Capítulo 7

—Buenas tardes señorita Carballo— miro con los ojos muy abiertos a Bruno luciendo ropa deportiva y su fiel acompañante con su característico impecable traje gris. Es él quien me habla.

 —¿Qué hacen aquí?— escupo y trato de acomodarme en la cama. Bruno se acerca con cara de plato.

—Ten cuidado, te vas a lastimar—dice con preocupación y yo bufo

—¿Más de lo que ya estoy? —hace mala cara y vuelvo hacia el gigante que está parado a mis pies—. Te he dicho que no abriré la boca, ¿Por qué siguen asechándome?

Mi tono es molesto, la verdad es que solo quiero ocultar el nerviosismo que siento por tenerlos aquí, entre ellos se miran y Bruno toma la palabra.

—Solo quería saber si estabas bien y me encuentro con que estás en el hospital y que tu padre te ha hecho esto —su voz es firme al hablar, ese extraño acento produce algo en mi pero no quiero aceptar que es excitación. Siento vergüenza pero trato de recomponerme.

—¿Quién te ha dicho esa mentira?, fue un accidente, me he caído de… — estúpida, eso fue lo mejor que se me ocurrió

—Si claro, no me mientas Vanessa, sé perfectamente lo que te ha pasado— mi mal humor crece.

—¿Y cómo diablos? —él me mira con los ojos bien abiertos pero no dice nada, luego todo se queda en silencio y para terminar con el incómodo momento de miradas me pongo a gritar como una loca, excelente elección—. ¡Largo! Salgan de mi habitación ¡ahora!

El dolor invade cada parte de mi cuerpo, es frustrante y mi rostro lo refleja.

—Por favor Vanessa deja de estar haciendo esfuerzos— dice Bruno acercándose hasta mi y tomándome de la mano la cual libero de inmediato.

—Bruno, vámonos— le dice el gigante

—¡NO!, ya te lo he dicho Marcelo, no me moveré de aquí— ha dicho eso sin despegar la mirada de mi, su voz era imponente e hizo estremecerme.

El tal Marcelo sale de la habitación furioso, dejándonos solos y en silencio. Esto no puede ser más extraño, así que no puedo más con la intriga

—¿Quién diablos te crees?, ¿Qué está pasando contigo?, no entiendo nada de esto, ¿Por qué me mandas flores? —digo sin aliento, baja su mirada. Se ve extremadamente atractivo.

—¿No es obvio Vanessa?, me interesas, pero tú solo te alejas, no eres… —bufo

—¿No soy como las otras mujeres que te tiran con el sostén y la tanga?, pues claro que no —y al segundo me retracto pero trato de parecer sumamente segura de mi misma y él suelta una carcajada

—¿Y tu como sabes eso? —su mirada me derrite

—Es obvio, cada mujer que te mira quiere hacer eso —alza una ceja y una pequeña sonrisa se aparece en su rostro—. Menos yo, claro.

—Eres única, y lo supe desde aquella noche en el bar, no he podido dejar de pensar en ti, no te puedo sacar de mi mente —me pierdo en él y en sus palabras, ya no se qué contestar, ni siquiera puedo creer que mes esté diciendo esto en este momento. Lucía entra a la habitación y se queda boquiabierta

—Yo… —trata de decir pero nada sale de su boca, está estática, da media vuelta cerrando la puerta de un golpe.

—¿Algo así? —dice Bruno con sonrisa que derritiera los polos

—Si —ruedo los ojos mientras masajeo mi abdomen.

—Vanessa, tengo que irme, en 15 minutos comienza el entrenamiento pero, he dejado a un chofer a tu disposición afuera —frunzo el ceño.

—¿Qué?, ¿para qué?

—Necesito saber que estás bien y él te cuidará—niego atónita, debe de ser aun por ese estúpido accidente, pero después de esto de verdad que lo he dejado atrás… al accidente, a él es casi imposible con esos bonitos ojos.

—No tienes por qué hacer esto.

—Vanessa, deja que lo haga por favor… puedes salir conmigo, ¿sí?— abro la boca, esto me ha tomado por sorpresa, aunque todo lo que sea relacionado con él es… sorprendente e inesperado.

—No, ahora sal de mi habitación —la sorpresa no cabe en su rostro

—¿Me has rechazado? —alzó una ceja

—Pues sí, ahora vete o llamo a seguridad —digo para tratar de recomponerme en la incómoda cada. Se pone de pie de golpe y comienza a caminar de un lado a otro, los pantalones deportivos se ajustan a su prefecto trasero y tengo que obligar a mis ojos a no lanzar algún tipo de mirada indiscreta.

—¿Por qué?— dice alzando las manos para pasárselas una y otra vez por el cabello, dejando ver su marcado abdomen. Un escalofrío recorre mi cuerpo y me quedo sin palabras—. ¿Por qué Vanessa?, ¿Qué es lo que no te gusta de mí?

Me quedo sin palabras, en realidad me gusta todo de él, pero eso no puede estar pasando. Golpean la puerta haciendo que me sobresalte.

—¿Vane?, ¿estás ahí?  —y veo entrar a Orestes con un ramo de rosas rojas y un par de globos con el mensaje “recupérate pronto”, su cara se transforma cuando ve a Bruno aquí y este se endereza transformando su rostro a una piedra, joder…

Orestes coloca las cosas en la mesita frente a mi cama y se dirige a la roca parada a un lado de mi cama.

—Buenas tardes señor ¿Bruno?—  dice extendiendo la mano, Bruno tarda en responder pero al final le estrecha la mano sin decir nada. Orestes se acerca y me besa la frente.

—Hola bonita— yo solo sonrío y miro de reojo a Bruno que está que echa lumbre por las orejas. El sexy futbolista toma mi mano y me dice.

—Cuídate y cualquier cosa no dudes en llamarme— da media vuelta sin despedirse de Orestes hasta salir de la habitación.

—¿Estás saliendo con él? —pregunta mi amigo con cara de sorpresa

—Somos conocidos —él asiente

—Del hospital… pero te diré que me parece que él quiere algo más —alguien interrumpe de nuevo, afortunadamente y es Lucía con la cara de plato, pero mira a Orestes y se recompone al instante, sabe que no será bueno mencionar nada de lo ocurrido.

—Hola Doctor, ¿Qué tal? —dice con una sonrisa que trata de ocultar todo el desconcierto que carga. Hablamos un rato hasta que comienzo a sentirme sumamente cansada y el sueño me vence, no me percato cuando Orestes se va, solamente me dejo vencer por todas estas emociones y el cansancio que me abruma.

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