KIERAN:
No podía creer que esa loba siguiera retando mi paciencia. Primero invadiendo mi territorio en la cocina, luego intentando meterse en mi auto, y ahora esto. Mi paciencia tenía límites. Mi lobo Atka rugía dentro de mí, exigiendo que arrancara a Chandra Selene de la presencia de nuestra humana. Cada vez que esa loba se acercaba a Claris, sentía que mi control se desvanecía.
El aroma artificial que Claris se había puesto me tranquilizaba extrañamente, sabiendo que ayudaría a ocultar el olor de mis cachorros de los demás lobos. Estos cachorros eran demasiado importantes, el único legado que había logrado en siglos de existencia. Observé cómo Chandra se acercaba a ella con esa sonrisa falsa que tanto detestaba. Mi mandíbula se tensó, conteniendo un gruñido territorial. Fenris y Rafe captaron mi estado de &aacuCLARIS:Estaba tan feliz de que iba a volver, por fin, con mi mamá y mi hermana Clara que le salté al cuello a mi jefe, pero me rechazó. No le di importancia y, aunque intenté que aceptara mi oferta de realizar un contrato, por el modo en que reaccionó supe que no lo haría. Pero no se lo di a entender.Al salir de su despacho, sin esperarlo, me encontré de pronto frente al señor Aleph, quien se quedó observándome y hasta cambió el color de sus ojos para dejar a su lobo examinarme. Instintivamente, coloqué mi bolso delante de mi vientre. Aunque no creo que fuera eso lo que buscaba. Pude ver claramente cómo se acercaba despacio y me olfateaba con los ojos entrecerrados.—¿Desea algo, señor Aleph? —pregunté, retrocediendo hacia el interior del despacho. Por fortuna, mi jefe reaccionó y sentí cómo chocaba con su fuerte torso, e
CLARIS:Miré a mi madre sin saber qué decir; la abracé muy fuerte, tanto que casi no la dejaba respirar. Ella no respondió, se dedicó a acariciar mi cabello cuando se me escapó un sollozo que contuve enseguida al escuchar unos toques en la puerta que me salvaron de la explicación. Corrí a abrir solo para encontrarme con Fenris, que no me miraba a los ojos; solo me entregó unas bolsas.—Señorita Claris, si necesita algo, solo tiene que tocar el timbre; vendrá una enfermera a verla. No salga de aquí, el jefe le ha dado permiso para quedarse hasta mañana —titubeó un momento y bajó la voz—. En esa bolsa está su ropa de dormir; es importante que se la ponga, tiene el olor de...—Entendí, señor Fenris, y gracias por todo. No me moveré de aquí, y agradezca a mi jefe por lo que hace por mí —le dije a
KIERAN:Todo se había complicado con la amenaza de Chandra Selene y de su padre; debía hacer desaparecer a Claris. No se me escapó cómo la olfateaba el Alfa Aleph, mi enemigo de cientos de años. Y aunque habíamos acabado de firmar esa alianza, éramos unas bestias salvajes territoriales.No sabía si era el hecho de que mi humana llevara en su vientre mis cachorros lo que la hacía parecer atractiva a sus ojos, o si era su propia belleza. Porque eso era algo que no podía negar: Claris era una mujer de una belleza desconcertante, sobre todo sus carnosos labios rojos y los ojos que parecían dos radiantes esmeraldas. Tenía un cuerpo muy bien proporcionado y toda ella exudaba feminidad. Algo que a nosotros, los Alfas, nos atraía demasiado.Como su hijo Vorn, el Alfa Aleph pecaba del gusto por las féminas de esa raza inferior. Pero esta no podía conced&
KIERAN:La mano de Selene sobre mi entrepierna fue la chispa que encendió la furia de mi lobo Atka. Un gruñido profundo y amenazante emergió de mi garganta. Los colmillos asomaron a mi boca mientras mi rostro se transformaba en la imagen de mi lobo. Nunca él había luchado contra mí por el control. En toda nuestra larga existencia, el lobo se había subordinado al humano, como debe ser.Era tanto mi desconcierto por lo que me estaba sucediendo, que no atiné a reaccionar a tiempo, sintiendo que, aunque no me había anulado, Atka poseía el control. La sensación era aterradora. Yo, un Alfa dominante, experimentando esta pérdida de control sobre mi propia bestia.Las venas de mis brazos se marcaron por la tensión de la lucha contra Atka, pero era como si mi lobo hubiera encontrado una fuerza nueva, primitiva y salvaje que yo desconocía.
CLARIS:No podía dormir; los cachorros en mi vientre se movían sin parar. Mi hermana Clara al fin se había dormido, y no quería despertarla. Desde niña, tenía esta extraña fijación con la noche; era como si prefiriera hacer todo bajo la luz de la luna. Otro vuelco de los cachorros me hizo sentarme y llevar la mano a mi vientre. No sé cómo, pero lo sentí llegar: el padre de los cachorros estaba afuera de la puerta.Me deslicé despacio, sin hacer ruido, abrí y ahí estaba el lobo Atka. Me miraba con sus ojos dorados llenos de preocupación y culpa. No comprendía mis sentimientos, pero no vi una gota de mi odioso jefe en él. Era puramente la bestia que había venido detrás de sus cachorros. No hice resistencia a nada; sentía una confianza que hacía tiempo había dejado de sentir.Cuando me di cuenta, est
KIERAN:Salté de la cama como si el contacto con ella me quemara, alejándome de Claris con desprecio. Corrí al baño, mi furia ahogándome mientras trataba de controlarme y no acabar con la humana en este instante. Mi reflejo en el espejo mostraba a un hombre al borde del abismo. Esto que había sucedido no volvería a repetirse jamás. Si esa humana creía que podría dominarme solo porque había logrado manipular a mi lobo con su falso amor y los cachorros que llevaba en su vientre, estaba muy equivocada.—Soy el Alfa Kieran Theron—gruñí para mis adentros—, el terror de los lobos. Una insignificante humana no va a destruir todo lo que he construido.Mi mente ya comenzaba a trazar planes para poner a esta mujer en su lugar, para demostrarle que había cometido el peor error de su vida al atreverse a desafiar mi autoridad. La bestia dentro de
KIERAN:No respondí a la pregunta de mi Beta. Me acerqué a todo el grupo de la manada del norte que se había reunido en mi salón, junto a mis hombres al mando de Rafe, que los tenía rodeados; un solo movimiento en falso y serían eliminados. El Alfa Aleph miró cómo se llevaban a su hija con rabia; sabía que tenía razón. Era la ley de los Alfas, él en mi lugar habría hecho lo mismo, si no peor.—Este es el precio de la paz entre nuestras manadas. Tu preciosa Chandra aprenderá que conmigo nadie juega.Aleph asintió, apretando los puños. La vergüenza reflejada en su rostro. Había querido ser mi Luna y había traspasado los límites, y ahora sería reducida a una simple concubina, el escalón más bajo en la jerarquía de la manada.—Alfa Kieran, espero que este incidente no rompa lo que hab&iacut
CLARIS:Nunca fui cobarde; me esforcé en ser fuerte para ayudar a mamá. La enfermedad de Clara la tenía aterrorizada, y a mí también. No podía imaginar mi vida sin ellas, por eso la amenaza del Alfa Kieran me aterró. Luego, esa extraña manera de comportarse me confundía. Por eso había comenzado a leer la novela: "Te prohíbo amarme, humana", que me había dejado en mi mesa. Esta explicaba bien la naturaleza de la dualidad de los hombres lobo. Lo que más me gustaba era cómo la autora los veía no solo como una entidad única, sino como dos: el humano y el lobo. Algo que había empezado a hacer yo con el Alfa Kieran y su lobo Atka. Estaba muy confundida; podía sentir que el humano estaba molesto por lo que había hecho su lobo. Se había rebelado contra él y no solo eso, le había impedido ver lo que me hac&iac