La noche pasa muy rápido y debido a los medicamentos he dormido plácidamente, apenas sintiendo algunas ligeras molestias. El doctor me explica todos los cuidados que debo de tener con las heridas y puedo ver como algunos policías están esperándome para levantar una denuncia, lo que no saben es que no lo haré, no puedo hacer eso.
Lucía me lleva en una silla de ruedas hasta su auto, subo con cuidado e iniciamos el viaje hasta mi departamento. Me ha convencido de que se quedará conmigo por lo menos un par de noches y he decidido vender el lugar e irme a otra parte donde mi padre no pueda encontrarme.
En un par de minutos llegamos. Lucía me explica de forma apenada que se tomó la libertad de acomodar algunas cosas antes de que yo llegara, fue muy dulce de su parte, ahora el lugar luce más ordenado.
—Voy a bañarme y cambiarme— le anunció y desaparezco a pequeños pasos del lugar.
El baño debe ser con agua tibia debido a las heridas, así que la preparo previamente. No puedo evitar que mi mente vague y piense en mi trabajo, espero que el señor Rodrigo tenga consideración y me perdone estas faltas, por otro lado tengo a Bruno y su insistente carácter extraño, que no ha podido salir de mi cabeza. Realmente me ha encantado pero por Dios, ¿a quién no le encanta ese hombre?
Trato de silenciar mi mente por lo menos un momento y no pensar en lo que haré, en lo que puede ser y en lo que no va a ser… Salgo de la ducha y seco mi cuerpo con una toalla que está en la estantería.
Llevo 20 min fuera de la ducha he seleccionado la ropa y trato de colocarlo pero el dolor no me lo permite, así que no pienso seguir perdiendo el tiempo y llamo a mi amiga.
—¡Lucía, ven! —mi amiga llega con un bocado de sándwich en la boca
—¿Qué pasa? —y escupe pedazos al hablar
—Ayúdame a abrochar esto por favor —lo hace sin problemas —. Gracias.
Continúo vistiéndome con cuidado y sin poder evitar algunos movimientos que terminan por hacerme gruñir varias veces. Es cuando recibo un mensaje de un número desconocido:
Señorita Carballo, quería corroborar si estaba usted bien.
Marcelo.
Me siento desilusionada porque por un momento, creí que era Bruno, o eso era lo que realmente yo quería. Habló sobre llamarlo si lo necesitaba pero nunca me dejó su número. Pero por un lado lo veo bastante bien, ya que tenerlo sería una tentación teniendo en cuenta lo mucho que he estado pensando en él desde que se fue de mi cuarto de hospital, niego varias veces y tecleo una respuesta simple.
Estoy bien. Gracias.
Voy hacia la cocina y es cuando veo como mi amiga prepara varios sándwiches así que me dedico a sentarme en el sofá, estoy por cerrar los ojos cuando llega a mi mente la deuda del hospital, no lo he pagado
—¡Mierda! — me pongo de pie tan rápido como puedo y dirijo a la cocina en busca de Lucía.
—Lucía ¿cuándo te pasaran la factura del hospital? —ella sube los hombros sin contestar nada y mete un pedazo de tomate a su boca, sé que me está mintiendo—. ¿Lucía?, estas mintiéndome lo sé.
Me mira con los ojos abiertos y señala hacia la mesa del recibidor, están las indicaciones del doctor, pastillas, inyecciones y la factura... con el sello de pagado, busco los datos de quien saldo la cuenta y encuentro: Bruno Dihmes... Mi amiga me mira con los ojos abiertos y sigue comiendo el sándwich.
—¿Por qué?, Lucía... —ella me mira negando y encogiéndose de hombros. No puede ser, esto me molesta bastante, no quiero… no es necesario que… m****a, voy hacía mi habitación tomo el móvil y tecleo el número de Marcelo, timbra dos veces antes de contestar.
-—¿Vanessa?, ¿estás bien? —no puedo negar que esa respuesta me tomo por sorpresa, pero trago saliva y trato de recomponerme.
—Pues claro que no estoy bien, ¿por qué rayos Bruno pagó mi factura del hospital? Dile que le devolveré ese dinero así me quede sin un centavo —escucho un suspiro.
—Vanessa él puede pagarlo, deja que lo haga, te está ayudando— pero mira que mono.
—Claro que no, no quiero su ayuda, ni su dinero... —me interrumpe su voz
—Deja de ser tan orgullosa y permite que te ayuden, se preocupa por ti y tu no entiendes —la furia invade mi cuerpo
—Pues claro que no lo entiendo, ¿Por qué hacen esto?, ¿Por qué evite que se matara la noche del bar?, dejen eso ya en el pasado —se queda en silencio y después suspira.
—Vanessa eres demasiado obstinada y te diré algo, tu no entiendes nada, deja ya el pago del hospital a un lado, déjalo sentir que te ayudó en algo —me quedo sin palabras al escucharlo, no sé que más decir, así que solo termino la llamada. Al cabo de unos segundos Marcelo llama otra vez pero no contesto. Estoy muy confundida.
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He convencido a Lucía que estoy bien, que puedo caminar y que necesito ir a mi trabajo a disculparme con mi jefe, tardo un rato en hacerla entender pero no tiene mucha opción, ella también tiene cosas por hacer, así que inicio mi camino hacia la cafetería.
Uso unos grandes lentes de sol y un excelente maquillaje que mi amiga logró hacer para ocultar las marcas que dejo mi padre, espero ayude, espero que no me haya quedado desempleada o eso será la cereza del pastel y ahora si que estaré en ruinas.
Abro la puerta del lugar y no puedo negar que me siento algo nerviosa, alzo la mirada y me encuentro con mis compañeros, me saludan como si nada hubiera pasado, no saben cuanto lo aprecio. Llego a la oficina de mi jefe y llamo dos veces antes de recibir la indicación de entrada.
—Rodrigo— mi jefe se porta demasiado bien, apenas me he podido disculpar por las ausencias y él explica que sabe lo sucedió, eso me hace sentir algo incómoda, pero le agradezco que me ha tramitado una incapacidad de 1 semana. La verdad es que no me agrada no venir a trabajar, es mi única distracción, pero estoy obligada a tomarla por indicaciones del médico que me atendió.
Al cabo de unos minutos, voy caminando de nuevo a casa, tengo la papeleta de incapacidad y trato de absorber la mayor cantidad de sol posible antes de volver a mi lugar. No quiero ir a casa, no quiero volver a estar aprisionada y solo quiero sentirme bien de nuevo… quiero volver a ser yo y dejar la situación de mi pare atrás. Para eso tengo que buscar algún lugar cercano a mi trabajo donde vivir, la ventaja es que es ligeramente céntrico así que no lo pienso más y tomo otro camino.
Durante el tiempo que estuve en el café hoy uno de mis compañeros me habló sobre algunos nuevos departamentos por estos rumbos, así que voy en busca de ellos, espero sean económicos, sin embargo antes tengo que recorrer esa característica zona de Madrid donde hay algunos de los mejores y más costosos restaurantes. De vez en cuando vengo a dar una vuelta y llenarme del delicioso aroma que sale por esas puertas.
Miro discretamente hacia el interior de uno y todo se ve pulcro, huele a pan recién horneado y mis papilas gustativas se activan de inmediato hasta que noto que alguien saldrá así que me alejo y continúo caminando, hasta que escucho su voz, no puede ser él…
—Te lo digo Sandra, es enserio —me giro instintivamente y ahí está Bruno usando un pantalón de vestir gris y camisola negra, de su brazo una rubia mujer de un metro ochenta, ojos verdes, belleza envidiable y delgada como una espiga.
La mujer responde a su comentario con una amplia sonrisa y le besa los labios, mis piernas no reaccionan, no puedo creer lo que estoy viendo… bueno claro que lo puedo creer es un mentiroso y un… idiota. Por un momento me quedo estática, Bruno se gira y a pesar de que llevo lentes oscuros nuestras miradas se cruzan. Doy media vuelta y continúo caminando un poco aturdida por la escena.
—¿Vanessa? —le hago la parada a un taxi y de inmediato se detiene para mi suerte. De nuevo huyendo en taxis Vanessa.
Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás. —Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarm
Bajo con un par de maletas haciendo muecas de dolor y me encuentro con una Hummer negra esperando justo enfrente de la puerta. Lucía no se contiene y comienza a gritar—¡No puede ser!— me obligo a reaccionar cuando un hombre de unos 35 años se acera a mí, ya lo había visto antes, es alto y musculoso.—Señorita Carballo, permítame —me quita las maletas de las manos delicadamente y yo lo acompaño hasta el auto.—Tú debes ser ¿Hernández? —asiente y sonríe—. Yo soy Vanessa, no señorita Carballo, por favor.Asiente de nuevo. Le explico que arriba hay más cosas que llevarnos y que tal vez necesitemos dos viajes. La verdad es que Hernández se porta muy amable conmigo incluso bromeamos un par de veces. Su comportamiento me hace sentir tan cómoda que me olvido de que es un “guardia” que me ha puesto Br
Camino entre largos pasillos, ignorando el dolor que cada paso me provoca. Puedo escuchar a Marcelo caminando tras de mí, pero no le tomo importancia y comienzo a teclear el numero de un taxi.—Gracias —en menos de 5 minutos estará afuera. Lucía no dice nada, parece molesta también.Nos detenemos en la puerta donde la gente entra y sale y localizo un taxi a unos 10 pasos de nosotras, sin decir más subimos a él. Miro por la ventana y Marcelo se abre paso por la gente viéndonos marchar. Tomo un gran suspiro.—¿Quién carajos era esa? —pregunta Lucía de mala gana, la ira invade todo mi cuerpo y casi me hace llorar.—Me vieron la cara ¿no? —toma mi mano—No pienses eso, él es un idiota amiga —hablamos todo el camino hacía mi apartamento sobre esta incómoda escena y le explico lo que había visto frente a
—No entres… —Tomás llega a nosotros con cara de confusión—¿Qué coño haces en esa habitación, Vanessa? —¿Pero quién se cree este?, viene a reclamar cuando nos junta a su novia y a mí en el mismo espacio.—¿Y a ti que carajos te importa? —le contesto de mala gana y ahora sé que no fue una buena idea, creo que lo hice enojar más.—¿Qué pasa aquí?— Tomás parece muy confundido, el sexy futbolista lo mira con ojos que parece a punto de salir.—Ella es Vanessa, MI Vanessa —le dice con un ronco sonido. Siento como si me hubieran dado un baldazo de agua fría.—Yo no soy TU Vanessa… tu me mentiste, has estado jugando conmigo todo este tiempo y…—¿Te acostaste con este imbécil? ¡Lo voy a matar! —dice abriéndose
Hace apenas unos minutos Bruno y su hermano se fueron.—¿Vas a decir que no te ha vuelto loca?— mi amiga está tirada en el sillón mientras yo lavo los platos del desayuno.—Sinceramente no sé qué pensar.—Te he visto todo este tiempo, te gusta y mucho— trato de parecer despreocupada—A todas les gusta— mi amiga ríe a carcajadas—Vanessa él está loco por ti— pongo los ojos en blanco—No me consta, no puedo olvidar al esparrago rubio —mi amiga sigue dándome razones por las cuales sabe que Bruno está enamorado, yo solo la escucho—¿Sabes qué? Mejor me iré a bañar, tengo que ir al mercado— digo pero antes de salir me explica que se tiene que ir, debido a que lleva días fuera de casa, trato de animarla y hacer que se despreocupe y que puedo vivir sola sin prob
El lugar está a reventar, lo primero que hago es ver a las demás mujeres. Llevan vestidos a la rodilla igual que yo, una tensión menos.—Bruno, ¿Qué tal? — comienzan a llegar un sinfín de hombres con sus mujeres a un lado, es difícil mantener una plática con cada uno y seguir sonriendo. La mayoría me mira con cara de asombro y repetían:—“Le has robado el corazón”— yo solo sonrío y me limito a contestar las preguntas que me hacen. Estando ya sentados en la mesa asignada y después de varias copas de champagne necesito ir al baño.—Iré al tocador— le digo al oído y él asiente. Me pongo de pie con trabajo ya que estoy un poco mareada y camino hacia mi destino.El lugar es sumamente lujoso, trato de recordarme en donde estoy y porque estoy aquí, hasta que cruzo la puerta y me planto frent
El resto de la noche la he pasado llorando. Miro hacia la ventana y el primer rayo de sol comienza a salir. Tengo que ir al hospital, distraerme y concentrarme en los pequeños. Decido tomar una ducha caliente, no he podido dejar de llorar desde anoche, ¿pero que ridículo he hecho?, salgo del baño y me coloco la ropa después de secarme es cuando escucho el timbre.—¿Si?— contesto en el altavoz.—Señorita Carballo tengo una entrega para usted— me limito a dejarlo pasar y en pocos minutos están llamando a mi puerta. Al abrirla me encuentro con el arreglo de rosas rojas más grande que pude haber visto en mi vida.—Sí, ¿señorita?— me inclino hacía un lado y puedo ver al hombre que al llevar semejante regalo se miraba tan pequeño—Disculpa, ¿Quién las manda? —Busca primero un lugar donde poner el matorra
Mi cuerpo se queda estático—¿Pero qué mierda?—Yo te dije…— cuando menos pienso Bruno tiene del cuello a su hermano y le grita.—¡Te dije que la trajeras a casa, era todo lo que ibas a hacer!— corro a interponerme pero estoy demasiado mareada.—No…— trato de meterme tirando manotazos—. ¡Bruno basta!Suelta a su hermano y en el momento en que Tomás toca el suelo Bruno lo tumba de un puñetazo en la mandíbula.—¡Por Dios!— grito y trato de inclinarme hacia donde Tomás pero tropiezo y ahora siento la mano de Bruno sosteniéndome. Mi amigo se pone de pie lentamente. Tiene una herida en la comisura del labio—¡Estás loco! —Grito y Tomás suelta una carcajada. Lo miro con un signo de interrogación en la cara—¿Por qué te ríes