KIERAN:
Observé a mi Luna y supe al instante lo que había cruzado por su mente; yo también lo había sentido. Nuestra conexión se percibía distinta. Quizás fuera porque Atka no estaba conmigo, o tal vez porque aún me embargaba la emoción de verla ser aceptada en el entrenamiento. Incluso podría deberse a que había conseguido eliminar el poder carmesí que amenazaba a mis hijos, quienes, con gran valentía, lograron defenderse y evitar ser capturados.
Todo había convergido en ese momento, y sentí la necesidad de recompensar a mi Luna, amándola como humana, de la forma que ella prefería por haber sido criada de esa manera. La intensidad de la conexión y el placer que compartimos fue tan inmenso que sentimos haber alcanzado un nivel de unión más profundo que nunca. Pero no se debía únicamente a la marca; hab&iacutKIERAN:La vi sonreír, y en esa sonrisa encontré algo que pocas veces he sabido explicar. Era amor en su forma más pura, una certeza que me envolvió como una llama cálida. Por mi parte, la observé largamente, dejando que el silencio hablara por nosotros, sellando heridas invisibles y alimentando algo más profundo que el miedo: la confianza en nuestra unión, en lo que éramos.La besé con pasión, sintiendo la intensidad que solo ella podía despertar en mí. Fue un beso sin reservas, sin titubeos, en el que deposité todo lo que no podía decir con palabras. Y ella me correspondió de igual manera, entregándose por completo, dejando atrás cualquier barrera. En ese instante, no existían jerarquías, medallas ni títulos; solo estábamos nosotros. La conexión que sentía no se parecía
KIERAN:Mis caninos surgieron como eco de ese reclamo, un instinto que respondía al primitivo desafío que Claris estaba lanzando con cada respiro quebrado, con cada arqueo de su cuerpo que rogaba rebelarse y someterse al mismo tiempo. No había control, solo puro instinto. Era salvaje como ella, como yo, como los lobos que rugían desde dentro, ansiosos por completar lo que había comenzado en el momento en que nuestras miradas se encontraron por primera vez. —Mi Alfa… ahora —repitió, con furia y devoción.Me impulsé con todas mis fuerzas mientras mis colmillos recorrían su clavícula, dejando un rastro de sangre. Nuestras almas se encendieron como un incendio voraz mientras los cuerpos chocaban como olas contra un acantilado, con una fuerza demoledora, implacables, imparables. No se trataba solo de deseo, aunque ese fuego nos consumía. Era much
VORN:Las palabras de Vikra seguían dando vueltas en mi cabeza como un eco imposible de esquivar. Cada frase, cada revelación, era como un golpe de martillo contra una pared que creía indestructible. ¿Lobas Lunares? Esa palabra flotaba en mi mente con una densidad sofocante, impregnando cada rincón de mis pensamientos. Elena, Clara y Claris. ¿Cómo podía ser verdad todo esto y, al mismo tiempo, tan absurdo como para querer rechazarlo de inmediato?Me aferré al respaldo del trono como si eso pudiera anclarme a algo sólido. Miré a Vikra; la desesperación en su rostro era palpable, casi tangible. Luego, mi mirada recayó en Chandra. Ella se mantenía como siempre, envuelta en esa calma pérfida que nunca había sido del todo honesta. Su sonrisa apenas asomaba, medio cómplice, medio venenosa. Sentía las tensiones cruzadas, las piezas sobre el tablero moviéndose sin que yo tuviera control alguno.—¿Lobas Lunares? —repetí en un susurro. Era como si necesitara probar el peso de esas palabras en
CLARIS: Mis dedos trazaron un círculo suave sobre mi vientre, sintiendo debajo esa vida que crecía día tras día. Mi pequeño. Mi hijo. Una nueva ola de temor cruzó mi pecho, mezclada con esperanza. Había sentido su fuerza incluso en medio del caos, pero temía por él, por esa vida que nada tenía que ver con el resto de las batallas que estábamos librando. Kieran, como si pudiera leer mis pensamientos, puso de inmediato su mano sobre la mía, en mi vientre. Sus ojos volvieron a anclarse a los míos, llenos de seguridad. Sentí cómo su energía se fundía con la mía, envolviendo al pequeño en un escudo que sabía que nada podría romper. —Él está bien —dijo con una convicción que me estremeció. Cerró los ojos un momento y con la otra mano acarició mi rostro, como si sus dedos quisieran tranquilizar mi agitada mente—. Lo sentí, Claris. Sus latidos son fuertes, como los de un Alfa. Será un Alfa poderoso. Sus palabras llenaron un espacio dentro de mí que ni siquiera sabía que estaba vacío.
CLARA:No entendía por qué Fenris estaba tan molesto conmigo. Mi vida siempre había sido limitada, inevitablemente encadenada a una fragilidad que no podía controlar ni evitar. Todo este tiempo había sobrevivido viviendo a través de Claris. Ella era la fuerte, la sana. La que salía, estudiaba, trabajaba y exploraba el mundo mientras yo aguardaba entre paredes grises, sintiendo cada emoción que ella me regalaba. Claris era mi ventana a una vida que nunca fue realmente mía. Y ahora, todo había cambiado. Pero ese cambio, que debería ser liberador, me tenía perdida, desorientada. Por fin podía existir más allá de las emociones que me prestaban y, sin embargo, no sabía cómo hacerlo. La casa de Fenris, tan imponente como acogedora, parecía más un lugar prestado que un hogar. Sus emociones, tan constantes y solemnes, eran difíc
KIERAN: Había caído en un sueño pesado, abrazado a Claris mientras su aroma envolvía mis sentidos como un ancla a la realidad que compartíamos. Su sugerencia seguía resonando en mi mente: los objetos de mis padres, aquel cúmulo de recuerdos que había rescatado y mantenido bajo llave. Nunca había encontrado la fuerza para enfrentarlos, nunca había tenido el valor de abrir esa caja que contenía fragmentos de una vida que siempre había querido proteger. Pero ahora, mientras los recuerdos se deslizaban en mi subconsciente, entendí que no tenía elección. Era como si mi memoria me arrastrara hacia atrás, hacia esos días en la manada que me vio nacer. Las imágenes eran vívidas, casi palpables. Me vi a mí mismo, un pequeño lobo imprudente trotando por los pasillos del palacio. Mi madre, alta y majestuosa, con su mirada siempre adornada de dulzura y autoridad, me observaba con esa paciencia infinita que parecía grabada en su figura. —Kieran, hijo, te he dicho que no entres con las pat
VORN: Las palabras de Vikra persistían como un eco implacable, cada sílaba golpeando mi pecho como el peso de una marea incontenible. Intenté ignorarlas, pero su verdad se insertaba en mis pensamientos con la fuerza de una tormenta. No podía apartarme de las imágenes fugaces que comenzaban a inundar mi mente: Elena. Su rostro, esa mezcla de suavidad y determinación que me había cautivado desde el primer momento. Su olor, que siempre despertaba en mí algo tan visceral como incomprensible, algo que me había negado a aceptar durante demasiado tiempo. Había creído tener claro lo que ella significaba en mi vida, incluso cuando mi orgullo y la responsabilidad de proteger la manada me llevaron a mantenerme distante. Pensé que alejarme era lo correcto, que negarla era el camino más seguro para todos nosotros. Ahora, esos pensamientos se desmoronaban como un castillo de arena arrasado por las olas. Era tan obvio, tan brutalmente claro: Elena, la humana que había rechazado en silencio, era
ALFA KIERAN THERON:El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora? Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí?