlos.Una vez en el coche, Anne pensó que la pesadilla había concluido. Pero se equivocó.Dos minutos después de haber partido, Peter tomó un pequeño camino y se detuvo bajo las ramas de un gran roble. Apagó el motor y se volvió hacia ella.-Azul oscuro.Ella lo miró desconcertada.-¿Cómo?-Cuando algo te perturba, las pupilas se te ponen de color azul oscuro. Ya lo había notado antes.Anne trató de buscar una respuesta, pero no la halló. Sabía que había llegado el momento que tanto había temido.El continuó.-¿Quién era David?- su voz sonó calmada, pero no la engañó. Anne sabía que no iba a dejarla escapar otra vez. Lo podía leer en sus ojos. ¿Qué conexión tiene ese hombre contigo y con Christina?-Estabas escuchando- lo acusó ella.-Pero no oí tanto como me habría gustado. El marido de Christina no paraba de hablar. Pero sí capté un par de cosas que me resultaron extrañas
Ella lo miró, completamente atónita, paralizada. Hasta aquel instante siempre habría pensado que, si Peter le decía alguna vez lo que acababa de decir, ella reiría y gritaría, histérica de felicidad. Porque jamás llegó a creer que realmente lo haría. A Peter le gustaban las mujeres divertidas, hermosas y de éxito, con las que poder mantener una relación pasajera que tenía su fecha de caducidad antes incluso de comenzar.No obstante, sabía que no estaba mintiendo. Con ella no jugaba.-Me he preguntado en muchas ocasiones si llegaría a decir lo que e estoy diciendo a ti.Pero te aseguro que lo que jamás me habría imaginado era que alguien me miraría del modo en que lo estás haciendo tú cuando lo dijera.-Lo…lo siento- respondió ella. NO sabía qué decir, qué hacer. Le habría gustado hacerle entender que no era él, sino ella la que tenía el problema. NO se sentía capaz de ser lo que él quería que fuera, lo que necesitaba. Jamás cubriría sus expectativas. Lo siento.-tú no sientes lo mismo
De pronto Peter se detuvo.-¿Qué sucede?- preguntó ella mirándolo a los ojos.-Esto no debería ocurrir así, no entre nosotros, no contigo.-él hizo un sonido gutural. No quiero tener este tipo de relación contigo. Quiero que nos casemos, despertarme cada mañana a tu lado, saber que estarás en casa cuando llego por la noche, tener una vida contigo. Si hacemos el amor, solo habré conseguido tu cuerpo, no tu corazón, y eso no es suficiente.-Tú querías que fuéramos amantes- dijo ella, luchando por evitar las lágrimas. ¿Qué ha cambiando?-Yo. He cambiado yo. Te amo y no estoy dispuesto a tenerte así. Y claro que te deseo, como un loco, pero quiero mucho más que esto.-Quieres demasiado.-Quizás. Pero así soy yo. Jamás me he conformado con menos de lo que quiero exactamente.-O todo o nada, ¿verdad?-Sí, si tú prefieres decirlo así.-¿Y si resulta ser “nada”?-Jamás he considerado esa opción y no voy a considerarla ahora.El arrancó el motor y se pusieron en marcha.Anne ocultó el rostro pa
Qué tal está la adorable Anne esta mañana?.¿se ha divertido durante el fin de semana?.Pareces una chica que sabe divertirse.Anne levantó la vista y miró a Jeff Roberts sin reacción aparente.-Buenos días, señor Roberts- dijo secamente.Se aproximó y se sentó en su mesa. A ella se le revolvió el estómago. Estaba lo suficientemente cerca como para que su repugnante colonia lo invadiera todo. Pero Anne continuó escribiendo sin mirarlo, con la esperanza de que llegara a cansarse y se marchara.Había tres modos de enfrentarse a un acosador.La primera, ignorar y evitar al triste individuo, tratándolo, además con frialdad suficiente como para que entendiera que su impertinencia no era bienvenida.La segunda, acusarlo de acoso y llevar dicha acusación tan lejos como fuera necesario.La tercera, darle al desagradable tipo un puñetazo en la mandíbula.Anne lo había intentado con la primera opción desde hacía ocho semanas, cuando, poco después de incorporarse a Stanton Internacional, Jeff R
Anne no tuvo tiempo de pensar. Se levantó en un abrir y cerrar de ojos y lo abofeteó.El retrocedió, alarmante sorprendido por aquella reacción, y maldijo con una retahíla de obscenidades. Anne pudo apreciar que su intención era atacarla de nuevo, así que se preparó para defenderse.-¿Qué demonios está sucediendo aquí?La voz que procedía de la puerta obligó a Jeff a volverse. Anne miraba fijamente al hombre alto y moreno que estaba en el vano. Supo de inmediato de quién se trataba y no solo por su acento francés. Había oído hablar mucho del único dueño de Stanton Internacional y lo habría podido describir sin problemas, aunque jamás había visto su rostro.Peter Stanton, treinta y dos años, soltero pero con una larga lista de amantes que lo hacían centro de todas las miradas del periodismo de sociedad.Era un hombre que se había hecho a sí mismo, alguien que había salido de los barrios bajos de París y que había llegado a convertirse en el dueño de una cadena de tiendas de muebles o
De pronto, Peter sintió deseos de besar aquella boca que trataba de controlar el temblor del labio inferior. La intensidad del sentimiento lo desconcertó.-Lo siento mucho, Anne.Ella se se encogió de hombros y él se dio cuenta de que aquel gesto encajaba perfectamente con la ilegible expresión de su rostro.-Son cosas que pasa- dijo ella. Mucha gente sufre más.Su rostro se iluminó en el momento en que vio aparecer al camarero con los cócteles.Estaba claro que no le gustaba hablar de sí misma y, probablemente, tampoco le gustaba él.Peter sintió que el pulso se le aceleraba y no sabía si la sensación que lo acuciaba era deseo, emoción, curiosidad, o una mezcla de todo.Tomó control de la situación, levantó la copa y propuso un brindis.-Por una cena excelente y una buena botella de vino.Anne se rio.-Es un brindis un tanto frívolo.-Puede- dijo él. Pero la frivolidad está llena de placeres nada despreciables.-Eso también es verdad- reconoció ella. En tal caso, brindemos por la cen
El resto del día resultó un anticlímax. Anne fue a comer con Margaret, como solía hacer, pero la otra mujer se negó a hablar de lo sucedido aquella mañana.Anne tenía la sensación de que el señor Roberts le había dado instrucciones explícitas de no hacer comentario alguno, o tal vez habría sido el gran jefe en persona.Se pasó la tarde escribiendo a máquina un largo y aburrido informe, sin poder dejar de atender a cuanto sucedía fuera de su pequeño despacho.Oyó salir al señor Roberts en un momento dado pero, por suerte, no pasó a verla ni le oyó hacer comentario alguno.Hubo el movimiento habitual en el despacho de Margaret, pero nada extraordinario.Anne terminó el informe, imprimió tres copias y grapó cada grupo, poniéndolas en tres carpetas.Luego se estiró en la silla y se pasó la mano por el pelo, cerrando los ojos y suspirando.Había intentado no pensar en la reunión que habría de tener tonel señor Stanton. La verdad era que prefería no verlo, ni entonces, ni nunca más.¿Cansad
Peter Stanton se levantó.-Le aseguro que desprecio profundamente a los hombres que tratan a las mujeres de este modo, así que puede tener la certeza de que investigaré el caso con total objetividad. La posición de Jeff Roberts no afectará al veredicto.¿A quién quería engañar?. No dudaba de su integridad, y podía creerse que cumpliría sus promesas, pero, en realidad, ese no era el problema real. Lo importante en aquel caso era que el padre de Jeff dirigía aquella filial y nadie se iba a enemistar con él. La protección del gran Peter Stanton no serviría de nada una vez que se hubiera ido.Anne no era consciente de hasta qué punto su rostro la delataba.-No me cree, ¿verdad?-No- respondió ella con toda sinceridad. No tenía sentido mentir. Creo que hará usted todo lo que esté en su mano para averiguar la vedad, pero dudo de que lo consiga. Verá, a todo el mundo le cae muy bien el señor Michael Roberts, y, pro más que les desagrade su hijo, saben lo importante que es para el señor Rober