Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.
Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás.
—Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?
Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarme en que podré pagar perfectamente la renta de este departamento y si logro vender la casa de mi abuela será más sencillo. Estoy haciendo cálculos en mi mente, ya casi ha caído el sol y el aire comienza a refrescar. Apresuro mi paso y es cuando me percato que estoy por llegar a mi galería favorita y me detengo de golpe para poder admirar los cuadros que ahí se exhiben.
Siempre he soñado que algunas de mis obras sean exhibidas aquí, esto es lo que realmente disfruto, la pintura, el arte... Es solo un sueño, pero decía mi abuela, soñar no hace daño.
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Al cabo de un par de minutos por fin llego a casa. Llamo a Lucía pero no contesta, debe de estar en el campus tomando una de sus últimas clases. Hago algunas llamadas a agencias de bienes raíces para que muestren la casa y comienzo a empacar.
Pienso irme mañana mismo de aquí, no quiero arriesgarme a que él vuelva de nuevo. Miro el reloj y son las 8 pm se me ha ido la tarde empacando cosas cuando escucho la puerta.
—Ya llegue— dice una voz chillona que extrañamente me tranquiliza—. ¿Pero qué rayos pasa aquí?
Escucho sus pies chocar con el suelo de madera hasta llegar a mi habitación, le explico que mañana mismo dejaré este lugar y se pone como loca a saltar.
—Esto es genial y el campus queda más cerca, será perfecto— suspira y se queda sentada en la orilla de mi cama—. Te he llamado como 5 veces para ver si querías pan, ¿tu celular no funciona?
Recuerdo que lo he dejado cargando y en vibrador, lo miro sobre la mesita de noche.
—Me concentre en la mudanza lo siento, ¿igual has traído no?— asiente y voy hacía mi celular. Tengo 5 llamadas perdidas de Lucía, 6 de un número desconocido y 2 de Marcelo, borro todo, espero que ese par de hombres se concentren en sus asuntos y que ese famoso futbolista se quedé con su flamante novia y deje de molestar. No puedo negar que una punzada de desilusión se hace presente pero no le hago mucho caso y continúo empacando, no quiero saber más de esa gente y menos del estúpido futbolista que parece querer solo jugar. Me dice que le intereso, me persigue por todos lados y de pronto lo veo con una mujer… esa mujer sin duda es para él.
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Los primeros rayos de sol entran por la ventana despertándome. Una extraña sensación de tristeza invade mi cuerpo, hoy me iré de casa.
—Vane, ¿ya despertaste? —Lucía golpea mi puerta, gruño y la abre—. Tienes visitas.
Me levanto lentamente, ya no tengo dolor en el cuerpo pero supongo que debe de ser por los medicamentos que aún sigo tomando. Arreglo un poco mi cabello, voy directo al baño antes de salir, lavo mi rostro y cepillo mi esponjado cabello castaño, creo que debe de ser la mujer de bienes raíces para poder mostrarle las características de este lugar y comience su venta.
Al salir de la habitación me encuentro con Bruno sentado cómodamente en mi sillón. Se pone de pie al verme y me recorre con la mirada. Genial hoy fue un gran día para ponerme la pijama de tirantes y un short minúsculo
—¿Qué quieres?— le pregunto ignorándolo y caminando a la cocina por una taza de café.
—Que buena bienvenida— dice en forma de sarcasmo. Si claro ¿quieres que te reciba como la espiga rubia de ayer?, pensé—. Vanessa, lo de ayer…
Lo interrumpo subiendo la palma de mi mano
—No, no me interesa —y doy la espalda
—Yo solo quiero decirte… —lo miro de mala gana
—Te he dicho que no me interesa, ¿por qué estás aquí?, ¿no deberías estar entrenando o matándote en algún gimnasio?, déjame en paz —la verdad es que fue mi coraje el que hablo no yo. Él se queda pasmado por lo que le he dicho, continúo preparando mi taza de café con detenimiento cuando su voz vuelve a interrumpirme.
—¿Quieres salir conmigo? —pregunta como si nada.
—Te he dicho que no —y camino hacia el sillón tomando asiento.
—¿Por qué?, ¿es por el doctorcito ese?, ¿es tu novio? —suelto una carcajada.
—Si es o no ¿a ti qué te importa?— sus cejas se juntan y hace que me estremezca.
—No me hables así, Vanessa —se acerca a mí lentamente. Trato de desafiarlo y me acerco aun más.
—No eres nadie para impedírmelo, Bruno —me retiro y vuelvo a respirar
—Ven a verme al juego entonces, no será una cita, solo quiero que vengas —y saca unos boletos de su pantalón—. Y Hernández te llevará, espero que esta vez no huyas, puedes ir tú también Lucía, si quieres.
Mi amiga está expectante a lo que hacemos y al escuchar su nombre salta como loca en la cocina y él sonríe triunfante, sabe que ella me obligará a ir.
—Son para hoy —ruedo los ojos
—Estaré ocupada, hoy me cambio de casa —me mira extrañado
—No lo sabía, ¿a dónde?, Hernández puede ayudarte —niego bufando
—Ya te dije que no —después recuerdo un aspecto sumamente importante y es la razón principal de mi molestia, que estúpida—. Además a tu novia no creo que le agrade mucho que vaya verte al juego y pongas un chofer a mi disposición ¿no crees?
—¿De qué hablas mujer? —me siento una estúpida pero es la verdad
—La rubia de ayer, ¿quién más?— digo con un hilo de voz y él no para de reírse
—Ella no es mi novia.
—Claro y te beso, yo quisiera tener esa clase de amigos también— un gruñido sale de su pecho.
—No— dice en seco, sonrío y le doy unas palmadas en el rostro
—Eso tú no lo decides —me pongo de pie con trabajo y lo dirijo a la puerta
—Hasta luego —él se queda parado frente a mí y me mira a los ojos. Siento su respiración, su olor es como una droga, fresco, a menta tal vez.
—Hernández te ayudará y no te pongas celosa, tengo muchas admiradoras —dice seguro. Besa mis labios suavemente y se va, dejándome como una tonta sin poder respirar.
Bajo con un par de maletas haciendo muecas de dolor y me encuentro con una Hummer negra esperando justo enfrente de la puerta. Lucía no se contiene y comienza a gritar—¡No puede ser!— me obligo a reaccionar cuando un hombre de unos 35 años se acera a mí, ya lo había visto antes, es alto y musculoso.—Señorita Carballo, permítame —me quita las maletas de las manos delicadamente y yo lo acompaño hasta el auto.—Tú debes ser ¿Hernández? —asiente y sonríe—. Yo soy Vanessa, no señorita Carballo, por favor.Asiente de nuevo. Le explico que arriba hay más cosas que llevarnos y que tal vez necesitemos dos viajes. La verdad es que Hernández se porta muy amable conmigo incluso bromeamos un par de veces. Su comportamiento me hace sentir tan cómoda que me olvido de que es un “guardia” que me ha puesto Br
Camino entre largos pasillos, ignorando el dolor que cada paso me provoca. Puedo escuchar a Marcelo caminando tras de mí, pero no le tomo importancia y comienzo a teclear el numero de un taxi.—Gracias —en menos de 5 minutos estará afuera. Lucía no dice nada, parece molesta también.Nos detenemos en la puerta donde la gente entra y sale y localizo un taxi a unos 10 pasos de nosotras, sin decir más subimos a él. Miro por la ventana y Marcelo se abre paso por la gente viéndonos marchar. Tomo un gran suspiro.—¿Quién carajos era esa? —pregunta Lucía de mala gana, la ira invade todo mi cuerpo y casi me hace llorar.—Me vieron la cara ¿no? —toma mi mano—No pienses eso, él es un idiota amiga —hablamos todo el camino hacía mi apartamento sobre esta incómoda escena y le explico lo que había visto frente a
—No entres… —Tomás llega a nosotros con cara de confusión—¿Qué coño haces en esa habitación, Vanessa? —¿Pero quién se cree este?, viene a reclamar cuando nos junta a su novia y a mí en el mismo espacio.—¿Y a ti que carajos te importa? —le contesto de mala gana y ahora sé que no fue una buena idea, creo que lo hice enojar más.—¿Qué pasa aquí?— Tomás parece muy confundido, el sexy futbolista lo mira con ojos que parece a punto de salir.—Ella es Vanessa, MI Vanessa —le dice con un ronco sonido. Siento como si me hubieran dado un baldazo de agua fría.—Yo no soy TU Vanessa… tu me mentiste, has estado jugando conmigo todo este tiempo y…—¿Te acostaste con este imbécil? ¡Lo voy a matar! —dice abriéndose
Hace apenas unos minutos Bruno y su hermano se fueron.—¿Vas a decir que no te ha vuelto loca?— mi amiga está tirada en el sillón mientras yo lavo los platos del desayuno.—Sinceramente no sé qué pensar.—Te he visto todo este tiempo, te gusta y mucho— trato de parecer despreocupada—A todas les gusta— mi amiga ríe a carcajadas—Vanessa él está loco por ti— pongo los ojos en blanco—No me consta, no puedo olvidar al esparrago rubio —mi amiga sigue dándome razones por las cuales sabe que Bruno está enamorado, yo solo la escucho—¿Sabes qué? Mejor me iré a bañar, tengo que ir al mercado— digo pero antes de salir me explica que se tiene que ir, debido a que lleva días fuera de casa, trato de animarla y hacer que se despreocupe y que puedo vivir sola sin prob
El lugar está a reventar, lo primero que hago es ver a las demás mujeres. Llevan vestidos a la rodilla igual que yo, una tensión menos.—Bruno, ¿Qué tal? — comienzan a llegar un sinfín de hombres con sus mujeres a un lado, es difícil mantener una plática con cada uno y seguir sonriendo. La mayoría me mira con cara de asombro y repetían:—“Le has robado el corazón”— yo solo sonrío y me limito a contestar las preguntas que me hacen. Estando ya sentados en la mesa asignada y después de varias copas de champagne necesito ir al baño.—Iré al tocador— le digo al oído y él asiente. Me pongo de pie con trabajo ya que estoy un poco mareada y camino hacia mi destino.El lugar es sumamente lujoso, trato de recordarme en donde estoy y porque estoy aquí, hasta que cruzo la puerta y me planto frent
El resto de la noche la he pasado llorando. Miro hacia la ventana y el primer rayo de sol comienza a salir. Tengo que ir al hospital, distraerme y concentrarme en los pequeños. Decido tomar una ducha caliente, no he podido dejar de llorar desde anoche, ¿pero que ridículo he hecho?, salgo del baño y me coloco la ropa después de secarme es cuando escucho el timbre.—¿Si?— contesto en el altavoz.—Señorita Carballo tengo una entrega para usted— me limito a dejarlo pasar y en pocos minutos están llamando a mi puerta. Al abrirla me encuentro con el arreglo de rosas rojas más grande que pude haber visto en mi vida.—Sí, ¿señorita?— me inclino hacía un lado y puedo ver al hombre que al llevar semejante regalo se miraba tan pequeño—Disculpa, ¿Quién las manda? —Busca primero un lugar donde poner el matorra
Mi cuerpo se queda estático—¿Pero qué mierda?—Yo te dije…— cuando menos pienso Bruno tiene del cuello a su hermano y le grita.—¡Te dije que la trajeras a casa, era todo lo que ibas a hacer!— corro a interponerme pero estoy demasiado mareada.—No…— trato de meterme tirando manotazos—. ¡Bruno basta!Suelta a su hermano y en el momento en que Tomás toca el suelo Bruno lo tumba de un puñetazo en la mandíbula.—¡Por Dios!— grito y trato de inclinarme hacia donde Tomás pero tropiezo y ahora siento la mano de Bruno sosteniéndome. Mi amigo se pone de pie lentamente. Tiene una herida en la comisura del labio—¡Estás loco! —Grito y Tomás suelta una carcajada. Lo miro con un signo de interrogación en la cara—¿Por qué te ríes
—Comienza— le indico y me aferro al cobertor de mi cama.—No sé qué es lo que te dijo esa mujer, pero tienes que saber… Fuimos pareja en el pasado— lo escucho detenidamente, aunque podía ocultar ese desagradable sentimiento que iba surgiendo—. Éramos muy jóvenes, tenía poco tiempo aquí en España, su padre fue mi primer Director Técnico y, fue así como nos conocimos… Vanessa, éramos jóvenes y yo venía de un país donde me tenían encerrado, regido por miles de reglas, aquí podía ser libre… Salimos un par de meses, pero yo no la tomaba en serio, como te repito era un niño y creía que el mundo me pertenecía.Escucharlo de esa manera me lleno de asombro, mas debido a nuestros últimos encuentros en los que solo podíamos intercambiar dos o tres palabras sin enfurecernos