25.  CONTINUACIÓN

La forma en que mi jefe me sacó de la cocina fue casi violenta. Sus dedos se clavaban en mi brazo con tanta fuerza que tuve que morderme el labio para no quejarme. El aire a nuestro alrededor se sentía pesado, cargado de una tensión que me dificultaba respirar.

—Señor Kieran... —susurré, intentando mantener su paso acelerado—. Me está lastimando.

Se detuvo en seco, soltándome como si mi piel le quemara. Su mirada, normalmente gris, ahora brillaba con el intenso dorado de su lobo, y un gruñido bajo y amenazante brotó de su pecho. Fue entonces cuando a mi mente vino el recuerdo de ese nombre: "Selene". Lo había escuchado el día del ataque de los lobos del norte. ¿Sería su Luna? ¿Ella era la madre de los cachorros que yo cargaba?

Mi corazón se aceleró ante ese pensamiento y sentí náuseas que nada tenían que ver con el embarazo. Los cachorros se removieron inquietos en mi vientre, como si percibieran mi angustia.

—No —respondió el señor Kieran con voz cortante, como si hubiera l
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