KIERAN:
No respondí a la pregunta de mi Beta. Me acerqué a todo el grupo de la manada del norte que se había reunido en mi salón, junto a mis hombres al mando de Rafe, que los tenía rodeados; un solo movimiento en falso y serían eliminados. El Alfa Aleph miró cómo se llevaban a su hija con rabia; sabía que tenía razón. Era la ley de los Alfas, él en mi lugar habría hecho lo mismo, si no peor.
—Este es el precio de la paz entre nuestras manadas. Tu preciosa Chandra aprenderá que conmigo nadie juega.Aleph asintió, apretando los puños. La vergüenza reflejada en su rostro. Había querido ser mi Luna y había traspasado los límites, y ahora sería reducida a una simple concubina, el escalón más bajo en la jerarquía de la manada.—Alfa Kieran, espero que este incidente no rompa lo que hab&iacutCLARIS:Nunca fui cobarde; me esforcé en ser fuerte para ayudar a mamá. La enfermedad de Clara la tenía aterrorizada, y a mí también. No podía imaginar mi vida sin ellas, por eso la amenaza del Alfa Kieran me aterró. Luego, esa extraña manera de comportarse me confundía. Por eso había comenzado a leer la novela: "Te prohíbo amarme, humana", que me había dejado en mi mesa. Esta explicaba bien la naturaleza de la dualidad de los hombres lobo. Lo que más me gustaba era cómo la autora los veía no solo como una entidad única, sino como dos: el humano y el lobo. Algo que había empezado a hacer yo con el Alfa Kieran y su lobo Atka. Estaba muy confundida; podía sentir que el humano estaba molesto por lo que había hecho su lobo. Se había rebelado contra él y no solo eso, le había impedido ver lo que me hac&iac
No puedo dormir, y es su culpa. Su maldito aroma me persigue, me atormenta. Soy el Alfa más poderoso que existe, he sometido a manadas enteras, y aquí estoy, torturado por una simple humana. Por la mujer que mi lobo se atrevió a tomar sin mi consentimiento. Aprieto la mandíbula con furia. Ella era solo la incubadora de mis cachorros, nada más. Un acuerdo conveniente que mi bestia interior decidió arruinar. Y ahora... ahora tengo que soportar esta tortura cada noche.Se mueve en sueños, acercándose más. Debería apartarla, ponerla en su lugar. Pero su calor... Gruño por lo bajo, furioso conmigo mismo por mi debilidad. Mi lobo se regocija, satisfecho. El muy bastardo sabe lo que me está haciendo.—Aléjate —quiero ordenarle, pero las palabras mueren en mi garganta cuando gira su rostro hacia mí. Tiene los labios entreabiertos y su respiración es suave... &
CLARIS:Me desperté al sentir cómo Kieran me soltaba bruscamente. Tenía la piel ardiendo y el fantasma de su tacto aún grabado en cada centímetro de mi cuerpo. El recuerdo de su peso sobre mí, de su aroma a pino y tierra mojada, me provocó una oleada de calor que me avergonzó. ¿Qué demonios? Creí... ¿cómo había podido perder el control así? Estaba confundida; toda mi vida había luchado por no convertirme en un objeto de placer de los hombres. Precisamente llegué a este lugar por ello. Y ahora no solo soy su incubadora, sino que al parecer soy eso mismo. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Y, sin embargo... —Vístete —había dicho al regresar del baño—, hoy tenemos mucho trabajo, no podemos llegar tarde, tienes que alimentarte muy bien, ya sabes..., por mis cachorros.
KIERAN: Había traído conmigo a Chandra Selene con la intención de devolverla a su manada. Mi beta tenía razón: con ella junto a mí, las cosas se complicaban. Fue una suerte que Fenris se llevara a Claris para poder analizar todo con Vikra, el hermano menor de ella, quien había venido en sustitución de su hermano mayor, Vorn. —Buenos días, Alfa Kieran —me saludó con una amplia sonrisa, para luego abrazar efusivamente a su hermana. —¿Y a ti qué te pasa? —preguntó Chandra. —Acabo de encontrar a mi pareja destinada —anunció Vikra. —¿Tu pareja destinada está en mi manada? ¿Quién es? —pregunté de inmediato. —No sé su nombre, pero es esa preciosidad de ojos verdes que acaba de salir con su beta de aquí —señ
CLARIS:El auto devoraba kilómetros del camino mojado. El olor a tierra húmeda se colaba por las ventanillas entreabiertas, mezclándose con el aroma a miedo que emanaba de nuestros cuerpos. La lluvia, que había comenzado como una suave llovizna, ahora golpeaba con fuerza el parabrisas, creando un telón de agua que dificultaba la visión.Mis nudillos estaban blancos de la fuerza con la que aferraba el volante. En el asiento del copiloto, la anciana permanecía serena, como si nuestra huida desesperada fuera un simple paseo. Había algo en su rostro surcado de arrugas que me resultaba extrañamente familiar.—Gira a la izquierda en el próximo cruce, pequeña —me indicó, señalando una entrada que me alejaba del destino al que quería ir, la gran ciudad. Como si leyera mis pensamientos, me explicó—: Ellos esperarán que tomes la autopista.
KIERAN:El aullido de uno de mis exploradores me sacó de mis pensamientos. Había captado un rastro, pero algo no estaba bien. El olor era diferente, mezclado con hierbas antiguas. Mi pelaje se erizó; conocía esa esencia.—¡Mi Alfa! —la voz de Rafe sonó urgente a través del radio—. Hemos detectado el rastro cerca del río viejo, pero hay algo más... hay otro olor, uno que no habíamos sentido antes. Creo que hay una loba antigua ayudándoles o protegiéndolas.¿Una loba antigua? Mis garras salieron por instinto. ¿Por qué ellas? Las ancianas del bosque, esas lobas antiguas que se decían guardianas de secretos ancestrales, nunca tomaban partido por nadie.—Rafe, divide a los rastreadores —ordené mientras le indicaba a mi beta Fenris que dirigiera el auto hacia el camino del río—. Quiero la mitad si
CLARIS:Miré a la anciana por un instante y juré que pude ver cómo trataba de ocultar el dorado y algo más en sus ojos. No sabía cómo lo hacía, pero estaba segura de que ella era una loba y que no buscaba ayudarnos a escapar, sino todo lo contrario. La voz en mi cabeza me ordenó: —¡Ahora! No dudé; no sabía si era mi inconsciente, mis cachorros, que eran tan poderosos como su padre, o tal vez era el propio Atka quien me hablaba. Giré justo a tiempo para enfilar hacia la carretera que me llevaba de nuevo a la ciudad. —¿Qué haces, niña? —chilló la anciana y trató de agarrar el timón. Pero no la dejé y se detuvo. Mi instinto me decía que no era una amiga. La voz en mi cabeza seguía advirtiéndome: —Tenemos que deshacernos de la loba. —¿Quién es usted realmente? —exigí sin apartar la vista del camino—. ¿Por qué apareció justo cuando Clara escapó? Un gruñido gutural emergió de la garganta de la anciana, un sonido demasiado animal para provenir de una humana. Lanzó el frasco que
CLARIS:La figura que emergió de entre los árboles era imponente, pero no era quien yo esperaba. El hermano de Chandra Selene, el lobo de la manada del norte que había insinuado que yo era su pareja destinada, se materializó ante nosotras con una presencia que hacía que el aire se volviera más denso. Sus ojos, de un ámbar profundo, se clavaron en mí con una intensidad que me hizo estremecer.—Claris, ¿los conoces? —susurró mamá, preocupada, mientras su mano buscaba la mía.—Tenemos que escapar de ellos, mamá —murmuré, sintiendo cómo el miedo trepaba por mi espina dorsal al reconocerlo.—No, Claris, ellos ni nadie deben saber qué somos —respondió ella con firmeza, apretando mi mano cuando intenté tocar el anillo—. Clara y tú corren un gran peligro, compórtate como humana.El her