No puedo conciliar el sueño. Mi cabeza da vueltas y no sé la razón. Camino hacia la ventana una y otra vez, luego me detengo por un par de minutos para observar la vista de Madrid iluminado. Luego hacia mi alrededor y observo el par de pinturas que yacen apilados en mi sala de estar. Espero poder venderlos pronto, tengo que venderlas pronto o terminaré en la ruina.
Suelto todo el aire almacenado en mis pulmones, esta falta de sueño debe ser por el mismo estrés que siento de ya no tener a mi abuela, de no tener un solo peso y de que mi paga no me alcance para algo más que comer. Echo de menos a mi abuela, ella no se cansaba de repetir que iba a ser grande, que el mundo reconocería pronto mi talento y… que un día lograría mi sueño.
Sonrío y cierro los ojos tratando de recordar su tacto. Esos innumerables abrazos que recibía al día. Estoy a punto de volver a la cama cuando unos golpes en la puerta me hacen sobresaltar.
—¡Vanessa abre!— mi respiración se corta, es mi padre de nuevo.
—Mierda —camino de un lado a otro, desesperada. Sé perfecto que si no abro despertará a los vecinos y lo llevaran a la policía otra vez así que me dirijo hacia la puerta dudando cada paso que doy.
—Vanessa, sé que estás ahí —cierro los ojos reprochándome a mi misma lo que haré, sé que tendrá consecuencias pero de no ser así, quien sabe que podría pasar, tomo la perilla del seguro y lo libero, es cuando la puerta se abre de un tirín dejando ver a mi padre borracho y hecho un desastre—. Aquí estás hija.
Se acerca a mí y me da un abrazo rápido, siento como mi cuerpo tiembla ante su contacto.
—¿Cómo estás?, ¿Extrañas a tu abuela?— no puedo responder, estoy presa del pánico que provoca. Mi padre tiene antecedentes violentos, golpeaba a mi madre y a mi abuela cuando no le proporcionaban lo que quería, generalmente dinero—. ¡Contéstame!
—Sí, la extraño —digo titubeando
—Lo sé, yo… también —su aliento es puro alcohol— Pero, para no perder la costumbre he venido a pedirte dinero, sabes que tu papá no ha podido conseguir trabajo y bueno, necesita comer.
Muestra una sonrisa de oreja a oreja, sé que todo esto es una mentira.
—No tengo dinero papá— mi voz es un susurro, escucho como comienza a maldecir y lo último que veo es su mano a punto de golpearme. Un fuerte estruendo resuena en mi cabeza cuando caigo al suelo, me quejo de la sorpresa y del dolor pero es ridículo, no parará.
—Claro que tienes, ¿dónde está?, dámelo todo ¡ya! —otro golpe directo en las costillas me deja sin aire, mi cuerpo se retuerce en el suelo debido al dolor—. ¿Dónde carajos está Vanessa?
Como puedo apunto a mi bolso, no aguantaría un golpe más, ¿por qué me hace esto?, un padre debería e proteger a sus hijos, un padre debería… ser amoroso. Trato de sentarme en el suelo, y me siento muy mareada. Miro como vacía todo de mi bolso y toma el dinero.
—A la próxima, no te niegues y no te irá así— escucho la puerta cerrarse haciendo que me tranquilice, se ha ido, por fin se ha ido. Trato de moverme para poder ponerme de pie y caminar hacia el baño. Necesito ver que ha pasado conmigo, como me ha dejado y las marcas… pero el dolor no cesa, creo que es mejor dormir.
El dolor es menos fuerte. Puedo sentir el sabor y olor de la sangre. Con esfuerzo me pongo de pie y camino lentamente al baño tropezando con la pared un par de veces.Al llegar me miro al espejo encontrándome con una Vanessa destrozada. Tengo el labio reventado, un morete está apareciendo. Instantáneamente miro en mi reflejo a mi abuela golpeada por mi padre, cuantas veces tuve que curarle las heridas y ella a mí. Éramos presas de ese hombre. Lo soy desde que nací.Lavo mi rostro y busco en el botiquín de primeros auxilios algo con que cerrar la herida. Mi abdomen duele demasiado, cada vez que respiro recuerdo el par de golpes que me ha dado y todo por dinero, por su vicio.Arrastro mis pies hasta la cama, alcanzo a mirar el reloj que indican las 4:30 am, me recuesto con cuidado y rompo a llorar.●●●●●La alarma me despierta, giro mi cuerpo para apagarla cuand
—La del bar de hace unas noches, eres tú— desvío la mirada hacia el recipiente con agua. Que acento tan más extraño, su voz sonaba muy… sexy.—No sé de qué habla señor— noto su confusión y siento la mano de Orestes en mi cintura.—Vanessa, necesitan un poco de agua— ni siquiera miro al hombre de intensos ojos y me dirijo hacia Orestes.—Ya voy Doctor—lleno un par de vasos y trato de pasar por dónde está aquel hombre—. Con permiso.Levanto la vista y en su rostro puedo leer… ¿molestia?, le entrego un par de vasos con agua al Director Técnico y otros jugadores más.—¿Tienes mucho tiempo trabajando aquí?— me sorprende la pregunta del hombre canoso.—Soy voluntaria, cumpliré ya casi un año— él asiente interesado.&mdas
Es extraño pero he dormido plácidamente. Tal vez estaba muy cansada o los desinflamatorios han hecho a la perfección su trabajo.Me pongo de pie y como todos los días me preparo para ir al trabajo cuando escucho de nuevo golpes en la puerta, algo en mi estomago se revuelve al ver las flores que he recibido anoche así que acudo sin ningún tipo de alerta a pesar de la hora y la abro. Error número uno.—Papá…— él tiene una sonrisa burlona y entra haciendo un desastre a su paso.—Necesito dinero, dámelo— tengo un poco en la bolsa y lo saco presa del miedo—. ¿Esto?, Esto no me alcanza para nada, ¿dónde tienes el resto?Mi cuerpo comienza a temblar y no puedo ni quiera respirar.—No tengo nada más papá—tira una lámpara al suelo y esta se rompe en pedazos, esta vez lo vecinos no cederán.
—Buenas tardes señorita Carballo— miro con los ojos muy abiertos a Bruno luciendo ropa deportiva y su fiel acompañante con su característico impecable traje gris. Es él quien me habla.—¿Qué hacen aquí?— escupo y trato de acomodarme en la cama. Bruno se acerca con cara de plato.—Ten cuidado, te vas a lastimar—dice con preocupación y yo bufo—¿Más de lo que ya estoy? —hace mala cara y vuelvo hacia el gigante que está parado a mis pies—. Te he dicho que no abriré la boca, ¿Por qué siguen asechándome?Mi tono es molesto, la verdad es que solo quiero ocultar el nerviosismo que siento por tenerlos aquí, entre ellos se miran y Bruno toma la palabra.—Solo quería saber si estabas bien y me encuentro con que estás en el hospital y que tu padre te ha hecho esto &mdash
La noche pasa muy rápido y debido a los medicamentos he dormido plácidamente, apenas sintiendo algunas ligeras molestias. El doctor me explica todos los cuidados que debo de tener con las heridas y puedo ver como algunos policías están esperándome para levantar una denuncia, lo que no saben es que no lo haré, no puedo hacer eso.Lucía me lleva en una silla de ruedas hasta su auto, subo con cuidado e iniciamos el viaje hasta mi departamento. Me ha convencido de que se quedará conmigo por lo menos un par de noches y he decidido vender el lugar e irme a otra parte donde mi padre no pueda encontrarme.En un par de minutos llegamos. Lucía me explica de forma apenada que se tomó la libertad de acomodar algunas cosas antes de que yo llegara, fue muy dulce de su parte, ahora el lugar luce más ordenado.—Voy a bañarme y cambiarme— le anunció y desaparezco a pequeñ
Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás. —Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarm
Bajo con un par de maletas haciendo muecas de dolor y me encuentro con una Hummer negra esperando justo enfrente de la puerta. Lucía no se contiene y comienza a gritar—¡No puede ser!— me obligo a reaccionar cuando un hombre de unos 35 años se acera a mí, ya lo había visto antes, es alto y musculoso.—Señorita Carballo, permítame —me quita las maletas de las manos delicadamente y yo lo acompaño hasta el auto.—Tú debes ser ¿Hernández? —asiente y sonríe—. Yo soy Vanessa, no señorita Carballo, por favor.Asiente de nuevo. Le explico que arriba hay más cosas que llevarnos y que tal vez necesitemos dos viajes. La verdad es que Hernández se porta muy amable conmigo incluso bromeamos un par de veces. Su comportamiento me hace sentir tan cómoda que me olvido de que es un “guardia” que me ha puesto Br
Camino entre largos pasillos, ignorando el dolor que cada paso me provoca. Puedo escuchar a Marcelo caminando tras de mí, pero no le tomo importancia y comienzo a teclear el numero de un taxi.—Gracias —en menos de 5 minutos estará afuera. Lucía no dice nada, parece molesta también.Nos detenemos en la puerta donde la gente entra y sale y localizo un taxi a unos 10 pasos de nosotras, sin decir más subimos a él. Miro por la ventana y Marcelo se abre paso por la gente viéndonos marchar. Tomo un gran suspiro.—¿Quién carajos era esa? —pregunta Lucía de mala gana, la ira invade todo mi cuerpo y casi me hace llorar.—Me vieron la cara ¿no? —toma mi mano—No pienses eso, él es un idiota amiga —hablamos todo el camino hacía mi apartamento sobre esta incómoda escena y le explico lo que había visto frente a