El dolor es menos fuerte. Puedo sentir el sabor y olor de la sangre. Con esfuerzo me pongo de pie y camino lentamente al baño tropezando con la pared un par de veces.
Al llegar me miro al espejo encontrándome con una Vanessa destrozada. Tengo el labio reventado, un morete está apareciendo. Instantáneamente miro en mi reflejo a mi abuela golpeada por mi padre, cuantas veces tuve que curarle las heridas y ella a mí. Éramos presas de ese hombre. Lo soy desde que nací.
Lavo mi rostro y busco en el botiquín de primeros auxilios algo con que cerrar la herida. Mi abdomen duele demasiado, cada vez que respiro recuerdo el par de golpes que me ha dado y todo por dinero, por su vicio.
Arrastro mis pies hasta la cama, alcanzo a mirar el reloj que indican las 4:30 am, me recuesto con cuidado y rompo a llorar.
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La alarma me despierta, giro mi cuerpo para apagarla cuando un fuerte dolor me hice gritar, son mis costillas. Tardo unos minutos para darme la vuelta y ponerle fin a esta incomodidad.
Cuando al fin logro sentarme en la orilla de la cama trato de repasar las actividades del día de hoy y recuerdo que es día de visitar el hospital. Soy voluntaria en hospital de niños con cáncer, me encanta poder ayudarlos y compartir ese tiempo con ellos, me reconforta el corazón poder hacerles compañía, hablar y contar historias, leerles o pintar… es una actividad que hago por mi, por relajarme por tomar un tiempo para compartir, mi abuela adoraba que hiciera esa labor. El estar de pie y a punto de tomar una ducha no me representaba problemas si tengo que ir a verlos.
Poco a poco me desvisto para meterme a la ducha, pero antes miro mi cuerpo en el espejo, un moretón enorme abarca mi vientre, m****a, tal vez tenga que acudir a un médico o… no, sería una locura y pediría declaraciones, prefiero evitar cualquier cosa que le haga molestar a mi padre. Las lágrimas brotan sin querer. es la imagen la que me tortura y recuerda lo estúpida que soy por permitir esto.
EL tomar una ducha representó un retro para mí, y tardo más tiempo de lo normal vistiéndome, pero al fin estoy lista. Trato de maquillar lo más que puedo el golpe en el rostro, pero es inútil, así que me resigno y voy directo al armario en busca del dinero. Este era el escondite de mi abuela y lo conservo…
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Después de media hora en el metro llego al hospital. Mis pasos son más lentos y pesados de lo normal y al cruzar el umbral de la puerta Ramona me recibe, es la enfermera con la que más convivo, una mujer muy amable de unos 50 años, cabello largo y canoso, un cutis perfecto y de gran corazón.
—Vanessa hol...— no puede ocultar su cara de horror al ver el golpe
—No digas nada por favor— digo con esfuerzo y sin quitarme los lentes de sol
—Yo... ¿Qué te paso?— me mira preocupada
—Tuve un accidente en la cafetería, un estante —frunce el ceño, no quiero darle más tiempo para que lo dude así que sigo caminando—. Vuelvo en un momento, iré a vestirme.
Al pasar por los pasillos noto mucho movimiento en el lugar. Gente yendo y viniendo por todos lados, espero que no haya ocurrido nada malo. Me adentro a la sala donde nos colocamos la filipina y hago un esfuerzo más para cambiarme. El dolor me mata y los medicamentos que he tomado aun no hace ningún efecto, pero finalmente lo hago.
Salgo del espacio y me entregan la lista de los pendientes que hay por hacer cuando me encuentro de nuevo con Ramona.
—Ya llegaron los futbolistas que habían firmado hace un mes —frunzo el ceño sin saber a qué se refiere—. Por los que los niños votaron.
—Claro, ¿necesitas que te ayude en eso? — asiente y pide que vaya a recibirlos. Claro con mi gran aspecto del día de hoy.
Llego a la puerta del frente con gran esfuerzo, solo espero poder disimular el dolor frente a los niños. La puerta se abre interrumpiéndome los pensamientos y un señor canoso de unos 60 años me saluda amablemente.
—Buenos días señorita— lo recuerdo ahora, es el Director técnico del equipo de Madrid.
—¿Qué tal, buenos días?, pase por aquí, bienvenidos— cuando miro hacia atrás me doy cuenta que vienen alrededor de 20 personas más, termino por sostener la puerta y ver como uno a uno van adentrándose hasta que me encuentro con el monumento masculino más perfecto, ¿cómo olvidar esos preciosos ojos café verdosos?, las piernas se me quedan estáticas.
Sus ojos están bien abiertos, desvío la mirada a un lado y me encuentro con el hombre de voz ronca… otra vez. Este tiene el ceño fruncido, muerdo mi labio debido al nerviosismo y al sentir la punzada de dolor recuerdo mi aspecto… por Dios ¿cómo pude olvidarlo?, trato de ocultar el desastre alzando la mano pero es imposible.
—A... Acompáñenme por aquí por favor— digo aclarando mi voz. No puedo mirar atrás, tengo demasiada vergüenza.
—Tomen asiento, los niños se están preparando— digo abriendo la puerta del recibidor para salir del lugar casi de inmediato. Siento esas dos miradas clavadas en mi espalda aún. Tomo aire tratando de tranquilizarme, la situación se puso demasiado tensa, no quiero volver ahí.
—Vane, ¿ya están en el recibidor?— me interrumpe Ramona, asiento—. Ve a ayudar con los niños yo me encargo
Respiro aliviada y corro del lugar haciendo que el dolor sea más intenso y mi rostro lo refleje. Al llegar a la sala los niños me reciben con gritos.
—¡Vane, ha llegado Vane!— gritan sin parar
—¡Sí! —me siento muy querida en este lugar, es por eso que me encanta venir aquí.
—Niños, tenemos una sorpresa para ustedes, necesito que tomen asiento— pronto se llena la sala, ayudamos a transportar los tanques de oxigeno y acomodar las sillas de ruedas. La puerta se abre y entra Orestes, el doctor de cabecera en este hospital.
Es un hombre de unos 28 años, muy atractivo, de piel blanca y cabello castaño claro. Todas las jóvenes enfermeras mueren por él, yo lo miro como un gran amigo, pues ayudó mucho a mi abuela en sus últimos momentos.
—Hola bonita— me vuelvo hacia él y su cara reflejo todo el terror—. ¿Qué te pas..?
Coloca su mano en mi rostro y yo niego rápidamente
—Tuve un accidente con un estante en el trabajo, nada grave— sonrío y tomo su mano
—Vanessa esto es un golpe muy fuerte— la puerta suena de nuevo, es Ramona
—Orestes, ¿ya puedo pasarlos? —agradezco la interrupción y me libero de su caricia.
—Sí, que pasen ya— se sitúa enseguida de mí, pues es el mejor sitio para poder mirar los hermosos rostros de esos niños. Cuando los futbolistas comienzan a llegar gritos inundan el salón. No puedo evitar sonreír y Orestes comparte esa felicidad.
—Míralos, lucen tan felices— digo gustosa, pero siento una mirada fija en mí, es del hombre del auto negro. Trato de ocultarme detrás de Orestes para evitar cualquier contacto pero después viene la del famoso futbolista, mejor conocido como el idiota borracho. Me aparto de Orestes y voy directo al lugar donde se encuentran el resto de las enfermeras.
—Oh él es tan guapo— repiten una y otra vez, yo me limito a sonreír.
El evento se trata de una pequeña ceremonia llena de palabras de aliento y firma de autógrafos. Dura bastante tiempo así que ya cansada de la incómoda posición me pongo de pie con esfuerzo ahogando el grito de dolor para ir tomar un poco de agua, tengo que cruzar todo el salón pero poco a poco llego hasta el depósito y estoy empinando el vaso de plástico y al bajarlo me encuentro con dos intensos ojos café verdosos.
—Eres tú— mi mirada está pérdida en él, abro mi boca pero ninguna palabra sale.
—La del bar de hace unas noches, eres tú— desvío la mirada hacia el recipiente con agua. Que acento tan más extraño, su voz sonaba muy… sexy.—No sé de qué habla señor— noto su confusión y siento la mano de Orestes en mi cintura.—Vanessa, necesitan un poco de agua— ni siquiera miro al hombre de intensos ojos y me dirijo hacia Orestes.—Ya voy Doctor—lleno un par de vasos y trato de pasar por dónde está aquel hombre—. Con permiso.Levanto la vista y en su rostro puedo leer… ¿molestia?, le entrego un par de vasos con agua al Director Técnico y otros jugadores más.—¿Tienes mucho tiempo trabajando aquí?— me sorprende la pregunta del hombre canoso.—Soy voluntaria, cumpliré ya casi un año— él asiente interesado.&mdas
Es extraño pero he dormido plácidamente. Tal vez estaba muy cansada o los desinflamatorios han hecho a la perfección su trabajo.Me pongo de pie y como todos los días me preparo para ir al trabajo cuando escucho de nuevo golpes en la puerta, algo en mi estomago se revuelve al ver las flores que he recibido anoche así que acudo sin ningún tipo de alerta a pesar de la hora y la abro. Error número uno.—Papá…— él tiene una sonrisa burlona y entra haciendo un desastre a su paso.—Necesito dinero, dámelo— tengo un poco en la bolsa y lo saco presa del miedo—. ¿Esto?, Esto no me alcanza para nada, ¿dónde tienes el resto?Mi cuerpo comienza a temblar y no puedo ni quiera respirar.—No tengo nada más papá—tira una lámpara al suelo y esta se rompe en pedazos, esta vez lo vecinos no cederán.
—Buenas tardes señorita Carballo— miro con los ojos muy abiertos a Bruno luciendo ropa deportiva y su fiel acompañante con su característico impecable traje gris. Es él quien me habla.—¿Qué hacen aquí?— escupo y trato de acomodarme en la cama. Bruno se acerca con cara de plato.—Ten cuidado, te vas a lastimar—dice con preocupación y yo bufo—¿Más de lo que ya estoy? —hace mala cara y vuelvo hacia el gigante que está parado a mis pies—. Te he dicho que no abriré la boca, ¿Por qué siguen asechándome?Mi tono es molesto, la verdad es que solo quiero ocultar el nerviosismo que siento por tenerlos aquí, entre ellos se miran y Bruno toma la palabra.—Solo quería saber si estabas bien y me encuentro con que estás en el hospital y que tu padre te ha hecho esto &mdash
La noche pasa muy rápido y debido a los medicamentos he dormido plácidamente, apenas sintiendo algunas ligeras molestias. El doctor me explica todos los cuidados que debo de tener con las heridas y puedo ver como algunos policías están esperándome para levantar una denuncia, lo que no saben es que no lo haré, no puedo hacer eso.Lucía me lleva en una silla de ruedas hasta su auto, subo con cuidado e iniciamos el viaje hasta mi departamento. Me ha convencido de que se quedará conmigo por lo menos un par de noches y he decidido vender el lugar e irme a otra parte donde mi padre no pueda encontrarme.En un par de minutos llegamos. Lucía me explica de forma apenada que se tomó la libertad de acomodar algunas cosas antes de que yo llegara, fue muy dulce de su parte, ahora el lugar luce más ordenado.—Voy a bañarme y cambiarme— le anunció y desaparezco a pequeñ
Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás. —Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarm
Bajo con un par de maletas haciendo muecas de dolor y me encuentro con una Hummer negra esperando justo enfrente de la puerta. Lucía no se contiene y comienza a gritar—¡No puede ser!— me obligo a reaccionar cuando un hombre de unos 35 años se acera a mí, ya lo había visto antes, es alto y musculoso.—Señorita Carballo, permítame —me quita las maletas de las manos delicadamente y yo lo acompaño hasta el auto.—Tú debes ser ¿Hernández? —asiente y sonríe—. Yo soy Vanessa, no señorita Carballo, por favor.Asiente de nuevo. Le explico que arriba hay más cosas que llevarnos y que tal vez necesitemos dos viajes. La verdad es que Hernández se porta muy amable conmigo incluso bromeamos un par de veces. Su comportamiento me hace sentir tan cómoda que me olvido de que es un “guardia” que me ha puesto Br
Camino entre largos pasillos, ignorando el dolor que cada paso me provoca. Puedo escuchar a Marcelo caminando tras de mí, pero no le tomo importancia y comienzo a teclear el numero de un taxi.—Gracias —en menos de 5 minutos estará afuera. Lucía no dice nada, parece molesta también.Nos detenemos en la puerta donde la gente entra y sale y localizo un taxi a unos 10 pasos de nosotras, sin decir más subimos a él. Miro por la ventana y Marcelo se abre paso por la gente viéndonos marchar. Tomo un gran suspiro.—¿Quién carajos era esa? —pregunta Lucía de mala gana, la ira invade todo mi cuerpo y casi me hace llorar.—Me vieron la cara ¿no? —toma mi mano—No pienses eso, él es un idiota amiga —hablamos todo el camino hacía mi apartamento sobre esta incómoda escena y le explico lo que había visto frente a
—No entres… —Tomás llega a nosotros con cara de confusión—¿Qué coño haces en esa habitación, Vanessa? —¿Pero quién se cree este?, viene a reclamar cuando nos junta a su novia y a mí en el mismo espacio.—¿Y a ti que carajos te importa? —le contesto de mala gana y ahora sé que no fue una buena idea, creo que lo hice enojar más.—¿Qué pasa aquí?— Tomás parece muy confundido, el sexy futbolista lo mira con ojos que parece a punto de salir.—Ella es Vanessa, MI Vanessa —le dice con un ronco sonido. Siento como si me hubieran dado un baldazo de agua fría.—Yo no soy TU Vanessa… tu me mentiste, has estado jugando conmigo todo este tiempo y…—¿Te acostaste con este imbécil? ¡Lo voy a matar! —dice abriéndose