—Buenas tardes señorita Carballo— miro con los ojos muy abiertos a Bruno luciendo ropa deportiva y su fiel acompañante con su característico impecable traje gris. Es él quien me habla.
—¿Qué hacen aquí?— escupo y trato de acomodarme en la cama. Bruno se acerca con cara de plato.
—Ten cuidado, te vas a lastimar—dice con preocupación y yo bufo
—¿Más de lo que ya estoy? —hace mala cara y vuelvo hacia el gigante que está parado a mis pies—. Te he dicho que no abriré la boca, ¿Por qué siguen asechándome?
Mi tono es molesto, la verdad es que solo quiero ocultar el nerviosismo que siento por tenerlos aquí, entre ellos se miran y Bruno toma la palabra.
—Solo quería saber si estabas bien y me encuentro con que estás en el hospital y que tu padre te ha hecho esto —su voz es firme al hablar, ese extraño acento produce algo en mi pero no quiero aceptar que es excitación. Siento vergüenza pero trato de recomponerme.
—¿Quién te ha dicho esa mentira?, fue un accidente, me he caído de… — estúpida, eso fue lo mejor que se me ocurrió
—Si claro, no me mientas Vanessa, sé perfectamente lo que te ha pasado— mi mal humor crece.
—¿Y cómo diablos? —él me mira con los ojos bien abiertos pero no dice nada, luego todo se queda en silencio y para terminar con el incómodo momento de miradas me pongo a gritar como una loca, excelente elección—. ¡Largo! Salgan de mi habitación ¡ahora!
El dolor invade cada parte de mi cuerpo, es frustrante y mi rostro lo refleja.
—Por favor Vanessa deja de estar haciendo esfuerzos— dice Bruno acercándose hasta mi y tomándome de la mano la cual libero de inmediato.
—Bruno, vámonos— le dice el gigante
—¡NO!, ya te lo he dicho Marcelo, no me moveré de aquí— ha dicho eso sin despegar la mirada de mi, su voz era imponente e hizo estremecerme.
El tal Marcelo sale de la habitación furioso, dejándonos solos y en silencio. Esto no puede ser más extraño, así que no puedo más con la intriga
—¿Quién diablos te crees?, ¿Qué está pasando contigo?, no entiendo nada de esto, ¿Por qué me mandas flores? —digo sin aliento, baja su mirada. Se ve extremadamente atractivo.
—¿No es obvio Vanessa?, me interesas, pero tú solo te alejas, no eres… —bufo
—¿No soy como las otras mujeres que te tiran con el sostén y la tanga?, pues claro que no —y al segundo me retracto pero trato de parecer sumamente segura de mi misma y él suelta una carcajada
—¿Y tu como sabes eso? —su mirada me derrite
—Es obvio, cada mujer que te mira quiere hacer eso —alza una ceja y una pequeña sonrisa se aparece en su rostro—. Menos yo, claro.
—Eres única, y lo supe desde aquella noche en el bar, no he podido dejar de pensar en ti, no te puedo sacar de mi mente —me pierdo en él y en sus palabras, ya no se qué contestar, ni siquiera puedo creer que mes esté diciendo esto en este momento. Lucía entra a la habitación y se queda boquiabierta
—Yo… —trata de decir pero nada sale de su boca, está estática, da media vuelta cerrando la puerta de un golpe.
—¿Algo así? —dice Bruno con sonrisa que derritiera los polos
—Si —ruedo los ojos mientras masajeo mi abdomen.
—Vanessa, tengo que irme, en 15 minutos comienza el entrenamiento pero, he dejado a un chofer a tu disposición afuera —frunzo el ceño.
—¿Qué?, ¿para qué?
—Necesito saber que estás bien y él te cuidará—niego atónita, debe de ser aun por ese estúpido accidente, pero después de esto de verdad que lo he dejado atrás… al accidente, a él es casi imposible con esos bonitos ojos.
—No tienes por qué hacer esto.
—Vanessa, deja que lo haga por favor… puedes salir conmigo, ¿sí?— abro la boca, esto me ha tomado por sorpresa, aunque todo lo que sea relacionado con él es… sorprendente e inesperado.
—No, ahora sal de mi habitación —la sorpresa no cabe en su rostro
—¿Me has rechazado? —alzó una ceja
—Pues sí, ahora vete o llamo a seguridad —digo para tratar de recomponerme en la incómoda cada. Se pone de pie de golpe y comienza a caminar de un lado a otro, los pantalones deportivos se ajustan a su prefecto trasero y tengo que obligar a mis ojos a no lanzar algún tipo de mirada indiscreta.
—¿Por qué?— dice alzando las manos para pasárselas una y otra vez por el cabello, dejando ver su marcado abdomen. Un escalofrío recorre mi cuerpo y me quedo sin palabras—. ¿Por qué Vanessa?, ¿Qué es lo que no te gusta de mí?
Me quedo sin palabras, en realidad me gusta todo de él, pero eso no puede estar pasando. Golpean la puerta haciendo que me sobresalte.
—¿Vane?, ¿estás ahí? —y veo entrar a Orestes con un ramo de rosas rojas y un par de globos con el mensaje “recupérate pronto”, su cara se transforma cuando ve a Bruno aquí y este se endereza transformando su rostro a una piedra, joder…
Orestes coloca las cosas en la mesita frente a mi cama y se dirige a la roca parada a un lado de mi cama.
—Buenas tardes señor ¿Bruno?— dice extendiendo la mano, Bruno tarda en responder pero al final le estrecha la mano sin decir nada. Orestes se acerca y me besa la frente.
—Hola bonita— yo solo sonrío y miro de reojo a Bruno que está que echa lumbre por las orejas. El sexy futbolista toma mi mano y me dice.
—Cuídate y cualquier cosa no dudes en llamarme— da media vuelta sin despedirse de Orestes hasta salir de la habitación.
—¿Estás saliendo con él? —pregunta mi amigo con cara de sorpresa
—Somos conocidos —él asiente
—Del hospital… pero te diré que me parece que él quiere algo más —alguien interrumpe de nuevo, afortunadamente y es Lucía con la cara de plato, pero mira a Orestes y se recompone al instante, sabe que no será bueno mencionar nada de lo ocurrido.
—Hola Doctor, ¿Qué tal? —dice con una sonrisa que trata de ocultar todo el desconcierto que carga. Hablamos un rato hasta que comienzo a sentirme sumamente cansada y el sueño me vence, no me percato cuando Orestes se va, solamente me dejo vencer por todas estas emociones y el cansancio que me abruma.
La noche pasa muy rápido y debido a los medicamentos he dormido plácidamente, apenas sintiendo algunas ligeras molestias. El doctor me explica todos los cuidados que debo de tener con las heridas y puedo ver como algunos policías están esperándome para levantar una denuncia, lo que no saben es que no lo haré, no puedo hacer eso.Lucía me lleva en una silla de ruedas hasta su auto, subo con cuidado e iniciamos el viaje hasta mi departamento. Me ha convencido de que se quedará conmigo por lo menos un par de noches y he decidido vender el lugar e irme a otra parte donde mi padre no pueda encontrarme.En un par de minutos llegamos. Lucía me explica de forma apenada que se tomó la libertad de acomodar algunas cosas antes de que yo llegara, fue muy dulce de su parte, ahora el lugar luce más ordenado.—Voy a bañarme y cambiarme— le anunció y desaparezco a pequeñ
Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás. —Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarm
Bajo con un par de maletas haciendo muecas de dolor y me encuentro con una Hummer negra esperando justo enfrente de la puerta. Lucía no se contiene y comienza a gritar—¡No puede ser!— me obligo a reaccionar cuando un hombre de unos 35 años se acera a mí, ya lo había visto antes, es alto y musculoso.—Señorita Carballo, permítame —me quita las maletas de las manos delicadamente y yo lo acompaño hasta el auto.—Tú debes ser ¿Hernández? —asiente y sonríe—. Yo soy Vanessa, no señorita Carballo, por favor.Asiente de nuevo. Le explico que arriba hay más cosas que llevarnos y que tal vez necesitemos dos viajes. La verdad es que Hernández se porta muy amable conmigo incluso bromeamos un par de veces. Su comportamiento me hace sentir tan cómoda que me olvido de que es un “guardia” que me ha puesto Br
Camino entre largos pasillos, ignorando el dolor que cada paso me provoca. Puedo escuchar a Marcelo caminando tras de mí, pero no le tomo importancia y comienzo a teclear el numero de un taxi.—Gracias —en menos de 5 minutos estará afuera. Lucía no dice nada, parece molesta también.Nos detenemos en la puerta donde la gente entra y sale y localizo un taxi a unos 10 pasos de nosotras, sin decir más subimos a él. Miro por la ventana y Marcelo se abre paso por la gente viéndonos marchar. Tomo un gran suspiro.—¿Quién carajos era esa? —pregunta Lucía de mala gana, la ira invade todo mi cuerpo y casi me hace llorar.—Me vieron la cara ¿no? —toma mi mano—No pienses eso, él es un idiota amiga —hablamos todo el camino hacía mi apartamento sobre esta incómoda escena y le explico lo que había visto frente a
—No entres… —Tomás llega a nosotros con cara de confusión—¿Qué coño haces en esa habitación, Vanessa? —¿Pero quién se cree este?, viene a reclamar cuando nos junta a su novia y a mí en el mismo espacio.—¿Y a ti que carajos te importa? —le contesto de mala gana y ahora sé que no fue una buena idea, creo que lo hice enojar más.—¿Qué pasa aquí?— Tomás parece muy confundido, el sexy futbolista lo mira con ojos que parece a punto de salir.—Ella es Vanessa, MI Vanessa —le dice con un ronco sonido. Siento como si me hubieran dado un baldazo de agua fría.—Yo no soy TU Vanessa… tu me mentiste, has estado jugando conmigo todo este tiempo y…—¿Te acostaste con este imbécil? ¡Lo voy a matar! —dice abriéndose
Hace apenas unos minutos Bruno y su hermano se fueron.—¿Vas a decir que no te ha vuelto loca?— mi amiga está tirada en el sillón mientras yo lavo los platos del desayuno.—Sinceramente no sé qué pensar.—Te he visto todo este tiempo, te gusta y mucho— trato de parecer despreocupada—A todas les gusta— mi amiga ríe a carcajadas—Vanessa él está loco por ti— pongo los ojos en blanco—No me consta, no puedo olvidar al esparrago rubio —mi amiga sigue dándome razones por las cuales sabe que Bruno está enamorado, yo solo la escucho—¿Sabes qué? Mejor me iré a bañar, tengo que ir al mercado— digo pero antes de salir me explica que se tiene que ir, debido a que lleva días fuera de casa, trato de animarla y hacer que se despreocupe y que puedo vivir sola sin prob
El lugar está a reventar, lo primero que hago es ver a las demás mujeres. Llevan vestidos a la rodilla igual que yo, una tensión menos.—Bruno, ¿Qué tal? — comienzan a llegar un sinfín de hombres con sus mujeres a un lado, es difícil mantener una plática con cada uno y seguir sonriendo. La mayoría me mira con cara de asombro y repetían:—“Le has robado el corazón”— yo solo sonrío y me limito a contestar las preguntas que me hacen. Estando ya sentados en la mesa asignada y después de varias copas de champagne necesito ir al baño.—Iré al tocador— le digo al oído y él asiente. Me pongo de pie con trabajo ya que estoy un poco mareada y camino hacia mi destino.El lugar es sumamente lujoso, trato de recordarme en donde estoy y porque estoy aquí, hasta que cruzo la puerta y me planto frent
El resto de la noche la he pasado llorando. Miro hacia la ventana y el primer rayo de sol comienza a salir. Tengo que ir al hospital, distraerme y concentrarme en los pequeños. Decido tomar una ducha caliente, no he podido dejar de llorar desde anoche, ¿pero que ridículo he hecho?, salgo del baño y me coloco la ropa después de secarme es cuando escucho el timbre.—¿Si?— contesto en el altavoz.—Señorita Carballo tengo una entrega para usted— me limito a dejarlo pasar y en pocos minutos están llamando a mi puerta. Al abrirla me encuentro con el arreglo de rosas rojas más grande que pude haber visto en mi vida.—Sí, ¿señorita?— me inclino hacía un lado y puedo ver al hombre que al llevar semejante regalo se miraba tan pequeño—Disculpa, ¿Quién las manda? —Busca primero un lugar donde poner el matorra