19. ENCERRADA EN LA HABITACIÓN

CLARIS:

Me senté en el borde de la cama, abrazando mis rodillas mientras intentaba procesar todo lo que estaba sucediendo. La habitación, aunque lujosa, se sentía como una jaula dorada. Las cortinas se mecían suavemente con la brisa que entraba por la ventana, recordándome que afuera había todo un mundo del que ahora estaba aislada.

Acaricié mi vientre instintivamente. Aún era plano, pero sabía que dentro de mí crecían los cachorros de mi jefe... del Alfa. Todavía me costaba asimilar esa palabra: Alfa. Lobos. Manada. Todo parecía sacado de una película de fantasía, pero era mi realidad ahora.

El doctor... ese maldito doctor. ¿Cómo se atrevió a hacer algo así sin mi consentimiento? Parece que lo hizo sin el conocimiento de mi jefe. Al menos eso me da algo de consuelo: él tampoco había sido parte de esta locura.

Me levanté, tomé el soporte con los sueros y la transfusión y caminé despacio hacia la ventana, observando el pueblo que se extendía más allá. Parecía tan normal desde a
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