Es extraño pero he dormido plácidamente. Tal vez estaba muy cansada o los desinflamatorios han hecho a la perfección su trabajo.
Me pongo de pie y como todos los días me preparo para ir al trabajo cuando escucho de nuevo golpes en la puerta, algo en mi estomago se revuelve al ver las flores que he recibido anoche así que acudo sin ningún tipo de alerta a pesar de la hora y la abro. Error número uno.
—Papá…— él tiene una sonrisa burlona y entra haciendo un desastre a su paso.
—Necesito dinero, dámelo— tengo un poco en la bolsa y lo saco presa del miedo—. ¿Esto?, Esto no me alcanza para nada, ¿dónde tienes el resto?
Mi cuerpo comienza a temblar y no puedo ni quiera respirar.
—No tengo nada más papá—tira una lámpara al suelo y esta se rompe en pedazos, esta vez lo vecinos no cederán.
—¿Dónde está?,—me toma del cabello y me lleva hasta la sala. Caigo contra el sillón—. ¡Saca el resto del dinero, estúpida!
—No tengo más papá, es todo— digo entre lágrimas
—¿Es todo?, dices que es todo— saca de entre las hebillas del pantalón el cinturón y entro en pánico, ya había visto esto antes y no termina nada bien.
Trato de pararme para tomar el celular y llamar a alguien pero un fuerte puño me golpea sacudiéndome por completo. Después un fuerte azote aterriza en mi espalda, gimo del dolor y la vista se me nubla.
—¡Dame el dinero!— y otro más aterriza en mi espalda, intento pararme pero me es imposible.
—Bas… ta, papá— siento rabia, quiero levantarme y correr pero mi cuerpo no responde. El recuerdo de mi abuela siendo golpeada por este salvaje hombre invade mi mente, sus lágrimas, su dolor y yo tratando de calmarla.
Vuelvo a la realidad, trato de arrastrarme hacia la mesa donde esta mi celular estiro la mano y siento su pie de nuevo en mis costillas, la puerta se abre de par en par, es el Señor Méndez, mi vecino.
—¡¿Vanessa?!— grita y lo único que puedo ver es a mi padre siendo detenido por un oficial de policía antes de caer inconsciente.
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—Vanessa Carballo, tiene lesiones por todo el cuerpo— escucho a una mujer mientras soy transportada de algún lado a otro. Me siento algo mareada.
—¿Presión?— hay muchas luces a mi alrededor cegándome.
—Directo a urgencias— trato de moverme pero me duele todo el cuerpo y siento punzadas en mi cabeza, espero esto termine pronto. Abuela, perdóname por permitir eso, de nuevo.
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Abro los ojos, la habitación está a medio iluminar, giro la cabeza y gimo del dolor.
—Señorita —se acerca una enfermera—. Es un gusto tenerla de vuelta, ¿siente dolor?
Trato de enfocar la mirada en ella y asiento, es rubia, va vestida de blanco y me mira bastante preocupada.
—Necesita tomar estas pastillas, la lidocaína está surtiendo efecto en sus heridas… ¿Sabe por qué esta aquí?
—Si— le digo con un hilo de voz y sin poder ocultar mi vergüenza. La amable enfermera acaricia mi cabeza cuando golpean la puerta y miro a Lucía.
—¡Por Dios! ¡Te juro que lo mato!— grita. Nunca había tenido tantas ganas de ver a alguien cercano a mí.
La enfermera y mi amiga se ponen a conversar sobre lo sucedido, escucho que tengo varias lesiones en el cuerpo pero nada roto, dice que las heridas sanaran con el tiempo y fue una fortuna que el vecino haya entrado. Según el reloj del hospital son las 2 de la tarde, después de un rato y tras ponerse al tanto con la enfermera y el médico Lucía se ha ido a comer.
Busco algo entretenido en la TV, cuando doy con un canal de deportes donde están hablando sobre Bruno Dihmes.
—Se rumora que el mejor futbolista del mundo en la actualidad está en busca de un nuevo club, tenemos una entrevista exclusiva con él para que nos hable al respecto— el rostro varonil de Bruno aparece. A sus espaldas los campos del Club de Madrid, usa una chamarra y pantalones deportivos con el logo del Club.
Sus ojos café verdosos es lo primero que miro, después su piel tostada, cara afilada perfectamente afeitado y un corte de cabello meramente deportivo, sus cejas y pestañas pobladas lo hacen ver aún más masculino. Es guapísimo y me ha mandado flores… Joder, no recordaba ese detalle, no se lo he dicho a Lucía… La puerta se abre y cambio de inmediato el canal.
—¿Lucía? — pregunto porque debido a la posición en la que estoy me es imposible mirar quien ha entrado. Visualizo dos grandes sombras y me quedo sin aliento.
—Buenas tardes señorita Carballo— miro con los ojos muy abiertos a Bruno luciendo ropa deportiva y su fiel acompañante con su característico impecable traje gris. Es él quien me habla.—¿Qué hacen aquí?— escupo y trato de acomodarme en la cama. Bruno se acerca con cara de plato.—Ten cuidado, te vas a lastimar—dice con preocupación y yo bufo—¿Más de lo que ya estoy? —hace mala cara y vuelvo hacia el gigante que está parado a mis pies—. Te he dicho que no abriré la boca, ¿Por qué siguen asechándome?Mi tono es molesto, la verdad es que solo quiero ocultar el nerviosismo que siento por tenerlos aquí, entre ellos se miran y Bruno toma la palabra.—Solo quería saber si estabas bien y me encuentro con que estás en el hospital y que tu padre te ha hecho esto &mdash
La noche pasa muy rápido y debido a los medicamentos he dormido plácidamente, apenas sintiendo algunas ligeras molestias. El doctor me explica todos los cuidados que debo de tener con las heridas y puedo ver como algunos policías están esperándome para levantar una denuncia, lo que no saben es que no lo haré, no puedo hacer eso.Lucía me lleva en una silla de ruedas hasta su auto, subo con cuidado e iniciamos el viaje hasta mi departamento. Me ha convencido de que se quedará conmigo por lo menos un par de noches y he decidido vender el lugar e irme a otra parte donde mi padre no pueda encontrarme.En un par de minutos llegamos. Lucía me explica de forma apenada que se tomó la libertad de acomodar algunas cosas antes de que yo llegara, fue muy dulce de su parte, ahora el lugar luce más ordenado.—Voy a bañarme y cambiarme— le anunció y desaparezco a pequeñ
Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás. —Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarm
Bajo con un par de maletas haciendo muecas de dolor y me encuentro con una Hummer negra esperando justo enfrente de la puerta. Lucía no se contiene y comienza a gritar—¡No puede ser!— me obligo a reaccionar cuando un hombre de unos 35 años se acera a mí, ya lo había visto antes, es alto y musculoso.—Señorita Carballo, permítame —me quita las maletas de las manos delicadamente y yo lo acompaño hasta el auto.—Tú debes ser ¿Hernández? —asiente y sonríe—. Yo soy Vanessa, no señorita Carballo, por favor.Asiente de nuevo. Le explico que arriba hay más cosas que llevarnos y que tal vez necesitemos dos viajes. La verdad es que Hernández se porta muy amable conmigo incluso bromeamos un par de veces. Su comportamiento me hace sentir tan cómoda que me olvido de que es un “guardia” que me ha puesto Br
Camino entre largos pasillos, ignorando el dolor que cada paso me provoca. Puedo escuchar a Marcelo caminando tras de mí, pero no le tomo importancia y comienzo a teclear el numero de un taxi.—Gracias —en menos de 5 minutos estará afuera. Lucía no dice nada, parece molesta también.Nos detenemos en la puerta donde la gente entra y sale y localizo un taxi a unos 10 pasos de nosotras, sin decir más subimos a él. Miro por la ventana y Marcelo se abre paso por la gente viéndonos marchar. Tomo un gran suspiro.—¿Quién carajos era esa? —pregunta Lucía de mala gana, la ira invade todo mi cuerpo y casi me hace llorar.—Me vieron la cara ¿no? —toma mi mano—No pienses eso, él es un idiota amiga —hablamos todo el camino hacía mi apartamento sobre esta incómoda escena y le explico lo que había visto frente a
—No entres… —Tomás llega a nosotros con cara de confusión—¿Qué coño haces en esa habitación, Vanessa? —¿Pero quién se cree este?, viene a reclamar cuando nos junta a su novia y a mí en el mismo espacio.—¿Y a ti que carajos te importa? —le contesto de mala gana y ahora sé que no fue una buena idea, creo que lo hice enojar más.—¿Qué pasa aquí?— Tomás parece muy confundido, el sexy futbolista lo mira con ojos que parece a punto de salir.—Ella es Vanessa, MI Vanessa —le dice con un ronco sonido. Siento como si me hubieran dado un baldazo de agua fría.—Yo no soy TU Vanessa… tu me mentiste, has estado jugando conmigo todo este tiempo y…—¿Te acostaste con este imbécil? ¡Lo voy a matar! —dice abriéndose
Hace apenas unos minutos Bruno y su hermano se fueron.—¿Vas a decir que no te ha vuelto loca?— mi amiga está tirada en el sillón mientras yo lavo los platos del desayuno.—Sinceramente no sé qué pensar.—Te he visto todo este tiempo, te gusta y mucho— trato de parecer despreocupada—A todas les gusta— mi amiga ríe a carcajadas—Vanessa él está loco por ti— pongo los ojos en blanco—No me consta, no puedo olvidar al esparrago rubio —mi amiga sigue dándome razones por las cuales sabe que Bruno está enamorado, yo solo la escucho—¿Sabes qué? Mejor me iré a bañar, tengo que ir al mercado— digo pero antes de salir me explica que se tiene que ir, debido a que lleva días fuera de casa, trato de animarla y hacer que se despreocupe y que puedo vivir sola sin prob
El lugar está a reventar, lo primero que hago es ver a las demás mujeres. Llevan vestidos a la rodilla igual que yo, una tensión menos.—Bruno, ¿Qué tal? — comienzan a llegar un sinfín de hombres con sus mujeres a un lado, es difícil mantener una plática con cada uno y seguir sonriendo. La mayoría me mira con cara de asombro y repetían:—“Le has robado el corazón”— yo solo sonrío y me limito a contestar las preguntas que me hacen. Estando ya sentados en la mesa asignada y después de varias copas de champagne necesito ir al baño.—Iré al tocador— le digo al oído y él asiente. Me pongo de pie con trabajo ya que estoy un poco mareada y camino hacia mi destino.El lugar es sumamente lujoso, trato de recordarme en donde estoy y porque estoy aquí, hasta que cruzo la puerta y me planto frent