CLARIS:
La noción del tiempo se había desvanecido en mi estado. Lo único que permanecía vívido en mi memoria era haberme metido en el clóset, encontrar aquel extraño puñal y el grito aterrado de una mujer: "Su luna Selene nos mandó". Luego, todo se volvió negro.
Si las historias de hombres lobo que había devorado con avidez eran ciertas, entonces todo cobraba sentido en mi nueva realidad. Kieran Theron, mi jefe, era el alfa, en la cima de la jerarquía de la manada, seguido por la Luna, quien ostentaba casi el mismo poder que el Alfa. Después venía el Beta, el segundo al mando, que sin duda era Fenris; el Gamma, que era sin duda Rafe, el jefe de seguridad. Los Deltas, guerreros de élite, precedían a los celtas, cazadores y guerreros de la manada.En un escalón inferior se encontraban los sanadores y curanderos, categoría a la que pertenec&iacuKIERAN:Arrugué mi nariz mientras sentía mis colmillos asomarse. Ésta humana se empeñaba en faltarme el respeto una y otra vez. El depredador en mí se hizo presente cuando la sangre subió a mi cabeza. Por la forma en que abrió sus ojos, supe que los míos debían estar rojos, lo cual pareció recordarle que no trataba con un hombre común.Con un suspiro, se dejó caer en la cama desfallecida; mi instinto me decía que estaba mareada. Mis cachorros eran demasiado poderosos. ¿Podría ella aguantarlos?— Señorita Claris —siseé mientras volvía a sentarme, usando mi voz de Alfa para recordarle que seguía siendo su jefe y me debía respeto—. Su prioridad en este momento deben ser mis cachorros que lleva en su vientre. Por eso estoy aquí; debemos hablar sobre lo que vamos a hacer.Llevó instintivamente su
SELENE:Llevo horas esperando noticias de mi hermano Vorn. Estoy detenida en los límites de los territorios de la gran manada Nox Venators. No sé qué puede haber sucedido; la tarea era simple: capturar a la asistente y hacerla desaparecer. El sonido de pasos acercándose me hizo girar expectante. De entre la maleza aparecieron dos lobos que, de inmediato, se transformaron en humanos e inclinaron la cabeza ante mí. Son los cazadores que envié a investigar la situación.—¿Y bien? ¿Qué pudieron averiguar? —pregunté con ansiedad—. ¿Vieron a mi hermano Vorn?—No, señorita Selene. No pudimos entrar en el territorio de Theron, está muy custodiado. Y la casa de la asistente está vacía —me informaron sin levantar la cabeza.—¿Dónde se metió ese bueno para nada? ¡Sabía que no pod&i
KIERAN:Observé a Claris mientras me acercaba con pasos lentos y medidos hacia su cama. La duda me carcomía: ¿sería una espía de la manada del norte o de la propia Selene? De otro modo, ¿cómo explicar que supiera sobre ella y sobre su supuesto destino como mi falsa Luna hasta que apareciera la verdadera?—¿Dónde escuchaste eso? —le pregunté sin apartar mi mirada de ella. Para mi asombro, sus ojos se cerraron y se quedó profundamente dormida justo frente a mí.Mi primer impulso fue despertarla, pero Atka, mi lobo, me recordó que estaba débil por causa de nuestros cachorros. Debía aprovechar este momento para conectarme con ellos. El resto podría esperar.—Vamos, Kieran, pon tu mano en su vientre —me pidió Atka, emocionado y ronroneando en mi pecho.Dudé por un momento, pero la tentación de sentir
CLARIS:Cuando volví a abrir los ojos, mi jefe ya no estaba. Los brazos me dolían y observé que tenía no solo un suero, sino también una transfusión de sangre. Seguramente por eso me sentía mejor. Al girar la cabeza, vi sobre la mesita de noche un sobre junto a uno de mis libros favoritos: "Te prohíbo amarme, humana". Era una saga que me apasionaba. ¿Por qué lo habría puesto allí? ¿Acaso era una señal, una manera de prohibirme que lo amara?Con movimientos cautelosos, logré incorporarme lo suficiente para alcanzar el sobre, intrigada por su contenido. Pensé que encontraría un horrible contrato relacionado con esta locura del embarazo. Sin embargo, lo que contenía eran imágenes de un ultrasonido donde se distinguían dos pequeños puntos negros. Mi nombre aparecía claramente: "Claris Lumina, embarazo gemelar, seis se
KIERAN:Me mantuve en mi posición, esperando que la delegación del norte ingresara a mi casa. Observé desde lo alto al Alfa Aleph Craon, quien venía acompañado de su Beta Baco, su hija y diez de sus mejores guerreros, que permanecieron fuera de la residencia. Por un momento, nos quedamos evaluándonos mutuamente; éramos lobos demostrando su supremacía. El consejo en pleno había hecho acto de presencia, conformado por los lobos más antiguos de la manada. A mi señal, avanzamos dos pasos, provocando que ellos se acercaran aún más. —Bienvenido a mi manada, Alfa Aleph —saludé con firmeza—. Confío en que esta será una reunión fructífera. —Buenos días, Alfa Kieran —inclinó levemente su cabeza ante mí—. Eso mismo espero yo. La guerra se ha prolongado demasiado y creo que es momento de unirnos para evitar ser exterminados por los humanos. —Buenos días, mi Alfa —la voz excesivamente dulce de Selene me hizo mirarla con el ceño fruncido. Debería haber esperado a que su padre la presentara,
CLARIS: Me senté en el borde de la cama, abrazando mis rodillas mientras intentaba procesar todo lo que estaba sucediendo. La habitación, aunque lujosa, se sentía como una jaula dorada. Las cortinas se mecían suavemente con la brisa que entraba por la ventana, recordándome que afuera había todo un mundo del que ahora estaba aislada. Acaricié mi vientre instintivamente. Aún era plano, pero sabía que dentro de mí crecían los cachorros de mi jefe... del Alfa. Todavía me costaba asimilar esa palabra: Alfa. Lobos. Manada. Todo parecía sacado de una película de fantasía, pero era mi realidad ahora. El doctor... ese maldito doctor. ¿Cómo se atrevió a hacer algo así sin mi consentimiento? Parece que lo hizo sin el conocimiento de mi jefe. Al menos eso me da algo de consuelo: él tampoco había sido parte de esta locura. Me levanté, tomé el soporte con los sueros y la transfusión y caminé despacio hacia la ventana, observando el pueblo que se extendía más allá. Parecía tan normal desde a
KIERAN:Miré a mi asistente y madre subrogada de mis cachorros; estaba demacrada, sobre todo ahora que me observaba con esa mirada de asombro y miedo. ¿Qué parte de que permaneceríamos juntos no había entendido? No respondí a su pregunta; en su lugar, coloqué el soporte de los sueros dentro del baño y me alejé. La decisión de no asignarle un cuidador ya no me estaba gustando. Al conectarme con mis cachorros, podía sentir ahora cada cosa que le sucedía a Claris, y era una sensación imposible de ignorar o definir que me hacía correr hacia ella, aún en contra de mi voluntad. Durante toda mi existencia, me había enorgullecido de ser un lobo solitario. La independencia era mi estandarte, la libertad mi único compromiso, sin conexiones que pudieran hacerme actuar en contra de mis propios intereses. Y, sin embargo, aquí estaba, corriendo instintivamente ante la más mínima señal de peligro hacia mis cachorros. Era un comportamiento que había observado innumerables veces en los miembr
CLARIS:Algo no estaba bien conmigo y este embarazo. Había escuchado que algunas mujeres sufrían terribles malestares durante la gestación, y al parecer yo era una de ellas. Los mareos y las arcadas no me dejaban tranquila. Había dormido un poco y, al despertar, estaba de nuevo sola en la habitación. Los sueros habían sido cambiados, en una mesa había una jarra con agua y una bandeja con frutas, algunas chucherías que me gustaban y comida. El solo olor de la carne hizo que arrugara la nariz. Fue entonces cuando me percaté de que me sentía con más fuerzas y mi cabeza no giraba como antes. Me puse de pie despacio y caminé hasta la bandeja de frutas. Debía alimentarme a pesar del suero; tomé solo unas uvas antes de que las arcadas aparecieran de nuevo. Olía mal, estaba sudada y sentía un extraño calor interior. Me toqué la frente p