Despierto completamente molida, los pies me duelen muchísimo. Doy un suspiro y trato de tomar con calma la situación, esto de salir de fiesta no fue tan buena idea, o bueno, eso siempre se piensa al día siguiente con la resaca. Me pongo de pie y voy directo a prepararme un café con leche. Coloco la cafetera y esta comienza a colar y desprende un delicioso aroma.
Camino hacia la ventana de la sala de estar y me doy cuenta de que hoy hace un día nublado, el cielo se cubre totalmente de gris. Tomo una manta cercana al sofá y me cubro con ella. Es cuando me permito recordar lo sucedido anoche y al idiota… bueno, los dos idiotas con los que me he topado. Debí haberme tomado una foto con él, Lucía no me creerá a quien he salvado.
Suelto una carcajada y me pongo de pie para servirme un poco de café. Luego un poco de crema y está listo. Como si la hubiera invocado mi celular suena.
—Hola— de inmediato comienza a contarme lo sucedido anoche y como creí… se ha enamorado de nuevo.
—Lucía creo que deberías tomártelo con calma, Lucas aún está muy reciente y…—como siempre, mi amgia responde con evasivas. Sé perfecto que aún sigue viéndose con Lucas, no comprendo porque tiene que involucrarse con más chicos.
—Bueno yo si tengo algo interesante que decirte— después de haberle contado todo con lujo de detalle se queda en silencio dejándome un poco preocupada—. ¿Luci?
Miro la pantalla y sé que aun estamos hablando pero ella no contesta.
—¿Estás jugando conmigo Vanessa Carballo?— dice de mala gana
—Claro que no, ¿para qué querría engañarte?— le escupo—. Además me arrepiento de haberlo ayudado, el tipo que fue a rescatarlo me tendió un fajo de billetes.
El grito de Lucía me revienta el tímpano.
—Claro que no los acepte— y sus reproches no tardaron en llegar.
—¡Vanessa es obvio que eso te lo dio para que no le dijeras nada a la prensa!— la verdad es que no había pensado para nada en eso.
—Bueno se puede quedar tranquilo, puesto que no tengo evidencia alguna de lo sucedido y además si la tuviera no haría nada— sus reproches siguen por unos cuantos minutos más, pero al cabo de un tiempo consigo terminar la llamada, para darle paso a mi flamante día de descanso.
He limpiado, me he relajado, he hecho la lista de víveres y ahora me dispongo a ir a hacer las compras de la semana. Voy directo al supermercado más cercano a casa. El día está precioso para ir caminando y aspirar esa humedad que cala y el aire se siente inexplicablemente más fresco.
Voy perdida en mis pensamientos cruzando la calle cuando escucho el ronroneo de un auto. Disimuladamente vuelvo la mirada hacia atrás y veo un lujoso auto negro a velocidad muy baja y casi pisándome los talones. Mi cuerpo se tensa y apresuro mi paso.
—Señorita —escucho pero sigo caminando un tanto asustada y rogando porque no sea a mí a quien llaman—. Señorita Carballo.
Me detengo en seco y miro hacia el auto, es el hombre que rescató al borracho de anoche solo que, ahora se ve fenomenal. Su tez es morena, de ojos negros y mirada fuerte, usa un traje impecable.
—¿Ahora me sigue a casa?— su mirada se endurece y eso hace que me estremezca.
—Tengo asuntos pendientes con usted, entre al auto— estoy paralizada, puedo notar que tiene el mismo acento que el futbolista de anoche.
—Si su preocupación es que si lo haré o no público, no se preocupe señor, no lo haré, ahora si me permite— trato de seguir mi camino cuando escucho un portazo y a él caminando hacia mí. No me había equivocado, era un gigante.
—Entre al auto— ordena y no tengo más remedio que entrar, no estoy tan zafada como para luchar con ese hombre.
—Está bien— le digo levantando las manos. Abre la puerta del elegante auto y subo.
Los asientos son de cuero, puedo oler el dinero que cuesta. Pronto se une a mí adentrándose en el asiento del piloto y por un momento siento demasiado miedo, ni siquiera puedo levantar la mirada.
—Jamás creí que eras una prostituta, te aclaro —su voz es grave, elegante y el acento extraño la hace sofisticada—. Y número dos, no tenías por qué haberme golpeado.
Puedo sentir su mirada fija en mí, trato de llenar mis pulmones de aire antes de contestar pero él termina hablando.
—Podría demandarte— sus palabras hacen que mis ojos se abran como platos, no puedo ocultar mi nerviosismo, niego varias veces asustada. No tengo nada, a penas y puedo mantenerme con algunas obras que he vendido y mi miserable paga para la comida, servicios y este idiota me quiere demandar. Por mi sangre corría coraje y miedo.
—Pero no lo haré, solo que tú tienes que jurar que lo que pasó a noche, nadie se va a enterar, más específicamente, no vas a hablar con ningún medio de comunicación, ¿entendido? —Asiento varias veces mirándolo fijamente, es muy atemorizante—. Necesito escucharlo de ti.
—No hablaré con nadie sobre lo de anoche— su postura cambia y ahora toma el volante con su enorme mano morena. Puedo ver un lujoso reloj brillando en su muñeca. ¿Qué todo lo que usa este tipo tiene que costar tanto?
—¿A qué supermercado te dirigías? — me pregunta con naturalidad. Sus cambios de humor son… extraños.
—A… la siguiente calle, pero puedo…— y el auto se echa a andar—. O… puedes llevarme, gracias.
Visualizo en su rostro una pequeña sonrisa y yo fijo la mirada hacia la ventana. Agradezco que el supermercado esté cerca, pues un minuto más cerca de este tipo terminara por encresparme el cabello. Cuando apenas el auto se ha detenido, abro la puerta de inmediato y casi salto a la acera.
—Gracias por el aventón— digo en tono de sarcasmo y él sonríe.
—Mira, no quisiste aceptar el dinero anoche, ahora te ofrezco mi ayuda, lo que necesites llámame, solo guarda ese secreto—dice entregándome una tarjeta. Asiento y la tomo de inmediato para después guardarla en mi monedero y cerrar con cuidado la puerta del lujoso auto negro. Y tratar de volver a mis asuntos en el mercado. Este hombre si que es extraño.
No puedo conciliar el sueño. Mi cabeza da vueltas y no sé la razón. Camino hacia la ventana una y otra vez, luego me detengo por un par de minutos para observar la vista de Madrid iluminado. Luego hacia mi alrededor y observo el par de pinturas que yacen apilados en mi sala de estar. Espero poder venderlos pronto, tengo que venderlas pronto o terminaré en la ruina.Suelto todo el aire almacenado en mis pulmones, esta falta de sueño debe ser por el mismo estrés que siento de ya no tener a mi abuela, de no tener un solo peso y de que mi paga no me alcance para algo más que comer. Echo de menos a mi abuela, ella no se cansaba de repetir que iba a ser grande, que el mundo reconocería pronto mi talento y… que un día lograría mi sueño.Sonrío y cierro los ojos tratando de recordar su tacto. Esos innumerables abrazos que recibía al día. Estoy a punto de volver a la cama cu
El dolor es menos fuerte. Puedo sentir el sabor y olor de la sangre. Con esfuerzo me pongo de pie y camino lentamente al baño tropezando con la pared un par de veces.Al llegar me miro al espejo encontrándome con una Vanessa destrozada. Tengo el labio reventado, un morete está apareciendo. Instantáneamente miro en mi reflejo a mi abuela golpeada por mi padre, cuantas veces tuve que curarle las heridas y ella a mí. Éramos presas de ese hombre. Lo soy desde que nací.Lavo mi rostro y busco en el botiquín de primeros auxilios algo con que cerrar la herida. Mi abdomen duele demasiado, cada vez que respiro recuerdo el par de golpes que me ha dado y todo por dinero, por su vicio.Arrastro mis pies hasta la cama, alcanzo a mirar el reloj que indican las 4:30 am, me recuesto con cuidado y rompo a llorar.●●●●●La alarma me despierta, giro mi cuerpo para apagarla cuand
—La del bar de hace unas noches, eres tú— desvío la mirada hacia el recipiente con agua. Que acento tan más extraño, su voz sonaba muy… sexy.—No sé de qué habla señor— noto su confusión y siento la mano de Orestes en mi cintura.—Vanessa, necesitan un poco de agua— ni siquiera miro al hombre de intensos ojos y me dirijo hacia Orestes.—Ya voy Doctor—lleno un par de vasos y trato de pasar por dónde está aquel hombre—. Con permiso.Levanto la vista y en su rostro puedo leer… ¿molestia?, le entrego un par de vasos con agua al Director Técnico y otros jugadores más.—¿Tienes mucho tiempo trabajando aquí?— me sorprende la pregunta del hombre canoso.—Soy voluntaria, cumpliré ya casi un año— él asiente interesado.&mdas
Es extraño pero he dormido plácidamente. Tal vez estaba muy cansada o los desinflamatorios han hecho a la perfección su trabajo.Me pongo de pie y como todos los días me preparo para ir al trabajo cuando escucho de nuevo golpes en la puerta, algo en mi estomago se revuelve al ver las flores que he recibido anoche así que acudo sin ningún tipo de alerta a pesar de la hora y la abro. Error número uno.—Papá…— él tiene una sonrisa burlona y entra haciendo un desastre a su paso.—Necesito dinero, dámelo— tengo un poco en la bolsa y lo saco presa del miedo—. ¿Esto?, Esto no me alcanza para nada, ¿dónde tienes el resto?Mi cuerpo comienza a temblar y no puedo ni quiera respirar.—No tengo nada más papá—tira una lámpara al suelo y esta se rompe en pedazos, esta vez lo vecinos no cederán.
—Buenas tardes señorita Carballo— miro con los ojos muy abiertos a Bruno luciendo ropa deportiva y su fiel acompañante con su característico impecable traje gris. Es él quien me habla.—¿Qué hacen aquí?— escupo y trato de acomodarme en la cama. Bruno se acerca con cara de plato.—Ten cuidado, te vas a lastimar—dice con preocupación y yo bufo—¿Más de lo que ya estoy? —hace mala cara y vuelvo hacia el gigante que está parado a mis pies—. Te he dicho que no abriré la boca, ¿Por qué siguen asechándome?Mi tono es molesto, la verdad es que solo quiero ocultar el nerviosismo que siento por tenerlos aquí, entre ellos se miran y Bruno toma la palabra.—Solo quería saber si estabas bien y me encuentro con que estás en el hospital y que tu padre te ha hecho esto &mdash
La noche pasa muy rápido y debido a los medicamentos he dormido plácidamente, apenas sintiendo algunas ligeras molestias. El doctor me explica todos los cuidados que debo de tener con las heridas y puedo ver como algunos policías están esperándome para levantar una denuncia, lo que no saben es que no lo haré, no puedo hacer eso.Lucía me lleva en una silla de ruedas hasta su auto, subo con cuidado e iniciamos el viaje hasta mi departamento. Me ha convencido de que se quedará conmigo por lo menos un par de noches y he decidido vender el lugar e irme a otra parte donde mi padre no pueda encontrarme.En un par de minutos llegamos. Lucía me explica de forma apenada que se tomó la libertad de acomodar algunas cosas antes de que yo llegara, fue muy dulce de su parte, ahora el lugar luce más ordenado.—Voy a bañarme y cambiarme— le anunció y desaparezco a pequeñ
Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás. —Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarm
Bajo con un par de maletas haciendo muecas de dolor y me encuentro con una Hummer negra esperando justo enfrente de la puerta. Lucía no se contiene y comienza a gritar—¡No puede ser!— me obligo a reaccionar cuando un hombre de unos 35 años se acera a mí, ya lo había visto antes, es alto y musculoso.—Señorita Carballo, permítame —me quita las maletas de las manos delicadamente y yo lo acompaño hasta el auto.—Tú debes ser ¿Hernández? —asiente y sonríe—. Yo soy Vanessa, no señorita Carballo, por favor.Asiente de nuevo. Le explico que arriba hay más cosas que llevarnos y que tal vez necesitemos dos viajes. La verdad es que Hernández se porta muy amable conmigo incluso bromeamos un par de veces. Su comportamiento me hace sentir tan cómoda que me olvido de que es un “guardia” que me ha puesto Br