CLARIS: Me senté en el borde de la cama, abrazando mis rodillas mientras intentaba procesar todo lo que estaba sucediendo. La habitación, aunque lujosa, se sentía como una jaula dorada. Las cortinas se mecían suavemente con la brisa que entraba por la ventana, recordándome que afuera había todo un mundo del que ahora estaba aislada. Acaricié mi vientre instintivamente. Aún era plano, pero sabía que dentro de mí crecían los cachorros de mi jefe... del Alfa. Todavía me costaba asimilar esa palabra: Alfa. Lobos. Manada. Todo parecía sacado de una película de fantasía, pero era mi realidad ahora. El doctor... ese maldito doctor. ¿Cómo se atrevió a hacer algo así sin mi consentimiento? Parece que lo hizo sin el conocimiento de mi jefe. Al menos eso me da algo de consuelo: él tampoco había sido parte de esta locura. Me levanté, tomé el soporte con los sueros y la transfusión y caminé despacio hacia la ventana, observando el pueblo que se extendía más allá. Parecía tan normal desde a
KIERAN:Miré a mi asistente y madre subrogada de mis cachorros; estaba demacrada, sobre todo ahora que me observaba con esa mirada de asombro y miedo. ¿Qué parte de que permaneceríamos juntos no había entendido? No respondí a su pregunta; en su lugar, coloqué el soporte de los sueros dentro del baño y me alejé. La decisión de no asignarle un cuidador ya no me estaba gustando. Al conectarme con mis cachorros, podía sentir ahora cada cosa que le sucedía a Claris, y era una sensación imposible de ignorar o definir que me hacía correr hacia ella, aún en contra de mi voluntad. Durante toda mi existencia, me había enorgullecido de ser un lobo solitario. La independencia era mi estandarte, la libertad mi único compromiso, sin conexiones que pudieran hacerme actuar en contra de mis propios intereses. Y, sin embargo, aquí estaba, corriendo instintivamente ante la más mínima señal de peligro hacia mis cachorros. Era un comportamiento que había observado innumerables veces en los miembr
CLARIS:Algo no estaba bien conmigo y este embarazo. Había escuchado que algunas mujeres sufrían terribles malestares durante la gestación, y al parecer yo era una de ellas. Los mareos y las arcadas no me dejaban tranquila. Había dormido un poco y, al despertar, estaba de nuevo sola en la habitación. Los sueros habían sido cambiados, en una mesa había una jarra con agua y una bandeja con frutas, algunas chucherías que me gustaban y comida. El solo olor de la carne hizo que arrugara la nariz. Fue entonces cuando me percaté de que me sentía con más fuerzas y mi cabeza no giraba como antes. Me puse de pie despacio y caminé hasta la bandeja de frutas. Debía alimentarme a pesar del suero; tomé solo unas uvas antes de que las arcadas aparecieran de nuevo. Olía mal, estaba sudada y sentía un extraño calor interior. Me toqué la frente p
CLARIS:Salí del baño temerosamente. Después de todo, estaba con un ser sobrenatural, uno muy fuerte. Sabía que si intentaba huir sería peor, porque no sabía a dónde ir y, lo peor, estaba rodeada de lobos que me querían comer. Mi mejor opción era ver cómo conseguir que este Alfa hiciera un arreglo conmigo, alguno que me beneficiara. Porque después de salir de este lío, si es que salía, pretendía irme con mamá y Clara a un lugar donde jamás me encontraran. Kieran Theron estaba sentado en el borde de la cama. Levantó la cabeza al sentirme y me miró fijamente mientras me acercaba. —Siéntate —ordenó, palmeando el espacio junto a él. Dudé un momento, pero obedecí. ¿Qué más podía hacer? El suero seguía conectado a mi brazo, record
KIERAN:Me quedé observando a Claris; tenía tanto miedo que casi podía saborearlo, y aun así, esta insignificante humana se atrevía a desafiarme. Ya le había dado mi palabra de que cuidaría de su hermana, ¿y ahora tenía la osadía de exigirme un contrato escrito? Mi Alfa rugió furioso ante semejante insolencia. ¿Quién se creía que era? Era solo una humana, un vientre que necesitaba para mis cachorros, nada más. Y, sin embargo, ahí estaba, con esos ojos verdes llenos de lágrimas, atreviéndose a poner condiciones. La bestia dentro de mí exigía someterla, doblegarla, mostrarle su lugar. Ningún ser, y menos una simple mortal, tenía derecho a exigirme nada. Mi palabra debería ser suficiente, más que suficiente. El hecho de que siguiera de pie, temblando pero firme en su
CLARIS:El frío que de pronto me atrapó me hizo abrir los ojos para darme cuenta de que estaba sola en la inmensa cama de mi jefe. Me incorporé lentamente, sorprendida al notar que las náuseas y mareos habían desaparecido por completo. Era extraño; recordaba haberme dormido llorando, agotada después de que él no respondiera a mi petición del contrato. Miré alrededor de la habitación, intimidada por su tamaño y elegancia. Todo aquí gritaba poder y riqueza, recordándome lo pequeña e insignificante que era en este mundo de lobos. Un mundo al que había sido arrastrada sin mi consentimiento, todo por culpa de ese loco doctor. Me levanté decidida. Si el Alfa…, todavía me costaba llamarlo así. No quería darme garantías por escrito; tendría que asegurarme por mis propios medios el futuro de mi familia. Trabajaría tanto como este embarazo me lo permitiera. Corrí al baño y me duché rápidamente, vistiéndome con un conjunto formal de pantalón y abrigo. Estaba a punto de abrir la puerta
La forma en que mi jefe me sacó de la cocina fue casi violenta. Sus dedos se clavaban en mi brazo con tanta fuerza que tuve que morderme el labio para no quejarme. El aire a nuestro alrededor se sentía pesado, cargado de una tensión que me dificultaba respirar. —Señor Kieran... —susurré, intentando mantener su paso acelerado—. Me está lastimando. Se detuvo en seco, soltándome como si mi piel le quemara. Su mirada, normalmente gris, ahora brillaba con el intenso dorado de su lobo, y un gruñido bajo y amenazante brotó de su pecho. Fue entonces cuando a mi mente vino el recuerdo de ese nombre: "Selene". Lo había escuchado el día del ataque de los lobos del norte. ¿Sería su Luna? ¿Ella era la madre de los cachorros que yo cargaba? Mi corazón se aceleró ante ese pensamiento y sentí náuseas que nada tenían que ver con el embarazo. Los cachorros se removieron inquietos en mi vientre, como si percibieran mi angustia. —No —respondió el señor Kieran con voz cortante, como si hubiera l
CLARIS: Me hundí en mi silla, intentando hacerme lo más pequeña posible. Cada vez que hablaban de mí como si fuera un objeto a resguardar, el peso de mi realidad caía sobre mis hombros. Era una humana dentro de lobos, forzada a llevar los cachorros nada menos que de un Alfa poderoso, viviendo bajo sus reglas y su control. Mis dedos temblaban sobre el teclado mientras fingía trabajar. El miedo constante se había vuelto mi compañero desde que me enteré. No importaba cuánto intentara convencerme de que todo estaría bien si seguía las reglas, sabía que mi vida pendía de un hilo. —Los cachorros... —susurró Fenris, y mi estómago se revolvió ante la mención—. ¿Vas a hablar con Gael para saber lo que tú no sabes? Levanté mi cabeza con preocupación. ¿Qué era lo que no sabía de sus cachorros el Alfa? Su mirada se cruzó con la mía y un gruñido salió de su pecho. Luego cambió de tema, dejándome llena de inquietud. Recordé cuando le pregunté si los cachorros no tenían nada que ver conmig